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Con un lápiz de oro entre el pulgar y el índice, el secretario preguntó con su monstruosa cortesía:

—¿Sería tan amable de decirme su apellido?

—Soy el general Subbotin, emigrado ruso…

El interrogado se encogió de hombros con enojo y pasó por su gris bigote un estrujado pañuelo.

Sonriendo lo mismo que si la conversación versara, cordial, sobre los temas mas agradables, el secretario deslizó rápidamente su lápiz por el bloc y preguntó, muy cauto:

—¿Cuál es el fin, monsieur Subbotin, de su posible conversación con mister Rolling?

—Se trata de un asunto extraordinario, muy importante.

—¿Quizás yo lo recoja resumido para informar a mister Rolling?

—El fin, ¿sabe usted?, es muy simple, darle a conocer un plan… Encierra interés para él y para nosotros…

—Se trata de un plan de lucha química contra los bolcheviques, ¿no? —preguntó el secretario.

—Exacto… De eso quiero hablar con mister Rolling.

—Me temo —le interrumpió con encantadora cortesía el secretario, adoptando incluso una expresión compungida—, me temo que mister Rolling tenga ya muchos planes semejantes que examinar. En el transcurso de una semana, sólo los rusos han presentado a la oficina ciento veinticuatro planes de lucha química contra los bolcheviques. Tenemos ya, para su examen, un magnífico plan de ataque aeroquímico simultáneo a Jarkov, Moscú y Petrogrado. El autor disloca muy ingeniosamente las fuerzas en las plazas de armas que representan los estados vecinos. Es muy interesante. El autor incluye además el cálculo exacto: seis mil ochocientas cincuenta toneladas de gas mostaza para el exterminio completo de los habitantes de esas tres capitales.

Congestionado el rostro, el general Subbotin interrumpió al secretario:

—¿A qué aguardan ustedes, mister…?, ¿cuál es su apellido? Mi plan no es peor, ¡pero ese también me parece magnífico! ¡Hay que actuar! ¡Hay que pasar de las palabras a los hechos…! ¿Qué estamos esperando?

—Mi querido general, lo que pasa es que el señor Rolling no ve hasta ahora el equivalente de sus gastos.

—¿El equivalente? ¿A qué se refiere usted?

—Lanzar con aviones seis mil ochocientas cincuenta toneladas de gas mostaza no es para el señor Rolling nada difícil, pero ello requiere ciertos gastos. La guerra cuesta dinero, ¿no es cierto? En los planes que le han presentado hasta ahora, mister Rolling no ve más que gastos. Desgraciadamente, en esos planes no se habla del equivalente, es decir, de los ingresos que puede proporcionar a mister Rolling la lucha contra los bolcheviques.

—Está claro, claro como el agua… Ingresos… colosales ingresos obtendrá quien devuelva a Rusia sus legítimos gobernantes, quien haga retornar el país al orden de cosas legítimo y normal. ¡La persona que haga eso sacará montañas de oro!

El general clavó una mirada de águila en el secretario y concluyó:

—¡Ya veo! Así, pues, ¿hay que indicar también ese equivalente?

—Con toda exactitud, con cifras; a la izquierda el pasivo, a la derecha el activo y después una raya y una diferencia con el signo mas, que pueda interesar a mister Rolling.

—¡Ya veo! —el general lanzó un resoplido, se caló hasta las cejas su polvoriento sombrero, rápido, se dirigió hasta la puerta.

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