—Todas sus órdenes han sido cumplidas, señor dictador…
Garin cerró con llave la puerta, se acercó a la plana librería y pasó la mano por la pared a la derecha del mueble. El secretario dijo, sonriendo torcidamente:
—El resorte de la puerta secreta está a la izquierda, señor dictador…
Garin le lanzó una rápida y extraña mirada. Apretó el resorte, y la librería se desplazó sin hacer ruido, dando acceso al estrecho pasadizo que llevaba a las habitaciones secretas del palacio.
—Tenga la bondad —dijo Garin, invitando al secretario a entrar el primero.
El secretario se puso lívido. Con fría cortesía, Garin levantó el hiperboloide de bolsillo a la altura de su frente y le dijo:
—Sería insensato desobedecer, señor secretario…