Al día siguiente me azotaron en el gran patio adoquinado que. en otros tiempos se llamara el Quoyan Hayel. La Casa del Viento. Lo encontré curiosamente apropiado.
Como era de esperar, una impresionante multitud acudió a presenciar el castigo. Cientos de alumnos llenaban el patio. Había muchos asomados a ventanas y puertas. Algunos hasta subieron a los tejados para ver mejor. En realidad no se lo reprocho. Resulta difícil renunciar a un espectáculo gratuito.
Me dieron seis latigazos, con un látigo simple, en la espalda. Como no quería decepcionar a mi público, le di algo de lo que más tarde pudiera hablar. Una repetición. No grité, ni sangré, ni me desmayé. Salí del patio por mi propio pie, con la cabeza muy alta.
Después de que Mola me diera cincuenta y siete pulcros puntos de sutura en la espalda, me consolé con un viaje a Imre, donde me gasté el dinero de Ambrose en un laúd precioso, dos bonitas mudas de ropa de segunda mano para mí, una botella pequeña que contenía mi propia sangre y un vestido nuevo para Auri.
Fue una tarde muy agradable.