Esa noche recogí mis pertenencias y bajé a la taberna. Los vecinos que se encontraban allí empezaron a murmurar, muy emocionados. Entreoí algunos comentarios mientras iba hacia la barra, y caí en la cuenta de que el día anterior la mayoría de aquellos hombres me habían visto vendado de arriba abajo, víctima, supuestamente, de graves heridas. Me había quitado las vendas, y lo único que ellos vieron fueron algunos cardenales. Otro milagro. Hice todo lo posible por no sonreír.
El malcarado posadero me dijo que no podía cobrarme nada, ya que el pueblo entero estaba en deuda conmigo. Insistí. Que no. Que ni hablar. No quería ni oír hablar de ello. Lamentaba no poder hacer nada más para demostrarme su gratitud.
Adopté una expresión meditabunda. Ya que lo mencionaba, dije, si por casualidad tuviera otra botella de ese maravilloso vino de fresas…
Fui a los muelles de Evesdown y compré un pasaje en una barcaza que iba río abajo. Mientras esperaba, pregunté si algún trabajador de los muelles había visto a una joven por allí en los dos días pasados. Morena, guapa…
Sí, la habían visto. Había estado allí el día anterior, por la tarde, y se había embarcado río abajo. Sentí cierto alivio, porque eso significaba que Denna estaba a salvo, y relativamente ilesa. Pero aparte de eso, no sabía qué pensar. ¿Por qué no había ido Denna a Trebon? ¿Creería que la había abandonado? ¿Recordaría algo de lo que habíamos hablado esa noche, tumbados lado a lado sobre el itinolito?
Atracamos en Imre unas horas después del amanecer, y fui derecho a ver a Devi. Tras un animado regateo, le entregué la piedra imán y un talento, con lo que liquidé mi brevísimo préstamo de veinte talentos. Seguía debiéndole la deuda original, pero después de todo lo que me había pasado, una deuda de cuatro talentos ya no parecía tan espantosa, pese a que mi bolsa volvía a estar prácticamente vacía.
Tardé un tiempo en recomponer mi vida. Solo había estado fuera cuatro días, pero necesitaba ofrecer disculpas y explicaciones a muchas personas. Había faltado a mi cita con el conde Threpe, a dos citas con Manet y a una comida con Fela. Anker's había pasado dos noches sin músico. Hasta Auri me reprochó con discreción que no hubiera ido a visitarla.
Había faltado a las clases de Kilvin, Elxa Dal y Arwyl. Todos aceptaron mis disculpas con elegantes muestras de desaprobación. Yo sabía que cuando se establecieran las matrículas del bimestre siguiente, tendría que pagar mi repentina e injustificada ausencia.
Pero los que más me importaban eran Wil y Sim. Ellos habían oído rumores de que habían atacado a un estudiante en un callejón. Dada la actitud de Ambrose, más ufana de lo habitual, temían que me hubieran obligado a huir de la ciudad, o, peor aún, que me hubieran lanzado al fondo del Omethi con una piedra atada al cuello.
Ellos eran los únicos a los que debía una verdadera explicación de lo ocurrido. Aunque no les conté toda la verdad de por qué me interesaban tanto los Chandrian, sí les conté toda la historia y les enseñé la escama de draccus. Ellos se mostraron asombrados, aunque hicieron hincapié en que la próxima vez debía dejarles una nota o se las pagaría.
Y busqué a Denna, con la esperanza de ofrecerle explicaciones a la persona que más me importaba. Pero, como siempre, buscarla no sirvió de nada.