81 Orgullo

Miré hacia abajo y vi al draccus aplastado bajo la gran rueda de hierro forjado. Yacía, inmóvil y oscuro, frente a la iglesia, y pese a que aquello era necesario, sentí una punzada de pesar por haber matado a aquella pobre bestia.

Sentí un profundo alivio mezclado con agotamiento. El aire otoñal era fresco y dulce pese al humo, y el tejado de piedra de la iglesia estaba frío bajo mis pies. Con cierta petulancia, guardé la escama y la piedra imán en el macuto. Inspiré hondo y contemplé el pueblo que acababa de salvar.

Entonces oí un chirrido y noté que el tejado se movía bajo mis pies. La fachada del edificio se combó y empezó a desmoronarse, y yo me tambaleé al empezar a hundirse el tejado. Busqué otro tejado al que saltar, pero no había ninguno lo bastante cerca. Intenté retroceder al mismo tiempo que el tejado se desintegraba y se convertía en una lluvia de escombros.

Desesperado, salté hacia las calcinadas ramas del roble. Agarré una, pero no soportó mi peso y se partió. Caí por entre las ramas, me golpeé la cabeza y perdí el conocimiento.

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