Capítulo 5

Kyle caminaba por Wilicocks Street, regresando de New College hacia Mullin Hall, pero lo abordaron antes de que pudiera cruzar St. George.

—Señor… discúlpeme, señor. ¡Señor, perdóneme! Sí, usted. Dale Wong, City-TV. Nos gustaría hacerle una pregunta.

—¿Un callejero? —dijo Kyle. La palabra se formó en su mente, surgida de alguna parte.

El joven con la grabacámara sonrió.

—Exactamente, señor. Un callejero. Aquí está nuestra pregunta. Hoy es el décimo aniversario de la recepción del primer mensaje de radio de Alfa Centauri.

—¿De veras?

—Sí, señor. ¿Cómo le ha afectado esta pasada década, sabiendo que hay vida inteligente en algún otro lugar del universo?

Kyle frunció el ceño, pensando.

—Bien, es una buena pregunta. Desde luego es interesante… mi esposa trabaja tratando de decodificar los mensajes de radio alienígenas.

—¿Pero cómo lo ha cambiado a usted… cambiado su perspectiva?

—Bueno, supongo que me da un poco de perspectiva sobre las cosas. Ya sabe, todos nuestros problemas no cuentan mucho, comparado con el universo sin límites.

Las palabras le sonaban falsas. Kyle hizo una pausa… tan larga, lo sabía, que el hombre no podría usar el video clip sin tener que montarlo.

—No, no, no es eso. ¿Quiere la verdad? No ha cambiado un pimiento. No importa lo grande que sea el universo, siempre estamos mirando hacia adentro.

—Gracias, señor. Gracias… ¡Señora! ¡Señora! ¡Un instante de su tiempo, por favor!

Kyle continuó caminando. En realidad nunca lo había pensado antes, pero su proyecto de investigación actual había tenido claramente su génesis en la primavera de 1996, el mismo día en que se enteró de que Heather estaba embarazada.

—Así pues —había dicho el profesor Papineau—, las pautas de interferencia que resultan cuando un solo fotón atraviesa dos rendijas podrían ser la prueba de la existencia de universos múltiples. ¿Pero qué tiene esto que ver con los ordenadores, podrían ustedes preguntar?

Sonrió a los estudiantes que formaban su seminario.

—Bueno, recuerden nuestro ejemplo de Kyle viniendo al trabajo. En un universo, coge el camino al este de Queen's Park; en el otro, coge por el del oeste. Ahora, Kyle, supongamos que su jefe le ha pedido que resuelva dos problemas antes de llegar al trabajo, y… como no ha superado los hábitos estudiantiles, los ha dejado los dos para el último momento. Hay tiempo para resolver sólo uno de ellos mentalmente, mientras camina hacia el trabajo. Digamos que si coge por el camino del oeste, se pasa el tiempo resolviendo el problema A, y si va por el del este, se pasa el tiempo resolviendo el problema B. ¿Hay algún modo, sin detenerse o hacer dos veces el camino alrededor del edificio del Parlamento, en que pueda tener las respuestas para ambos problemas?

Kyle estaba seguro de que tenía cara de tonto.

—¿Lo sabe alguien? —preguntó Papineau, alzando sus tupidas cejas.

—Me sorprende que piense usted que Graves podría hallar aunque fuera sólo una respuesta —dijo D'Annunzio.

Risas por parte de varios estudiantes. Papineau sonrió.

—Bueno, hay un modo —dijo el profesor—. ¿Saben el refrán que dice que “Dos cabezas son mejor que una”? Bien, si nuestro Kyle… el de este universo que fue por el lado oeste y resolvió el problema A, pudiera reunirse con el otro Kyle, el del universo paralelo que fue por el camino del este y resolvió el problema B, entonces tendría ambas respuestas.

Alguien alzó una mano.

—¿Glenda?

—Pero cuando hablaba usted del fotón y las rendijas, dijo que la única manera en que los dos universos podían reunirse era si no había forma de decir qué rendija atravesó el fotón en cada universo.

—Exactamente. Pero si pudiéramos diseñar un método por el cual no hubiera ninguna diferencia no importa qué camino tomara Kyle en este universo… de hecho, un método por el que el propio Kyle no supiera por qué camino tiró, y nadie lo viera durante su viaje… entonces, al final, los dos universos podrían volver a unirse. Pero en los universos reunidos, Kyle sabría la respuesta a ambos problemas, aunque sólo hubiera tenido tiempo en realidad de resolver uno de ellos.

Papineau sonrió a la clase.

—Bienvenidos al mundo de la informática cuántica —dijo.

Hizo una pausa.

—Naturalmente, había en realidad más de dos universos posibles para Kyle: podría haberse quedado en casa, podría haber venido en coche, podría haber cogido un taxi. Del mismo modo, es posible imaginar el experimento de la bombilla con docenas o incluso con centenares de rendijas. Bueno, supongamos que cada fotón que sale de la bombilla representara un solo bit de información. Recuerden, todos los cómputos se hacen con ábacos glorificados: movemos las cosas para poder computar, ya sean guijarros o átomos o electrones o fotones. Pero si cada una de esas cosas pudiera estar simultáneamente en varios lugares a la vez, a lo largo de universos paralelos, podrían resolverse problemas de computación extraordinariamente complejos de manera muy, muy rápida.

»Consideren, por ejemplo, la descomposición en factores de los números. ¿Cómo hacemos eso? Esencialmente por prueba y error, aunque hay unos cuantos trucos que ayudan. Si queremos determinar los factores de ocho, empezamos a dividir números. Sabemos que uno divide perfectamente a ocho… divide a todos los números. ¿Qué hay del dos? Sí, es un factor: aparece cuatro veces. ¿El tres? No… no vale. ¿El cuatro? Sí, dos veces. Así es como lo hacemos: comprobando por fuerza bruta, probando cada factor posible a su vez. Pero a medida que los números se hacen mayores, el número de factores que tienen aumenta. A principios de este año, una red de mil seiscientos ordenadores consiguió encontrar todos los factores de un número de ciento veintinueve dígitos… el número mayor del que jamás se haya encontrado el factor. El proceso duró ocho meses.

»Pero imaginen un ordenador cuántico… un ordenador que estuviera en contacto con todos los ordenadores alternativos posibles en los universos paralelos. E imaginen un programa capaz de sacar los factores de números grandes operando todas las posibles soluciones simultáneamente. Peter Shor, un matemático de los Labotatorios AT T Bell, ha elaborado un programa para hacerlo; prueba todos los factores posibles del gran número simultáneamente, probando sólo un factor posible en cada uno de los muchos universos paralelos. El programa da sus resultados como pautas de interferencia, enviadas a un trozo de película fotográfica. El algoritmo de Shor haría que los números que no son factores se cancelaran en la pauta de interferencia, dejando oscuridad. Las pautas de luz y oscuridad formarían una especie de código de barras que podría leerse para indicar qué números son factores del número grande con el que empezamos. Y como los cálculos se ejecutan en universos paralelos, en el tiempo que nuestro propio universo tarda en probar un solo número, todos los otros números se prueban también, y tenemos el resultado. Así que no importa qué número calculó nuestro ordenador, el resultado debería conseguirse casi simultáneamente. Lo que los ordenadores normales tardaron ocho meses en conseguir, los ordenadores cuánticos podrían hacerlo en cuestión de segundos.

—Pero no existe ningún ordenador cuántico —dijo Kyle.

Papineau asintió.

—Eso es, al menos por el momento. Pero algún día alguien construirá un ordenador cuántico. Y entonces lo sabremos con seguridad.

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