Capítulo 4

Kyle recordó el día en que se enteró de que Heather estaba embarazada de su primera hija, Mary.

Fue una completa sorpresa. Llevaban un año viviendo juntos, compartiendo un apartamento en St. Jamestown con unos cuantos cientos de cucarachas. Kyle estaba en segundo año de su máster en ciencias informáticas; Heather empezaba su máster en psicología. Estaban enamorados, no había duda, y habían hablado de construir una vida juntos. Pero Kyle y Heather sabían que tendrían que ir a algún otro sitio que no fuera la Universidad de Toronto para conseguir sus doctorados. No es que la Universidad no fuera un buen sitio para graduarse, pues si sostenía ser la «Harvard del Norte», era a causa de sus estudios de postgraduado. Pero tener tres licenciaturas en la misma institución sería una bandera roja automática para futuras entrevistas de trabajo.

Entonces, de repente, Heather se quedó embarazada.

Y tuvieron que tomar decisiones que no resultaban fáciles. Hablaron de abortar. Aunque querían tener hijos con el tiempo, sin duda éste era un embarazo no planeado. Pero…

Pero, demonios, ¿cuándo sería el momento adecuado? No mientras estuvieran terminando sus másters, desde luego.

Y no mientras hacían sus doctorados.

Y, bueno, los salarios de partida de los profesores asociados eran abismales… Heather ya había decidido que lo que quería era una vida académica, y Kyle, al que no le gustaban las situaciones tensas, se inclinaba también hacia ello, en vez de a las muchas presiones del mundo de la informática comercial.

Y naturalmente tendrían que estar realmente seguros hasta que al menos uno de ellos obtuviera el puesto.

Y para entonces…

Para entonces habría pasado más de una década, y Heather entraría en la edad de los embarazos de alto riesgo.

Elecciones.

Momentos decisivos.

Podía ser una cosa u otra.

Al fin decidieron tener el niño: incontables parejas de estudiantes habían hecho lo mismo a lo largo de los años. Sería difícil: una presión financiera, una demanda adicional de su tiempo, ya abrumador.

Pero merecería la pena. Sin duda merecería la pena.

Kyle recordaba vivamente la clase en la que estaba el día en que Heather le dijo que estaba embarazada. De algún modo, pareció apropiado.

—Supongamos —decía el profesor Papineau a la docena de estudiantes del seminario que parecía estar muy lejos de la ciencia informática—, que viven ustedes al norte de Queen's Park y trabajan al sur de él. Supongan también que van caminando al trabajo cada día. Se enfrentarán a una elección cada mañana. No pueden caminar en línea recta, porque los edificios del Parlamento están en medio. Naturalmente, estoy seguro de que muchos de nosotros hemos querido arrasar las cámaras con un tanque… pero estoy divagando.

Risas por parte de los estudiantes. Papineau era un profesor maravilloso; Kyle había asistido a su cena de jubilación quince años más tarde, pero no había vuelto a verlo desde entonces.

—No —dijo Papineau cuando las risas cesaron—, hay que rodear los edificios, bien sea al este, o al oeste. Los dos caminos están más o menos a la misma distancia: salen ustedes de casa a la misma hora y llegan al trabajo a la misma hora, no importa qué ruta escojan. Así pues, ¿qué ruta escogen? Usted de ahí… Kyle. ¿Qué ruta escogería?

Kyle tenía barba incluso entonces. Como hoy, era rojiza, aunque su cabello era negro. Pero en aquellos días la mantenía hirsuta, descuidada: nunca la recortaba, nunca se afeitaba el cuello por debajo. Dio un respingo ahora al recordarlo.

—Por el oeste —dijo, encogiéndose de hombros para dar a entender que se trataba de una decisión puramente arbitraria.

—Una buena elección —dijo Papineau—. Pero no es la única opción. Y en la interpretación de mundos múltiples de la mecánica cuántica, creemos que cada vez que se hace una elección en un sentido, también se toma la elección alternativa… pero en un universo paralelo. Si Kyle vino por el oeste en este universo, también existiría un universo paralelo donde vino por el este.

—Pero sin duda eso es una metáfora —dijo Glenda, una estudiante con la que Kyle pensaba a veces que podría haber ligado si no conociera ya a Heather—. Sólo hay un universo, ¿no?

—O —dijo D'Annunzio, un motero que siempre parecía fuera de sitio en clase—, aunque exista otro universo, no hay modo de demostrarlo, así que no es una hipótesis refutable, y por tanto no es verdadera ciencia.

Papineau sonrió de oreja a oreja.

—Saben, si esto fuera una actuación de cabaret, la gente me acusarían de tenerlos a ustedes dos como gancho entre el público. Examinemos la cuestión: ¿hay alguna prueba directa de que pudieran existir universos múltiples? Roopshand, ¿quiere apagar las luces, por favor?

Un estudiante del fondo se levantó y apagó las luces. Papineau se acercó a un proyector de diapositivas que ocupaba un carrito de metal; lo encendió. Un diagrama apareció en la pantalla.

—Esta imagen muestra un aparato experimental —dijo Papineau—. En lo alto, tenemos una bombilla. En el centro hay una barra que representa una pared horizontal vista desde arriba. ¿Ven esas dos aberturas en la barra? Son dos rendijas verticales que atraviesan la pared… una a la izquierda y otra a la derecha.

Utilizó un pequeño puntero de luz para indicarlas.

—Y aquí abajo tenemos una línea horizontal que representa una película fotográfica vista de lado, desde arriba. La pared en el centro es como Queen's Park, y las dos rendijas son como los dos posibles caminos que rodean los edificios del Parlamento: uno al este y el otro al oeste.

Hizo una pausa mientras los alumnos digerían esto.

—Ahora bien, ¿qué sucede cuando encendemos la bombilla?

Pulsó una tecla; el carro chasqueó y apareció una nueva diapositiva. La película fotográfica de abajo mostró una pauta de líneas claras y oscuras, como de cebra.

—Todos saben qué es esto por las clases de física del instituto, ¿verdad? Es una pauta de interferencia. La luz de la bombilla, al viajar como una onda, pasa a través de las dos rendijas… que se comportan ahora como dos fuentes de luz separadas, cada una con ondas de luz emanando de ellas. Bueno, cuando los dos conjuntos de ondas chocan contra la placa fotográfica, algunas de las ondas se cancelan, dejando zonas oscuras, y otras se refuerzan, creando las bandas claras.

Algunos estudiantes asintieron.

—Pero también saben ustedes por la física del bachillerato que la luz no siempre se comporta como una onda… a veces se comporta también como una partícula. Y, por supuesto, llamamos «fotones» a las partículas de luz. Ahora, ¿qué sucede si desconectamos la energía que suministra la bombilla? ¿Qué ocurre cuando se reduce tanto la energía que los fotones salen de la bombilla uno a uno? ¿Lo sabe alguien?

Una pelirroja levantó la mano.

—¿Sí, Tina?

—Bueno, si sólo va a pasar un fotón, entonces debe crear una manchita de luz en la película fotográfica… suponiendo que encuentre el camino por una de las rendijas.

Papineau sonrió.

—Eso es lo que cabría esperar, sí. Pero incluso cuando se liberan los fotones uno a uno, se obtienen las bandas claras y oscuras. Se siguen obteniendo pautas de interferencia.

—¿Pero cómo pueden obtenerse interferencias si sólo pasa una partícula cada vez? —preguntó Kyle—. Quiero decir, ¿con qué interfiere la partícula?

Papineau alzó su dedo índice.

—¡Esa es la cuestión! Y hay dos posibles respuestas. La rara dice que cuando está en tránsito entre la bombilla y la película, ese único fotón se divide en una serie de ondas, algunas de las cuales pasan por una rendija y otras por la otra, formando la pauta de interferencia.

»Pero la otra respuesta, la realmente interesante, es que el fotón nunca se divide, sino que continúa siendo una partícula discreta, y como tal, no tiene más remedio que atravesar una de las dos posibles rendijas… en este universo. Pero igual que usted, Kyle, podría haber tomado cualquiera de las dos rutas para sortear Queen's Park, el fotón podría haber atravesado cualquiera de las dos rendijas… y en un universo paralelo, tomó el otro camino.

—¿Pero cómo vemos la pauta de interferencia? —preguntó D'Annunzio, mascando chicle mientras hablaba—. Quiero decir, si nos colocamos al sur de los edificios del Parlamento, nunca veremos dos versiones de Graves, una viniendo por el camino del este y otra por el del oeste.

—¡Excelente cuestión! —exclamó Papineau—. La respuesta es que el experimento de las dos rendijas es un ejemplo muy especial de universos paralelos. El universo único original se divide en dos universos cuando el fotón encuentra la rendija, pero los dos universos existen por separado sólo mientras el fotón está viajando. Ya que no hay ninguna diferencia entre ahora o nunca sobre qué camino tomó el fotón, el universo se colapsa y vuelve a ser un universo único. La única prueba de que los dos universos llegaron a existir es la pauta de interferencia que queda en la película.

—¿Pero hay diferencia según la rendija que se elija? —preguntó Roopshand desde el fondo.

—En todo experimento que pueda diseñar donde importe la elección de la rendija… de hecho, en cualquier experimento donde se pueda detectar por qué rendija pasó el fotón, no se consigue la pauta de interferencia. Si importa, los universos nunca volverán a ser uno: continúan siendo dos universos separados.

Había sido una clase dura: todas las de Papineau lo eran. Y también fue una metáfora que Kyle llevó consigo toda su vida. Elecciones, caminos que se dividían.

Entonces, en 1996, aunque Heather y él eran todavía estudiantes, supo qué elección quería. Quería vivir en el universo donde tenían un bebé.

Y así, ese noviembre nació Mary Lorraine Graves, su primera hija.

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