Capítulo 7

Heather llamó a Kyle y le pidió que se pasara por casa.

Cuando llegó (a las ocho, después de que los dos cenaran por separado), él se sentó en el sofá, y Heather lo hizo en el sillón de enfrente. Ella inspiró profundamente, preguntándose cómo empezar, y entonces se lanzó.

—Creo que puede ser un caso de síndrome de memoria falsa.

—Ah —dijo Kyle, con tono sabio—. El famoso SMF.

Heather conocía demasiado bien a su marido.

—No tienes la menor idea de lo que estoy hablando, ¿verdad?

—Bueno, no.

—¿Sabes lo que son los recuerdos reprimidos… al menos en teoría?

—Oh, recuerdos reprimidos. Claro, claro. He oído algo de eso. Ha habido algunos casos en los tribunales, ¿no?

Heather asintió.

—El primero fue hace años, allá en… oh, ¿en qué año estamos? Allá por 1989 o por ahí. Una mujer llamada… déjame pensar. Tuve que enseñarlo una vez, ya lo recordaré. Una mujer llamada Eileen Franklin, que tenía veintiocho o veintinueve años, y que de pronto dijo recordar haber visto la violación y el asesinato de su mejor amiga veinte años antes. El asesinato y la violación eran un hecho: encontraron el cadáver poco después de que se cometiera el crimen. Pero lo sorprendente no fue sólo que Eileen recordara de pronto haber visto cómo se cometía el crimen, sino que también recordara de pronto que lo había hecho su propio padre.

Kyle frunció el ceño.

—¿Qué le ocurrió al padre?

Heather lo miró.

—Lo condenaron. Más tarde el caso fue sobreseído… pero por un detalle técnico.

—¿Había pruebas concluyentes, o la condena original se basó solo en el testimonio de la hija?

Heather se encogió de hombros.

—Depende de cómo lo mires. Eileen parecía consciente de cosas sobre el crimen que no eran conocidas generalmente. Fueron tomadas como pruebas de la culpabilidad del padre. Pero al investigar, se demostró que la mayoría de los detalles supuestamente vinculantes habían aparecido en la prensa en la época en que mataron a la otra niña. Naturalmente, Eileen no leía periódicos cuando tenía ocho o nueve años, pero pudo verlos más tarde en cualquier biblioteca —Heather se mordió los labios, recordando—. Pero ahora que lo pienso, algunos de los detalles que informó estaban en los periódicos… pero se equivocaban en la descripción.

Kyle parecía confuso.

—¿Qué?

—Ella recordaba… o decía recordar, cosas que resultaron no ser ciertas. Por ejemplo, la niña asesinada llevaba dos anillos, uno de plata y otro de oro. Sólo que el de oro tenía una piedra engarzada, pero uno de los periódicos informó que la piedra estaba en el anillo de plata… y eso es exactamente lo que dijo Eileen cuando le habló a la policía sobre el crimen —Heather alzó una mano—. Naturalmente, es un detalle trivial, y cualquiera que recuerde cosas tan lejanas en el tiempo es posible que mezcle algunos hechos.

—Pero no has hablado solamente de recuerdos reprimidos. Hablaste de recuerdos falsos.

—Bueno, es una cosa o la otra, y ese es el problema. En realidad, ha sido un caso de discusión en psicología durante décadas: la cuestión de si el recuerdo de algo traumático puede ser reprimido. La represión misma es un concepto antiguo. Es la base del psicoanálisis, después de todo: fuerzas a salir a la luz el pensamiento reprimido, y la neurosis que tengas debe despejarse. Pero millones de personas que han tenido experiencias traumáticas dicen que el problema es lo contrario: nunca olvidan lo que les ha pasado. Todos dicen cosas como: “No pasa un día en que no piense en mi coche estallando”, o “Tengo pesadillas constantes sobre Colombia”.

Heather bajó los ojos.

—Desde luego, yo nunca he olvidado, ni olvidaré, la imagen de Mary muerta en el cuarto de baño.

Kyle asintió lentamente.

—Yo tampoco —dijo en voz baja.

Heather necesitó un instante para recuperarse.

—Pero esas cosas: una guerra, la explosión de un coche, incluso la muerte de un hijo, son cosas comunes. No son impensables: de hecho, no hay un solo padre vivo que no tema que le ocurra algo a uno de sus hijos. ¿Pero y si ocurre algo que sea tan inesperado, tan fuera de lo común, tan sorprendente que la mente no pueda tratar con ello? ¿Como una niña pequeña que ve a su padre violar y asesinar a su mejor amiga? ¿Cómo reacciona entonces la mente? Tal vez crea una muralla; hay psiquiatras e infinitos supervivientes putativos del incesto que lo creen. Pero…

Kyle alzó las cejas.

—¿Pero qué?

—Pero hay muchos psicólogos que creen que eso simplemente no puede suceder, que no hay ningún mecanismo de represión, y por eso cuando los recuerdos traumáticos aparecen de pronto años o décadas después del supuesto hecho, tienen que ser recuerdos falsos. Llevamos más de un cuarto de siglo debatiéndolo en psicología, sin llegar a ninguna conclusión sólida.

Kyle inspiró profundamente, y luego dejó escapar el aire muy despacio.

—¿Entonces en qué quedamos? Los humanos pueden olvidar recuerdos de acontecimientos traumáticos que realmente sucedieron… ¿o podemos tener vividos recuerdos de cosas que nunca ocurrieron?

Heather asintió.

—Lo sé. Ninguna de las dos ideas es atractiva. No importa cuál aceptes (y, naturalmente, existe la posibilidad de que ambas sucedan en momentos distintos), significa que nuestros recuerdos, y nuestro sentido de quiénes somos y de dónde venimos son mucho más falibles de lo que nos gustaría creer.

—Bueno, sé con seguridad que los recuerdos de Becky son falsos. Pero lo que no comprendo es de dónde pueden venir esos recuerdos.

—La teoría más común es que son implantados.

—¿Implantados? —lo dijo como si no hubiera oído la palabra nunca antes.

Heather asintió.

—En terapia. Yo misma he visto el principio básico en acción, con niños. Haces que un niño te visite todos los días durante una semana. El primer día, le preguntas cómo le fueron las cosas en el hospital después de que se cortara el dedo. Él dice: “Nunca he estado en el hospital”. Y es cierto. Pero se lo vuelves a preguntar mañana, y al día siguiente, y al otro. Y al final de la semana, el niño está convencido de que fue de verdad al hospital. Te podrá contar una historia detallada y consistente sobre su visita… y creerá que sucedió de verdad.

—Más o menos como Biff Loman.

—¿Quién?

Muerte de un viajante. Biff no era un niño, pero cuando le dice a su padre, “Me limaste tanto la bola que nunca pude soportar tener que aceptar órdenes de nadie”, llegó a estar convencido por su padre de que realmente había tenido un puesto mucho mejor en la compañía que el bajo lugar que ocupaba ahora.

—Bueno, eso puede pasar. Los recuerdos pueden implantarse, incluso a través de sugestiones y repeticiones constantes. Y si un psiquiatra lo aumenta con hipnosis, pueden crearse recuerdos falsos realmente inamovibles.

—¿Pero por qué demonios iba a hacer un psiquiatra eso?

Heather se entristeció.

—Citando un viejo chiste del departamento de psicología, hay muchos caminos hacia la salud mental, pero ninguno tan lucrativo como el análisis freudiano.

Kyle frunció el ceño. Guardó silencio durante unos segundos, como si decidiera si hacer o no otra pregunta. Y por fin la hizo.

—No intento llevarte la contraria, pero la declaración de inocencia por mi parte no ha sido para tirar cohetes. ¿Por qué crees que los recuerdos de Becky podrían ser falsos?

—Porque su psiquiatra sugirió que mi padre podría haberme molestado también.

—Oh —dijo Kyle. Y luego añadió—: Oh.

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