Capítulo 20

Cambios de presión; estrellas ante sus ojos.

Entonces las paredes del aparato se perdieron de nuevo en la nada, y Heather se sintió una vez más como si estuviera flotando, con el cuerpo invisible.

Bajo ella, el extraño suelo se curvaba como si estuviera viendo una parte desconocida de la Tierra desde una gran altura.

En lo alto, el cielo se curvaba en la dirección opuesta… pero no, no era el cielo. Más bien era otro mundo, un mundo de geografía bien definida. Era como si dos planetas orbitaran muy cerca uno del otro, desafiando la mecánica celeste, y Heather flotara en el corredor doblemente cóncavo entre ellos. Muy lejos, en la distancia, había un remolino de oro y verde y plata y rojo.

El corazón de Heather latía desbocado. Era increíble, abrumador.

Luchó por recuperar la cordura, recobrar la razón, tratar de interpretarlo todo.

¿El cielo encima y el infierno abajo?

¿O tal vez los dos hemisferios del cerebro, con ella cabalgando en el cuerpo calloso?

¿O tal vez se deslizaba por el escote de alguna colosal Madre Tierra…?

¿El yin y el yang separados, con uno de ellos invertido?

¿Dos mandalas?

Nada de esto parecía adecuado. Decidió probar un sistema más científico. ¿Eran las esferas de igual diámetro? No podía decirlo; cuando se concentraba en una, la otra desaparecía… no sólo en su visión periférica, pero como si la realidad requiriera de toda su concentración.

Literalmente, temblaba de emoción. No se parecía a nada que hubiera experimentado antes. Por primera vez, comprendió lo que significaba la palabra «deslumbrante».

Se preguntó si veía el sistema Centauri. Después de todo, estaba compuesto por tres soles: el brillante y amarillo A; el más tenue y anaranjado B; y el diminuto y rojo cereza Próxima. ¿Quién sabía qué danza ejecutarían los planetas en un sistema semejante?

Pero no; las esferas no eran planetas. Tampoco eran soles gemelos. Estaba segura de que, más bien, eran reinos… espacios específicos, pero no realmente sólidos. Lo que al principio había considerado lagos que reflejaban la luz del sol sobre la superficie de uno de ellos eran en realidad túneles que lo atravesaban, revelando el torbellino multicolor que componían el fondo de todo.

Heather sintió que tenía la garganta seca. Deglutió con dificultad, tratando de calmarse, tratando de pensar.

Si el aparato se había plegado realmente en un hipercubo, entonces tal vez se hallaba ahora en un espacio tetradimensional. Eso podía explicar por qué los objetos desaparecían si no los miraba directamente: se deslizaban no sólo a izquierda y derecha de su campo de visión, sino también en ana y kata.

Heather estaba anonadada, insegura de qué hacer a continuación. ¿Intentaba volar hasta el mundo de arriba? ¿O descender al de abajo, atravesando quizás uno de los túneles que lo permeaban? ¿O avanzar hasta el remolino?

Pero pronto eligieron por ella. Sin que hiciera ningún esfuerzo, pareció flotar hacia la esfera de arriba… o más bien la esfera bajaba hacia ella. No era capaz de decir si la brisa que sentía era debida a su propio movimiento o si se trataba tan sólo del sistema de circulación de aire dentro del aparato.

Mientras flotaba hacia arriba, se sorprendió al ver lo que parecía una boca abrirse sobre la esfera que tenía encima, y una serpiente larga e iridiscente surgió de ella y pasó por su lado, conectando con la esfera de abajo, donde fue rápidamente engullida por otra boca. Mientras continuaba su ascenso, otras dos serpientes cayeron desde arriba, y una saltó hacia ella desde la esfera inferior hasta la superior.

Aunque no se parecían a nada que hubiera visto antes, Heather estaba segura, de algún modo, de que las esferas y las serpientes eran orgánicas: tenían aspecto biológico, la brillante humedad de la vida, las irregularidades de algo que había crecido de manera natural, no manufacturada. Pero no sabría decir si se trataba de formas de vida separadas o tan sólo órganos dentro de una criatura mayor. El remolino del fondo podía ser la zona más alejada del espacio… o algún tipo de membrana de contención.

El corazón todavía le martilleaba: la idea de que algo de todo esto estuviera vivo la asustaba. Y mientras se acercaba a la superficie de la esfera superior pudo ver que ésta se expandía y se contraía suavemente: bombeaba o tal vez respiraba. Las dimensiones eran fantásticas: suponiendo que ella siguiera midiendo un metro sesenta y cuatro centímetros, la esfera debía de tener docenas, si no cientos de kilómetros de diámetro. Pero claro, quizás ella se había encogido a una fracción de su tamaño original y ahora se hallaba en mitad de algún fantástico viaje a través de la anatomía de un centauro.

¡De hecho, tal vez ese fuera el propósito! Muchos investigadores del SETI habían sugerido que el viaje físico entre las estrellas sería siempre impracticable. Tal vez los centauros habían enviado simplemente un registro detallado de cómo eran por dentro para que los humanos pudieran reconstruir a uno de ellos con materiales locales.

Siguió subiendo más y más… lo que le hizo pensar en la gravedad. Tenía sensación de arriba y abajo, y notaba como si subiera a grandes alturas. Pero si realmente carecía de peso, esas sensaciones no tenían ningún significado real.

¿Arriba o abajo? ¿Subir o caer?

Perspectivas. Percepciones.

En una clase sobre psicología de la percepción, años antes, Heather había visto por primera vez el cubo de Necker: doce líneas que componían el esquema de un cubo, visto desde un ángulo:

Si te quedabas mirándolo el tiempo suficiente, parecía alternar entre ser un cubo visto desde la esquina superior izquierda y uno visto desde la esquina inferior derecha, pues cada lado cuadrado parecía cambiar de ser el del fondo a convertirse en el del frente.

Cerró los ojos, y…

… y, un segundo después, vio el interior del aparato. Ese método no serviría para reorientarla. Abrió los ojos, pero la misma esfera parecía estar encima. Así que se concentró, mirando un objeto imaginario situado a escasos centímetros de su nariz. El fondo se volvió difuso. Al cabo de unos segundos, dejó que sus ojos se relajasen, contemplando el infinito.

Y, en efecto, la perspectiva había cambiado. La esfera más cercana parecía hallarse ahora bajo sus pies. Sospechaba que con un esfuerzo de voluntad, podría hacer que apareciera a su derecha o a su izquierda, o delante o atrás, o…

¿O kata o ana?

Si su mente sólo podía tratar con tres pares de direcciones a la vez, y si realmente había cuatro de donde elegir, entonces simplemente no estaba viendo uno de los pares. Pero sin duda no habría ninguna jerarquía absoluta, ninguna sensación donde la longitud tuviera más derecho a ser la primera dimensión que la altura o la anchura.

Desenfocó de nuevo la mirada y trató de despejar su mente.

Cuando volvió a enfocar, todo era igual.

Lo intentó una vez más, parpadeando esta vez, pero asegurándose de mantener los ojos cerrados el tiempo suficiente para volver al interior del aparato.

Y entonces el fondo difuso pareció cambiar…

Y ella se concentró una vez más.

Y de repente, increíblemente, todo fue distinto. Heather se quedó boquiabierta.

Las esferas eran ahora dos grandes cuencos unidos por sus bordes, como si Heather se encontrara ahora en el interior de una pelota gigantesca, y todo estuviese vuelto del revés.

La superficie interna de la pelota parecía ser granular, casi como la superficie de una estrella… una vez más, Heather pensó que tal vez estaba contemplando una visión del sistema Centauri, a pesar del vibrante aspecto biológico que tenía todo.

Parecía que ahora estaba retrocediendo: otro cambio de perspectiva. Giró, nadando en el espacio, de forma que quedara de cara a la dirección del movimiento aparente. Al acercarse a la superficie, Heather vio que el granulado estaba compuesto por millones de hexágonos, muy juntos.

Mientras miraba, uno de los hexágonos empezó a alejarse, formando un túnel largo y profundo. Mientras se estiraba, Heather pudo ver cómo sus lados se volvían brillantes, y luego iridiscentes… y advirtió que, desde su nueva perspectiva, estaba viendo a una de las serpientes desde dentro. Finalmente, el túnel se disolvió, quizás porque la serpiente se soltó de la superficie.

Por fin, Heather se encontró a unos pocos centenares de metros de la vasta pared curva.

Se sentía mareada, desorientada, como si hubiera girado sobre sus talones una y otra vez. Se moría de ganas por seguir explorando un poco más, pero… ¡Maldición, qué desafortunada intrusión de la realidad! Tenía que orinar. Esperaba que la próxima vez que regresara fuese aquí, a este lugar, no donde empezó. Sería una molestia avanzar en sus exploraciones si siempre entraba en este reino maravilloso por el mismo lugar.

Cerró los ojos, esperó a que la visión del aparato apareciera en su mente, tocó el botón de parada, y salió tambaleándose al extraño mundo angular que llamaba hogar.

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