39

Cuando conducían paralelamente el perímetro del muro, el terreno no era tan escabroso. Pero cuando giraron hacia dentro, la cosa fue muy diferente. Había un sistema de fosos que corría paralelamente por fuera de la verja. Y detrás de ésta estaba el interior del Enclave. Allison se arriesgaba a mirar de vez en cuando. Era como el futuro que siempre había imaginado: espirales, edificios elevados y anchas franjas de verde. Paul decía que las tropas de tierra de la Autoridad estaban por aquel área, pero hasta el momento todo aparecía tranquilo y abandonado.

¡Un momento! Aparecieron tres hombres que corrían saliendo de los fosos. Se detuvieron unos instantes delante de la valla, que de algún modo pudieron atravesar. Dos de ellos llevaban unas pesadas mochilas. Eran sus aliados Quincalleros. Uno agitó su mano en dirección a los blindados, y los tres desaparecieron entre los edificios.

—Gira aquí. Síguelos hacia dentro —dijo Paul—. Wili ha dicho al mando de la Paz que les estamos persiguiendo de cerca.

Allison tiró de una de las palancas de dirección y empujó a la otra. El vehículo giró en redondo sobre sus orugas al rodar una de ellas hacia atrás y la otra hacia adelante. Por medio del periscopio lateral pudo ver que el vehículo de Mike se dirigía hacia el norte. Sin duda, Wili le habría dicho que no se desviara.

Saltaron hacia delante a toda velocidad mientras sus motores rugían con fuerza. Al lado de Allison, Paul estaba jadeante. La marcha a treinta kilómetros por hora, a campo través y por un terreno tan accidentado, era peor que hacer acrobacias aéreas. El vehículo cayó hacia adelante mientras frente a ellos no veían más que cemento. Saltaron por encima del borde del foso y cayeron hasta su fondo. Sus cinturones de segundad no pudieron absorber completamente el golpe. Por un momento, Allison quedó aturdida y sus manos permanecieron inmóviles sobre los controles en posición de avance rápido. El vehículo oruga subió por la pared más alejada y se quedó un instante al final de la rampa, como si dudara entre seguir hacia arriba o caer hacia atrás.

Fueron a chocar contra lo que había al otro lado, derribando la valla. Si allí había algún tipo de defensas automáticas, debían haber quedado inutilizadas momentáneamente.

Cuando Allison logró alejarse de los escombros de cemento y de hierro, se atrevió a mirar a Paul.

—¡Dios mío!

Paul estaba caído hacia adelante y tenía la cara manchada de sangre. Delante de él, la pared estaba salpicada de rojo. No se había atado correctamente.

Allison hizo disminuir la velocidad del blindado. Se volvió hacia atrás, y vio que el muchacho seguía en estado comatoso.

—¡Wili! ¡Paul está herido!

Una voz femenina chilló en su oído:

—¡Por tu culpa, maldita bruja, estúpida!

Wili se retorció y su cara dio signos de aturdimiento, como la de alguien que intentara despertar de un profundo sueño.

Pero si se despertaba, si su concentración se interrumpía, morirían todos sus sueños.

—Guía, Allison, Por favor, conduce —la voz artificial de Wili sonaba muy fría en su auricular—. Paul… Paul desea esto más que a nada en el mundo.

Detrás de ella, la verdadera voz del muchacho era un gemido apagado. Y Paul seguía completamente inmóvil.

Allison se desentendió de todo, excepto de su misión. Estaba en una calle pavimentada. Pisó a fondo el acelerador, con lo que lograron alcanzar los setenta kilómetros por hora. Sólo veía una imagen fugaz de los edificios que estaban a ambos lados. Al parecer eran edificios residenciales mucho más lujosos que los de su tiempo. Estaban deshabitados. Llegaron a un cruce. Por encima de los tejados de las residencias de varios pisos, las torres que estaban en el centro del Enclave no parecían estar más cerca que antes.

La voz de Wili prosiguió:

—A la derecha del cruce. Luego a la izquierda y luego también a la izquierda. Unos soldados de a pie vienen por el este. Por ahora siguen creyendo que somos de los suyos, pero voy a cortar el enlace por láser, ahora —Allison giró bruscamente al llegar a la esquina—, y no van a tardar en adivinar quiénes somos.

Siguieron así durante algunos minutos. Era como si se tratara de un programa ordinario de órdenes verbales. Gira a la derecha. Gira a la izquierda. Más despacio. Mantente cerca de la acera.

—Quinientos metros. Entra por el callejón. Nos siguen de cerca. Se acercan unos cazas. No nos pueden localizar con suficiente precisión para poder encerrarnos en una burbuja. El que nos descubra tiene orden de tirar contra nosotros.

Se calló otra vez mientras Allison conducía expertamente por el callejón. Paul aún no daba señales de vida.

—Vive todavía, Allison. Todavía puedo oírle un poco.

A través del periscopio delantero tuvo una fugaz visión de algo oscuro y veloz que cruzaba la estrecha faja de cielo que se veía entre los edificios.

—Métete a cubierto debajo de aquel lugar. Para. Acelera para cargar las baterías. Necesito treinta segundos para introducir las coordenadas locales y ya estaré preparado para disparar.

Inmediatamente después de detenerse, Allison se libró de sus sujeciones y se inclinó sobre Paul.

—Ahora vete. Necesito pensar. Llévate a Paul. Salva a Paul.

Miró al muchacho que aún no había abierto los ojos. Estaba más abstraído que otras veces.

—Pero, Wili…

Su cuerpo se retorció y su voz sintética sonó, con enfado, en su oído.

—Necesito tiempo para pensar, y no lo tengo. Vienen sus aviones. Vete. ¡Vete de una vez!

Allison liberó a Paul y le sacó el conector de cuero cabelludo. Respiraba, pero sus facciones estaban inmóviles. Accionó el cierre de la puerta posterior, rezando para que nada se hubiera descompuesto al caer al foso. La puerta se abrió de golpe y entró el aire fresco de la mañana, junto con el ruido mucho más intenso de los motores.

Se arrancó sus comunicadores y consiguió cargar el cuerpo del anciano sobre su hombro. Cuando, con un traspié, pasó junto a Wili, advirtió que los labios de éste se movían. Se inclinó sobre él para escucharle. El muchacho musitaba:

—Corre, corre, corre, corre…

Allison hizo todo lo que pudo.

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