Lo que Wili más había echado de menos, incluso más que a Paul y a los Morales, era la conexión al procesador. Ahora que ya estaba de regreso, pasaba muchas horas del día en conexión profunda. Y, durante gran parte del tiempo restante, llevaba puesto el conector. Cuando discutía con Allison y Paul, le resultaba muy cómodo tener todos aquellos recursos disponibles, y saber que los programas iban trabajando y estaban a su disposición.
Y había algo más. Le proporcionaba un sentimiento de seguridad.
Pero la seguridad era algo que había ido menguando día a día. Seis meses atrás, creía que la casa estaba perfectamente escondida, en lo más recóndito de las montañas y hábilmente disimulada entre los árboles. Esto había sido antes de que los de la Paz empezaran a buscarles, y antes de que Allison Parker le hablara de los reconocimientos aéreos. Durante unas semanas, valiosísimas para ellos, la búsqueda la habían centrado en California del Norte y en Oregón, pero ahora la habían extendido tanto hacia el sur como hacia el este. Antes, la única aeronave que podían ver era la lanzadera regular Los Ángeles—Livermore y, dado que pasaba muy hacia el este, había que saber exactamente dónde y cuándo mirar para poder ver un débil trazo plateado.
Ahora veían aviones varias veces a la semana. Sus trayectorias, representadas sobre el cielo, formaban una red muy extensa. Y ellos eran los peces.
—Todos los camuflajes del mundo no servirían de nada si deciden que usted está escondido en California Central —la voz de Mike era tensa y tenía un tono perentorio.
Cruzó la terraza y dio unos tirones a las telas verdes y marrones que entre él y Bill Morales habían colgado sobre toda la parte visible de piedra y en las esquinas pronunciadas, de la mansión. Ya se habían acabado aquellos días en que podían sentarse al lado del estanque y admirar el lejano paisaje.
Paul protestó:
—No es un camuflaje corriente, es…
—Ya lo sé, sé que ha representado mucho trabajo. Sé que Allison y los Morales estuvieron dos semanas preparándolo. También sé que ella y Wili añadieron algunos toques de electrónica y que lo convirtieron en algo mucho mejor de lo que parece, pero Paul —se sentó y miró fijamente a Paul como si así pudiera persuadirle más fácilmente mediante la fuerza de su propia convicción—, ellos tienen otros métodos. Pueden interrogar a los del norte, o al menos a sus subordinados. Esto les conduciría a Ojal. Han hecho incursiones en Flecha Roja, en Santa Inés y en las ciudades comerciales que están más al norte. Aparentemente, las pocas personas, como Kaladze, que conocen el paradero de usted, han escapado. Pero a pesar de todas las pistas falsas que haya usted podido ir plantando, a lo largo de todos estos años, acabarán por circunscribirse a esta parte del país.
—Y además está Della Lu —dijo Allison.
Los ojos de Mike se abrieron más, y Wili vio que aquel comentario le había sobresaltado. Después, pareció que se daba cuenta de la importancia que aquello tenía.
—Sí, está Lu. Yo siempre había estado convencido de que este sitio estaba más próximo a Santa Inés que a las otras ciudades comerciales. A Della le di una buena ración de pistas falsas, pero es muy lista. Lo va a descubrir a pesar de todo. Lo importante es que, en un próximo futuro, van a concentrar el acoso en esta parte de California. Y no será cuestión de un único avión en días alternos. Si tienen bastante gente, darán batidas sobre el terreno.
—Así, ¿qué es lo que sugieres, Mike? —otra vez era Allison.
—Que nos marchemos de aquí. Que cojamos el carro grande, lo llenemos con todo el equipo que podamos necesitar y nos vayamos. Si estudiamos sus métodos de búsqueda y calculamos bien el momento oportuno, creo que podremos irnos de California Central, tal vez a algún lugar de Nevada. Debemos escoger un lugar de destino adonde podamos llegar sin encontrar a nadie en el camino. Y ha de estar bastante lejos de aquí, porque si encuentran esta mansión intentarán seguir nuestra pista. Ya sé que es muy arriesgado, pero es nuestra única oportunidad si queremos durar más de un mes.
Ahora le había llegado a Paul el momento de sobresaltarse.
—¡Maldición! No podemos trasladarnos. Ahora no, por lo menos. Suponiendo que nos lleváramos todo el equipo importante, cosa que no podemos hacer, seguiría siendo imposible. No puedo perder este tiempo, Mike. Los Quincalleros necesitan las mejoras que les estamos enviando. Necesitan estos generadores de burbujas, si es que han de luchar. Si ahora nos tomamos un mes de vacaciones la revolución estará perdida. Estaríamos a salvo en algún agujero de Nevada, pero a salvo para poder ver cómo todo aquello, por lo que hemos luchado, se perdería en la cloaca —pensó durante un momento y añadió otra objeción—. ¡Demonio! No creo que pudiéramos ponernos en contacto con los Quincalleros si nos vamos de aquí. Llevo años montando enlaces de comunicación con ellos que no puedan ser localizados. Gran parte de ellos dependen de un exacto conocimiento del terreno local y del clima. Si nos vamos, las comunicaciones se perderán.
Durante toda la discusión, Wili había callado. Estaba sentado al borde de la terraza, donde la luz del sol llegaba con más intensidad a través de la red de camuflaje. En la trastienda de su mente, Jill le iba actualizando, al minuto, las transmisiones radiofónicas de la Autoridad que vigilaba sin cesar. Mediante la vigilancia a los satélites de reconocimiento, sabía la localización exacta de todas las aeronaves que se encontraban dentro de un radio de dos mil kilómetros. Podrían capturarles, pero no sería por sorpresa.
Aquellos conocimientos eran poco útiles para el presente debate. Por un lado «sabía» millones de pequeños hechos que, puestos juntos, determinaban su situación; por otro conocía las teorías matemáticas que gobernaban aquellos hechos. Pero en el fondo, en materia de apreciación, se daba cuenta de que era incompetente. Miró a Allison.
—¿Qué piensa usted? ¿Quién tiene tazón?
Dudó sólo un momento.
—Lo que yo conozco bien, es lo que se refiere a los reconocimientos desde el aire.
Mirar a Allison era algo fantástico. Era una Jill a quien se le había concedido una vida corporal real.
—Si los de la Paz son competentes, no es posible que Mike se equivoque —miró a Naismith—. Paul, acabas de decir que la revolución de los Quincalleros fracasaría si perdemos tiempo en trasladarnos. No lo sé. Me parece que hay muchos condicionantes. Desde luego que si los dos tenéis razón, tenemos una salida —miró hacia los rayos de luz solar que se filtraban a través de la red verde y parda—. Sabes, Paul, casi desearía que tú y Wili no hubieseis estropeado el sistema de satélites de la Autoridad.
—¿Qué? —dijo Wili incrédulamente. Aquel sabotaje había sido su contribución más importante. Además, no lo había «estropeado», sino que tan sólo lo había hecho inaccesible para la Autoridad—. Si yo no lo hubiera hecho, haría ya mucho tiempo que nos habrían localizado mediante los satélites.
Allison levantó una mano.
—Lo creo. Según lo que he visto, no tienen los medios o la estructura administrativa para hacer un reconocimiento aéreo extenso. Yo sólo quería decir que si hubiésemos tenido tiempo, podríamos haber saboteado su anticuado sistema de comunicaciones y de reconocimiento, de manera que los de la Paz pensaran que seguía funcionando bien —se sonrió al ver sus caras atónitas—. Durante estas últimas semanas he estudiado todo lo que sabéis de su viejo sistema. Es exactamente el sistema de reconocimiento y comunicaciones automatizado de las Fuerzas Aéreas de los Estados Unidos. Es el mismo que usábamos antes de que todo explotara. En teoría, podía ocuparse de todas nuestras funciones de mando y control. Todo lo que necesitaba era un sistema de satélites, los aparatos de recepción en tierra y sus ordenadores y, tal vez, un centenar de especialistas. En teoría, significaba que no necesitábamos reconocimiento aéreo ni líneas de comunicación en tierra. En teoría. Los administradores siempre nos estaban retorciendo el brazo para que nos olvidáramos de los otros sistemas y en su lugar nos fiáramos de este sistema automatizado. Aquello les hubiera permitido reducir nuestro presupuesto a la mitad.
Se sonrió.
—Claro que nunca estuvimos de acuerdo. Necesitábamos los otros sistemas. Además, sabíamos que el sistema automatizado era muy frágil. Era rápido, era completo, pero una o dos manzanas podridas en los equipos de mantenimiento podían echarlo a perder al provocar interpretaciones y comunicados falsos. Pedíamos un presupuesto que cubriera los otros sistemas que, en el fondo, eran más fiables.
»Ahora resulta evidente que los de la Paz no hicieron más que ponerlo en uso. No sabían, o no les importaba, que hubiera peligros. Apostaría a que no tenían los recursos para utilizar los otros sistemas de la Fuerza Aérea. Si hubiésemos podido infiltrar un par de individuos en su plantilla técnica, podríamos conseguir que viesen todo aquello que quisiéramos. No podrían localizarnos nunca —se encogió de hombros—. Pero tienes razón, tal como estamos, esto es hablar por hablar. Tardaríamos meses o años en conseguir algo como esto. Y vosotros necesitáis resultados inmediatos.
—¡Maldición! —dijo Paul—. Todos estos años de minuciosos preparativos, y nunca se me ocurrió…
—¡Oh! Paul —dijo ella en voz baja—, tú eres un genio. Pero no puedes saberlo todo de todas las cosas. No podrás hacer una revolución tú solo.
—Ya —dijo Mike— y no podrá convencernos a los demás de que vale la pena intentarlo otra vez.
Wili no hacía más que mirar fijamente con los ojos desorbitados y con la boca entreabierta. Sería mucho más difícil que todo lo que había hecho hasta entonces, pero…
—Tal vez no necesite espías, Allison. Tal vez podamos… Tengo que pensarlo bien. Todavía tenemos unos días. ¿Verdad, Mike?
—A menos que tengamos muy mala suerte. Con un poco de suerte podemos tener hasta semanas.
—Bien. Dejadme pensar. Debo pensar.
Se levantó y, muy despacio, entró en la casa. Ya se habían olvidado de la terraza, de la luz del sol y de los demás.
No fue fácil. En los meses anteriores había aprendido a usar la conexión mental. Antes habría sido imposible, ni con toda una vida de esfuerzos habría podido adquirir la necesaria agudeza de razonamiento. Ahora la creatividad estaba bajo las riendas de sus procesadores. Sabía lo que quería hacer. En cuestión de horas podría poner a prueba sus ideas, y separar los enfoques falsos de los verdaderos.
El problema de los reconocimientos era el más importante, y probablemente el más fácil. Ahora no deseaba bloquear la recepción de los de la Paz. Quería que recibieran datos falsos. Muchos procesos previos tenían lugar en los mismos satélites. Sólo unos pocos bytes modificados aquí y allí serían suficientes para crear falsas percepciones en el suelo. De alguna manera tenía que entrar en aquellos programas, pero no de la misma forma brutal que había utilizado antes. Después sólo ellos recibirían la verdad. El enemigo vería lo que Paul quisiera que viera. ¡Caray, no sólo podrían protegerse ellos mismos, sino también a muchos Quincalleros!
Transcurrieron unos días. Las respuestas habían llegado muy aprisa, como en un milagro. En lo más remoto de su conciencia, Wili sabía que Paul le estaba ayudando en la física, y que Allison estaba contribuyendo con todo lo que sabía sobre el viejo sistema de comunicaciones y reconocimiento de las Fuerzas Aéreas. Todo aquello era una gran ayuda, pero el difícil problema central, o sea cómo trastornar un sistema sin que se notara y sin que mediara un contacto físico, seguía siendo sólo suyo.
Por fin pudieron realizar una prueba. Wili tomó el vídeo normal de un satélite que estaba sobre California Central, lo analizó rápidamente, y transmitió una sutil variación para sabotearlo. A la siguiente órbita, simuló una recepción de la Paz. En la imagen apareció una nube sintética, exactamente donde él había querido ponerla. Los procesadores del satélite mantendrían esta ilusión hasta que recibieran instrucciones codificadas para anularla. Era un simple cambio. Una vez que fuera operativo, podrían hacer alteraciones más complicadas. Algunos vehículos no aparecerían en las carreteras, determinadas casas se podrían volver invisibles.
Pero lo más difícil ya estaba hecho.
—Ahora no tenemos más que dejar que los de la Paz sepan que sus pájaros de reconocimiento ya «trabajan» de nuevo —dijo Allison cuando vio las pruebas. Sonreía de oreja a oreja.
Al principio, Wili se preguntaba por qué Allison estaba tan a favor de la causa de los Quincalleros. Todo aquello a lo que antes hubiera podido ser leal, había muerto cincuenta años atrás. Los quincalleros ni siquiera existían cuando su orbitador fue capturado por una burbuja. Pero no había tardado en comprenderlo. Ella era como Paul. Acusaba a los de la Paz de haber eliminado el mundo anterior. Y en el caso de ella, se trataba de un mundo del que tenía una memoria muy reciente. Tal vez no sabía nada acerca de los Quincalleros, pero su odio por la Autoridad era tan profundo como el de Paul.
—Ya está —dijo Paul—. Wili puede retornar los sistemas de comunicación a su estado inicial. De repente, los de la Paz se van a encontrar con que sus sistemas ya funcionan de nuevo. Pero, a pesar de lo estúpidos que son, van a sospechar algo inmediatamente. Debemos actuar de manera que puedan creer que, de alguna forma, son ellos quienes han solucionado el problema. Apuesto a que Avery tiene gente trabajando en ello, ahora mismo.
—Muy bien —dijo Wili—, lo prepararé de manera que no les lleguen las transmisiones de los satélites hasta que hagan en sus procesadores de recepción una nueva compilación de los programas.
Paul estuvo de acuerdo.
—Esto será perfecto. Tendremos que esperar algunos días más, pero…
Allison empezó a reír.
—Conozco a los programadores. Estarán contentos y felices, y creerán que sus últimos intentos son los que han resuelto el problema.
Wili sonrió, ya estaba pensando en que algo parecido se podía hacer en el sistema de comunicaciones de la Paz.