45

Habiendo repasado sus recuerdos, ahora Sandra Philo comprendía a Peter Hobson, comprendía los acontecimientos que habían llevado a que ella estuviese en una habitación de cuidados intensivos, muñéndose y apenas capaz de hablar o moverse. Conocía a Peter mejor de lo que había conocido a sus propios padres o a su ex marido o a su hija. Y, al conocerlo tan bien, al comprenderlo tan profundamente, descubrió que no podía odiarle…

Peter había entrado en su habitación de hospital. Ahora se veía como Peter la había visto, tendida en una cama de hospital, la piel de un amarillo sucio, el pelo cayéndose apuñados. «Hemos intentado detenerles», había dicho él. «No funcionó. Pero al menos ahora sé qué simulación es culpable.» Hizo una pausa. «Le daré todo lo que necesite, Sandra, incluyendo acceso completo a los escáneres de mi cerebro. Me conocerá hasta en los detalles más íntimos; mejor de lo que cualquiera en el mundo real me conoce. Sabrá cómo pienso, y eso le permitirá saber cómo derrotar a la simulación asesina.»

Se veía a sí misma a través de sus ojos, encogiéndose de hombros en la medida que podía su cuerpo destrozado. «No puedo hacer nadadijo—. Me muero.»

Peter había cerrado los ojos. Sandra sintió su agonía, sintió su culpa, sintió todo lo que le estaba partiendo por dentro. «Lo sé. Lo siento mucho, muchísimo. Pero hay una forma, Sandra; una forma en que puede detener todo esto.»

—¡Voy! —dijo Sarkar, empujando un carrito lleno de equipo por el corredor del cuarto piso. El grupo de enfermeras que estaba ante la entrada se dispersó. Sarkar encontró la habitación 412 de la Unidad de Cuidados Intensivos y empujó la puerta con el carrito.

La detective Sandra Philo yacía en la cama. Estaba claro que le quedaba poco tiempo.

Se veían trozos de cráneo donde se había caído el pelo rojo. Tenía las mejillas hundidas.

Peter Hobson estaba allí, al lado de la ventana, hablando con una doctora de pelo blanco que llevaba una bata corta verde. Los dos miraron a Sarkar.

—Hannah Kelsey —dijo Peter—. Éste es Sarkar Muhammed. Sarkar, ésta es Hannah; la doctora asignada al caso de Sandra. Resulta que los dos estuvimos hace años en el East York General.

Sarkar saludó amablemente.

—¿Cómo está la señorita Philo?

—Por el momento está estable —dijo Hannah—. Al menos, durante unas horas el dolor no la molestará. —Se encaró con Peter—. Sin embargo, Peter, sinceramente, me gustaría saber qué tipo de lecturas necesitas.

—Tienes el consentimiento del paciente, Hannah —dijo Peter—. Eso es todo lo que necesitas.

—Si tan sólo me lo dijeses… —dijo Hannah.

—Por favor —dijo Peter—. No tenemos mucho tiempo. Puedes quedarte si quieres.

—Lo enfocas al revés, Peter. Éste es mi territorio; estás aquí porque yo quiero, no al revés.

Peter asintió amablemente, reconociéndolo.

Sarkar se acercó a la cama.

—¿Está cómoda? —le preguntó a Sandra.

Ella giró los ojos como para decir que la comodidad era imposible, pero estaba todo lo bien que cabía esperar.

—¿Le ha explicado Peter el procedimiento? —preguntó Sarkar.

Ella asintió ligeramente y dijo:

—Sí. —La voz era seca y débil.

Sarkar le colocó suavemente la cubierta craneal sobre la cabeza y apretó las correas.

—Dígame si le aprietan demasiado.

Sandra asintió.

—Mantenga la cabeza firme. Si necesita toser, o algo así, avíseme moviendo el brazo; tengo entendido que todavía puede usar el izquierdo un poco. Ahora, déjeme colocar los auriculares. ¿Vale? Ahora, póngase estas gafas. ¿Listo? Allá vamos.

Después de completar las dos primeras grabaciones, Peter señaló los monitores de ECG y presión sanguínea. Sandra se iba. Sarkar asintió.

—Necesito al menos otros noventa minutos —dijo.

La doctora de Sandra se había ido hacía tiempo. Peter hizo que el enfermero de planta —un joven, en lugar de la mujer gruesa con la que se había encontrado al principio del día— la buscase. Cuando regresó la doctora, Peter le explicó que necesitaban volver a estabilizar a Sandra; no podía sentir dolor, no durante la hora y media siguiente.

—No puedo llenarla continuamente de drogas —le dijo Hannah.

—Sólo un pinchazo más —dijo Peter—. Por favor.

—Déjeme comprobar sus signos vitales.

—Maldición, Hannah, sabe que no va a pasar de esta noche. El rayo de partículas destruyó la mayoría de los tejidos.

Hannah comprobó los instrumentos, luego se inclinó sobre Sandra.

—Puedo hacer que se vayan —dijo—. Tiene aspecto de necesitar descansar.

—No —dijo Sandra—. No…, tienen que terminar.

—Éste es el último pinchazo que puedo darle hoy; ya ha recibido más de la dosis recomendada.

—Hágalo —dijo Sandra, con suavidad pero firme.

Hannah la pinchó. También le inyectó algo para elevarle la presión arterial. Sarkar volvió al trabajo.

Finalmente, Sarkar apagó el grabador.

—Hecho —dijo—. Una buena grabación… mejor de lo que esperaba considerando las circunstancias.

Sandra dejó escapar un pesado suspiro.

—Cogeré… a ese… cabrón —dijo.

—Lo sé —dijo Peter, cogiéndole la mano—. Lo sé.

Sandra se quedó en silencio durante mucho tiempo. Al final, hablando laboriosamente como si toda la fuerza se le hubiese ido, dijo:

—Sus descubrimientos —dijo—. He oído hablar de ellos. ¿Está seguro… de que hay vida después de la muerte?

Peter, todavía sosteniendo su mano, asintió.

—Estoy seguro.

—¿Cómo es? —preguntó.

Peter quería decirle que era maravillosa, decirle que no se preocupase, decirle que se tranquilizase.

—No tengo ni idea —dijo.

Sandra asintió ligeramente, aceptándolo.

—Lo sabré… pronto —dijo.

Sus párpados se cerraron. Peter, con el corazón desbocado, miró intensamente mientras ella moría, buscando un signo de la onda del alma moviéndose por la habitación.

No había nada.

En Mirror Image, Sarkar cargó la grabación en la estación de trabajo. Trabajaba todo lo rápido que podía cargando las imágenes de la Dalhousie Stimulus Library. Entonces, por fin, acabó. Con Peter de pie a su lado, activó el sim.

—Hola Sandra —dijo—. Soy Sarkar Muhammed.

Hubo una larga pausa. Finalmente, tembloroso, el altavoz —que incongruentemente usaba una voz masculina— dijo:

—Dios mío, ¿es así estar muerto?

—Más o menos —dijo Sarkar—. Usted es la otra… la simulación de la que hablamos.

Triste:

—Oh.

—Perdónenos, pero hemos hecho algunos cambios —dijo Peter—. Hemos cortado algunas conexiones. Ya no es exactamente Sandra Philo. Ahora es como Sandra sería si fuese un espíritu sin cuerpo.

—Un alma, quiere decir.

—Sí.

—Que en cualquier caso es todo lo que ahora queda de mi yo real —dijo la voz. Una pausa—. ¿Por qué los cambios?

—Uno: para evitar que se convierta en lo que se convirtió la versión control de mí. Y dos: pronto descubrirá que respecto a cuando estaba viva puede construir ideas más complejas, y mantenerlas por más tiempo. Su inteligencia aumentará. No debería tener problemas para derrotar a la versión sin modificar de mí.

—¿Está lista? —preguntó Sarkar.

—Sí.

—¿Puede sentir lo que le rodea?

—Vagamente. Estoy… estoy en una habitación vacía.

—Está en un banco de memoria aislado —dijo Sarkar. Se inclinó y pulsó algunas teclas—. Y ahora tiene acceso a la red.

—Es… es como un portal. Sí. Puedo verlo.

—Encontrará una versión pasiva sin activar del sim Control —dijo Peter—. Puede examinarla todo lo profundamente que quiera, aprender todo sobre su oponente… y sobre mí. Y luego, cuando esté lista, puede dirigirse a la red. Después de eso, todo lo que tendrá que hacer es encontrarle. Encuéntrele, y encuentre una forma de detenerlo.

—Lo haré —dijo Sandra con decisión.

Загрузка...