41

Cathy Hobson estaba agotada. Había sido un largo día en la oficina, luchando con la cuenta de Turismo Ontario. Se detuvo en Miracle Food Mart de camino a casa, pero el idiota que estaba antes que ella había decidido descargar todo su cambio en la caja. A algunas personas, pensó Cathy, habría que obligarlas a usar tarjetas de débito.

Cuando finalmente llegó a casa, apretó el pulgar contra el escáner CEIH, apoyándose en él como si fuese la única cosa que le impedía caer como un ovillo sobre el suelo. El LED verde sobre el escáner parpadeó, el cierre se corrió y la pesada puerta se hizo a un lado. Cathy entró en la casa. La puerta se cerró tras ella y la cerradura volvió a activarse.

—Luces —dijo.

No pasó nada. Se aclaró la garganta y lo intentó de nuevo.

—Luces.

Todavía nada. Suspiró, dejó la bolsa de la compra, y buscó el interruptor manual. Lo encontró, pero las luces siguieron sin encenderse.

Cathy se fue al cuarto de estar. Podía ver el LED del vídeo brillando, por lo que no era falta de corriente; seguramente la bombilla de la entrada se había fundido.

Dijo «luces» una vez más, pero las tres lámparas de mesa de cerámica —lámparas que Cathy había hecho— siguieron apagadas.

Cathy movió la cabeza. Peter estaba constantemente jugando con los controles de la casa, y siempre se necesitaba un tiempo para que todo funcionase correctamente.

Se echó en el sofá, extendió los pies doloridos frente a ella. Un día tan largo… Cerró los ojos, disfrutando de la oscuridad. Después de un momento, recordando la compra, se obligó a ponerse en pie y se dirigió a la entrada. Probó de nuevo el interruptor y decir «luces». Todavía nada. Estaba a punto de inclinarse y recoger las bolsas cuando notó el teléfono en la pequeña mesa del salón. La enorme luz roja adyacente al teclado estaba encendida. Se acercó. El indicador visual decía «Línea en uso».

El teléfono no había sonado.

Y Peter tardaría horas en llegar a casa; esa noche tenía una reunión de la junta del North York General.

A menos…

—¡Peter! —Su grito se repitió ligeramente en el pasillo—. Peter, ¿estás en casa?

No hubo respuesta. Ella cogió el auricular y oyó un silbido de alta frecuencia. Un módem.

Miró de nuevo al indicador visual. «Llamada privada»… una llamada de fuera, pero cualquiera que estuviese usando el módem había pedido la supresión del Indicación de Llamada.

Jesucristo, pensó. Un sim.

Colgó el auricular, luego lo cogió de nuevo, con rapidez, con la esperanza de provocar suficiente ruido en la línea para cortar la conexión.

No funcionó. Peter, por supuesto, tenía lo mejor en módems con corrección de errores, y el sim aparentemente tenía un hardware igualmente bueno.

Fue rápidamente a la puerta principal y apretó el botón de ABRIR que había al lado. No pasó nada. Cogió la manilla manual. La puerta se negó a abrirse. Golpeó el botón manual «En caso de incendio». La puerta todavía estaba atascada. Abrió la puerta del armario de la entrada —ésa, al menos, no tenía mecanismo de cierre— y miró al panel de control de la puerta. Un LED parpadeaba como una gota de sangre al lado de la frase «evitando allanamiento». Normalmente las puertas se abrirían instantáneamente en caso de fuego, pero el detector de incendio negaba que hubiese un fuego, y algún otro detector decía que alguien intentaba entrar desde fuera. Cathy dejó el armario y miró por la mirilla de la puerta. No había nadie allí. Por supuesto.

Intentaba conservar la calma. Había otras puertas, pero el panel principal indicaba que también estaban en modo antientrada. Podía intentar salir por la ventana, pero también estaban cerradas, y el cristal era, por supuesto, el mejor cristal de seguridad que el dinero podía comprar.

La palabra que había estado luchando por no pensar surgió finalmente a la superficie de su conciencia.

Atrapada.

Atrapada en su propia casa.

Pensó en disparar los detectores de humo pero, por supuesto, ni ella ni Peter fumaban, por lo que no había un encendedor en ningún lugar de la casa. Y a Peter no le gustaba el olor de las cerillas o las velas, por lo que tampoco había de eso. Sin embargo, podía prender algún papel en la estufa. Eso podría disparar las alarmas, abriendo las puertas.

Fue apresuradamente a la cocina, cuidando de no tropezar en la oscuridad. En el momento en que entró, sin embargo, supo que tenía problemas. Los relojes digitales en el microondas y el horno estaban apagados. La energía de la cocina había sido desconectada. Había una linterna recargable conectada a una toma de la pared. La sacó de su hueco. Se suponía que se activaba automáticamente cuando se iba la corriente, pero estaba descargada. Cathy comprendió que la cocina debería llevar muchas horas a oscuras, y por tanto la linterna se había agotado. Pero… un zumbido. El refrigerador todavía estaba funcionando. Abrió la puerta y se encendió la luz dentro. Sintió la corriente de aire frío en la cara.

El sim sabía exactamente lo que hacía: el vídeo y el refrigerador estaban todavía activados, pero el horno y el enchufe que recargaba la linterna estaban desconectados. Como era típico en una casa inteligente, cada enchufe tenía su propio circuito y fusible.

Volvió al comedor y se apoyó en el respaldo de una silla.

Intentó conservar la calma… calma, ¡maldición! Pensó en coger un cuchillo de la cocina, pero no tenía sentido: no había ningún intruso físico. La caja de control de los sistemas de la casa estaba en el sótano, y por allí también entraban los cables del teléfono; los cables de corriente y de telecomunicaciones se enterraban por sistema, por miedo a que los cables aéreos sin aislar produjesen cáncer.

Cathy fue hacia las escaleras que llevaban al sótano. Abrió la puerta. Estaba oscuro como el infierno allá abajo; por su quinto aniversario, Peter y Cathy se habían regalado un sistema de cine en casa, así que las persianas de las ventanas del sótano habían sido reemplazadas por cortinas cubiertas de Mylar sobre rieles eléctricos… y las cortinas estaban echadas. Cathy creía que conocía la disposición lo suficientemente bien para encontrar la línea de teléfono entrante incluso en la oscuridad. Pisó el primer escalón…

Los aspersores del techo se activaron. Ninguna alarma… nada que pudiese llamar a los vecinos o a los bomberos. Pero el agua fría comenzó a llover del techo. Cathy boqueó y corrió al cuarto de estar. Los aspersores se cerraron a su espalda y se activaron allí. Ella fue hacia las escaleras que llevaban al dormitorio. Los aspersores se desconectaron en el cuarto de estar y se activaron en la escalera.

Cathy comprendió que la seguían… el sim presumiblemente había entrado en los sensores de movimiento que eran parte del sistema antirrobo. A través de la lluvia, podía ver los LEDs del vídeo ahora apagados… presumiblemente para evitar provocar un fuego por cortocircuito eléctrico.

Agotada y mojada, sin ruta de escape, Cathy decidió dirigirse al baño. Si los aspersores estaban destinados a seguirla, al menos podría estar en una habitación donde hiciesen el mínimo daño. Se metió en la bañera y arrancó la cortina de la ducha, usándola como tienda para aislarse del agua fría.

Tres horas más tarde, Peter llegó a casa. Para él, la puerta principal se abrió normalmente. Encontró la alfombra del cuarto de estar mojada, y podía oír los aspersores funcionando en el piso de arriba. Se apresuró hacia el baño y abrió la puerta. En el momento en que lo hizo, los aspersores se detuvieron.

Cathy apartó la cortina de la ducha. El agua corrió sobre el plástico cuando se puso en pie en la bañera. Su voz estaba llena de furia cuidadosamente controlada.

—Ni yo ni ninguna versión de mí te hubiese hecho algo como esto. —Ella lo miró fijamente—. Estamos en paz.

Cathy, con buen juicio, se negó a permanecer en la casa. Peter la llevó en coche al apartamento de su hermana. Todavía estaba furiosa, pero se estaba calmando lentamente, y aceptó su abrazo cuando se despidieron. Peter fue luego directamente a su oficina y entró en la red. Envió un mensaje de correo electrónico al mundo:


Fecha: 15 de diciembre 2011, 23:11 EST.

De: Peter G. Hobson

A: mis hermanos

Tema: petición de CTR

Necesito hablar con todos en conferencia en tiempo real inmediatamente. Por favor, responded.


No tardaron en responder.

—Estoy aquí —dijo uno de los fantasmas.

—Buenas tardes, Peter —dijo otro.

—¿Qué pasa? —preguntó un tercero.

Todos hablaban con el mismo chip de voz; a menos que se identificasen a sí mismos, no había una forma fácil de saber qué sim hablaba. E incluso saber el nodo que usaban no le diría nada sobre qué sim era quién. No importaba.

—Sé lo que pasa —dijo Peter—. Sé que uno de vosotros está matando gente en mi nombre. Pero esta noche Cathy ha sido amenazada. No lo toleraré. No se le hará daño a Cathy. Ni ahora, ni nunca. ¿Entendido? —Silencio.

—¿Entendido?

Todavía no había respuesta.

Peter suspiró exasperado.

—Mirad, sé que Sarkar y yo no podemos eliminaros de la red, pero si hay alguna repetición, haremos pública vuestra existencia. La prensa se volverá loca con una historia de una inteligencia artificial asesina que ha establecido su residencia en la red. No penséis que no harían un rearranque en frío de toda la red para librarse de vosotros.

Una voz del altavoz.

—Estoy seguro de que te confundes, Peter. Ninguno de nosotros cometería asesinatos. Pero si lo haces público, la gente te creerá… después de todo, ahora eres el famoso Peter Hobson. Y eso significa que te echarán la culpa de las muertes.

—Ahora ya no me importa —dijo Peter—. Haré lo necesario para proteger a Cathy, incluso si eso significa ir a la cárcel.

—Pero Cathy te ha hecho daño —dijo la voz sintetizada—. Más que nadie en todo el mundo, Cathy te ha hecho daño.

—Hacerme daño —dijo Peter— no es un crimen capital. No bromeo: si recibe una nueva amenaza, o sufre daño de cualquier forma, me ocuparé de que todos seáis destruidos. De alguna manera encontraré el modo de hacerlo.

—Podríamos —dijo la voz electrónica muy lentamente—, librarnos de ti para que eso no suceda.

—En cierto sentido, eso sería suicidio —dijo Peter—. O fratricidio. En cualquier caso, sé que es algo que yo no haría, y eso significa que es algo que vosotros no haríais.

—Tú no hubieses matado al compañero de trabajo de Cathy —dijo la voz—, y sin embargo crees que uno de nosotros lo ha hecho.

Peter se echó sobre la silla.

—No, pero… pero yo quería hacerlo. Me avergüenza admitirlo, pero quería verle muerto. Pero no me suicidaría… ni siquiera pensaría en suicidarme… y por lo tanto sé que vosotros tampoco lo consideraríais.

—Pero estás pensando en matarnos a nosotros —dijo la voz.

—Eso es diferente —dijo Peter—. Soy el original. Lo sabéis. Y sé en lo más profundo de mi corazón que no creo que los simulacros informáticos estén tan vivos como una persona de carne y hueso. Y como lo creo, vosotros también lo creéis.

—Quizá —dijo una voz.

—Y ahora estáis intentando matar a Cathy —dijo Peter—. Al menos eso debe parar. No hagáis daño a Cathy. No amenacéis a Cathy. No le hagáis nada a Cathy.

—Pero ella te ha hecho daño —dijo de nuevo el sintetizador.

—Sí —dijo Peter, exasperado—. Ella me hizo daño. Pero me haría más daño si no estuviese conmigo. Me destruiría si estuviese muerta.

—¿Por qué? —dijo la voz.

—Porque la amo, maldición. La amo más que a la vida misma. La amo con cada fibra de mi ser.

—¿En serio? —dijo la voz.

Peter hizo una pausa, recuperando la respiración. Se lo pensó. ¿Era sólo su rabia la que hablaba? ¿Estaba diciendo cosas que no creía? ¿O era cierto, realmente cierto?

—Sí —dijo con suavidad, comprendiendo finalmente—, sí, la amo así en realidad. La amo más de lo que se puede expresar con palabras.

—Ya era hora de que lo admitieras, Petey muchacho, incluso si había que obligarte. Ve y recoge a Cathy… sin duda la llevaste a casa de su hermana; eso es lo que yo hubiese hecho. Recógela y llévala a su hogar. No le sucederá nada.

Загрузка...