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Peter Hobson le tenía mucho cariño a su cuñada Marissa. En 2004, su primer hijo había muerto de Muerte Súbita Infantil: simplemente había dejado de respirar, sin más complicación, en algún momento de su tercera noche de vida. Marissa y su ex marido usaban un monitor normal para bebés, un micrófono que emitía a un receptor que llevaban por la casa.

Pero la pequeña Amanda había muerto en silencio.

Cuando Marissa tuvo otro bebé un año más tarde, se negó a alejarse de su hijo. Día o noche, durante meses, siempre tenía al bebé a la vista. Intelectualmente sabía que las muertes infantiles simplemente ocurrían, pero emocionalmente se culpaba a sí misma: si hubiese estado con Amanda cuando dejó de respirar, quizás hubiese podido salvarla.

En aquella época, Peter había estado trabajando en diseños para instrumental médico sin contacto. Con el SIDA siendo todavía una plaga, había gran demanda para unidades que no tuviesen que entrar en contacto con el cuerpo del paciente. Los monitores para controlar el corazón a distancia eran fáciles de desarrollar usando equipo de detección desclasificado creado originalmente para el espionaje. Y detectar la actividad cerebral era algo que ya normalmente se hacía a distancia: con los electrodos separados del cerebro por el cráneo y la piel. Con el tiempo, Peter encontró una forma de leer los rudimentos de la actividad cerebral a distancia, sin que nada tocase la piel del paciente excepto un láser infrarrojo de baja potencia.

Y así nació el Monitor de Bebés Hobson; un dispositivo que podía transmitir los signos vitales de un infante a otra habitación. Le dio el prototipo a Marissa y su marido. Las alarmas del monitor les alertarían si el bebé sufría algún problema. Estaban encantados con la unidad, y alentado por Cathy, Peter dejó su trabajo en el Hospital East York General y montó una pequeña compañía para vender monitores de bebé.

Y entonces, una mañana, Peter estaba acostado en la cama al lado de su esposa. Necesitaba orinar. Mirando la radio despertador vio que eran las 6.45. La alarma sonaría a las siete. Si Cathy tenía un sueño ligero, Peter sabía que si se levantaba ahora la despertaría, quitándole ese último cuarto de hora de sueño, algo que odiaba hacer.

Peter se quedó allí, soportando la presión en la vejiga. Deseó saber si ella dormía profundamente. Quizás incluso estuviese despierta, pero tuviese los ojos cerrados.

Y luego le vino la idea: un uso completamente diferente de la tecnología de detección. El producto apareció completo en su mente. Un panel en la pared frente a la cara, con dos grupos de indicadores, uno por cada persona en la cama. En cada grupo, habría un gran LED y otro pequeño. El grande indicaría el estado de sueño actual de la persona, y el pequeño indicaría el estado al que estaba pasando. Habría también un contador digital que indicase cuánto tiempo quedaba para la siguiente transición de un estado al siguiente; después de unas noches de práctica, la unidad tendría los ciclos de sueño individuales perfectamente establecidos.

Los LEDs cambiarían de color: blanco significaría que la persona estaba despierta; rojo significaría que la persona tenía el sueño ligero y le afectaría cualquier ruido o movimiento. El amarillo significaría que la persona estaba en sueño medio y, con cuidado, uno podría ir al baño y volver, o estornudar, o cualquier cosa, sin afectar a la otra persona. Verde significaría que la persona estaba en sueño profundo, y probablemente podrías bailar sobre la cama sin molestarle.

Sería fácil de leer: una gran luz amarilla y una verde pequeña, y un 07 en el contador significaría que si te levantabas en ese momento, podrías molestar a la otra persona, pero si podías aguantar durante siete minutos, estaría profundamente dormida y podrías levantarte sin despertarla.

La presión urinaria le dio a Peter una típica erección matutina, y entendió algo más. A menudo se había despertado caliente a las 2.00 o a las 3.00 y se preguntaba si su mujer también estaba despierta. Si lo hubiese estado, probablemente hubiesen hecho el amor, pero Peter no hubiese ni soñado en despertarla para eso. Pero si el monitor mostraba que los dos tenían una luz blanca, bien, entonces lo que había empezado como el Monitor Hobson de Bebés podría acabar siendo responsable de muchos nuevos bebés…

Con el paso del tiempo, Peter mejoró el sistema. Todos los teléfonos en la casa de los Hobson estaban ahora conectados al Monitor Hobson, y de ahí al ordenador de la casa. Que los teléfonos sonasen o simplemente mostrasen luces parpadeantes dependía de los estados de sueño de Peter y Cathy.

A las tres y cuarto de la noche se detectó una llamada. Momentos antes, Peter había estado dormido, pero ahora se dirigía al baño de la habitación, que tenía un pequeño teléfono de voz. Al entrar, el indicador comenzó a parpadear. Peter cerró la puerta, se sentó en el retrete y cogió el auricular.

—Hola —dijo, con la voz gruesa y seca.

—¿Doctor Hobson? —dijo una voz de hombre.

—Sí.

—Soy Sepp van der Linde del Carlson's Chronic Care. Soy la enfermera de noche.

—¿Sí? —Peter buscó un vaso y lo llenó del grifo.

—Creo que la señora Fennell va a fallecer esta noche. Ha tenido otro ataque.

Peter sintió una pequeña punzada de tristeza.

—Gracias por decírmelo. ¿Todavía está conectado mi equipo?

—Sí, señor, lo está, pero…

Luchó por evitar un bostezo.

—Iré por la mañana a recoger el disco de datos.

—Pero doctor Hobson, ella pide que venga usted.

—¿Yo? —dijo Peter.

—Dice que usted es su único amigo.

—Estoy en camino.

Peter llegó a las instalaciones de cuidados intensivos como a las 4.00. Le mostró el pase al guarda de seguridad y tomó el ascensor hasta el tercer piso. La puerta de la habitación de la señora Fennell estaba abierta y la luz incandescente estaba directamente sobre su cabeza, aunque los fluorescentes principales del techo estaban apagados. Una fila de cuatro LEDs rompían la penumbra al lado de la cama, mostrando que el equipo de Peter funcionaba perfectamente. Había una enfermera sentada en una silla al lado de la cama con un gesto aburrido en la cara.

—Soy Peter Hobson —dijo Peter—. ¿Cómo está?

La señora Fennell se agitó ligeramente.

—Pe… ter —dijo, pero incluso el esfuerzo de dos sílabas parecía debilitarla visiblemente.

La enfermera se levantó y fue a ponerse de pie al lado de Peter.

—Tuvo un ataque hará una hora, y el doctor Chong espera que pronto sufra otro; tiene varios coágulos en las arterias que alimentan al cerebro. Le ofrecimos tomar algo para el dolor, pero dijo que no.

Peter se acercó a la unidad de grabación y conectó la pantalla, que se encendió inmediatamente. Apareció una serie de líneas aserradas de izquierda a derecha.

—Gracias —dijo—. Yo me quedaré con ella. Puede irse, si quiere.

La enfermera asintió y se fue. Peter se sentó en la silla, de respaldo de vinilo y todavía caliente de la enfermera. Se inclinó y cogió la mano izquierda de la señora Fennell. Había unos catéteres insertados en la parte de atrás de la mano, un tubo que llevaba a una bolsa de goteo montada justo detrás de la silla. La mano era fina, huesos pequeños cubiertos por piel traslúcida. Peter rodeó los dedos de la señora Fennell con los suyos. Ella le apretó la mano muy suavemente.

—Me quedaré con usted, señora Fennell —dijo Peter.

—P-P…

Peter sonrió.

—Tiene razón, señora Fennell; soy yo, Peter.

Ella negó ligeramente con la cabeza.

—P-P… —dijo de nuevo, y luego, con gran esfuerzo—, Peg…

—Oh, tiene razón —dijo Peter—. Me quedaré contigo, Peggy.

La vieja mujer sonrió muy ligeramente, la boca otra línea cruzando la cara. Y entonces, sin alboroto, sus dedos se quedaron fláccidos en la mano de Peter y sus ojos se cerraron lentamente. En el monitor, las líneas verdes se habían convertido en una serie de líneas horizontales perfectamente rectas. Después de varios momentos, Peter le soltó la mano, parpadeó lentamente un par de veces y fue a buscar a la enfermera.

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