Sarkar llamó a Peter el domingo por la mañana para decirle que el entrenamiento y poda de los simulacros estaba completo. Cathy había salido a mirar en los mercadillos de segunda mano —un hobby cuyo atractivo Peter nunca había entendido— así que Peter le dejó un mensaje en el ordenador de la casa. Luego se metió en el Mercedes y fue a las oficinas de Mirror Image en Concord.
Una vez que Sarkar y él estuvieron juntos en el laboratorio de ordenadores, Sarkar dijo:
—Intentemos activar primero el simulacro Control. —Peter asintió. Sarkar pulsó algunas teclas luego le habló al tallo de micrófono que salía de la consola—. Hola.
Del altavoz salió una voz sintetizada.
—¿Hola?
—Hola —dijo Sarkar de nuevo—. Soy yo, Sarkar.
—¡Sarkar! —La voz estaba llena de alivio—. ¿Qué demonios pasa? No puedo ver nada.
Peter sintió que se le abría la boca. La simulación era mucho más real de lo que había esperado.
—Eso está bien, Peter —dijo Sarkar al micrófono—. No te preocupes.
—¿He… he sufrido un accidente? —dijo la voz desde el altavoz.
—No —dijo Sarkar—. No, estás bien.
—Entonces, ¿es un fallo eléctrico? ¿Qué hora es?
—Como las once y cuarenta.
—¿Noche o día?
—Día.
—Entonces, ¿por qué está oscuro? ¿Y qué le pasa a tu voz?
Sarkar se volvió hacia Peter.
—Díselo tú.
Peter se aclaró la garganta.
—Hola —dijo.
—¿Quién eres? ¿Eres Sarkar?
—No, soy yo. Peter Hobson.
—Yo soy Peter Hobson.
—No, no lo eres. Yo lo soy.
—¿De qué demonios estás hablando?
—Eres una simulación. Un simulacro informático. De mí.
Hubo un largo silencio, luego:
—Oh.
—¿Me crees? —preguntó Peter.
—Supongo —dijo la voz del altavoz—. Es decir, recuerdo discutir el experimento con Sarkar. Recuerdo… lo recuerdo todo hasta el escáner cerebral. —Silencio, luego—: Mierda, lo hiciste de verdad, ¿no?
—Sí —dijo Sarkar.
—¿Quién era ése? —preguntó la voz en el altavoz.
—Sarkar.
—No os distingo —dijo el sim—. Sonáis exactamente igual.
Sarkar asintió.
—Buen punto. Ajustaré el software para que transmita una diferencia entre mi acento y el de Peter. Lo siento.
—Eso está bien —dijo el sim—. Gracias. —Y luego—: Cristo, hiciste un buen trabajo. Me siento… me siento igual que yo. Excepto… excepto que no tengo hambre. Ni estoy cansado. Y no me pica en ningún sitio. —Un latido—. Dime, ¿qué simulacro soy yo?
—Eres Control —dijo Sarkar—, la base experimental. Eres el primero que hemos activado. Tengo establecidas unas rutinas para simular diversos estímulos neuronales, incluyendo el hambre o el estar cansado. Me temo que ni siquiera se me ocurrió simular la picazón normal del cuerpo y los pequeños dolores y molestias. Lo siento.
—Está bien —dijo el simulacro—. No me había dado cuenta de lo mucho que me picaba hasta ahora, con la sensación desaparecida por completo. Y… y ¿ahora qué pasa?
—Ahora —dijo Sarkar—, puedes hacer lo que quieras. Hay muchos programas de estímulos disponibles para ti, aquí y en la red.
—Gracias. Cristo, esto es extraño.
—Te voy a poner en background para poder tratar con las otras simulaciones —dijo Sarkar.
—Vale, pero, ah, ¿Peter…?
Peter levantó la vista sorprendido.
—¿Sí?
—Eres un cabrón con suerte, ¿lo sabes? Desearía ser tú.
Peter gruñó.
Sarkar pulsó algunas teclas.
—¿Qué van a hacer mientras se ejecutan en background? —preguntó Peter.
—Bien, les he dado acceso limitado a la red. Pueden bajarse cualquier libro o grupo de noticias que quieran leer, por impuesto, pero lo más importante a lo que les he dado acceso es a las librerías de realidad virtual de diversos grupos de interés especial. Pueden conectarse a una simulación de casi cualquier cosa imaginable: submarinismo, escalada, baile… lo que sea. También les he dado acceso al equivalente europeo: ése está lleno de simulaciones sexuales. Por tanto, hay mucho para tenerlos ocupados. Las actividades que escojan cada uno nos dirán mucho sobre los cambios en su psicología.
—¿Cómo?
—Bien, el tú real nunca iría a hacer paracaidismo… pero una versión inmortal, que supiese que no podía morir, podría coger ese hobby. —Sarkar tecleó algunos comandos—. Y hablando del inmortal, presentémonos antes a Ambrotos. —Más tecleo, y habló por el micrófono—. Hola —dijo—, soy yo, Sarkar.
No hubo respuesta.
—Algo debe haber salido mal —dijo Peter.
—No lo creo —dijo Sarkar—. Todos los indicadores están bien.
—Inténtalo de nuevo —dijo Peter.
—Hola —le dijo Sarkar al micrófono.
Silencio.
—Quizá borraste la parte que controla el habla —dijo Peter.
—Fui muy cuidadoso —dijo Sarkar—. Supongo que podía haber alguna interacción que se me pasase por alto, pero…
—Hola —dijo finalmente una voz desde el altavoz.
—Ah —dijo Sarkar—. Aquí está. ¿Me pregunto qué te llevó tanto tiempo?
—La paciencia es una virtud —dijo la voz—. Quería meditar sobre lo que sucedía antes de contestar. Soy un simulacro, ¿no? De Peter G. Hobson. Pero he sido modificado para simular un ser inmortal.
—Eso es exactamente —dijo Sarkar—. ¿Cómo pudiste saber cuál eras?
—Bien, sabía que ibais a crear tres. No me sentía exactamente yo mismo, así que sospeché que no era el control. Después de eso, simplemente me pregunté si me sentía caliente. Ya sabéis lo que dicen: los hombres piensan en el sexo cada cinco minutos. Supuse que si era el sim de después de la muerte, el sexo sería lo más alejado de mi mente. Y no lo es. Quiero follar. —Una pausa—. Pero cuando comprendí que no me importaba si lo hacía esta década o la siguiente, lo supe. Esa necesidad de gratificación instantánea… es impropio. Tú eres un ejemplo perfecto Sarkar: casi te da un ataque porque no respondí inmediatamente a tu «hola». Ese tipo de cosas me parecen ahora tan extrañas… Después de todo, tengo todo el tiempo del mundo.
Sarkar sonrió.
—Muy bien —dijo—. Por cierto, te llamamos el simulacro Ambrotos.
—¿Ambrotos? —dijo la voz en el altavoz.
Sarkar se giró hacia Peter.
—La primera prueba de que las simulaciones son exactas —dijo sonriendo—. Hemos duplicado con éxito tu ignorancia —le habló al micrófono—. Ambrotos es inmortal en griego.
—Ah.
—Ahora voy a dejar que sigas ejecutándote en background —dijo Sarkar—. Pronto volveré a hablar contigo.
—Más tarde o más temprano, no importa —dijo Ambrotos—. Aquí estaré.
Sarkar tocó algunas teclas.
—Bien, ése parece funcionar bien. Ahora a por el más peculiar… Espíritu, la entidad de vida después de la muerte. —Tocó algunas teclas, llamando al último simulacro—. Hola —dijo de nuevo—. Soy yo, Sarkar Muhammed.
—Hola, Sarkar —dijo la voz sintética.
—¿Sabes… sabes quién eres? —dijo Sarkar.
—Soy el fallecido y llorado Peter Hobson.
Sarkar sonrió.
—Exactamente.
—R.I.P. en RAM —dijo la voz sintética.
—No parece molestarte demasiado estar muerto —dijo Sarkar—. ¿Cómo es?
—Déjame un tiempo para acostumbrarme y te lo haré saber.
Peter asintió. Parecía muy justo.