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María López se levantó para pronunciar su conclusión en nombre de Tyler Horowitz. Se inclinó amablemente ante el juez Herrington, luego se volvió hacia los seis miembros de jurado y el alternativo.

—La cuestión en este caso, damas y caballeros, es sencilla: ¿qué constituye la identidad personal? Hay claramente algo más que simples datos biométricos. Hemos visto que con la tecnología adecuada cualquiera puede hacerse pasar por otro. Pero comprendemos en el fondo de nuestros corazones que hay algo inefable en ser persona, algo que va más allá de las medidas físicas, algo que hace de cada uno de nosotros algo único —señaló a Karen estirando un brazo; aquel día iba vestida con un traje gris—. Este robot, ¡esta cosa!, nos habría hecho creer que porque remeda ciertos parámetros físicos de la querida y difunta Karen Bessarian es de hecho Karen Bessarian.

»Pero no lo es. A través de su obra, la verdadera Karen Bessarian alegró las vidas de cientos de millones de personas y, naturalmente, no queremos ver partir a esa querida narradora. Pero ha fallecido, ha dejado atrás esta existencia. La lloraremos, siempre la recordaremos, pero debemos tener también la fuerza que ha demostrado su hijo, que la amó más que nadie: la fuerza para dejarla descansar en paz, como la tumba que se le ha negado podría haber dicho de manera tan elegante.

»La fallecida Karen Bessarian era la original… y los humanos siempre han dado un valor especial a lo original, a las primeras impresiones, a los cuadros auténticos. Dinero falso, pasaportes falsificados… no son de verdad, y nunca deberían conseguir el estatus de realidad. Ustedes, buenos hombres y mujeres del jurado, tienen el poder para poner fin a este sinsentido, para acabar con la idea de que un ser humano no es más que datos que pueden copiarse tan fácilmente como se copia una canción o una fotografía. Somos más que eso. Ustedes lo saben, y yo lo sé: asegurémonos de que todo el mundo lo sepa.

»Quizás estén ustedes de acuerdo con el doctor Poe, el filósofo al que hemos escuchado, cuando dice que esta cosa que está aquí sentada no es una persona, sino un zombi. O tal vez piensen que es una persona. —López se encogió de hombros—. Tal vez lo sea. Pero, incluso así, no es Karen Bessarian: es otra persona, una nueva creación. Bien estará, si así lo deciden, pero no dejen que se disfrace de alguien que no es. La difunta y llorada Karen Bessarian se merece algo mejor que eso.

»La Declaración de la Independencia contiene algunas de las mejores palabras jamás escritas. —López cerró los ojos un momento y, cuando los abrió, su voz estaba llena de reverencia y respeto—: "Consideramos que estas verdades son evidentes en sí mismas, que todos los hombres son creados iguales, que el Creador les ha concedido ciertos Derechos inalienables y que entre ellos están la Vida, la Libertad y la búsqueda de la Felicidad."

Hizo una pausa, dejando que las palabras calaran, y entonces exclamó:

—¡Concedidos por el Creador! Y la palabra «Creador», queridos miembros del jurado, está escrita con C mayúscula… ¡Sin duda se refiere a Dios, no a una fábrica de Toronto! «Derechos inalienables»: derechos que no pueden ser transferidos. Ésa fue la intención de los grandes hombres que escribieron y firmaron esta Declaración, inteligencias como las de Benjamin Franklin y Thomas Jefferson. Les pido hoy que honren a esos grandes hombres acatando su sabiduría.

»Una entidad física diferente, una instalación diferente, por usar la jerga, no puede ser la misma persona. El señor Draper se burló de la tradición cristiana con sus alusiones, pero cuando Jesucristo se alzó de entre los muertos, la Biblia nos dice que lo hizo corporalmente: la misma forma física exacta vuelta a la vida, no una entidad nueva y distinta. En efecto, consideramos dementes a todos los que se creen que son Jesús, o a cualquier otra persona muerta, porque imitar simplemente la conducta de alguien no te convierte en esa persona. Sin el mismo cuerpo, no eres el mismo individuo.

»No estamos hablando de si deberían concederse derechos como persona a las inteligencias artificiales creadas de cero; ésa es una batalla para otro día, si alguien consigue alguna vez plantearla. No, lo que aquí está sobre la mesa es si los trucos de la ciencia (humo y espejos de alta tecnología) deberían permitir a alguien jugar con la vida y la muerte. Y yo digo que no, rotundamente no.

»En este gran estado de Michigan, rechazamos las pretensiones del depravado Jack Kevorkian de que debería poder moverse a capricho la frontera entre la vida y la muerte: este sinsentido se detuvo hace cincuenta años y ahora el destino ha vuelto a llamar al buen pueblo de Michigan para que sea la voz de la razón, la conciencia de una nación.

»Hemos trazado límites claros en este país: la vida comienza cuando dejamos de ser potencialmente individuos múltiples y termina con el cese de la actividad biológica en el cerebro. No se debería permitir a nadie sortear estas reglas por motivos de conveniencia o ganancia personal. —Miró directamente a Karen—. Detengan la locura ahora, damas y caballeros. Decidan a favor de Tyler. Es lo adecuado. Porque, después de todo, si no resuelven que Karen Bessarian murió, ¿no estarán haciendo una burla de su vida? Esa mujer luchó, amó, parió, combatió el cáncer, creó arte, rió, lloró, sintió alegría, sintió pesar. Si nos negamos a reconocer que murió, ¿no nos negamos también a reconocer que vivió?

»No nieguen su realidad. No nieguen la vida y la muerte de Karen Bessarian. Y, sobre todo, no nieguen a su dolido hijo la oportunidad de dejarla descansar. Gracias.

El jurado quedó visiblemente conmovido por las palabras de López. Yo había visto a dos de las mujeres y uno de los hombres asintiendo repetidamente y, aunque Herrington los había detenido rápidamente con un brusco golpe de maza, los dos hombres conferenciaron brevemente cuando López terminó.

Deshawn Draper llevaba hoy una rosa blanca en la solapa, al parecer un pequeño ritual propio cuando pronunciaba su alegato final.

—El abogado del demandado —empezó, asintiendo hacia María López— alude a la Declaración de la Independencia. Y no, se habrán dado cuenta, a la Constitución estadounidense ni al Acta de Derechos, que son los documentos que forman realmente la base de la ley en este país. La señora López no ha podido invocar las alabadas almas de los «Padres Fundadores» ni de los «Forjadores de la Constitución», porque esos términos no se aplican a los autores de la Declaración de Independencia, que fue escrita más de una década antes de la Constitución.

»De hecho, va a hacer trescientos años que se firmó la Declaración y, al contrario de lo que ocurre con la Constitución, de la cual los juristas examinamos minuciosamente cada palabra y cada matiz, todos hemos llegado a reconocer que la Declaración es un producto de su tiempo… una letanía de quejas remotas contra Jorge III, el entonces rey de Inglaterra.

»Ahora debemos filtrar la Declaración a través de nuestras sensibilidades modernas. Por ejemplo, cuando oímos las palabras "todos los hombres son iguales", creemos (aunque no fuera el caso de los autores de la Declaración en el siglo XVIII) que todas las personas, no sólo los hombres, son iguales: las mujeres tienen el mismo derecho a la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad.

»Es más, cuando Jefferson firmó ese documento, por hombres se refería a hombres blancos. Los negros como yo no eran hombres a sus ojos; después de todo, era dueño de esclavos, y por tanto era directamente responsable de negarles su libertad. No, no es en la Declaración donde deberíamos buscar respuestas; de hecho, estoy seguro de que el juez los instruirá acerca de que la Declaración de Independencia no tiene ningún peso jurídico.

»Pero sí que creo que la historia tiene mucho que enseñarnos. Así que permítanme invocar otras grandes palabras de nuestro pasado acerca del tema de la persona. —La voz de Deshawn resonó en una imitación creíble de la original—: "Tengo el sueño de que un día esta nación se levantará y cumplirá el verdadero significado de su credo: mantenemos que estas verdades son evidentes en sí mismas, que todos los hombres son creados iguales. Tengo el sueño de que mis cuatro hijos pequeños vivirán un día en una nación donde no serán juzgados por el color de su piel sino por el contenido de su carácter."

Deshawn miró a cada uno de los miembros del jurado.

—¡Eso es lo que debería contar! El contenido del carácter de cada uno. Y, como hemos demostrado, el contenido del carácter de la demandante es idéntico al del original biológico.

»Sin embargo, nos equivocaríamos si nos basáramos demasiado en el pasado… pues lo que se nos plantea aquí es una cuestión de futuro. El proceso Mindscan al que Karen Bessarian se sometió era tremendamente caro… pero todas las nuevas técnicas lo son. Ninguno de ustedes, miembros del jurado, tiene más de sesenta años de edad, y varios son mucho más jóvenes. Para cuando se enfrenten a las difíciles decisiones que Karen Bessarian tuvo que plantearse necesariamente, el proceso de descarga habrá dejado de ser caro… Será una opción que podrán permitirse. No cierren esa puerta. Su vida puede continuar, igual que ha hecho la de Karen Bessarian.

»La mujer que está ahí sentada (y es una mujer, en todos los sentidos de la palabra) es Karen Bessarian, hasta el último detalle de su vida. Recuerda haber sido una niña pequeña en los años sesenta en Georgia. Recuerda su primer beso en los años setenta. Recuerda haber dado a luz a su hijo Tyler, aquí presente, y haberlo amamantado ella misma. Recuerda la emoción de haber visto su primer libro publicado. Hay un concepto que la ley conoce como pericia: se refiere al conocimiento que posee una persona, su conciencia. Esta Karen Bessarian tiene el conocimiento de la original; es la misma persona.

»Más que eso. Tiene los mismos sentimientos, las mismas esperanzas, las mismas aspiraciones, la misma creatividad y los mismos deseos que tuvo siempre. Y ustedes deberían dar un peso considerable a sus deseos, pues esto es exactamente lo que ella quería. La Karen Bessarian biológica pretendía que esta continuación fuera la ella real, que controlara sus posesiones, que viviera en su casa, que siguiera disfrutando de su vida, que continuara contando historias de los personajes que el mundo entero ama. Eso es lo que quiere Karen Bessarian: es su decisión, y no hace daño a nadie excepto a unos parientes avariciosos. ¿Quiénes somos nosotros para negárselo?

»Cuando se retiren ustedes a deliberar, tendrán en sus manos no sólo el destino de Karen Bessarian, sino el de todos los que son como ella, incluido —de repente me señaló a mí— a ese hombre de ahí, el amigo de Karen, Jake. —Señaló a mi lado—: Y a ese hombre que está sentado junto a él, mi propio padre… una descarga a quien acepto con cada fibra de mi ser como mi padre.

»¿Qué les sucederá a estas personas afables, cariñosas y preocupadas si fallan a favor del demandado? Si creen que la mujer que está aquí no es Karen Bessarian, entonces no tendrá nada. Ningún dinero, ninguna reputación, ninguna identidad, ningún derecho. ¿Queremos volver a aquellos días en que había entre nosotros gente sin derechos? ¿Queremos volver a los días de antaño, cuando la definición de a quién se concedían derechos era estrecha: hombres, no mujeres, y sólo hombres blancos?

»No, por supuesto que no. Vivimos en un presente iluminado y queremos crear un mañana aún mejor. —Se acercó a la mesa de la demandante y colocó la mano sobre el hombro de Karen; ella alzó la mano y entrelazó los dedos con los suyos—. Piensen hacia adelante —continuó Deshawn—. Hagan lo que es moral. Hagan lo correcto. Reconozcan que esta mujer es Karen Bessarian. Porque, damas y caballeros, como sin duda habrán observado durante la vista, verdaderamente lo es.

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