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Jack Kennedy tenía razón: llegó el momento de que empezáramos a dar pasos. Y ese momento ha vuelto. Pues la mayor fuerza que hemos tenido siempre los Hamo sapiens, desde los albores de nuestra conciencia, hace cuarenta mil años, es nuestro deseo de ir a otros sitios, de viajar, de ver qué hay más allá de la siguiente montaña, de expandir nuestro territorio y de, si se me permite tomar prestada una frase acuñada apenas cuatro años después del discurso de JFK, ir osadamente a donde ningún hombre ha ido jamás…


Ponter y Mary pasaron la noche en casa de Reuben, durmiendo juntos en el sofá-cama. Por la mañana temprano, se dirigieron al pequeño campus de la Universidad Laurentian y buscaron el aula C002B, uno de los laboratorios utilizados por el diminuto Grupo de Investigación Neurocientífica.

Verónica Shannon resultó ser una mujer blanca flacucha, de veintitantos años, con el pelo rojo y una nariz que, hasta que conoció a las hembras neanderthales, Mary hubiese considerado grande. Llevaba una bata blanca de laboratorio.

—Gracias por venir, doctor Boddit —dijo, estrechando la mano de Ponter. Muchas gracias por venir.

El sonrió.

—Puede llamarme Ponter. Y es un placer. Me intriga su investigación.

—Y Mary … ¿puedo llamarla Mary? ¡ Es un placer tan grande conocerla! —Estrechó la mano de Mary—. Lamento no haber tenido la oportunidad cuando estuvo antes en el campus, pero volví a Halifax a pasar el verano. —Sonrió, y luego apartó la mirada, al parecer demasiado cohibida para continuar—. Para mí es una especie de heroína.

Mary parpadeó.

—¿Yo?

—No hay muchas científicas canadienses que hayan hecho algo realmente grande, pero usted sí. Incluso antes de que llegara Ponter, nos puso usted en el mapa. ¡El trabajo que ha hecho con el ADN antiguo! ¡De primera clase! ¡Absolutamente de primera clase! ¿Quién dice que las mujeres canadienses no pueden tomar el mundo al asalto?

—Um, gracias.

—Para mí ha sido todo un modelo. Usted, Julia Payette, Roberta Bondar …

Mary nunca se había considerado a sí misma en tan augusta compañía: Payette y Bondar eran astronautas canadienses. Pero, claro, ella había ido a otro mundo antes que ninguna de las otras dos …

—Gracias —repitió Mary—. Um, en realidad no tenemos mucho tiempo …

Verónica se sonrojó un poco.

—Lo siento, tiene usted razón. Déjeme explicar el procedimiento. El trabajo que estoy realizando se basa en las investigaciones iniciadas en los años noventa por Michael Persinger. No puedo apropiarme de la idea básica: pero la esencia de la ciencia es la reproducción, la repetición, y mi trabajo es verificar sus hallazgos.

Mary contempló el laboratorio, la habitual mezcla universitaria de equipo nuevo y flamante, equipo viejo y cascado y muebles de madera picada. Verónica continuó.

—Persinger obtuvo un ochenta por ciento de éxitos. Mi equipo es de segunda generación, una modificación de lo que el desarrolló, y estoy consiguiendo un noventa y cuatro por ciento.

—Resulta una verdadera coincidencia que esta investigación se esté realizando tan cerca del portal entre los mundos —dijo Mary.

Pero Verónica negó con la cabeza.

—¡Oh, no, Mary, en realidad no lo es! Todos estamos aquí por lo mismo: el níquel que quedó depositado cuando ese asteroide chocó contra la Tierra hace dos mil millones de años. Verá, al principio a Persinger le interesaba el fenómeno OVNI: los platillos volantes eran vistos con más frecuencia por tipos llamados Clete y Bubba allá en los años cuarenta.

—Bueno —respondió Mary—, se puede comprar cerveza en cualquier parte.

Verónica se rió más de lo que Mary consideraba que merecía su broma.

—Es cierto, pero Persinger decidió agarrar el toro por los cuernos. No es que él, ni yo, creamos en los platillos volantes, pero existe un verdadero fenómeno psicológico que hace que la gente crea que ha visto esas cosas, y Persinger se puso a cavilar por qué ese fenómeno se producía en el campo, sobre todo en sitios aislados. La universidad lleva a cabo muchos estudios sobre las minas, naturalmente, y cuando Persinger empezó a buscar causas probables para la experiencia OVNI en campos apartados, los ingenieros de minas de aquí sugirieron descargas piezoeléctricas.

El Acompañante de Ponter, Hak, había pitado un par de veces, indicando que no había comprendido algunas palabras, pero ni Ponter ni Mary interrumpieron a Verónica, que estaba lanzada. Sin embargo, al parecer no esperaba que Ponter entendiera el término «piezoeléctrico», y lo explicó por su cuenta.

—La piezoelectricidad es la generación de electricidad en cristales de roca que están siendo deformados o se hallan bajo tensión. Se obtienen descargas, por ejemplo, cuando una camioneta recorre terreno rocoso en el campo … el clásico escenario de avistamiento de OVNIS. Persinger consiguió reproducir ese tipo de efecto electromagnético en el laboratorio, y hacer que todos pensaran que habían visto a un alienígena.

—¿Un alienígena? —repitió Mary—. Pero había mencionado usted a Dios.

—Viene a ser lo mismo —dijo Verónica, con una sonrisa dentuda.

¿Cómo?

Verónica sacó un libro de la estantería: Por qué Dios no desaprovechó las bases biológicas de la fe.

Newberg y d'Aquili, los autores de este libro, realizaron escáneres del cerebro de ocho monjes tibetanos que meditaban y de un puñado de monjas franciscanas que rezaban. Esas personas mostraban, como es lógico, un aumento de actividad en las zonas del cerebro relacionadas con la concentración, pero también una mengua de actividad en el lóbulo parietal. —Se tocó la coronilla para señalar el emplazamiento del lóbulo—. El lado izquierdo del lóbulo parietal ayuda a definir tu propia imagen corporal, mientras que el derecho te ayuda a orientarte en un espacio tridimensional. Así que ambas partes son en conjunto responsables de definir el límite entre tu cuerpo y lo externo a él. Cuando el lóbulo parietal se toma un descanso, sucede exactamente lo que describen los monjes: hay un alejamiento del yo y aparece la sensación de unión con el universo.

Mary asintió.

—Leí un reportaje sobre eso en Time. Verónica negó amablemente con la cabeza.

—En realidad fue en Newsweek. De cualquier forma, su trabajo apoya el de Persinger y el mío. Estos dos autores descubrieron que el sistema límbico se ilumina durante las experiencias religiosas … y es el sistema límbico el que determina la importancia de las cosas. Puedes enseñarle a un padre un centenar de bebés, pero sólo reaccionará profundamente al ver el suyo. Eso se debe a que el sistema límbico ha marcado ese impulso visual concreto como importante. Bueno, con el sistema límbico encendido durante las experiencias religiosas, todo se considera enormemente importante.

»Por eso, contadas, las experiencias religiosas nunca resultan creíbles. Es como si yo dijera que mi novio es el tipo más guapo del mundo, y ustedes dicen sí, vale. Entonces abro el bolso y les enseño una foto suya porque creo que se convencerán y dirán guau, está macizo. Pero ustedes no dicen eso. Es guapo a rabiar para mí, porque mi sistema límbico ha marcado su aspecto como especialmente importante para mí. Pero no hay manera de que yo pueda expresado, ni con palabras ni con imágenes. Lo mismo pasa con las experiencias religiosas: no importa cuánto hable la gente sobre ellas, y cómo ese momento les cambió la vida, no se puede obtener la misma sensación.

Ponter había estado escuchando con atención, torciendo su enorme boca y alzando su ceja rubia por encima de su doble arco ciliar.

—¿Y usted cree —dijo—, que eso que ustedes tienen y nosotros no, esa religión está relacionada con el funcionamiento de su cerebro?

—¡Exactamente! Una combinación de la actividad del lóbulo parietal y del sistema límbico. Mire lo que sucede con los enfermos de Alzheimer: gente que ha sido devota toda la vida pierde el interés por la religión cuando desarrolla la enfermedad. Bueno, una de las primeras cosas que hace el Alzheimer es destruir el sistema límbico. —Hizo una pausa, y luego continuó—. Se sabe desde hace tiempo que las llamadas experiencias religiosas están relacionadas con la química cerebral, puesto que las drogas alucinógenas pueden inducidas … y por eso esas drogas forman parte de los rituales en muchas culturas tribales. Y hace tiempo que sabemos también que el sistema límbico podría ser una de las claves: algunos epilépticos con ataques restringidos al sistema límbico tienen experiencias religiosas increíblemente profundas. Por ejemplo, Dostoievsky era epiléptico, y escribió que había «tocado a Dios» durante sus ataques. San Pablo, Juana de Arco, santa Teresa de Jesús y Emanuel Swedenborg eran probablemente epilépticos también.

Ponter se había apoyado contra la esquina de uno de los archivadores, y se movía inconscientemente a derecha e izquierda rascándose la espalda.

—¿Eso son nombres de personas?

Verónica se sorprendió momentáneamente pero luego asintió.

—Personas muertas. Personas religiosas famosas del pasado.

Mary se apiadó de Ponter y le explicó lo que era la epilepsia. Ponter nunca había oído hablar de nada parecido, y Mary se preguntó (con el escalofrío que experimentaba cada vez que pensaba en ese tema) si los genes de la epilepsia eran otra de las cosas que los neanderthales habían purgado desapasionadamente de su dotación genética.

—Pero aunque uno no sea epiléptico, se puede conseguir ese mismo efecto —dijo Verónica—. Las danzas rituales, los cánticos y ese tipo de cosas han sido desarrollados independientemente una y otra vez por las religiones de todo el mundo. ¿Por qué? Porque los movimientos repetitivos y esquemáticos durante esas ceremonias inducen al sistema límbico a considerarlas de especial importancia.

—Todo eso está muy bien —dijo Mary—, pero …

—Pero se está preguntando por qué me ando tanto por las ramas, verdad?.

Ponter parecía completamente perdido, y Mary sonrió.

—No es más que una metáfora —explicó-o Quiere decir «tan lejos del tema que nos ocupa».

—Y la respuesta —dijo Verónica— es que ahora comprendemos bastante bien cómo crea el cerebro las experiencias religiosas y podemos reproducirlas con fidelidad en el laboratorio … al menos con el Homo sapiens. Pero me muero por averiguar si puedo inducir una en Ponter.

—Mi curiosidad no es mortal-contestó Ponter, sonriendo—, pero me gustaría probarlo.

Verónica consultó de nuevo el reloj, luego frunció el ceño.

—Mi ayudante no ha llegado todavía, por desgracia, y el equipo es bastante delicado … hay que recalibrarlo diariamente. Mary, supongo que no estaría dispuesta …

Mary sintió que la espalda se le envaraba.

—¿Dispuesta a qué?

—A someterse a la primera prueba. Obviamente, necesito asegurarme de que el equipo funciona bien antes de poder considerar que los resultados de Ponter son significativos. —Alzó una mano, como para evitar cualquier objeción—. Con este nuevo equipo, bastan cinco minutos para hacer una prueba completa.

Mary notó que el corazón le latía con fuerza. Aquél no era un tema que quisiera investigar científicamente. Como el difunto y llorado Stephen Jay Gould, siempre había creído que la ciencia y la religión eran, según su frase, «asuntos inentrelazables»: cada uno tenía su importancia, pero una cosa no tenía nada que ver con la otra.

—No estoy segura de …

—¡Oh, no se preocupe, no es peligroso! El campo que utilizo para la estimulación magnética transcraneal es sólo de un microtesla. Lo hago girar en sentido contrario a las agujas del reloj alrededor de los lóbulos temporales, y como decía, casi todas las personas (de la especie Homo sapiens, debería decir) que lo prueban tienen una experiencia mística.

—¿Cómo … cómo es?

—Discúlpenos —le dijo Verónica a Ponter, y apartó a Mary de él, el sujeto de su prueba, para que el neanderthal no pudiera oírlas—. La experiencia suele implicar la percepción de que hay un ser sentiente detrás o cerca. Ahora bien, la forma de esa experiencia depende mucho de las ideas preconcebidas del individuo. Si se trata de un fanático de los OVNIS, sentirá la presencia de un alienígena. Si es un baptista, puede decir que ha visto al propio Cristo. Alguien que ha perdido recientemente a un ser querido puede ver a esa persona muerta. Otros dicen que han sido tocados por ángeles o por Dios. Por supuesto, la experiencia está completamente controlada, y los sujetos de las pruebas son conscientes de que están en un laboratorio. Pero imagine que el mismo efecto se dispara de noche cuando nuestros amigos Bubba y Clete están en mitad de ninguna parte. O mientras está sentada en una iglesia o una mezquita o una sinagoga. Realmente la dejaría patidifusa.

—En realidad no quiero …

—Por favor-dijo Verónica—. No sé cuándo tendré otra oportunidad de probar con un neanderthal… y hay que comprobar primero que funciona.

Mary inspiró profundamente. Reuben ya le había asegurado que el proceso era seguro y, desde luego, no quería decepcionar a aquella ansiosa joven que la tenía en tan alta estima.

—Por favor, Mary —repitió Verónica—. Si tengo razón en los resultados, esto será un gran paso adelante para mí.

«Mujeres canadienses tomando el mundo al asalto.» ¿Cómo podía decir que no?

—Muy bien-cedió, reacia—. Hagámoslo.

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