16

Pero han pasado tres décadas desde que Eugene Cernan se convirtiera en la última persona en caminar por la Luna. ¡La última persona! ¿Quién iba a pensar que nacerían generaciones enteras a partir de 1972 para las que la idea de humanos en otros mundos no sería más que una lección en clase de historia…?


A Mary la casa de Bandra le pareció mucho más acogedora que la de Lurt, aunque no fuese más grande. Para empezar, los muebles encajaban más con sus gustos. Y además, resultó que a Bandra le encantaba observar pájaros y era una artista maravillosa: había cubierto las paredes y techos interiores de madera con pinturas de aves, incluidos, naturalmente, palomos. A Mary también le encantaban los pájaros: por eso había trabajado en el ADN del palomo migratorio en York mientras su estudiante de posgrado, Darla, se ocupaba de la misión, aparentemente más atractiva, de recuperar material genético de una momia egipcia.

A Mary le resultaba extraño llegar a casa antes que Bandra, y aún más extraño cruzar la puerta. Pero, naturalmente, los neanderthales no echaban la llave: no les hacía falta.

Bandra tenía un robot casero, como muchos barasts. Era un ser insectoide, larguirucho. Observó a Mary con ojos azules metálicos, no muy distintos de los de Lonwis, pero continuó con su tarea, limpiando y quitando el polvo.

Aunque Mary sabía que no podía ver a Ponter hasta el siguiente Dos que se convierten en Uno, no había motivos para no llamarlo: su flamante nuevo Acompañante podía conectarse con el Acompañante de él, o el de cualquier otro, sin dificultad.

Mary se acomodó en el sofá del salón de Bandra, contempló el hermoso mural del techo e hizo que Christine llamara a Hak. —¡Mare! —En la voz de Ponter se notaba la alegría—. ¡Cuánto me alegro de oírte!

—Te echo de menos —dijo Mary. Se sentía como si volviera a tener dieciocho años y hablara con su novio Donny desde el dormitorio, en casa de sus padres.

—Yo también te echo de menos.

—¿Dónde estás?

—Estoy sacando a Paba a dar un paseo. A los dos nos viene bien el ejercicio.

—¿Adikor está contigo?

—No, está en casa. Bueno, ¿qué novedades hay?

Mary se lo contó todo sobre la implantación de su nuevo Acompañante, y luego le comunicó que se había mudado a casa de Bandra.

—Lurt me ha dicho una cosa muy intrigante: que hay un aparato prohibido que podría ayudamos a tener un hijo.

—¿De verdad? —dijo Ponter—. ¿Qué aparato?

—Un invento de alguien llamada Vissan Lennet.

—¡Oh! Ahora la recuerdo; la vi en mi mirador. Se quitó su Acompañante y se fue a vivir a los bosques. Tuvo alguna clase de conflicto con los Grandes Grises por un invento suyo.

—¡Exactamente! Inventó un aparato llamado escritor de codones, capaz de producir las cadenas de ADN que uno quisiera … y eso es exactamente lo que nos hace falta para tener un bebé. Lurt cree que Vissan probablemente conserva todavía su prototipo.

—Puede ser —dijo Ponter—. Pero si lo tiene… Discúlpame. ¡Buena perra! ¡Buena perrita! ¡Allá va! ¡Tráelo, tráelo! Lo siento, estaba diciendo que, si existe, sigue estando prohibido.

—Así es. En este mundo. Pero si lo llevamos al mío…

—¡Eso es brillante! —exclamó Ponter—. Pero ¿cómo lo conseguiremos?

—Supongo que encontrando a Vissan y pidiéndoselo. ¿Qué tenemos que perder?

—¿Y cómo la encontramos? No tiene Acompañante.

—Bueno, Lurt dijo que solía vivir en una ciudad llamada Kraldak. ¿Sabes dónde está?

—Claro. Justo al norte del lago Duranlan… el lago Erie. Kraldak está más o menos donde Detroit está en tu mundo.

—Bueno, si vive en el bosque no habrá podido ir muy lejos, ¿no?

—Supongo. Desde luego no puede utilizar ningún tipo de transporte sin un Acompañante.

—Y Lurt dice que probablemente habrá construido una cabaña.

—Eso tiene lógica.

—Podríamos buscar fotos por satélite de una cabaña nueva… una que no salga en otras con más de cuatro meses de antigüedad.

—Te olvidas de dónde estás, mi amor —dijo Ponter—. Los barasts no tenemos satélites.

—Es verdad. Maldita sea. ¿Y reconocimiento aéreo? Ya sabes … fotos tomadas desde aviones.

—Tampoco tenemos aviones… aunque sí helicópteros.

—Bueno, ¿se habrá hecho algún reconocimiento en helicóptero desde que se marchó?

—¿Cuando dices que fue eso?

—Lurt comentó que hace unos cuatro meses.

—Bueno, entonces sí, seguro. Los incendios forestales son un problema en verano, naturalmente … los causados por los rayos y por los errores humanos. Se toman fotografías aéreas para localizarlos.

—¿Podemos acceder a ellas?

—¿Hak?

La voz de Hak sonó dentro de la cabeza de Mary.

—Estoy accediendo a ellas mientras hablamos —dijo el Acompañante—. Según los archivos de coartadas, el Acompañante de Vissan Lennet se desconectó el 148/1 01/17, Y ha habido tres reconocimientos aéreos de Kraldak y su entorno desde entonces. Pero aunque una cabaña sería claramente visible en invierno, cuando los árboles han perdido sus hojas, divisarla entre el follaje del verano será difícil.

—Pero ¿lo intentarás? —preguntó Mary.

—Por supuesto.

—Probablemente será inútil —dijo Mary con un suspiro—. Otra gente habrá intentado localizarla, si lo que Lurt dijo sobre el escritor de codones es cierto.

—¿Por qué?

—Bueno, ya sabes: los individuos esterilizados, para burlar la sanción que se les ha impuesto.

—Tal vez —replicó Ponter—, pero no ha pasado tanto tiempo desde que Vissan abandonó la sociedad, y no hay tanta gente esterilizada. Y, después de todo, nadie de este mundo pretende concebir antes del próximo verano, así que …

—Discúlpame —dijo Hak—. La he encontrado.

—¿El qué? —preguntó Mary.

—La cabaña… o al menos una cabaña que no aparece en ninguno de los mapas. Está aproximadamente a treinta y cinco kilómetros al oeste de Kraldak. —Tradujo las unidades neanderthales para Mary, aunque Ponter probablemente había oído algo parecido a «70.000 brazadas» en sus implantes.

—¡Maravilloso! —exclamó Mary—. ¡Ponter, tenemos que ir a verla!

—Desde luego.

—¿Puedes ir mañana?

Ponter pareció dubitativo.

—Mare…

—¿Qué? Oh, lo sé, Dos no son Uno, pero …

—¿Si?

Mary suspiró.

—No, tienes razón. Bueno, entonces, ¿podremos ir la próxima vez que Dos se conviertan en Uno?

—Por supuesto, mi amor. Podemos hacer lo que quieras entonces.

—Muy bien —dijo Mary—. Es una cita.

Bandra y Mary se llevaban «de puta madre», una expresión que a Bandra le encantaba utilizar. A las dos les gustaba pasarse las noches tranquilamente en casa, y aunque tenían una interminable cantidad de temas científicos que discutir, también tocaban asuntos más personales.

A Mary le recordaba los primeros días con Ponter, cuando estaban en cuarentena en la casa de Reuben Montego. Compartir ideas y opiniones con Bandra era intelectual y emocionalmente estimulante, y la hembra neanderthal se comportaba de un modo maravillosamente cálido con ella, era amable y simpática.

A pesar de todo, durante las veladas en el salón de casa de Bandra, a veces la conversación era, si no acalorada, al menos bastante apasionada.

—¿Sabes? —dijo Bandra, sentada en la otra punta del sofá—, este excesivo deseo de intimidad se debe seguramente a vuestras religiones. Al principio creía que, simplemente, como ciertos comportamientos agradables están prohibidos, por eso la gente buscaba intimidad, para poder tenerlos. Y, sin duda, así es, en parte. Pero, ahora que me has hablado de vuestro múltiple sistema de creencias, parece que incluso el simple hecho de querer practicar una creencia minoritaria requiere intimidad. Los primeros seguidores de tu sistema, el cristianismo, ocultaban sus encuentros a los demás, ¿no?

—Así es —respondió Mary—. De hecho, nuestra fiesta sagrada más importante es la Navidad, que conmemora el nacimiento de Jesús. La celebramos el 25 de diciembre, en invierno, aunque Jesús nació en primavera. Lo sabemos porque la Biblia dice que fue cuando los pastores cuidaban sus rebaños de noche, cosa que sólo sucede en primavera, cuando nacen los corderos. —Mary sonrió—. Eh, vosotros sois igual: os gusta dar a luz en primavera también.

—Probablemente por el mismo motivo: para dar a los retoños más oportunidades de crecer antes de enfrentarse al invierno.

Pero la sonrisa se había fijado en la mente de Mary y aventuró con cautela:

—Los barasts también sois como ovejas en otros sentidos. Sois muy pacíficos.

—¿Eso parece?

—No tenéis guerras. Y por lo que he visto, no tenéis mucha violencia social. Aunque … —Se detuvo, antes de mencionar la rotura de la mandíbula de Ponter, un desafortunado incidente de hacía años.

—Supongo. Seguimos cazando nuestra comida … no siempre, por supuesto, a menos que ésa sea la contribución particular de alguien. Pero a menudo la caza nos sirve de vía de escape para los impulsos violentos. ¿Como lo decís vosotros? Los eliminamos de nuestro sistema.

—Catarsis —dijo Mary—. Una purga de sentimientos acumulados.

—¡Catarsis! ¡Oooh, otra palabra magnífica! Sí, desde luego: aplastas unos cuantos cráneos animales, o arrancas la carne del hueso, y después te sientes maravillosamente en paz.

Mary se detuvo a pensar si alguna vez había matado a algún animal, para comérselo o por algún otro motivo. A excepción de algún mosquito fastidioso, la respuesta era no.

—Nosotros no hacemos eso.

—Lo sé —dijo Bandra—. No lo consideráis civilizado. Pero nosotros creemos que es parte de lo que hace posible la civilización.

—A pesar de todo, vuestra falta de intimidad … ¿no da pie a abusos? ¿No podría alguien clandestinamente, secretamente, observar lo que uno hace burlando la seguridad de los archivos de coartadas?

—¿Por qué querría alguien hacer eso?

—Bueno, digamos que para impedir que derrocaran al Gobierno, por ejemplo.

—¿Por qué iba a querer nadie derrocar al Gobierno? ¿Porqué no votar para acabar con su mandato?

—Bueno, ahora sí, pero no habréis tenido democracia desde el alba de los tiempos.

—¿Qué otra cosa podríamos haber tenido?

—¿Jefes tribales? ¿Señores de la guerra? ¿Dioses-emperadores?

No, olvida eso último. Pero, bueno …

Mary frunció el ceño. ¿Bueno, qué? Sin agricultura, no había territorios defendibles a pequeña escala. Los granjeros primitivos podrían haber defendido unos cuantos centenares de acres, pero .~ desde luego los cientos de kilómetros cuadrados de un bosque de caza estaban más allá de las capacidades de defensa de los grupos pequeños.

Y, en efecto, ¿por qué molestarse en defenderlos? Una incursión en las tierras de cultivo producía resultados inmediatos: comida robada en el campo o de los graneros. Pero, como Ponter había recalcado una y otra vez, la caza y la recolección se basaban en el conocimiento del territorio: nadie podía entrar sin más en uno nuevo y explotarlo. No sabría adónde acudían los animales a beber, dónde ponían sus huevos los pájaros, dónde crecían los árboles frutales más abundantes. No, ese estilo de vida engendraría un comercio pacífico, ya que resultaba menos trabajoso para un viajero llevar algo de valor para intercambiarlo por una presa recién capturada que intentar cazarla él mismo.

Sin embargo, había que tenerlo todo en cuenta, la mayoría de los neanderthales eran lo bastante robustos para proveerse por sí mismos … como al parecer estaba haciendo Vissan. Además, con el tamaño de la población controlado (y los neanderthales llevaban haciendo eso cientos de años) había territorio sin utilizar de sobra para quien quisiera establecerse por su cuenta.

—De todas formas —dijo Mary—, tiene que haber habido momentos en que a la gente no le gustaran sus representantes electos, y quisiera deshacerse de ellos.

—Oh, sí, desde luego. Desde luego.

—¿Qué pasó entonces?

—¿En los viejos tiempos? ¿Antes de la purga de nuestro poso genético? Asesinatos.

—¡Ahí lo tienes! —dijo Mary—. Ése es un motivo para violar la intimidad de otro: impedir los intentos de asesinato. Si alguien planeara asesinarte, querrías echarle un ojo, impedir que se saliera con la suya.

—Un asesinato no requiere ningún plan —dijo Bandra, alzando la ceja—. Sólo te acercas a la persona que quieres eliminar y le aplastas el cráneo. Créeme, eso constituye un maravilloso incentivo para que los representantes mantengan felices a su electorado.

Mary se rió a su pesar.

—De todas maneras, aunque la mayoría sea feliz, siempre habrá individuos descontentos.

Bandra asintió.

—Y por eso vimos hace mucho tiempo la necesidad de purgar el poso genético de aquellos que pudieran actuar de manera antisocial.

—Pero esa purga genética … —Mary intentó que no se notaran sus prejuicios, pero el tono la traicionaba—. He intentado hablar con Ponter al respecto, pero es difícil: está ciegamente a favor … Sin embargo, aún más que vuestra falta de privacidad, eso es lo que pone la carne de gallina a mi gente.

—«¡Carne de gallina. Oooh, esa expresión es un clásico!

—¡Hablo en serio, Bandra. Nosotros lo intentamos en el pasado y … nunca salió bien. No creemos que una cosa así pueda hacerse sin corrupción. Ha habido gente que ha intentado eliminar a grupos étnicos específicos.

Un pitido.

—Grupos que tienen características distintivas, basadas en su origen geográfico.

—Pero la diversidad tiene un gran valor gen ético —dijo Bandra—. Sin duda tú, como química de la vida, lo sabes.

—Sí, pero … bueno, quiero decir, hemos intentado … mi gente, quiero decir … bueno, no mi gente, sino mala gente, malos miembros de mi especie, han intentado llevar a cabo … lo llamamos «genocidio», eliminar a razas enteras, y …

Mary se maldijo. ¿Por qué no podía charlar con un neanderthal del tiempo nada más, en vez de meterse en aquellos berenjenales? ¿Cuándo aprendería a mantener la boca cerrada?

—Genocidio —repitió Bandra, pero sin su deleite habitual. No tuvo que decir que su propia especie, el Homo neanderthalensis, había sido la primera víctima del genocida Homo sapiens.

Pero … —dijo Mary—. ¿Cómo decidís qué tendencias eliminar?

—¿No es obvio? La violencia excesiva. El egoísmo excesivo. La tendencia a maltratar a los niños. El retraso mental. La predisposición a las enfermedades genéricas.

Mary negó con la cabeza; todavía estaba molesta por su conversación abortada sobre aquel tema con Ponter.

—Nosotros creemos que todo el mundo tiene derecho a reproducirse.

—¿Por qué? —dijo Bandra. Mary frunció el ceño.

—Es … es un derecho humano.

—Es un deseo humano, pero ¿un derecho? La evolución la llevan a cabo sólo algunos miembros de una población que se reproducen.

—Supongo que nosotros creemos que superar la brutalidad de la selección natural es el hito de la civilización.

—Pero sin duda la sociedad en su conjunto es más importante que cualquier individuo aislado.

—Fundamentalmente, supongo que mi pueblo no comparte ese punto de vista. Para nosotros tienen un valor enorme los derechos y libertades individuales.

—¿Un valor enorme? ¿O un costo enorme? —Bandra sacudió la cabeza—. He oído hablar de todas las precauciones de seguridad que son necesarias en las terminales de vuestros aeropuertos, de todos los controladores que necesitáis en vuestras ciudades. Dices que no queréis la guerra, pero dedicáis una enorme proporción de vuestros recursos a prepararos para ella y a librarla. Tenéis terroristas y otros que subsisten creando adicciones a productos químicos en los demás, y una plaga de abusos infantiles y … con perdón, una media de inteligencia mucho más baja de lo que tendría que ser.

—Nunca hemos encontrado un modo de medir la inteligencia que no esté sesgado cultural mente.

Bandra parpadeó.

—¿Cómo puede la inteligencia sesgarse culturalmente?

—Bueno —dijo Mary—, si le preguntas a un niño rico de inteligencia normal qué va con taza, dirá «plato»; los platos son lo que ponemos bajo las tazas en las que bebemos café, que es una bebida caliente que tomamos. Pero si se lo preguntas a un niño pobre de inteligencia normal, puede que no sepa la respuesta porque su familia no puede permitirse esos platos.

—La inteligencia no es un juego de preguntas y respuestas —dijo Bandra—. Hay formas mejores de calibrar su vigor. Nosotros miramos el número de conexiones neurales que se han desarrollado en el cerebro; un conteo es un buen indicador objetivo.

—Pero a quienes se les negó el derecho a reproducirse a causa de su falta de inteligencia … no creo que eso les gustara.

—No. Pero, por lo general, no fue difícil convencerlos de lo contrario.

Mary se estremeció. —De todas formas …

—Recuerda cómo se constituyen nuestras democracias: no dejamos que la gente vote hasta que al menos tiene seiscientas lunas … dos tercios del lapso habitual de vida de novecientos meses. Eso son… ¿Delka?

—Cuarenta y ocho años —comentó Delka, el Acompañante de Bandra.

—Eso supera la edad fértil de la mayoría de las hembras, y la edad reproductiva habitual de los hombres. Así que los que votaron sobre el tema ya no tenían que preocuparse por eso.

—No es muy democrático que sólo pueda votar una minoría. Bandra frunció el ceño, como si intentara comprometer el comentario de Mary.

—Todo el mundo vota … pero no en cualquier momento de su vida. Y al contrario que en tu mundo, nunca le hemos negado a nadie de edad suficiente el derecho a votar sólo por cuestiones de género o de coloración de piel.

—Pero sin duda los que votaron se preocupaban por sus hijos adultos en edad de reproducirse, pero que no podían votar.

Bandra vaciló y Mary se preguntó por qué; a esas alturas ya estaba lanzada.

—Naturalmente que nuestros hijos tengan un futuro feliz es de gran importancia —dijo por fin—. Pero esa votación se llevó a cabo antes de realizar los tests de inteligencia. ¿Ves? La intención era impedir que el cinco por ciento inferior de la población se reprodujera durante diez generaciones consecutivas. Intenta encontrar un padre que piense que su hijo o su hija forma parte de ese cinco por ciento inferior … no hay ninguno! Los votantes estaban convencidos de que sus hijos no se verían afectados.

—Pero a algunos les tocó.

—Sí. A algunos les tocó. —Bandra se encogió levemente de hombros—. Fue por el bien de la sociedad, ¿sabes?

Mary negó con la cabeza.

—Mi pueblo nunca se plantearía algo así.

—Nosotros ya no tenemos que preocupamos por nuestro patrimonio genético, aunque hay algunas excepciones. Tras diez generaciones de reproducción restringida, relajamos las reglas. La mayoría de las enfermedades genéticas desaparecieron para siempre, la mayor parte de la violencia desapareció, y la inteligencia media es mucho más alta. Sigue encajando en una curva de campana, naturalmente, pero acabamos con … ¿cómo lo llamáis? Es un término estadístico: la raíz cuadrada del promedio de los cuadrados de las desviaciones de la media.

—La desviación típica —dijo Mary.

—Ah. Bien, al cabo de diez generaciones, el promedio de inteligencia se ha desviado a la izquierda.

Mary estuvo a punto de decir «a la derecha, dirás», pero recordó que los neanderthales leían de derecha a izquierda, no de izquierda a derecha.

—¿De verdad? —dijo de todas formas—. ¿Implica un cambio grande?

—Sí. Nuestras personas estúpidas son ahora tan inteligentes como solían serio nuestras personas medias.

Mary sacudió la cabeza.

—No me parece posible que a mi pueblo deje algún día de incomodarle la idea de limitar el derecho a reproducirse.

—Yo no defiendo nuestro estilo de vida —dijo Bandra—. Como reza uno de vuestros mejores dichos: «A cada uno lo suyo.» —Mostró su cálida y amplia sonrisa—. Pero, vamos, Mare, ya basta de temas serios. ¡Hace una tarde preciosa! Vamos a dar un paseo. Luego puedes hablarme de ti.

—¿Qué te gustaría saber?

—Todo. De pe a pa. De arriba a abajo. De principio a fin. Toda la pesca. La …

Mary se echó a reír.

—Capto la idea —dijo, poniéndose en pie.

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