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Y si esa idea no es correcta … si éste y otros universos están, como creen algunos científicos y filósofos, rebosantes de vida inteligente, entonces tenemos otro deber cuando empecemos a dar pequeños pasos, y es avanzar de la mejor manera: mostrar a todas las otras formas de vida la grandeza del Homo sapiens, nuestra maravillosa diversidad…


Mary se pasó toda la noche rezando, susurrando en voz baja, tratando de no molestar a Louise.

—Dios del cielo, Dios de] cielo, sálvalo.

Y, más tarde:

—Dios, por favor, no dejes que Ponter muera. y, aún más tarde:

—Maldito seas, Dios, me debes una…


Finalmente, después de agitarse y dar infinidad de vueltas toda la noche, atormentada por sueños en los que se ahogaba en un mar de sangre, Mary notó que la luz del sol se colaba por la ventanita del refugio y el kek-kek-kek de los palomos anunciaba el amanecer.

Louise estaba también despierta, tendida en el sofá, contemplando el techo de madera.

Había una caja de vacío y un hornillo láser en el refugio de caza, presumiblemente alimentados por los paneles solares del techo.

Mary abrió la caja de vacío y encontró unas cuantas chuletas (no tenía ni idea de qué animal) y varias raíces. Cocinó un desayuno sencillo para ella y para Louise.

El refugio disponía de una mesita cuadrada con sillas de horeajada en los cuatro lados. Mary ocupó una, y Louise se sentó frente a ella.

—¿Cómo te encuentras? —preguntó Mary amablemente cuando terminaron de comer. Nunca había visto a Louise así: abatida, con profundas ojeras.

—Estoy bien —respondió en voz. baja, con su voz cargada de acento, pero no lo parecía.

Mary no estaba segura de qué decir. No sabía si era mejor tratar el tema de Reuben o dejarlo, con la esperanza de que Louise lo hubiera apartado de su mente al menos momentáneamente. Pero luego recordó su violación y su completa incapacidad para sacársela de la cabeza al principio. Era imposible que Louise estuviera pensando en otra cosa que en su novio muerto.

Mary extendió una mano sobre la mesa y tomó una de Louise.

—Era un buen hombre —dijo, y su propia voz se quebró al hablar.

Louise asintió, los ojos marrones secos pero enrojecidos.

—Habíamos hablado de irnos a vivir juntos. —Louise sacudió ]a cabeza—. Él estaba divorciado, ya sabes, y nadie de mi edad se molesta en casarse en Quebec … la ley te trata igual tengas los papeles o no, ¿por qué molestarse entonces? Pero habíamos hablado de que fuera permanente. —Miró a lo lejos—. Era casi una broma entre nosotros. Decía cosas como: «Bueno, cuando nos vayamos a vivir juntos, tendremos que buscar una casa con armarios grandes», porque pensaba que tengo demasiada ropa.

Miró a Mary. Sus ojos estaban húmedos ahora.

—No eran más que bromas, pero … —Negó con la cabeza—. Pero, «sabes», yo pensaba que iba a ser de verdad. Cuando terminara mi trabajo en Sinergía me mudaría a Sudbury. O nos iríamos a Montreal y Reuben abriría una consulta privada. o …

Se encogió de hombros, advirtiendo al parecer que no tenía sentido continuar enumerando opciones que ya nunca podrían realizarse. Mary le apretó la mano y permaneció allí sentada con ella un rato. Sin embargo, al final dijo:

—Quiero ir a buscar a Ponter. —Sacudió la cabeza—. Maldita sea, me he acostumbrado a estar en contacto gracias a estos Acompañantes, pero con Hak roto …

—Ponter está bien —dijo Louise, advirtiendo, al parecer, que le tocaba ahora a ella el turno de ofrecer consuelo—. No mostraba el menor síntoma de fiebre.

Mary trató de asentir, pero su cabeza no parecía querer moverse. Estaba tan trastornada, tan nerviosa, tan …

De repente oyeron un sonido en la puerta. El corazón de Mary dio un brinco. Sabía que casi con toda certeza no tenía nada que temer de los neanderthales, pero aquello era territorio de caza … o de lo contrario no hubiesen construido aquel refugio. ¿Quién sabía qué tipo de bestias acechaban fuera?

—No podemos ir a buscar a Ponter —dijo Louise—. Piénsalo: los láseres habrán eliminado los virus de su organismo, pero eso no lo hace inmune a la enfermedad, y nosotras estamos infectadas, ¿no? Puede que sea inofensiva para los gliksins blancos, pero somos portadoras. No puede vernos hasta que tú y yo hayamos sido descontaminadas también.

—Entonces, ¿qué deberíamos hacer?

—Volver con Jock Krieger.

—¿Qué? ¿Por qué? No puede hacerle daño a nadie allí donde lo dejamos.

—No, pero si hay un antídoto para el virus, o un modo de neutralizarlo a gran escala, él lo sabe, ¿no te parece?

—¿Qué te hace pensar que nos lo dirá?

El tono de Louise fue firme por primera vez desde la muerte de Reuben.

—Si no lo hace, lo mataré —dijo simplemente.

Esperaron a que hiciera un buen rato que no se oyeran sonidos de animales en el exterior. Luego, cautelosamente, abrieron la puerta del refugio mientras la nieve se agitaba.

Tardaron casi toda la mañana en llegar al edificio cercano a la plaza de Konbor, donde habían dejado al inmovilizado Jock Krieger.

—Casi me espero que se haya escapado —dijo Louise mientras se acercaban a la puerta cerrada—. A ese hijo de puta parece que no se le acaban los trucos en la manga …

Tiró del control quíntuple que abría la puerta. Jock no se había escapado.

Estaba tendido de costado. A su alrededor, en el suelo, había charcos oscuros de sangre. Su piel era blanca, como de cera.

Mary le dio la vuelta. Había sangre coagulada en las mejillas y la barbilla de Jock, y se extendía como patillas de color de vino desde sus orejas. Miró hacia abajo brevemente y vio que sus pantalones estaban también empapados de sangre.

Mary intentó no vomitar los tubérculos y la carne que había tomado para desayunar. Miró a Louise, que se mordía el labio inferior. Mary se dio la vuelta y trató de encontrarle sentido a todo aquello.

Dos gliksins muertos.

Dos gliksins varones muertos … Era casi como si …

«Surfer Joe, versión dos.»

Pero no. No, eso era imposible. ¡Imposible! Sí, Mary había esbozado el diseño de un virus que sólo matara a gliksins varones, pero había destrozado aquellas hojas de papel, y desde luego no lo había introducido en el programa de Jock. Obviamente, él había creado su virus antes de que ella lo volviera inofensivo, pero …

Pero se comportaba como el que Mary había ideado, el que mataría a los Homo sapiens que tuvieran cromosomas Y.

Mary no había creado ese virus. No había … A menos que …

No, no. Eso era una locura.

Pero había viajado entre universos, igual que Jock. Y si, en una versión de su realidad, no había hecho que el Surfer Joe fuera letal para los Homo sapiens varones, entonces …

Entonces, tal vez, en otra versión de la realidad sí que había continuado adelante con su fantasía, había creado aquel virus …

Y el Jock Krieger que se había desangrado por todas las aberturas naturales de su cuerpo, podía proceder de esa versión de la realidad …

Mary sacudió la cabeza. Todo era demasiado extraño. Además, ¿no habían dicho Ponter y Louise muchas veces que el universo que Mary llamaba su hogar y el que Ponter llamaba su hogar estaban entrelazados, que eran las dos ramas originales que se habían separado cuando la conciencia despertó por primera vez en la Tierra hacía cuarenta mil anos?

Si ese era el caso…

Si ese era el caso, entonces alguien que no era Mary había creado el virus.

¿Pero quién? ¿Por que?

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