12

Fue ese espíritu de búsqueda lo que le dio alas a Orville y Wilbur Wright, Amelia Earhart, Chuck Yeager…


Cuando salieron del edificio del ascensor a la mina de níquel de Debral, Mary se sorprendió al descubrir que estaba oscuro, tenía que ser media tarde. Alzó la cabeza y se quedó boquiabierta. —Dios mío. ¡Nunca había visto tantos pájaros!

Una bandada de pájaros enorme prácticamente cubría el cielo con un griterío estrepitoso.

—¿De verdad? —dijo Ponter—. Son corrientes.

—¡Eso parece! —exclamó Mary. Continuó mirando—. ¡Dios mío! —dijo, advirtiendo los cuerpos rosáceos y las cabezas verdiazules—. ¡Son palomos migratorios!

—No le veo la extrañeza —dijo Ponter.

—No, no, no. Son Ectopistes migratorius. Los conozco bien: he estado intentando recuperar su ADN.

—Ya advertí la ausencia de estos pájaros la primera vez que visité tu mundo. Allí están extinguidos, ¿verdad?

—Si.

—¿Por culpa de los gliksins?

Mary asintió.

—Sí. —Se encogió de hombros-o Los cazamos hasta exterminarlos.

Ponter negó con la cabeza.

—No me extraña que tuvierais que adoptar esa cosa que llamáis agricultura. El nombre que nosotros le damos a este pájaro es (Hak, no traduzcas la palabra), quidrat. Están deliciosos, y los comemos muy a menudo.

—¿De veras? Ponter asintió.

—Sí. Estoy seguro de que probarás alguno durante tu estancia aquí.

En cuanto Hak reestableció el contacto con la red de información planetaria, Ponter le ordenó que pidiera un cubo de viaje. El vehículo avanzaba ya hacia ellos. Del tamaño de un cuatro por cuatro, funcionaba con una enorme aspa en su base, otra en la parte trasera y tres aspas similares para virar. El cubo era casi transparente y contenía cuatro asientos de horcajadas, uno de los cuales estaba ocupado por un conductor varón, un delgado miembro de la generación 146.

El cubo de viaje redujo su velocidad, se posó en el suelo y una cara se abrió para permitir el acceso al interior. Ponter entró y ocupó el asiento del fondo. Mary lo siguió y se sentó en el asiento contiguo. Ponter le habló brevemente al conductor y el cubo se alzó. Mary vio cómo el conductor manejaba las dos principales palancas de control, hacía girar el cubo y enfilaba hacia la casa de Ponter.

Mary se había colocado un Acompañante temporal antes de salir del edificio del ascensor; todos los gliksins que visitaban el mundo neanderthal tenían que hacerla, para que el Acompañante monitorizara constantemente sus actividades y transmitiera información a los archivos de coartadas. Pero los malditos aparatos picaban. Mary deseó tener un boli a mano para rascarse con él por debajo del Acompañante.

—¿Los permanentes son igual de incómodos? —preguntó, mirando a Ponter.

—Yo ni me doy cuenta de la presencia de Hak —respondió Ponter. Hizo una pausa—. Pero, sobre este tema …

—¿Sí?

—Estos Acompañantes temporales expiran después de unos veinte días o así… funcionan con pilas, después de todo, en vez de extraer la energía de tus procesos corporales. Naturalmente, siendo quien eres, sin duda te darán otro.

Mary sonrió. No estaba acostumbrada a la idea de que sólo por ser Mary Vaughan tuviera derecho a un trato especial.

—No —dijo—. No, creo que debería conseguir uno permanente.

Ponter sonrió de oreja a oreja.

—Gracias —dijo, y luego, al parecer para asegurarse, añadió—: Sabes que permanente significa permanente. Quitarlo más tarde será muy difícil, y podría dañar seriamente los músculos y nervios de tu antebrazo.

Mary asintió.

—Lo entiendo. Pero también entiendo que si no consigo un Acompañante permanente, siempre seré una extraña aquí.

—Gracias —dijo Ponter cálidamente—. ¿De qué tipo lo quieres?

Mary había estado contemplando el prístino paisaje: bosques antiguos mezclados con macizos rocosos.

—¿Cómo dices?

—Bueno, podrías conseguir el Acompañante estándar. O —Ponter alzó el brazo izquierdo y volvió su cara interna hacia Mary— podrías optar por uno como el mío, con verdadera inteligencia artificial instalada.

Mary alzó las cejas. —No lo había pensado.

—Pocas personas tienen Acompañantes inteligentes —dijo Ponter—, aunque espero que en el futuro se vuelvan más comunes. Sin duda querrás la capacidad de proceso que tiene esta unidad avanzada; la necesitarás para traducir el lenguaje en tiempo real. Pero eres tú quien debe decidir las características.

Mary miró el Acompañante de Ponter. Por fuera, no parecía distinto a las docenas de Acompañantes que había visto… excepto, por supuesto, el dorado de Lonwis Trob. Pero dentro, lo sabía, vivía Hak.

—¿Cómo es tener un Acompañante inteligente? —preguntó.

—Oh, no está tan mal —dijo la voz de Hak—. Me he acostumbrado al grandullón.

Mary se echó a reír, medio divertida y medio sorprendida.

—No estoy segura de poder soportar tener a alguien conmigo todo el tiempo. ¿Hak es realmente… consciente?

—¿Qué quieres decir?

—Bueno, sé que no creéis en el alma; sé que creéis que vuestra mente es sólo software completamente predecible que funciona con el hardware de vuestro cerebro. Pero, quiero decir, ¿Hak piensa de verdad? ¿Es consciente de sí mismo? —Una pregunta interesante-dijo Ponrer—. Hak, ¿tú qué dices?

—Soy consciente de mi existencia.

Mary se encogió de hombros.

—Pero… pero, no sé, quiero decir, ¿tienes deseos propios?

—Quiero serle útil a Ponter.

—¿Y ya está?

—Ya está.

«Guau —pensó Mary—. Colm tendría que haberse casado con uno de éstos.»

—¿Qué te sucederá … perdóname, Ponter, qué te sucederá cuando Ponter muera?

—Mi energía procede de sus mismas fuentes bioquímicas y biomecánicas. A los pocos diadécimos de su muerte, yo dejaré de funcionar.

—¿Te molesta?

—Yo no tendría ningún otro sentido sin Ponter. No, no me molesta.

—Es muy útil tener un Acompañante inteligente —dijo Ponter—. Dudo que hubiera conservado la cordura durante mi primera visita a tu mundo sin la ayuda de Hak.

—No sé —repuso Mary—. Parece … bueno, parece (perdóname, Hak) un poco raro. ¿Es posible hacer una puesta al día más tarde? Ya sabes, empezar por lo básico y luego añadir la inteligencia artificial en una etapa posterior.

—Por supuesto. Mi Acompañante originalmente no tenía inteligencia ninguna.

—Tal vez eso sea lo mejor —dijo Mary—. Pero… Pero no. No, estaba intentando encajar aquí, y tener un Acompañante que la aconsejara y le explicara las cosas sería muy útil —No, que sea toda la pesca.

—Yo… ¿cómo dices?

—Quiero decir que me quedaré con uno capaz de pensar, igual que Hak.

—No lamentarás la decisión —dijo Ponter. Miró a Mary, con una sonrisa de orgullo—. No has sido la primera gliksin en visitar este mundo…

Era cierto. Una mujer del Centro para el Control de las Enfermedades de Ottawa y otra del Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades de Atlanta habían tenido ese privilegio. Mary no estaba segura de cuál de las dos había hecho el cruce primero.

—Pero de todas formas —continuó Ponter—, serás la primera gliksin en tener un Acompañante permanente … la primera en convertirte en una de nosotros.

Mary contempló el hermoso paisaje otoñal a través de la cara transparente del cubo de viaje. Y sonrió.

El conductor los dejó ante el panel solar que hacía las veces de plataforma de aterrizaje, junto a la casa de Ponter y Adikor. Cultivada por medio de arboricultura, la estructura central de la vivienda era el hueco de un enorme árbol de hoja caduca. Mary ya había visto el hogar de Ponrer, pero con todas las hojas de un color distinto era maravilloso.

Dentro, las reacciones químicas producían una fresca luz verdiblanca que teñía las paredes. Pabo, la perra de Ponter, corrió a recibirlos. Mary se había acostumbrado al aspecto lobuno del animal, y se agachó para rascarle las orejas. Contempló el salón circular.

—Es una lástima que no pueda quedarme aquí— dijo, apenada. Ponter la rodeó con sus brazos, y ella apoyó la cabeza en su hombro. De cualquier forma, cuatro días al mes con Ponter eran mucho mejor que toda una vida con Colm.

Cada vez que pensaba en Colm recordaba el tema que él le había planteado, un tema en el que Mary había evitado pensar hasta que Colm lo había sacado a colación.

—Ponter —dijo suavemente, sintiendo que su pecho subía y bajaba mientras respiraba.

—¿Sí, mujer que amo?

—El año que viene se concebirá una nueva generación —dijo Mary, intentando mantener un tono lo más sereno posible.

Ponter se separó de Mary y la miró, alzando lentamente la ceja al hacerlo.

—Ka.

—¿Deberíamos tener un hijo entonces?

Ponter abrió mucho los ojos.

Creía que ésa no era una opción viable —dijo por fin.

—Porque tenemos distinto número de cromosomas, quieres decir. Ciertamente, eso sería un obstáculo, pero debe haber algún modo de sortearlo. Y, bueno, Jock me ha enviado aquí para estudiar tecnología genética neanderthal. Mientras me dedico a ello puedo investigar el modo de combinar nuestro ADN y producir un hijo.

—¿De verdad? Mary asintió.

—Naturalmente, habría que utilizar fecundación in vitro.

Hak pitó.

—En laboratorio. Fuera de mi cuerpo.

—Ah —dijo Ponter—. Me sorprende que tu sistema de creencias apoye ese proceso si prohíbe tantos otros relacionados con la reproducción.

Mary se encogió de hombros.

—La Iglesia católica está en contra de la fecundación in vitro. Pero yo quiero un bebé. Quiero tu bebé. Y no me parece que ayudar un poco a la naturaleza esté mal. —Bajó la mirada—. Pero sé que tú ya tienes dos hijas. Tal vez… tal vez no quieras volver a ser padre.

—Siempre seré padre, hasta el día en que muera —dijo Ponter. Mary alzó los ojos y se alegró al ver que Ponter la estaba mirando directamente.

—No había pensado en tener otro hijo, pero…

Mary sintió que estaba a punto de estallar. No había advertido hasta ese mismo momento cuánto quería que la respuesta de Ponter fuera afirmativa.

—Pero ¿qué?

Ponter alzó sus enormes hombros, pero se movieron lentamente, como si estuviera cargando sobre ellos el peso de su mundo. —Pero nosotros creemos en el crecimiento cero de la población.

Klast y yo ya tenemos dos hijas: son nuestras sustitutas. —Pero Adikor y Lurt sólo tienen un hijo.

—Dab, sí. Pero puede que lo intenten de nuevo el año que viene.

—¿Van a hacerlo? ¿Lo has discutido con Adikor?

—No, no lo he hecho. Supongo que podría abordar el tema, pero aunque no vayan a intentarlo otra vez, el Consejo Gris…

—¡Maldición, Ponter, estoy harta del Consejo Gris! ¡Estoy harta de todas esas normas y reglas! Estoy harta de que un puñado de viejos controle tu vida.

Ponter miró a Mary, alzando de nuevo la ceja en gesto de sorpresa.

—Se les elige, ¿sabes? Las leyes que promulgan son las leyes que mi pueblo ha escogido para sí mismo.

Mary inspiró profundamente.

—Lo sé. Lo siento. Es que… es que tener un bebé no debería ser cosa de nadie más que nuestra.

—Tienes razón —dijo Ponter—. Lo cierto es que hay gente en mi mundo que tiene más de dos hijos. Los gemelos no son raros: mi vecino tiene mellizos. Y, con frecuencia, hay mujeres que tienen tres hijos: uno a los diecinueve años, otro cuando tiene veintinueve, y a veces otro cuando tiene treinta y nueve.

—Yo tengo treinta y nueve. ¿Por qué no podemos intentarlo?

—Habrá quienes digan que un hijo así sería antinatural —replicó Ponter.

Mary miró alrededor. Se acercó a uno de los asientos que brotaban de la pared y dio una palmadita al sitio que tenía al lado, invitando a Ponter a unirse a ella. Él así lo hizo.

—De donde yo vengo, mucha gente dice que dos hombres haciéndose … , ¿cómo lo llamó Louise en casa de Reuben? «¿Caricias afectuosas en los genitales?» Pues bien, que eso es antinatural, y que las relaciones entre dos mujeres también lo son. —La cara de Mary mostraba firmeza—. Pero se equivocan. No sé si lo habría dicho con tanta seguridad antes de venir por primera vez a tu mundo, pero ahora lo sé. —Asintió, tanto para sí misma como para Ponter—. El mundo, cualquier mundo, es un lugar mejor cuando la gente está enamorada, cuando la gente se preocupa por otra gente y , mientras esas personas sean adultas y consientan libremente, no le importa a nadie quiénes son. Un varón y una hembra, o dos varones, o dos hembras … todos son naturales mientras estén enamorados. Y una gliksin y un barast… también eso es natural, si están enamorados.

—Y nosotros estamos enamorados —dijo Ponter, tomando la manita de Mary entre sus dos enormes manazas—. Pero, de todas formas hay gente en tu mundo y en el mío que se opondrá a que tengamos un hijo.

Mary asintió con tristeza.

—Lo sé, sí. —Dejó que el aire escapara de sus pulmones con un largo y triste suspiro—. Sabes que Reuben es negro.

—Más bien marrón, diría yo —repuso Ponter, sonriendo—. Un tono de piel bastante bonito.

Pero Mary no estaba de humor para chistes.

—Y Louise Benoit es blanca. Todavía hay gente en mi mundo que se opone a que un negro y una blanca tengan relaciones. Pero están equivocados, equivocados, equivocados. Igual que los que podrían oponerse a que nosotros estemos juntos, o a que tengamos un hijo juntos, están equivocados, equivocados, equivocados.

—Estoy de acuerdo, por supuesto, pero …

—¿Pero qué? Nada podría ser mejor símbolo de la sinergia entre nuestros mundos, y de nuestro amor mutuo, que el hecho de tener un bebé.

Ponter miró a Mary a los ojos, sus orbes dorados bailando de nerviosismo.

—Tienes razón, mi amor. Tienes toda la razón.

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