30

Pero vengan o no los neanderthales con nosotros al planeta rojo, deberíamos aceptar su visión del color de ese mundo. Marte no es un símbolo de guerra; es el color de la salud, de la vida … y si ahora carece de ella no deberíamos dejar que permanezca así mucho tiempo…


Llegó el momento de que Mary le entregara el escritor de codones a Jock, para que se lo llevara a …

Bueno, ¿adónde?

A Mary le había hecho gracia escuchar en el mirador al consejero Bedros refiriéndose al mundo barast como «Jantar». No había un solo nombre para la Tierra que Mary llamaba su hogar. «Tierra» no era más que un nombre; se llamaba de formas distintas en otros idiomas: Earth en inglés; Terra en latín y muchas de las lenguas procedentes de él. Los franceses (y los franco-canadienses) la llamaban Terre. En esperanto era Tero. El término griego Gaea era el preferido de los ecologistas. Los rusos la llamaban Zemlja; los suecos, forden. En hebreo era Eretz; en árabe, Ard; en farsi, Zamin; en mandarín, Diqiu; y en japonés, Chikyuu. El nombre más hermoso de todos, en opinión de Mary, era el tahitiano: Vuravura. Ponter la llamaba simplemente «el mundo de Mare», pero ella dudaba de que fuera a imponerse esa denominación.

Pero, de todas maneras, Mary tenía que entregarle a Jock el escritor de codones, para que lo pusiera a salvo en … en Gliksinia.

¿Gliksinia? No, demasiado feo. ¿Qué tal Sapientia? O …

El cubo de viaje que había llamado acababa de llegar. Mary ocupo uno de los dos asientos traseros.

—A la mina de níquel de Debral.

El conductor le dirigió una fría mirada. —¿De vuelta a casa?

—Yo no —contestó Mary—. Pero alguien sí.


El corazón le dio un vuelco cuando vio a Ponter con el grupo que regresaba de la isla de Donakat. pero se había prometido a sí misma que se comportaría como una buena nativa de aquel mundo y no correría a sus brazos. ¡Después de todo, Dos no eran Uno!

Pero cuando no miraba nadie no pudo resistirse a mandarle un beso, y él le sonrió.

No estaba allí para ver a Ponter sino a Jock Krieger. Mary se le acercó con su largo paquete bajo al brazo.

—¡Cuidado con los gliksins que llevan regalos! —dijo.

—¡Mary! —exclamó Jock.

Mary lo llevó aparte, a un sitio donde nadie pudiera oídos. Un exhibicionista vestido de plateado trató de seguirlos, pero Mary se dio media vuelta y se lo quedó mirando hasta que se marchó.

—Bien, ¿qué te parece este mundo?

—Es sorprendente —dijo Jock—. Sabía que nos habíamos cargado nuestro medio ambiente, pero hasta que no he visto todo esto … —Indicó el paisaje—. Es como encontrar el Edén.

Mary se echó a reír.

—¿Verdad que sí? Lástima que ya esté ocupado, ¿eh?

—Desde luego —respondió Jock—. ¿Vas a regresar con nosotros o quieres pasar más tiempo en el jardín?

—Bueno, si no te importa, me gustaría quedarme unos días más.

—Mary trató de no sonreír—. He hecho … grandes progresos —Le enseñó el paquete—. Pero hay algo que quiero que te lleve.

—¿Qué es?

Mary miró a izquierda y derecha, y luego por encima del hombro. Entonces bajó la mirada, para asegurarse de que no hubiesen obligado a Jock a llevar un acompañante temporal.

—Es un escritor de codones … un sintetizador de ADN barast.

—¿Por qué necesitas que me lo lleve yo? ¿Por qué no lo llevas tú misma cuando vuelvas a casa?

Mary bajó la voz.

—Es tecnología prohibida. En realidad no puedo tenerlo … nadie puede. Pero es una cosa maravillosa. He escrito algunas notas para ti; van incluidas en el paquete.

Las cejas de Jock se alzaron hacia su tupé. Estaba claramente impresionado.

—¿Tecnología prohibida? Sabía que no me equivocaba cuando te contraté …


Mary despertó de repente. Tardó un momento en orientarse en la oscuridad, en averiguar dónde se encontraba.

Una forma grande y cálida dormía tranquilamente a su lado. ¿Ponter?

No, no. Todavía no, no esa noche. Era Bandra; Mary había compartido la cama de Bandra aquellas últimas noches.

Miró al techo. Los dígitos neanderthales brillaban suavemente allí, señalando la hora. Mary podía descifrarlos bien cuando estaba completamente despierta, pero veía borroso en aquel momento, y tardó unos segundos (unos latidos) en recordar que tenía que leerlos de derecha a izquierda y que un círculo era el símbolo de cinco, no de cero. Era la mitad del diadécimo nueve; poco más de las tres de la madrugada.

No tenía sentido levantarse de la cama, aunque eso era lo que le apetecía. Y no tenía nada que ver con el hecho de que estuviera durmiendo junto a otra mujer; de hecho, le sorprendía lo fácil que le había resultado acostumbrarse a eso. Pero el pensamiento que la había forzado a despertarse le ardía todavía en la cabeza.

De vez en cuando se despertaba en plena noche con ideas brillantes, volvía a dormirse y por la mañana las había olvidado. De hecho, muchos años antes había acariciado brevemente la idea de escribir poesía (Colm y ella se habían conocido en uno de los recitales de él), y tenía una libreta en la mesilla de noche y una linternita para tomar notas sin despertarlo. Pero renunció a aquello porque cuando revisaba las notas por la mañana le parecían una porquería.

Pero aquel pensamiento, esa idea, aquella maravillosa idea seguiría allí por la mañana, de eso Mary estaba segura. Era demasiado importante para olvidada.

Se acurrucó, acomodándose en los cojines, y no tardó en quedarse dormida, mucho más tranquila.


Christine la despertó con suavidad a la mañana siguiente, a la hora acordada: dos tercios del décimo diadécimo … Habían pedido al Acompañante de Bandra que la despertara simultáneamente, y en efecto eso parecía estar haciendo.

Mary le sonrió a Bandra.

—Hola —dijo, extendiendo una mano para tocar el brazo de la mujer barast.

—Día sano —contestó Bandra. Parpadeó unas cuantas veces, todavía despertándose—. Vamos a preparar el desayuno.

—Todavía no. Hay algo de lo que quiero hablarte.

Estaban una frente a la otra en la cama, separadas por una corta distancia.

—¿Qué?

—La última vez que Dos se convirtieron en Uno, Ponter y yo hablamos mucho … sobre nuestro futuro.

Bandra evidentemente detectó algo en el tono de Mary. —Ah-dijo.

—Sabes que teníamos algunos … algunos asuntos que solucionar.

Bandra asintió.

—Ponter propuso una solución… o al menos una solución parcial.

—He estado temiendo este momento —dijo Bandra en voz baja.

—Sabías que esta situación no podía durar. Yo … no puedo quedarme aquí eternamente.

—¿Por qué no? —dijo Bandra, con voz quejumbrosa.

—Ayer mismo, Jock, mi jefe, me preguntó cuándo voy a volver a casa. Y tengo que volver; todavía tengo pendiente la anulación de mi matrimonio con Colm Además, yo …

—¿Sí?

Mary movió el hombro en el que no se estaba apoyando. —No puedo soportarlo … estar aquí, con Ponter tan cerca y sin poder verlo.

Bandra cerró los ojos.

—Y entonces, ¿qué vas a hacer?

—Voy a regresar a mi mundo —dijo Mary.

—¿Y eso es todo? ¿Vas a dejar a Ponter? ¿Vas a dejarme a mí?

—No voy a dejar a Ponter. Volveré aquí cada mes, cuando Dos se conviertan en Uno.

—¿Viajarás continuamente entre mundos?

—Sí. Terminaré mi contrato con el Grupo Sinergía y luego intentaré encontrar trabajo en Sudbury … ahí es donde el portal está situado en mi mundo. Allí hay una universidad.

—Ya veo —dijo Bandra, y Mary notó el esfuerzo que estaba haciendo por mantener la calma—.Bueno, supongo que tiene lógica.

Mary asintió.

—Te echaré de menos, Mare. Te echaré mucho de menos. Mary volvió a tocar el brazo de Bandra.

—Esto no tiene por qué ser un adiós.

Pero Bandra negó con la cabeza.

—Sé cómo es cuando Dos se convierten en Uno. Oh, durante unos meses, tal vez, te tomarás la molestia de visitarme brevemente durante cada viaje, pero querrás pasar todo el tiempo con tu hombre-compañero. —Bandra alzó una mano—. Y lo comprendo. Tienes un buen hombre, un buen ser humano. Si yo tuviera lo mismo …

—No necesitas un hombre-compañero —dijo Mary—. Ninguna mujer, de ningún lado del portal, lo necesita.

Bandra habló en voz baja.

—Pero yo tengo un hombre-compañero, así que para mí no hay alternativa.

Mary sonrió.

—Una palabra curiosa: alternativa. —Cerró los ojos brevemente, recordando—. Lo sé, en tu idioma, es habadik. Pero al contrario que algunas palabras que sólo se traducen por aproximación, esta tiene un equivalente exacto: la elección entre dos, y sólo dos, posibilidades. Tengo amigos biólogos que argumentarían que debemos el concepto de alternativa a nuestra forma corporal: por un lado, puedes hacer esto; por otro lado, puedes hacer aquello. Un pulpo tal vez no tuviera ninguna palabra para expresar la situación de tener sólo dos opciones.

Bandra miraba a Mary.

—¿De qué estás hablando? —dijo por fin, claramente exasperada.

—Estoy hablando del hecho de que existen otra posibilidades para ti.

—No quiero poner en peligro la capacidad de mis hijas para reproducirse.

—Lo sé —dijo Mary—. Créeme, eso es lo último que yo quisiera.

—Entonces, ¿qué?

Mary se apoyó en los cojines, salvando la distancia que la separaba de Bandra, y la besó en los labios.

—Ven conmigo —dijo, cuando terminó.

—¿Qué?

—Ven conmigo, al otro lado. A mi mundo. A Sudbury.

—¿Resolvería eso mi problema?

—Te quedarías en mi mundo cuando Dos se convierten en Uno. Nunca tendrías que volver a ver a Harb.

—Pero mis hijas …

—Son justamente eso: hijas. Siempre vivirán en el Centro de la ciudad. Estarán a salvo de él.

—Pero yo me moriría si no pudiera volver a verlas.

—Entonces regresa cuando Dos estén separados. Vuelve cuando no haya ninguna posibilidad de ver a Harb. Vuelve y visita a tus hijas … y a sus hijos, tantas veces como quieras.

Bandra trataba de asimilar aquello.

—¿Quieres decir que tú y yo podríamos pasar de un mundo a otro, pero lo haríamos en momentos diferentes?

—Exactamente. Yo sólo vendría de visita cuando Dos se conviertan en Uno … y tú cuando no. En Canadá suele trabajarse cinco días sí y dos días no. Llamamos a esos días «fines de semana». Podrías volver cada fin de semana que no cayera en Dos que se convierten en Uno.

—Harb se pondría furioso.

—¿A quién le importa?

—Yo tendría que viajar al Borde para utilizar el portal.

—Entonces no lo hagas nunca sola. Asegúrate de que no pueda acercarse allí.

Bandra parecía vacilante.

—Yo … supongo que podría funcionar.

—Funcionará-dijo Mary con firmeza—. Si pusiera objeciones o intentara verte en el momento inadecuado del mes podría descubrirse la verdad. Tal vez no le importe lo que os pase a ti o a tus hijas, pero no querrá que lo castren.

—¿Harías esto por mí? —preguntó Bandra—. ¿Establecerías un hogar conmigo en tu mundo?

Mary asintió y la abrazó.

—¿Qué haría yo allí? —preguntó Bandra.

—Enseñar, en la Laurentian, conmigo. Ninguna universidad de mi mundo rechazaría una oportunidad de incorporar una geóloga neanderthal a su claustro.

—¿De verdad?

—Oh, sí, de verdad.

—¿Entonces podríamos vivir y trabajar juntas en tu mundo?

—Sí.

—Pero … pero me dijiste que no era lo común entre tu gente.

Dos mujeres viviendo juntas …

—No es la costumbre de la mayoría de mi gente —dijo Mary—. Pero sí de algunas. Y Ontario, donde viviremos, es uno de los lugares más comprensivos de todo mi mundo con este tipo de cosas.

—Pero: … pero ¿eso te haría feliz?

Mary sonrió.

—No hay soluciones perfectas. Pero ésta se acerca.

Bandra estaba llorando, pero eran lágrimas de alegría.

—Gracias, Mary.

—No —dijo Mary—. Gracias a ti. A ti ya Ponter.

—Lo de Ponter puedo comprenderlo, ¿pero yo? ¿Por qué?

Mary volvió a abrazarla.

—Ambos me habéis mostrado nuevas formas de ser humana. y por eso siempre os estaré agradecida.

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