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Aquí en Norteamérica, en la India y Japón y Europa y Rusia y portado este ancho y maravilloso mundo nuestro, las cosas están mejor que nunca … y siguen mejorando día a día…


¡Finalmente llegó el momento! Dos se habían convertido en Uno una vez más. Mary y docenas de otras hembras esperaban al aire libre a que aparecieran los hombres. Lurt estaba allí, con el joven Dab, el hijo que tenía con Adikor. Jasmel, la hija mayor de Ponter, estaba también, pero en realidad esperaba, Mary lo sabía, a su propio hombre-compañero, Tryon. Mega, la hija menor de Ponter, también estaba allí, y Mary, de su mano, esperaba con ella. Se alegró de que no hubiera ni rastro de Daklar Bolbay, la tutora de la joven Mega; esa mujer ya había creado suficientes problemas a Mary, Ponter y Adikor.

Por fin llegó el hoverbús. Ponter y Adikor salieron, y Mary corrió hacia su hombre. Se abrazaron y se lamieron las caras. Ponter abrazó a sus dos hijas y se colocó a Mega sobre los hombros. Adikor, mientras tanto, ya había desaparecido con su mujer-compañera y su hijo.

Ponter había traído el maletín trapezoidal que normalmente llevaba en sus viajes a la otra Tierra. Mary se encargó de transportarlo mientras él llevaba a Mega.

Habían acordado en otra charla a través de los Acompañantes ir a buscar a Vissan el tercero de los cuatro días que duraba el Dos que se convierten en Uno, ya que la previsión meteorológica era de lluvia para Saldak pero cielos despejados en Kraldak.

Mary, Ponter y Mega pasaron un rato maravilloso juntos esa mañana. Aunque empezaba a hacer frío y todos los árboles habían cambiado de color, el aire era aún nítido y estaba despejado. Después de almorzar, Mega se fue a jugar con sus amigos, y Mary y Ponter se marcharon a la casa que ella compartía con Bandra. Los neanderthales tenían una actitud abierta hacia el sexo, pero Mary seguía sin sentirse cómoda haciendo el amor sabiendo que había alguien más en casa. Por fortuna, Bandra había dicho que estaría fuera hasta la noche con su propio hombre-compañero, Harb. Y por eso Ponter y Mary eran dueños del lugar.

El sexo, como siempre, fue fabuloso, y Mary alcanzó el clímax varias veces. Cuando terminaron, se bañaron juntos, y cada uno de ellos limpió amorosamente al otro. Luego se tendieron en los almohadones, sólo para charlar y abrazarse. Mary no estaba acostumbrada a que Ponter hablara utilizando las contracciones del inglés, pero ahora lo hacía, pues era Christine, un implante más avanzado, quien traducía en lugar de Hak.

Mary y Ponter se pasaron casi toda la tarde acurrucados y acariciándose y hablando y caminando, sólo por disfrutar del placer de la mutua compañía. fueron a ver una comedia breve: a los neanderthales les encantaba el teatro. Ventiladores eléctricos en la parte posterior del escenario lanzaban las feromonas de los actores al público y despejaban de la sala las de la audiencia.

Luego disfrutaron de un juego de mesa neandertal llamado partanlar, una especie de cruce entre el ajedrez y las damas: todas las piezas eran idénticas, pero cómo se movían dependía de en qué casilla estaban de las cien que componían el tablero.

Más tarde comieron en un restaurante regentado por dos mujeres viejas cuyos hombres-compañeros habían muerto, y disfrutaron de un venado delicioso, maravillosas ensaladas de piñones y hojas de helecho, patatas fritas y huevos duros de pato. Se sentaron el uno junto al otro en el sofá acolchado del fondo del restaurante, ., se pusieron los guantes para comer al estilo neanderthal y se dieron bocados por turnos.

—Te quiero —dijo Mary, acurrucándose contra Ponter.

—Y yo te quiero también —respondió Ponter—. Te quiero tanto …

—Desearía que siempre fuera Dos que se convierten en Uno —dijo Mary.

—Cuando estoy contigo, yo también deseo que no se acabe nunca —contestó Ponter, acariciándole el pelo.

—Pero tiene que ser así —dijo Mary con un suspiro—. No sé si alguna vez encajaré aquí.

—No hay ninguna solución perfecta, pero podrías … Mary se enderezó y se volvió a mirarlo.

—¿Qué?

—Podrías volver a tu mundo.

Mary sintió que el corazón se le encogía.

—Ponter, yo …

—Durante veinticinco días al mes. Y volver aquí cuando Dos se conviertan en Uno. Te prometo que cada vez que lo hagas te proporcionaré los días más amorosos, divertidos y apasionadamente sexuales posibles.

—Yo…

Mary frunció el ceño. Había estado buscando una solución para que ambos pudieran verse constantemente. Pero por lo visto no la había. Sin embargo …

—El trayecto entre Toronto y Sudbury sería pesado —dijo—, por no mencionar los procedimientos de descontaminación de cada viaje, pero …

—Te olvidas de quién eres.

—Yo … ¿perdona?

—Eres Mare Vaughan.

—¿Si?

—Eres esa Mare Vaughan. Cualquier academia … discúlpame, cualquier universidad estaría encantada de que formaras parte de su cuadro docente.

—Bueno, y eso es otro problema. No podré conseguir cuatro días de permiso seguidos cada mes.

—Una vez más, te subestimas.

—¿Cómo?

—¿Entiendo bien vuestros calendarios académicos? Trabajas ocho meses al año.

—De septiembre a abril, sí. De otoño a primavera.

—Entonces en cuatro o cinco momentos en que Dos se convierten en Uno estarás obligada a ir a la universidad. De los ocho restantes, un buen número caerá en parte en esos primeros y últimos días de vuestros grupos de siete días en los que no trabajáis.

—A pesar de todo …

—A pesar de todo habrá días en que tendrás que perderte las clases.

—Exactamente. Y nadie va a comprender que …

—Perdóname, querida, pero todo el mundo va a comprenderlo.

Incluso antes de esta visita, pero sobre todo ahora, sabes más que ningún otro gliksin no sólo sobre la genética de los neanderthales, sino que también sabes más que los neanderthales sobre genética. Serías un valor añadido para cualquier universidad, y si hay que hacer algunos cambios para satisfacer tus necesidades especiales, estoy seguro de que podrán hacerlos.

—Creo que subestimas las dificultades.

—¿De veras? La manera de averiguado es intentarlo.

Mary frunció los labios, pensando. Ponter tenía razón, desde luego no perdería nada por preguntar.

—De todas formas, Ilegal' a Toronto desde Sudbury lleva casi un día entero, sobre todo si se añade el tiempo que se tarda en llegar al portal en coche. Cuatro días podrían convertirse fácilmente en seis.

—Si volvieras a vivir en Toronto, sí. Pero ¿por qué no haces tu contribución a la Universidad Laurentian en Sudbury? Ya te conocen por el trabajo que hiciste allí durante mi primera visita a tu mundo.

—La Laurentian —dijo Mary, saboreando la palabra, saboreando la idea. Era una universidad pequeña y bonita, con un departamento de genética de primera fila, y hacía todo aquel fascinante trabajo forense …

« Forense. »

La violación. La maldita violación.

Mary dudaba que pudiera volver a sentirse cómoda trabajando de nuevo en la Universidad de York, en Toranto. No sólo tendría que enfrentarse a Cornelius Ruskin, sino que tendría que trabajar junto a Qaiser Remtulla, la otra mujer a la que Ruskin había violado, una violación que podría haberse impedido si Mary hubiera denunciado la agresión que ella misma había sufrido. Cada vez que pensaba en Qaiser, Mary se sentía culpable; trabajar con ella sería devastador … y trabajar con Cornelius, aterrador.

Había cierta elegancia en lo que Ponter estaba proponiendo, enseñar genética en la Laurentian…

Vivir cerca de la mina Creighton, el umbral del portal interdimensional universal…

Y pasar aunque sólo fueran cuatro días al mes con Ponter sería maravilloso, más fabuloso que una relación de veinticuatro horas siete días a la semana con cualquier otro hombre que pudiera imaginar …

—Pero … ¿Y la generación 149? ¿Y nuestro hijo? No podría soportar ver a mi hijo sólo una vez al mes.

—En nuestra cultura, los hijos viven con sus madres.

—Pero sólo hasta los diez años, si son varones. Entonces, como hará Dab pronto, se van a vivir con sus padres. Yo no podría dejar a mi hijo después de sólo una década.

Ponter asintió.

—Sea cual sea la solución que encontremos y nos permita tener un hijo, requerirá una manipulación de cromosomas. Sin duda, en ese proceso, será una cuestión trivial asegurarse de que tengamos una hija. Y esa hija viviría con su madre hasta llegar a los doscientos cincuenta y cinco meses … más de dieciocho años vuestros. ¿No es ésa la edad típica a la que los hijos dejan el hogar de sus padres, incluso en vuestro mundo?

A Mary le daba vueltas la cabeza.

—Eres un tipo brillante, sabio Boddit.

—Hago lo que puedo, sabia Vaughan.

—No es una solución perfecta.

—Esas cosas son raras —dijo Ponter.

Mary pensó en eso, luego se acurrucó junto a Ponter y le dio un lento y largo lametón en la mejilla izquierda.

—¿Sabes? —dijo, apretando la cara contra su peluda cara—, incluso podría funcionar.

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