24

Si los peligros representados por el colapso del campo magnético de la Tierra nos han enseñado algo, es que la humanidad es demasiado preciosa para tener un solo hogar … que guardar todos nuestros huevos en una sola cesta es una locura…


Ponter llamó al conductor del cubo de viaje y le dijo que regresara a Kraldak, y que ya solicitarían más tarde otro cubo para que los llevase a casa.

Mary y Mega se quedaron en la cabaña, mientras Vissan y Ponter salían de caza. Mega le enseñó a Mary cómo funcionaba su juguete nuevo; Mary parafraseó parte de El libro de la selva de Kipling para Mega, y la niña le enseñó a su vez una cancioncilla neanderthal. El tiempo con Mega pasaba rápido … y Mary sabía que sería aún más maravilloso tener una hija propia.

Finalmente, Vissan y Ponter regresaron con un faisán que habían cazado para la cena y que Vissan procedió a cocinar mientras Ponter preparaba una ensalada. Resultó que había paneles solares en el techo de la cabaña de Vissan, y tenía una caja de vacío para almacenar comida, un calentador eléctrico, algunas lámparas luciferinas y otras cosas; sus amigos le habían hecho regalos de despedida cuando decidió dejar la estructurada sociedad neanderthal. En conjunto, a Mary no le pareció una mala vida, siempre que tuviera lectura de sobra. Vissan le mostró su bloque de datos, y cómo podía recargarlo con los colectores solares del techo de la cabaña.

—Tengo unos cuatro mil millones de palabras almacenadas en esto —dijo—. Mi acceso a las nuevas obras ha quedado cortado, naturalmente … pero no importa. Las obras nuevas son todas basura, de todas formas. ¡Pero los clásicos! —Vissan apretó el aparatito contra su pecho—. ¡Cómo adoro leer los clásicos!

Mary sonrió. Vissan hablaba igual que Colm cuando proclamaba las virtudes de Shakespeare y sus contemporáneos; ella había tenido que mantener sus novelas románticas de Arlequín fuera de la vista, para no empezar a discutir.

Tuvo que admitir que la comida estaba deliciosa o más bien, que estaba hambrienta después de todo lo que había caminado.

Colocaron en el suelo el escritor de codones durante la comida, pero cuando terminaron de comer Vissan volvió a ponerlo sobre la mesa. Mega se acurrucó en un rincón y se echó una siesta mientras los tres adultos se sentaban en torno a la mesa: Vissan en la única silla, Ponter en el extremo de un tronco y Mary frente al ciclópeo cráneo de mamut, encima de la caja de vacío.

—Muy bien —dijo Vissan, mirando la pantalla—. Está terminando la secuencia.

Mary miraba a Vissan más que a la pantalla cuadrada, ya que, salvo algunas cosas que había ido pillando, no comprendía los símbolos que mostraba. Pero Vissan no era consciente de eso, y señalaba la pantalla.

—Como puede ver, ha hecho una lista de los cincuenta mil genes activos que hay en su ácido desoxirribonucleico, Mare, y de los cincuenta mil de Ponter.

—¿Cincuenta mil? —dijo Mary—. Creía que sólo había treinta y cinco mil genes activos en el ADN humano. Ése es nuestro último recuento.

Vissan frunció el ceño.

—Ah, bueno, pasan por alto el… no sé cómo lo llaman. Una especie de duplicación crónica. Puedo mostrarle más tarde cómo funciona.

—Por favor —dijo Mary, fascinada.

—En cualquier caso, el aparato ha hecho ahora una lista de cincuenta mil alelos de los genes que posee cada uno de ustedes. Eso significa que el escritor de codones podría continuar ya y producir lo que necesitan: un par de gametos con mismo número de cromosomas, pero…

—¿Si?

—Bueno, ya le dije cuál fue la intención original de este aparato: dejar que los padres escojan y decidan entre los alelos que podrían ofrecer un hijo.

—Por mí, me contentaría con probar nuestra suerte, al azar. Mary lo dijo sin reflexionar; se dio cuenta luego de que eso se debía en parte a su natural repulsión católica a manipular la materia de la vida … a pesar de que cualquier uso de esa máquina era sin duda una manipulación en toda regla …

Vissan frunció el ceño.

—Si ustedes fueran los dos barasts, aceptaría esa respuesta sin objeciones … pero, como usted misma ha comentado, Mare, si ambos fueran barasts no necesitarían el escritor de codones para que combinara al azar su material genético. —Negó con la cabeza—. Pero no son ustedes dos barasts. —Contempló el antebrazo de Ponter—. Creía que no volvería a usar uno de éstos, pero … ¡Acompañante de Ponter!

—Día sano —dijo una voz masculina desde el altavoz externo del aparato—. Mi nombre es Hak.

—Hak, entonces —contestó Vissan—. Sin duda se habrán hecho estudios de las diferencias entre el ácido desoxirribonucleico barast y gliksin desde que se estableció el contacto con la gente de Mare.

—Oh, sí. Ha sido un tema candente.

—¿Están disponibles esos estudios en la red de información planetaria?

—Por supuesto.

—Bien —dijo Vissan—. Necesitaremos acceder a ellos sobre la marcha.

Alzó la cabeza y miró a Mary, y luego a Ponter, y después a Mary otra vez.

—Les aconsejo fehacientemente que no mezclen sin más sus ácidos desoxirribonucleicos. Estamos hablando de combinar dos especies. Sí, cierto —indicó la pantalla del escritor de codones—, está claro que los genomas de barasts y gliksins son casi idénticos, pero deberíamos examinar dónde divergen y seleccionar las combinaciones con cuidado. —Señaló a Mary—. ¿Esas narices diminutas son típicas de su especie?

Mary asintió.

—Bueno, ¿ven? Sería ridículo codificar una naricita gliksin y un gigantesco bulbo olfativo barast. Habrá que elegir las características con cuidado para que se potencien entre sí, o al menos para que no interfieran entre sí.

Mary asintió.

—Claro. Por supuesto. —Sentía mariposas bailándole en el estómago, pero trató de parecer atrevida—. Bien, ¿qué hay en el menú?

—¿Hak? —dijo Vissan.

—La divergencia genética …

—¡Espera! —dijo Vissan—. Todavía no te he formulado la pregunta.

Ponter sonrió.

—Hak es un Acompañante muy inteligente —explicó. ¿Conoce usted a Kobast Ganst?

—¿El investigador de inteligencia artificial? He oído hablar de él.

—Bueno —contestó Ponter—, hace unos diez meses mejoró mi Acompañante. No fue usted la única que intentó mejorar la especie de los barasts, naturalmente. Kobast quiere que todo el mundo de la generación 149 tenga el beneficio de contar con Acompañantes verdaderamente inteligentes.

—Esperemos que no prohíban el trabajo de Ganst como hicieron con el mío … aunque si lo hacen, me alegraré de tener un vecino. En todo caso, estaba a punto de pedirle a Hak que resumiera lo que se sabe acerca de las diferencias entre el genoma gliksin y el barast.

—Y yo estaba a punto de decírselo —dijo Hak, ligeramente molesto—. Hay, como bien ha observado, unos cincuenta mil genes activos en cualquier gliksin o barast. El 98,7% poseen alelos existentes en ambas poblaciones; sólo 462 genes pertenecen a los barasts pero no a los gliksins, o viceversa.

—Bien —dijo Vissan. Miró a Mary—. Puede dejar el resto al azar, si quiere, pero creo que deberíamos examinar con atención esos 462 genes, y tomar decisiones sensatas acerca de cada uno de ellos.

Mary miró a Ponter, para ver si ponía alguna objeción.

—Muy bien —dijo él.

—De acuerdo… aunque, antes de empezar, hay dos cuestiones que debemos resolver. Con el escritor de codones, haremos un conjunto diploide de cromosomas que combinarán el ácido desoxirribonucleico de ambos. ¿Hacemos veintitrés pares de cromosomas o veinticuatro? Es decir, en cuanto al número de cromosomas, ¿quieren que su hijo sea barast o gliksin?

—¡Uf! —dijo Mary—. Buena pregunta. El trabajo que hacía en mi mundo trataba de decidir a qué especie pertenecen las personas por motivos de inmigración. Parece probable que el recuento de cromosomas sea adoptado como medida estándar.

—Su hijo puede ser híbrido en muchos aspectos. Pero, en esto, debe ser una cosa o la otra.

—Vaya … ¿Ponter?

—Tú eres la genetista, Mare. Sospecho que los asuntos del recuento de cromosomas están … ¿cómo decís vosotros?, «más cerca de tu corazón» que del mío.

—¿No tienes ninguna preferencia?

—En el plano emocional, no. Pero sospecho que hay ventajas legales en que nuestro hijo sea genéticamente barast.

—¿Y eso?

—Nosotros tenemos un Gobierno mundial unificado … el Gran Consejo Gris. Vosotros tenéis 191 Estados miembros en vuestras Naciones Unidas, aparte de algunos otros que no lo son. Habría problemas de inmigración en cada uno de ellos, ¿no?

Mary asintió.

—Parece más fácil convencer a un solo Gobierno mundial de que debe permitirse vivir y trabajar en cualquier lugar del planeta a un ser con veintitrés pares de cromosomas que convencer a montones de Estados de tu mundo de que hay que conceder los mismos derechos a un ser con veinticuatro pares.

Mary miró a Vissan.

—No vamos a crear el ADN de nuestro hijo hoy mismo, ¿verdad?

—No, no, por supuesto que no. Eso se hará en su mundo, supongo, cuando esté preparada para quedarse embarazada. Sólo me estoy asegurando de cuáles son los temas que tienen que abordar.

—Así que no tenemos que decidir ahora mismo.

—Correcto.

—Bien, entonces, dejemos eso sobre la mesa.

Vissan miró la mesa que tenía delante.

—¿Cómo?

—Quiero decir: apartémoslo por ahora. ¿Qué más?

—Bueno, esto no tiene nada que ver con sus circunstancias especiales pero también hay que decidido, ya que afecta a cómo el escritor de codones aborda el ácido desoxirribonucleico de Ponter. ¿Quieren un niño o una niña?

—Ya lo hemos discutido —dijo Mary—. Vamos a tener una hija.

Vissan tocó un control del escritor de codones.

—Una niña. Ahora, veamos qué más tenemos …

Miró la pantalla.

—La secuencia genética mostrada —dijo Hak— se refiere al pelo. Los barasts tienen una división natural en la parte central del cuero cabelludo, justo sobre la sutura sagital. Los gliksins tienden a tener divisiones naturales en los lados. Marc parece tener alelos sólo para las divisiones laterales; los dos alelos del genoma personal de Ponter son, naturalmente, para divisiones centrales. Podríais tomar uno de cada, y descubrir experimentalmente cuál es dominante, o tomar los dos de Ponter y ninguno de Mare, o ambos de Mare y ninguno de Ponter, y estar razonablemente seguros del resultado.

Mary miró a Ponter. A los neanderthales, en efecto, el pelo les caía hacia ambos lados desde el centro, como a los chimpancés bonobos. Al principio le resultaba extraño, pero ya se había acostumbrado.

—No sé.

—Aliado —dijo Ponter—. Si va a ser niña, debería parecerse a su madre.

—¿Estás seguro?

—Claro.

—Aliado, entonces —dijo Mary—. Use mis dos alelos.

—Hecho —dijo Vissan, tocando más controles. Indicó la pantalla cuadrada—. ¿Ve cómo se hace? Esos puntos de contacto en la pantalla seleccionan alelos.

Mary asintió.

—Muy sencillo. . .

—Gracias. Me esforcé para que fuera fácil de utilizar. Ahora reconozco el siguiente grupo de alelos, al menos por parte de Ponter:.son el color de los ojos. Mare, sus ojos son azules … algo que nunca hemos visto aquí. Los de Ponter son de un tono marrón dorado que llamamos delint; es poco corriente, y por eso los apreciamos más.

—Los ojos azules son recesivos en los gliksins —dijo Mary.

—Igual que los delint aquí. Así que podemos escoger sus dos alelos y hacer que su hija tenga los ojos azules; o los dos de Ponter y que los tenga dorados; o incluir uno de cada a ver cuál es el resultado sorpresa …

Continuaron de ese modo durante algún tiempo, interrumpiéndose solamente cuando, primero Mary y luego Ponter, tuvieron que ir al cuarto de baño … o sea, a usar un orinal de madera.

—Y ahora —dijo Vissan—, negamos a un interesante tema neurológico. Yo no tomaría un alelo de Mare y otro de Ponter en este caso, pues no se sabe qué efecto tendrá su combinación. Creo que sería mucho más seguro para la niña estar de un lado o del otro, en vez de intentar mezclar las características. En un barast, se sabe que este gen gobierna el desarrollo de la parte del lóbulo parietal del cerebro que está situada en el hemisferio izquierdo. Sin duda que no querrán que haya daños cerebrales y …

—¿Ha dicho el lóbulo parietal? —preguntó Mary, inclinándose hacia adelante. El corazón le latía con fuerza.

—Sí —respondió Vissan—. Si no se forma adecuadamente, puede producirse afasia y haber dificultades con la función motora y …

Mary se volvió hacia Ponter. —¿Se lo has contado?

—¿Cómo dices?

—Venga ya, Ponter. ¡Lo del lóbulo parietal en el lóbulo izquierdo!

Ponter frunció el ceño.

—¿Sí?

—Según Verónica Shannon es responsable del pensamiento religioso en mi especie. La experiencia extracorpórea; la sensación de ser uno con el universo. Todo eso está enraizado ahí.

—Oh —dijo Ponter—. Cierto.

—¿Quieres decir que no sabías que esto iba a salir a colación?

—Sinceramente, Mare, no tenía ni idea.

Mary apartó la mirada.

—Has hablado de una «cura» para la religión, por el amor de Dios. Y ahora, qué casualidad, tenemos una.

—Mare-intervino Vissan—, Ponter y yo no hemos hablado de esto.

—¿No? Han cazado solos un buen rato …

—De verdad, Mare —insistió Vissan—. Desconozco la investigación que ha mencionado.

Mary inspiró profundamente y luego dejó escapar el aire muy despacio.

—Lo siento —dijo por fin—. Tendría que haberlo sabido. Ponter nunca me la habría dado con queso.

El Acompañante de Ponter pitó, pero él no pidió ninguna explicación.

Mary extendió la mano izquierda.

—Ponter, eres mi hombre-compañero, aunque todavía no hayamos realizado la ceremonia de unión. Sé que nunca me engañarías.

Ponter no dijo nada. Mary negó con la cabeza.

—No esperaba tener que abordar este tema. Quiero decir el color del pelo y de los ojos, ¿vale? ¿Pero atea o creyente? ¿Quién habría pensado que eso sería una decisión genética?

Ponter apretó la mano de Mary.

—Este tema es mucho más importante para ti que para mí. Eso al menos lo comprendo. Haremos lo que tú quieras.

Mary volvió a tomar aire. Podía discutirlo con el padre Caldicott, claro … pero un sacerdote católico no aprobaría ningún paso de aquel proceso.

—No estoy ciega, ¿sabes? Sé lo pacífico que es este mundo vuestro, al menos la mayor parte del tiempo. Y he visto lo …

Guardó silencio, pensó un momento, y luego se encogió de hombros porque no encontró otra palabra mejor para expresarlo que la primera que se le había ocurrido.

—He visto lo espirituales que sois. Y sigo pensando en las cosas que dijiste, Pomer … en casa de Reuben, cuando vimos juntos la misa por la tarde, y en el muro de los veteranos de Vietnam y … —Volvió a encogerse de hombros—. He estado escuchando, pero …

—Pero no estás convencida —dijo Ponter amablemente—. No te lo reprocho. Después de todo, no soy sociólogo. Mis reflexiones sobre el…

También él hizo una pausa. Evidentemente se daba cuenta ya que aquél era un tema muy delicado en ese momento. Pero continuó, al parecer incapaz de encontrar una palabra mejor.

—Sobre el mal que la religión ha causado en tu mundo, no son más que eso: reflexiones, elucubraciones filosóficas. No puedo demostrar mi argumento; dudo que nadie pueda.

Mary cerró los ojos. Intentó rezar, pedir una guía. Pero nunca la había conseguido en el pasado y no había motivo para suponer que esta vez sería diferente.

—Tal vez —dijo por fin— deberíamos dejado simplemente en manos del destino. Que los genes caigan donde quieran.

Vissan habló en voz baja.

—Si se tratara de cualquier otra parte del cuerpo, podría estar de acuerdo con usted, Mare. Pero estamos hablando de un componente del cerebro que es claramente distinto entre las dos especies de humanidad. Unir simplemente un alelo gliksin y otro barast y esperar que salga lo mejor no me parece prudente.

Mary frunció el ceño, pero Vissan tenía razón. Si iban a seguir adelante y tener una criatura híbrida, de un modo u otro había que tomar una decisión.

Ponter soltó la mano de Mary, pero entonces empezó a acariciarle el dorso.

—No vamos a decidir si nuestra hija tendrá un alma o no. En el mejor de los casos, elegiremos si ella creerá o no tener un alma.

—No tienen que decidido hoy —dijo Vissan—. Mi intención, como decía, es guiados por el proceso de empleo del escritor de codones. De todas formas, Mary, no tendrá que producir el cromosoma diploide hasta que llegue el momento de implantado. —Cruzó las manos—. Pero cuando ese momento llegue, tendrá que tomar una decisión.

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