15

—Hay dos razones para que un paciente desee someterse a la quimioterapia —nos había dicho Katarina Kohl poco después del diagnóstico—. La primera es la esperanza de eliminar el cáncer —me miró a mí, luego a Susan, luego a mí otra vez—. Pero te diré la verdad: las probabilidades de eliminar tu cáncer son pequeñas, Tom. El cáncer de pulmón se cura muy rara vez.

—Bien, en ese caso no quiero quimio —dije de inmediato—. No quiero malgastar lo que me queda de vida sufriéndola.

La doctora Kohl se mordió los labios.

—Ciertamente, la decisión es tuya —dijo. Luego señaló en dirección a Susan—. De los dos. Pero hay muchos mitos con respecto a la quimio. También puede ser paliativa; ésa es la segunda razón para tenerla en cuenta.

Mi boca formó la palabra paliativa. La doctora Kohl asintió.

—Puede que experimentes mucho dolor en los próximos meses, Tom. La quimioterapia puede reducir la intensidad del dolor reduciendo el tamaño de los tumores.

—¿Qué harías tú en mi caso? —pregunté.

Kohl se encogió de hombros.

—Si estuviésemos en Estados Unidos, si no tuvieses seguro y tuvieses que pagar de tu bolsil o el tratamiento de quimioterapia, quizá sería mejor olvidarse de él y vivir con el dolor, aunque evidentemente, en cualquier caso, te recetaré analgésicos para ayudarte. Me gusta emplear un compuesto de platino para tratar el cáncer de pulmón, y esos compuestos son muy caros. Pero como OHIP pagará el coste del tratamiento, te aconsejaría que los aceptases. Empleamos compuestos de platino en combinación con vinblastina, etoposide o mitomicina-C. La medicación de platino debe administrarse en un hospital, pero es lo mejor en el caso de cáncer de pulmón.

—¿Qué hay de los efectos secundarios? —pregunté.

—Puede que sufras de náuseas. Puede que pierdas parte del pelo, o todo.

—Quiero seguir trabajando todo lo posible —dije.

—La quimio puede ayudar; no extenderá tu vida de forma significativa, pero puede que la haga más productiva.

Ricky ya iba a la escuela todo el día, y Susan tenía su trabajo. Si yo podía seguir trabajando, incluso unos meses más, sería mejor que quedarme en casa todo el día exigiendo cuidado constante.

—No toméis una decisión ahora mismo —dijo la doctora Kohl—. Pensáoslo. —Nos dio unos fol etos para leer.


Hollus creía en Dios.

T'kna creía en Dios.

¿Y yo?

—Quizá lo que me molesta es la palabra Dios —le dije a Hollus una vez que regresamos a mi despacho—. Si quieres proponer que la evolución de la Tierra sufrió la interferencia de una fuente externa, no puedo decir que te equivoques. Después de todo, tú mismo me dijiste que hubo civilizaciones inteligentes en esta parte de la galaxia hace incluso 3.000 millones de años.

—La especie de Eta Cassiopeae A III, sí.

—¿No son ésos los que hicieron estal ar su luna?

—No; ésa era la especie de Mu Cassiopeae A Prima, a 5,5 años luz de Eta Cassiopeae.

—Vale. Bien, los seres de Eta Cassiopeae, vamos a llamarlos etanos, tenían una civilización tecnológica hace 3.000 mil ones de años, cuando la vida empezaba en este mundo. Está claro que los etanos podrían haber venido aquí.

—Estás dejando de lado mucho tiempo —dijo Hollus—, porque dijiste que la vida apareció en este mundo al menos 800 mil ones, si no 1.000 millones, de años antes de esos 3.000 mil ones de años.

—Bien, sí, pero…

—Y, evidentemente, mi propio sol, Beta Hydri ni siquiera se había formado entonces; como ya te he dicho, tiene 2.600 millones de años, así que nadie de Eta Cassiopeae podría haberlo visitado.

—Bien, quizá no fuesen los etanos…, seres de alguna otra estrella vinieron aquí, o fueron a tu mundo, o al mundo de los wreeds. Todas las acciones que le asignas a Dios podrían haberlas realizados seres avanzados.

—Hay dos problemas con tu argumento —dijo Hollus con amabilidad—. El primero, evidentemente, es que incluso si eliminas la necesidad de un dios en los acontecimientos más recientes, acontecimientos de los últimos miles de mil ones de años, acontecimientos posteriores a la aparición de otros observadores conscientes en este universo, no has evitado sin embargo la necesidad de un diseñador que estableció las fuerzas relativas de las cinco fuerzas fundamentales, que diseñó las propiedades del agua, incluyendo las termales, y demás. Y por tanto, lo que haces es contrario a la navaja de Occam de la que hablaste: en lugar de reducir estás multiplicando el número de entes que han influido en tu existencia: un dios inevitable para crear el universo y luego seres menores opcionales que posteriormente se interesaron en manipular el desarrollo de la vida.

»Segundo —siguió diciendo Hollus—, debes recordar que el momento de las extinciones masivas parece que se preparó para ocurrir simultáneamente en nuestros tres mundos: la más antigua fue hace 440 mil ones de años; la más reciente, 65 millones de años. Eso es un periodo de 375 millones de años… y sin embargo, como hemos descubierto, el periodo de vida de una especie inteligente, medido desde el momento en que desarrolla la radio, no es aparentemente de más de un par de centenares de años antes de que se destruya a sí misma o desaparezca.

Mi mente volaba sin control.

—Vale —dije al fin—. Quizá se ajustaron los parámetros fundamentales para producir un universo que diese lugar a la vida.

—No hay ninguna suposición —dijo Hollus—. Está claro que el universo fue diseñado para ser biogenerativo.

—Vale. Pero si aceptamos tal cosa, el simple hecho de crear vida no puede ser el único fin. Debes creer que tu diseñador putativo no quería simplemente vida, sino vida inteligente. Vida sin inteligencia es poco más que química compleja. Solamente cuando se vuelve inteligente es cuando se torna interesante.

—Es una opinión muy extraña para alguien que estudia dinosaurios —comentó Hollus.

—En realidad no lo es. Después de todo, los dinosaurios desaparecieron hace 65 mil ones de años. La llegada de la inteligencia es lo único que permite saber que existieron. —Hice una pausa—. Pero estás acercándote a algo que quiero comentar. —Volví a detenerme, buscando la metáfora adecuada—.¿Cocinas?

—¿Cocinar? ¿Te refieres a preparar comida a partir de materiales básicos?

—Sí.

—No.'

—Bien, yo sí, o al menos, solía hacerlo. Y simplemente hay cosas que no puedes preparar limitándote a combinar todos los elementos al principio. Si quieres cocinarlas, tienes que intervenir a medio camino.

Hollus lo pensó.

—¿Estás sugiriendo que no hay forma en que el creador pudiese conseguir vida inteligente sin intervenir directamente? Muchos religiosos se opondrían a tal idea, porque intervenciones ocasionales implican un Dios que normalmente está ausente del universo.

—No doy a entender nada —dije—. Simplemente estoy analizando las suposiciones inherentes a tus creencias. Mira, los dinosaurios dominaron este mundo mucho más tiempo que los mamíferos, y sin embargo nunca consiguieron nada ni remotamente similar a la inteligencia real. Aunque sus cerebros aumentaron ligeramente de tamaño a lo largo del tiempo, incluso el dinosaurio más inteligente que jamás haya vivido —cogí el cráneo de Troódon de Phil Currie que ahora se encontraba en un estante tras mi mesa— no era más inteligente que el mamífero más estúpido. De hecho, no hay forma en que se pudiesen volver sustancialmente más inteligentes. La parte del cerebro mamífero en la que existe la inteligencia no existe en los reptiles. —Hice una pausa—. Me comentaste que las criaturas dominantes en tu planeta hasta hace 65 millones de años, esos pentápodos, también eran brutos estúpidos, y dijiste que una situación similar se dio en Delta Pavonis.

—Sí.

—Y que tus antepasados en esa época eran como mis antepasados y los de los wreeds: criaturas pequeñas viviendo en los márgenes del ecosistema.

—Eso es cierto —dijo Hollus.

—Pero esos antepasados tenían cerebros capaces de desarrollar la inteligencia —dije—. Mis antepasados eran crepusculares: activos en la puesta de sol. Así que desarrollaron grandes ojos y complejos córtex visuales. Y, evidentemente, la potencia cerebral necesaria para procesar las imágenes resultantes.

—¿Estás sugiriendo que la infraestructura para la inteligencia sólo puede darse en esos animales en, qué frase has usado, los márgenes de un ecosistema? ¿Animales que se ven forzados a moverse de noche?

—Quizás. Y si ése es el caso, entonces la inteligencia sólo puede dar frutos si los animales dominantes y tontos son eliminados.

—Supongo —dijo Hollus—. Pero… oh, comprendo. Estás diciendo que las condiciones que podrían dar origen a la vida, e incluso el comienzo de la inteligencia, podrían estar codificadas en el diseño mismo del universo, pero no hay forma de hacer que la inteligencia sea dominante, que florezca y se desarrolle, sin intervención directa.

Para mi sorpresa, dije:

—Ésa es mi propuesta, sí.

—Eso explica las extinciones de hace 65millones de años. Pero ¿qué hay de las extinciones anteriores?

—¿Quién sabe? Presumiblemente también fueron necesarias para desplazar el ecosistema hacia la eventual aparición de la vida. En la Tierra, las extinciones al final del Pérmico ayudaron a dejar el paso abierto para reptiles similares a los mamíferos… los antepasados de los mamíferos. Su habilidad para regular la temperatura corporal quizá fuese irrelevante en los climas benignos que existían hasta las glaciaciones mundiales que provocaron las extinciones… y sospecho que la sangre caliente, que evolucionó a partir de esa capacidad, es otro requisito previo para la inteligencia. De forma que la extinción del Pérmico fue una forma de incrementar sustancialmente el porcentaje de endotermos nacientes, asegurándose de que no eran superados y eliminados del acervo genético.

—Pero ¿cómo podría el creador forzar una era glacial? —preguntó Hollus.

—Bien, si asumimos que envió un asteroide contra cada uno de nuestros mundos al final del Cretácico, podría haber roto un asteroide o dos en órbita para formar anillos alrededor de cada uno de los planetas al final del Pérmico. Un anillo como ése, ajustado adecuadamente, podría apantal ar sustancialmente el planeta, reduciendo la temperatura lo suficiente para producir una glaciación importante. O podría haber generado una nube de polvo que envolviese toda esta parte de la galaxia, apantallando todos los planetas, el tuyo, el mío y el de los wreeds, simultáneamente.

—¿Y las otras extinciones masivas? —preguntó Hollus.

—Más ajustes durante el camino. La del Triásico, por ejemplo, permitió que los dinosaurios o sus equivalentes dominasen en los tres mundos. Sin dinosaurios dominando el ecosistema, los mamíferos, o los octópodos endotérmicos en Beta Hydri III, y los vivíparos como T'kna en Delta Pavonis II no se habrían visto obligados a adoptar una existencia crepuscular que ayudase al desarrollo de cerebros mayores. Se necesita astucia para seguir viviendo si no eres la forma dominante.

Era extraño oír cómo la gigantesca araña interpretaba el papel de abogado del diablo.

—Pero la única prueba directa —dijo—, de que el creador haya manipulado la evolución de la vida una vez que empezó es la coincidencia de las fechas de las extinciones masivas en Beta Hydri III, Delta Pavonis II, y Sol III. Sí, posiblemente el creador manipuló de forma similar el desarrollo de la vida en los seis mundos abandonados que hemos visitado, pero no pudimos encontrar pruebas inequívocas de ellos.

—Bien, quizás en este universo la inteligencia se pueda desarrol ar por casualidad — dije—. Incluso al azar, los asteroides chocan contra los planetas cada diez millones de años más o menos. Pero nunca tendrás múltiples especies inteligentes coexistiendo simultáneamente a menos que alteres los horarios, y no sólo una vez sino varias. Retomando de nuevo la metáfora de la cocina, sí, quizás una ensalada podría aparecer por sí sola al azar, digamos cuando el viento sopla suficientes vegetales. Y quizás un filete aparezca por sí solo, por medio de un rayo que golpea a una vaca de la forma adecuada. Y puede que consigas vino; uvas acumuladas en un lugar fermentan. Pero no hay forma de que todo eso aparezca a la vez, una copa de vino, una ensalada y un filete, sin intervenir. Lo mismo podría pasar para obtener múltiples formas de vida inteligente simultáneamente.

—Pero eso nos llevaría a preguntarnos por qué Dios quiere varias especies inteligentes paralelamente —dijo el alienígena.

Me rasqué la barbilla.

—Es una buena pregunta.

—Lo es, sí —dijo Hollus.

Lo meditamos durante un tiempo, pero ninguno tenía una buena respuesta. Eran casi las 5:00 de la tarde.

—¿Hollus?—dije.

—¿Sí?

—Me gustaría pedirte un favor. Sus pedúnculos dejaron de moverse.

—¿Sí?

—Me gustaría que vinieses a casa conmigo. Es decir, que me permitas llevarme el proyector de holoforma a mi casa y que aparezcas allí.

—¿Para qué?

—Es… es algo que hacemos los humanos. Invitamos a amigos a cenar. Podrías conocer a mi familia.

—Amigos… —dijo Hollus.

De pronto me sentí como un idiota. Comparado con Hollus era un ser primitivo; incluso si su psicología le permitía sentir afecto por otros, era seguro que no tendría esos sentimientos hacia mí.

—Lo lamento —dije—. No quería abusar.

—No es un abuso —dijo Hollus—. Me agrada que sientas por mí lo que yo siento por ti. — Sus pedúnculos bailaron—. Me gustaría mucho conocer a tu familia y visitar tu hogar.

Sorprendido, sentí lágrimas en los ojos.

—Gracias —dije—. Muchas gracias —hice una pausa—. Claro está, si lo prefieres, puedo hacer que ellos vengan aquí. No tenemos por qué ir a casa.

—No —dijo Hollus—. Me gustaría. Tu familia está compuesta por tu compañera, Susan, ¿no? —Me había oído hablar varias veces con ella por teléfono.

—Sí. Y mi hijo Ricky. —Volví la fotografía que había sobre la mesa para que Hollus pudiese verlo.

Los pedúnculos convergieron sobre el marco.

—No se parece a ti.

—Es adoptado —dije encogiéndome ligeramente de hombros—. No es mi hijo biológico.

—Ah —dijo Hollus—. Me encantaría conocerlos a ambos. ¿Será muy pronto esta noche?

Sonreí. Ricky estaría encantado.

—Esta noche es perfecto —respondí.

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