Siempre que me encontraba con una nueva forma de vida en la Tierra, intentaba imaginarme sus ancestros, supongo que es una deformación profesional. Lo mismo me sucedió cuando Hollus me presentó por fin a un wreed; aparentemente los wreeds eran tímidos, pero pedí reunirme con uno como parte del pago por examinar nuestras colecciones.
Empleamos la sala de conferencias del quinto piso del Centro de Conservadores; una vez más, se instaló una serie de cámaras de vídeo para grabar el acontecimiento. Coloqué el proyector de holoforma sobre la larga mesa de caoba, cerca del teléfono sin manos. Hollus lo usó para hablar en su lengua, y de pronto había un segundo alienígena en la sala.
Los humanos, por supuesto, evolucionaron a partir de los peces; nuestros brazos fueron originalmente aletas pectorales (y nuestros dedos eran en su origen los huesos de apoyo que daban rigidez a esas aletas), y nuestras piernas empezaron siendo aletas pélvicas.
Casi con toda seguridad, los wreeds también empezaron siendo criaturas acuáticas. El wreed que tenía frente a mi se sostenía sobre dos piernas, pero tenía cuatro brazos, espaciados por igual alrededor de la parte superior del torso con forma de pera invertida. Pero los cuatro brazos quizá se remontaban no a aletas pectorales sino también a aletas dorsales y ventrales asimétricas. Esas antiguas aletas pectorales quizás habían tenido cuatro puntos de refuerzo, porque las manos izquierda y derecha tenían ahora cuatro dedos cada una (dos dedos centrales y dos pulgares mutuamente oponibles). La mano frontal —presumiblemente derivada de la aleta ventral— tenía nueve dedos. Y la mano posterior, que yo suponía descendía de una aleta dorsal, tenía, cuando al final pude mirarla, seis dedos gruesos.
El wreed no tenía cabeza y, por lo que podía ver, tampoco tenía ojos o nariz. Había una franja negra brillante alrededor de la parte superior del torso; no tenía ni idea de para qué era. Y había zonas con pliegues complicados de la piel a cada lado de los brazos frontales y traseros; supuse que podrían ser oídos.
La piel del wreed estaba cubierta con el mismo material que había evolucionado en la Tierra en muchas arañas e insectos, todos los mamíferos, algunas aves, e incluso algunos viejos reptiles: pelo. Había como un centímetro de pelaje rojizo marrón que cubría la mayor parte del torso superior y los brazos hasta los codos; el torso inferior, los antebrazos, y las piernas estaban desnudas, dejando al descubierto una piel correosa gris azulada.
La única vestimenta que llevaba el wreed era un cinturón ancho que rodeaba la parte inferior más estrecha del torso; se sostenía por las caderas nudosas del ser. El cinturón me recordaba el cinturón de auxiliar de Batman —incluso era del mismo amaril o brillante, y estaba rodeado de lo que supuse eran bolsillos de almacenamiento—. Pero en lugar de llevar el emblema de un murciélago en la hebilla, exhibía una brillante catalina roja.
—Thomas Jericho —dijo Hollus—, éste es T'kna.
—Hola —dije—. Bienvenido a la Tierra.
Los wreeds, como los humanos, empleaban un único orificio para hablar y comer; la boca estaba situada en una depresión en la parte alta del torso. Durante varios segundos, T'kna produjo sonidos que sonaban a piedras pegándose en el interior de una secadora. Una vez que la boca dejó de moverse, se produjo un breve silencio, luego una voz profunda y sintética surgió del cinturón del ser. Dijo:
—¿Un animado puede hablar por lo inanimado?
Miré a Hollus, desconcertado por las palabras del wreed.
—¿Animado por lo inanimado? —pregunté.
El forhilnor hizo tintinear los ojos.
—Expresa sorpresa por que le has dado la bienvenida al planeta. Los wreeds no generalizan su especie al planeta. En lugar de eso, intenta darle la bienvenida en nombre de la humanidad.
—Ah —dije. Me volví hacia el wreed—. Como humano, le doy la bienvenida.
Más piedras entrechocando, luego la voz sintetizada:
—Si no fuese humano, ¿me daría igualmente la bienvenida?
—Mmm…
—La respuesta correcta es sí —dijo Hollus.
—Sí —dije yo.
El wreed volvió a hablar en su propia lengua, luego el ordenador tradujo las palabras.
—Entonces me siento bienvenido, y feliz de estar aquí que es aquí y aquí que es al í.
Hollus se agitó de arriba abajo.
—Eso es una referencia al interfaz de realidad virtual. Se siente feliz de estar aquí, pero admite que, evidentemente, en realidad sigue a bordo de la nave nodriza.
—Evidentemente —repetí yo. Casi tenía miedo de volver a hablar—. ¿Tuvo… tuvo un buen viaje hasta la Tierra?
—¿En qué sentido emplea «buen»? —dijo la voz sintética.
Volví a mirar a Hollus.
—Sabe que empleáis el término bueno para referiros a muchas cosas, incluyendo lo moral, agradable o caro.
—¿Caro? —dije.
—La buena porcelana —dijo Hollus—. Las buenas joyas.
Esos malditos alienígenas conocían mi idioma mejor que yo. Volví a dedicar mi atención al wreed.
—Quise decir, ¿tuvo un viaje agradable?
—No —dijo.
Hollus volvió a interpretármelo.
—Los wreeds sólo viven unos treinta años terrestres. Por eso, prefieren viajar en criopreservación, una forma de animación suspendida artificial.
—Oh —dije—. Así que no fue un mal viaje… simplemente no fue consciente de él, ¿no?
—Exacto —dijo Hollus.
Intenté pensar en algo que decir. Después de pasar tanto tiempo con mi amigo forhilnor, me había acostumbrado a mantener una conversación fluida con un alienígena.
—Entonces, ¿le gusta esto? ¿Qué opina de la Tierra?
—Mucha agua —dijo el wreed—. Una luna grande, muy estética. Pero el aire es demasiado húmedo; pegajoso hasta lo desagradable.
Ahora llegábamos a algún sitio; yo al menos comprendía todo eso —aunque si pensaba que el aire de Toronto era pegajoso en primavera, se iba a divertir de lo lindo en agosto.
—¿Está interesado en los fósiles como Hollus?
Más piedrecillas, luego:
—Todo me fascina.
Me detuve un momento, intentando decidir si quería hacer la pregunta. Luego me imaginé, ¿por qué no?
—¿Cree en Dios? —pregunté.
—¿Cree usted en la arena? —preguntó el wreed—. ¿Cree en el electromagnetismo?
—Eso es un sí —dijo Hollus, intentando ayudar—. A menudo los wreeds hablan con preguntas retóricas, pero no tienen el concepto del sarcasmo, así que no te ofendas.
—Lo más importante es si Dios cree en mí—dijo T'kna.
—¿Qué quiere decir? —pregunté. Me empezaba a doler la cabeza.
El wreed también parecía buscar qué decir; las piezas de su boca se movían, pero no emitía sonidos. Al final emitió algo en su lengua y el traductor dijo:
—Dios observa; los frentes de onda colapsan. La gente elegida por Dios son aquellos cuya existencia él/el a/ello valida por medio de la observación.
Pude descifrar ese comentario sin que Hollus hiciese de intérprete. La física cuántica afirma que los acontecimientos no adoptan una realidad concreta hasta que nos los observa una entidad consciente. Hasta ahí bien, excepto ¿cómo apareció la primera realidad concreta? Algunos humanos han usado las exigencias de la física cuántica como un argumento a favor de la existencia de un observador consciente presente desde el comienzo de los tiempos.
—Ah —dije.
—Muchos futuros posibles —dijo T'kna, agitando simultáneamente todos sus dedos, como para sugerir su número—. De todo lo que es posible, él/ella/ello elige uno que observar.
Eso también lo entendí —pero me dio duro—. Cuando Deep Blue derrotó a Gari Kasparov al ajedrez, lo hizo viendo todas las posiciones posibles que las piezas de ajedrez podrían adoptar en el siguiente turno pero también al siguiente y al siguiente, y así continuamente.
Si Dios existía, ¿veía todos los posibles movimientos siguientes para sus piezas de juego? ¿Veía él ahora mismo que yo podría dar un paso adelante, o toser, o rascarme el culo, o decir algo que pudiese estropear por siempre las relaciones wreeds-humanos? ¿Simultáneamente él veía que una niña de China podría caminar hacia la derecha o la izquierda o inclinar la cabeza para mirar a la luna? ¿Veía también a un anciano de África que podría dar un consejo a un niño que le cambiaría la vida para siempre, o podría no hacerlo, dejando que el joven descubra las cosas por sí mismo?
Podríamos demostrar con facilidad que el universo se divide, al menos brevemente, mientras considera sus múltiples senderos posibles: fotones individuales interaccionan con las versiones de ellos mismos de universos alternativos mientras atraviesan múltiples rendijas, produciendo interferencias. ¿Era esa acción del fotón un signo del pensamiento de Dios, el resto fantasmal de haber considerado todos los futuros posibles? ¿Veía Dios todas las acciones concebibles de todas las formas de vida conscientes —6.000 millones de humanos, 8.000 mil ones de forhilnores (como me había comentado en cierto momento Hollus), 57 mil ones de wreeds, además de presumiblemente incontables otros seres inteligentes por todo el universo— y calculaba él el juego, el verdadero Juego de la Vida, en toda la panoplia de movimientos posibles para cada jugador?
—¿Está sugiriendo —pregunté— que Dios elige momento a momento qué realidad desea observar y, al hacerlo, ha construido una historia concreta fragmento de tiempo a fragmento de tiempo, fotograma a fotograma?
—Así debe ser —respondió la voz traducida.
Miré al extraño wreed de muchos dedos y al voluminoso y arácnido forhilnor, al í de pie conmigo, un mono sin pelo (más aún a mi edad) y bípedo. Me pregunté si Dios se sentía satisfecho de cómo iba su juego.
—Y ahora —dijo T'kna, por medio del traductor—, reciprocidad de interrogativas.
Su turno de plantear preguntas. Justo.
—Adelante —dije.
La piel enrollada a ambos lados de su brazo frontal se meneó de arriba abajo; supuse que ese «encogimiento de orejas» era su forma de decir: «¿Perdóneme?»
—Quiero decir que puede plantear sus preguntas.
—Lo mismo, a la inversa —dijo el wreed.
—Quiere decir… —empezó a decir Hollus.
—Quiere decir: ¿Creo yo en Dios? —dije, comprendiendo que me estaba devolviendo la pregunta. Hice una pausa, luego continué—: Creo que incluso si Dios existe, a ello ella le resulta totalmente indiferente lo que nos suceda.
—Se equivoca —dijo T'kna—. Debería estructurar su vida alrededor de la existencia de Dios.
—Mm, ¿y eso qué implicaría exactamente? Dedicar la mitad de sus horas a intentar comunicarse con él/ella/ello.
Hollus dobló sus cuatro patas más delanteras, inclinando el torso en mi dirección.
—Ya comprendes por qué no se ve a los wreeds muy a menudo —dijo en voz baja.
—Hay humanos que dedican esa cantidad de tiempo a la oración —dije—, pero yo no soy uno de ellos.
—No se trata de oración —repuso el traductor—. No deseamos nada material de Dios; no deseamos más que hablar con él/ella/ello. Y usted debería hacer lo mismo; sólo un tonto no pasaría un tiempo considerable intentando comunicarse con un Dios cuya existencia se ha demostrado.
Ya antes había conocido humanos evangélicos —posiblemente más de los que me correspondían, porque mis conferencias públicas sobre la evolución me habían ganado mucha enemistad con ellos—. Cuando era más joven, en ocasiones discutía con ellos, pero ahora, normalmente sonreía con amabilidad y me alejaba.
Pero Hollus respondió por mí.
—Tom padece cáncer —dijo. Me molestó; había esperado que fuese confidencial, pero, claro, la idea de que los asuntos médicos sean privados puede que sea propiamente humana.
—Lamento —dijo T'kna. Tocó la hebilla del cinturón, con su catalina roja.
—Hay muchos seres humanos religiosamente devotos que han muerto de muertes terribles debidas al cáncer y a otras enfermedades. ¿Cómo explica tal cosa? Demonios, ¿cómo explica la existencia del cáncer? ¿Qué clase de dios crearía una enfermedad así?
—Puede que él/ella/ello no la haya creado —replicó la profunda voz traducida—. El cáncer puede que haya aparecido de forma espontánea en una o varias de las líneas temporales posibles. Pero el futuro no sucede todo simultáneamente. Tampoco hay un número infinito de posibilidades entre las que Dios pueda elegir. El desarrollo específico de la realidad que incluyó el cáncer, presumiblemente indeseable, debía contener algo muy deseable.
—¿Así que él debe aceptar lo bueno con lo malo?—pregunté.
—Es concebible —dijo T'kna.
—No suena a gran cosa como dios —dije.
—Los humanos son los únicos que creen en la omnipotencia y omnisciencia divinas — dijo T'kna—. El verdadero Dios no es una forma ideal; él/ella/ello es real y por tanto, por definición, imperfecto; sólo una abstracción puede carecer de fallos. Y como Dios es imperfecto, habrá sufrimiento.
Debía admitirlo, era una idea interesante. El wreed produjo más sonidos rocosos y, después de un rato, el traductor volvió a hablar.
—Los forhilnores se sorprendieron de que tuviésemos una ciencia cosmológica sofisticada. Pero nosotros siempre hemos sabido de la creación y destrucción de partículas virtuales en el vacío. Al igual que la falacia del Dios perfecto obstaculizó su teología, la falacia del vacío perfecto obstaculizó su cosmología, porque argumentar que el vacío es nada y que esa nada es real es argumentar que existe algo que no es nada en absoluto. No hay vacío perfecto; no hay Dios perfecto. Y su sufrimiento no requiere más explicación que la de ser una imperfección inevitable.
—Pero la imperfección sólo explica el comienzo del sufrimiento —dije—. Una vez que su Dios fuese consciente de que alguien sufría, si tuviese el poder de detener ese sufrimiento, entonces, como ser moral, tendría que hacerlo.
—Si Dios es efectivamente consciente de su enfermedad y no ha hecho nada —dijo la voz generada por ordenador de T'kna—, entonces otras preocupaciones exigen que él/ella/ello permita que la enfermedad siga su curso.
Eso era demasiado para mí.
—Maldición —dije—. Vomito sangre. Tengo un niño de seis años que se muere de miedo… un niño que va a tener que crecer sin padre. Tengo una esposa que se convertirá en viuda antes del próximo verano. ¿Qué otras preocupaciones podrían ser más importantes?
El wreed parecía agitado, flexionando las piernas como si se preparase para correr, presumiblemente una reacción instintiva a una amenaza. Pero, evidentemente, no estaba realmente al í; estaba a salvo a bordo de la nave nodriza. Después de un momento, se calmó.
—¿Una respuesta directa desea? —preguntó T'kna.
Solté aire, intentando tranquilizarme; me había olvidado de las cámaras y ahora me sentía bastante avergonzado. Supongo que no tenía lo que hacía falta para ser el embajador de la Tierra. Miré a Hollus. Sus pedúnculos oculares habían dejado de agitarse; lo había visto antes cuando se sobresaltaba —mi arrebato también le había afectado a él.
—Lo lamento —dije. Respiré profundamente, luego lo dejé escapar poco a poco—. Sí — dije asintiendo ligeramente—. Quiero una respuesta sincera.
El wreed se giró 180 grados, de forma que me presentaba la espalda. Fue la primera vez que vi su mano trasera. Más tarde supe que si un wreed te mostraba su lado opuesto es que estaba a punto de decir algo especialmente franco. El cinturón amaril o tenía una hebilla idéntica en la parte de atrás, y la tocó.
—Esto simboliza mi religión —dijo—. Una galaxia de sangre… una galaxia de vida. —Hizo una pausa—. Si Dios no creó directamente el cáncer, entonces reprenderle a él/ella/ello por su existencia es injusto. Y si él/ella/ello lo creó, entonces él/el a/ello lo hizo porque era necesario. Su muerte puede que no tenga propósito para usted o su familia. Pero si tiene algún propósito en los planes del creador, debería sentirse agradecido de, sin que importe el dolor que pueda sentir, formar parte de algo que tiene sentido.
—No me siento agradecido —dije—. Me siento maldito.
El wreed hizo algo asombroso. Se giró y alargó la mano de nueve dedos. Mi piel hormigueó cuando los campos de fuerza que formaban el brazo del avatar tocaron mi mano. Los nueve dedos apretaron con delicadeza.
—Como su cáncer es inevitable —dijo la voz sintética—, quizás encontrase mayor paz si creyese lo que yo creo en lugar de creer lo que usted cree.
A eso no podía responder.
—Y ahora —dijo T'kna—, debo irme; es hora de nuevo de intentar comunicar con Dios.
La imagen del wreed parpadeó y se desvaneció.
Yo simplemente parpadeé.