El teniente Bruce Sanderson de la Patrulla Temporal vino una vez a clase para explicarnos los peligros que uno corría si se inmiscuía en la inalterabilidad del tiempo pasado.
El teniente tenía el físico correspondiente a su empleo. Era el hombre más alto que hubiera visto con los hombros más anchos y la mandíbula más cuadrada. Cuando entró, la mayor parte de las chicas de la clase tuvieron un orgasmo instantáneo, lo mismo que Mr. Chudnik y Mr. Burlingame. Se colocó delante la mesa con las piernas ligeramente separadas dispuesto a luchar con nosotros. Su uniforme era gris. Tenía los cabellos rojos y cortados casi al rape. Los ojos mantenían un azul inexpresivo. Dajani, culpable de transgresión, víctima del celo de la Patrulla Temporal, se deslizó a un rincón de la sala y se sentó en el suelo. Le vi mirar fijamente al teniente con aspecto siniestro detrás de sus gafas negras.
—Bien —empezó el teniente Sanderson—. Saben que nuestra tarea principal consiste en mantener la inviolabilidad del tiempo actual. No podemos permitir la introducción en nuestro pasado de cambios arriesgados pues alterarían nuestro presente. Por eso tenemos una Patrulla Temporal que se ocupa de todos los eventos de la línea temporal pasada y asegura que todo ocurra igual que en los libros. Y he de decir una cosa: ¡que Dios bendiga a los hombres que crearon la Patrulla Temporal!
—¡Amén! —declaró el penitente Dajani.
—Esto no es sólo a causa de que esté agradecido por tener este trabajo —continuó el teniente—. Y sin embargo lo estoy pues considero mi tarea como la más importante que tenga que cumplir un ser humano: preservar el carácter intangible del mundo actual. Cuando digo: “Dios bendiga a los hombres que crearon la Patrulla Temporal”, es a causa de que esos hombres salvaron todo lo bueno y lo más precioso de nuestra existencia. ¿Saben lo que habría podido pasar si no existiera la Patrulla Temporal? ¿Qué clase de atropellos habrían podido cometer los bandidos sin escrúpulos? Déjenme mostrarles unos cuantos ejemplos. Habría podido volver al pasado y matar a Jesús, Mahoma, Buda, a todos nuestros grandes guías religiosos mientras eran niños para que de ese modo no hubieran podido formular las maravillosas ideas que han inspirado a otros hombres. Habrían podido advertir a los principales bandidos de la historia de los problemas que los amenazaban para que así escapasen de su destino y siguieran haciendo sufrir a la humanidad. Habrían podido robar los tesoros artísticos del pasado impidiendo que la gente los disfrutase a lo largo de los siglos. Habrían organizado operaciones financieras fraudulentas que llevarían a la ruina a millones de inocentes accionistas que carecerían de las mismas informaciones sobre el precio futuro de los mercados. Podrían haber mal aconsejado a los grandes dirigentes para conducirles a terribles trampas. Menciono estos ejemplos, mis queridos amigos, porque han ocurrido realmente. Todos ellos se encuentran consignados en los archivos de la Patrulla Temporal ¡lo crean o no! En abril de 2052 un joven de Bucarest, empleando un crono conseguido ilegalmente, remontó la línea hasta el año 11 y envenenó a Jesucristo. En octubre de 2043, un ciudadano de Berlín volvió a l945 y rescató a Adolf Hitler antes de que los rusos tomasen la ciudad. En agosto de 2049, una mujer de Niza saltó hasta la época de Leonardo da Vinci, robó la Mona Lisa, todavía inconclusa, y la ocultó en su casa de la playa. En septiembre de 2055, un neoyorquino volvió al verano de 1929 y obtuvo un beneficio de unos mil millones de dólares vendiendo títulos. En enero de 2051, un profesor de historia militar de Quebec regresó a 1815 y, vendiendo a los ingleses lo que pretendía ser el programa estratégico francés, causó la derrota del duque de Wellington ante las tropas de Napoleón en la batalla de Waterloo, y así sucesivamente…
—Espere un momento —me oí aseverar—. Napoleón no ganó en Waterloo. Cristo no fue envenenado en el año 11. Si el pasado fue cambiado realmente, como nos acaba de decir, ¿cómo es que no se ha percibido efecto alguno en el tiempo actual?
—¡Ajá! —exclamó el teniente Sanderson. (Era el mejor ¡Ajá! que había oído hasta entonces)—. La fluidez del pasado, amigo mío, es una espada de doble filo. Si el pasado puede ser cambiado una vez, puede serlo varias veces. Ahora, llegamos al papel de la Patrulla Temporal. Consideremos el caso del desequilibrado que asesinó a Jesús cuando era un niño. Debido a tan terrible acto, la Cristiandad no apareció y una gran parte del Imperio Romano terminó por convertirse al judaísmo. Los dirigentes judíos de Roma fueron capaces de evitar la caída del Imperio de los siglos IV y V, logrando un estado teocrático y monolítico que controló toda Europa occidental. Así, el Imperio Bizantino no se desarrolló en oriente, que fue dominado desde Jerusalén por una secta hebraica cismática. En el siglo X, una guerra cataclísmica entre las fuerzas de Roma y Jerusalén provocó la destrucción de la civilización y la invasión de toda Europa y Asia por los nómadas turcos, que se dedicaron a la construcción de un estado totalitario que hizo que el siglo XXI fuese el más regresivo de toda la historia humana. Pueden ver lo devastadora que resulta la menor injerencia en el pasado.
—Sí —repliqué—, pero…
El teniente Sanderson me gratificó con una helada sonrisa.
—Me va a decir que, de hecho, no vivimos en un estado turco tirano y regresivo. De acuerdo. Nuestra existencia presente fue preservada de la siguiente manera: el asesinato del joven Jesús fue detectado por un Guía Temporal que remontó la línea en abril de 2052 para escoltar a un grupo de turistas que quería presenciar la Crucifixión. Cuando el grupo llegó al momento y al lugar de la Crucifixión, sólo presenciaron el martirio de dos ladrones; aparentemente, nadie había oído hablar nunca de Jesús de Nazaret. El Guía previno de inmediato a la Patrulla Temporal, que empezó a buscar la paradoja. La línea temporal de Jesús fue seguida desde su nacimiento a lo largo de su infancia y se vio que no había cambiado nada; pero no había ni rastro de él después de su media adolescencia; investigando en su entorno, se descubrió que había muerto a los once años de un modo misterioso. Bastó con mantener una estrecha vigilancia hasta la llegada del viajero temporal homicida. Según ustedes, ¿qué hicimos en ese momento?
Se levantaron varias manos. El teniente Sanderson reconoció a Mr. Chudnik, que dijo:
—Detuvieron al criminal cinco minutos antes de que pudiera darle el veneno a Jesús, impidiéndole cambiar la historia, y trayéndole de nuevo al tiempo actual para ser juzgado.
El teniente Sanderson sonrió clementemente.
—Falso —dijo—. Le dejamos que le diera el veneno a Jesús.
Barahúnda.
—Como saben, la muerte es la pena máxima por realizar interferencias prohibidas en los acontecimientos pasados: es el único crimen capital reconocido todavía por la ley. Pero antes de que un castigo tan severo pueda ser aplicado, es necesario tener la prueba absoluta de que el crimen fue cometido. Por eso, cada vez que se detecta un crimen de estas características, los Patrulleros Temporales lo dejan efectuar para poder grabarlo discretamente.
—¿Cómo va a quedar el pasado sin cambiar si actúan de ese modo? —preguntó Miss Dalessandro.
—¡Ajá! —exclamó el teniente Sanderson—. Una vez se ha obtenido una grabación que demuestre que el crimen se cometió, la condena puede pronunciarse a toda prisa, así como el permiso para ejecutarla. Y así se hace. Los investigadores de la Patrulla Temporal volvieron con su prueba a la noche del 4 de abril de 2052. Era la fecha de la partida hacia el pasado del pretendido asesino de Jesús. Mostraron la prueba del crimen a la comisión de la Patrulla Temporal, que ordenó la ejecución del criminal. Los ejecutores de la Patrulla Temporal se dirigieron a la casa del criminal, le quitaron el crono y le aplicaron una muerte indolora una hora antes de su prevista partida para el pasado. Le suprimimos del río temporal y la corriente principal del pasado fue preservada pues, de hecho, no efectuó su viaje y Jesús pudo vivir para difundir su fe. De este modo —gracias a la detección de cambios ilegales y la supresión de los criminales antes de que puedan remontar la línea—, preservamos el carácter intangible del tiempo actual.
Qué bonito, pensé.
Pero yo me contentaba muy fácilmente. Miss Dalessandro, la aguafiestas profesional, alzó la mano carnosa y, en cuanto la dejaron hablar, declaró:
—Me gustaría una aclaración. Aparentemente, cuando los Patrulleros Temporales volvieron a abril de 2052 con la prueba del crimen, llegaron a un mundo dirigido por dictadores turcos. ¿Dónde encontraron a los miembros de la comisión? ¿O sólo encontraron al asesino? Su propio crimen habría podido borrar su existencia pues, al asesinar a Jesús, provocó diversos acontecimientos posteriores que eliminarían a sus propios antepasados. Así, el viaje temporal no habría sido inventado jamás en ese mundo en el que Jesús no llegó a vivir, y, en el mismo momento en que fue eliminado Jesús, lo fueron también los Patrulleros Temporales, los Guías y los turistas, que se convirtieron en imposibilidades y dejaron de existir.
El teniente Sanderson no pareció muy contento.
—Evoca usted un cierto número de interesantes paradojas secundarias —dijo, lentamente—. Me temo que el tiempo que me han concedido es insuficiente para contestar correctamente. Lo intentaré hacer de un modo resumido: si el crimen temporal del año 11 no hubiera sido detectado relativamente de prisa, los cambios se habrían multiplicado a lo largo de los siglos y eventualmente habrían podido transformar todo el futuro, impidiendo, probablemente, el desarrollo del Efecto Benchley y de la propia Patrulla Temporal, conduciéndonos a lo que llamamos la Última Paradoja, en la que el viaje temporal se convierte en su propia negación. De hecho, las numerosas consecuencias potenciales del envenenamiento de Jesús no se produjeron jamás, pues el Guía que asistía a la Crucifixión descubrió el crimen. Como el hecho se produjo en él año 33, sólo los años pasados entre el año 11 y el año 33 fueron alterados por el asesinato, y los cambios creados por la ausencia de Jesús durante ese período fueron insignificantes, pues la influencia de Jesús en la historia no se dejó sentir hasta mucho después de la Crucifixión. Mientras tanto, la anulación retroactiva del crimen suprimió incluso los ligeros cambios que tuvieron lugar durante los veintidós años del período afectado; los dos decenios fueron desplazados hacia otra línea temporal, que nos resulta inaccesible y que de hecho es inexistente; de este modo, la verdadera línea de base fue restaurada en toda su continuidad desde el año 11 hasta el presente.
Miss Dalessandro no estaba satisfecha.
—Es una especie de círculo. La Última Paradoja, ¿no habría tenido que descender por toda la línea temporal hasta nuestro presente en el mismo instante en que Jesús fue envenenado? ¿Cómo pueden seguir existiendo los Guías y los Patrulleros y ser los únicos que saben cómo debió ser el pasado? Me parece que no habría ningún modo de corregir un crimen temporal lo bastante grave como para llevar a la Última Paradoja.
—Olvida, o quizá ignora —dijo Sanderson—, que los viajeros temporales que se encuentran en el pasado en el momento de un crimen temporal no son afectados por ningún cambio en el pasado, pues están separados de su matriz temporal. Un viajero en tránsito es una bola de tiempo actual arrancada de la matriz del continuo, inmune contra las transformaciones de la paradoja. Eso significa que cualquiera que viaje por la línea puede observar y corregir una alteración del pasado verdadero, conservando en la memoria la situación momentáneamente falseada y su papel en la corrección de la situación. Naturalmente, todo viajero temporal que abandona el refugio transitorio es vulnerable en cuanto regresa a su punto de partida al final de la línea. En otros términos, si usted vuelve por la línea y mata a su abuelo antes de su boda, no desaparecerá en el acto, pues estará usted protegida por la paradoja del Efecto Benchley. Pero, en cuanto vuelva usted al presente, dejará de existir, pues el resultado de la alteración de su propio pasado será la desaparición de su malla temporal en el presente. ¿Está claro?
No, pensé. Pero no dije nada.
Miss Dalessandro insistió:
—Los que se encuentran en tránsito están protegidos por…
—Por la paradoja del Desplazamiento Transitorio, así es como la llamamos.
—La paradoja del Desplazamiento Transitorio. Están como en bolas y, mientras viajen, pueden comparar lo que ven con lo que recuerdan del aspecto del tiempo verdadero, y si es necesario pueden efectuar cambios para restaurar el orden original si es que éste fue alterado.
—Sí.
—¿Por qué? ¿Por qué deberían estar inmunizados? Sé que siempre llego a lo mismo, pero…
El teniente Sanderson suspiró.
—Porque —dijo—, si fueran afectados por un cambio en el pasado mientras ellos mismos se encuentran en el pasado, sería la Última Paradoja: un viajero temporal cambiando la época que dio nacimiento al viaje temporal. Eso es mucho más paradójico que la paradoja del Desplazamiento Transitorio. Debido a la ley de las Paradojas Menores, la paradoja del Desplazamiento Transitorio, al ser menos improbable, tiene prioridad. ¿Comprende lo que quiero decir?
—No, pero…
—Me temo que no podré profundizar en este tema más detalladamente —se lamentó el patrullero—. Pero Mr. Dajani volverá a estas cuestiones en clases próximas.
Sonrió a Dajani débilmente y se marchó a toda prisa.
Como usted ya habrá pensado, Dajani no habló de ninguna de las paradojas evocadas por Miss Dalessandro. Siempre hallaba algún modo de desviar la conversación cada vez que ella sacaba el tema.
—Pueden estar seguros —nos dijo Dajani—, que el pasado es restaurado cada vez que resulta alterado. Los mundos hipotéticos creados por los cambios ilegales dejan de existir retroactivamente en el mismo instante en que el criminal es prendido. Q.E.P.D.
Aquello no explicaba nada. Pero nos fue imposible obtener una explicación mejor.