Aquellos veintiún Dajani suplementarios me hicieron pensar, pero los demás compañeros de clase no tardaron en averiguar por qué no regresaron todos ellos a nuestro tiempo. Era debido a las restricciones fundamentales del Efecto Benchley sobre el desplazamiento efectuado al descender por la línea del tiempo, es decir, hacia el futuro.
Mi camarada, Mr. Burlingame, me lo explicó todo después de clase. Era su forma de intentar seducirme. No lo consiguió, pero aprendí un poco acerca de la teoría temporal.
—Cuando uno desciende por la línea —me dijo—, no puede volver más que al momento del que se ha saltado más la duración de tiempo absoluto que haya transmitido durante la estancia en el pasado. Es decir, si se salta del 20 de marzo de 2059 a… digamos, la primavera de 1801, y uno se pasa tres meses en 1801, no se podrá volver por la línea más que al 20 de junio de 2059. No se podrá alcanzar agosto de 2059, ni saltar hasta el 2159 o el 2590.
“No hay modo alguno de saltar al propio futuro.
“Ignoro por qué es así.”
Mr. Burlingame me colocó la blanca mano sobre la rodilla y me explicó las bases teóricas del fenómeno, pero yo estaba lo bastante ocupado en rechazar sus intentos como para seguir el razonamiento.
De hecho, aunque Dajani dedicó otras tres sesiones completas a hablarnos solamente de los mecanismos del Efecto Benchley, sigo siendo incapaz de decir con certeza cómo —o por qué, o incluso si— funciona todo eso. A veces, me digo que lo he soñado.
De todos modos, no había veintidós Dajani en el tiempo actual porque cada vez que Dajani hacía la Crucifixión, Dajani volvía al tiempo actual en un momento anterior a su siguiente partida hacia el pasado. No podía hacerlo de otra forma; si uno remonta la línea del tiempo en enero, y se pasa unas cuantas semanas en una época anterior, cuando se vuelve a la propia sólo puede retornar en enero o, quizá, en febrero, del año en que uno se ha ido. Y si el próximo salto no está previsto para antes de marzo, uno no podrá nunca adelantarse a sí mismo.
De aquel modo, el Dajani que escoltaba a los turistas al Gólgota siempre era el mismo, desde el punto de vista del tiempo actual. Sin embargo unas cuantas docenas de Dajani se acumulaban al otro extremo del salto pues él seguía deslizándose desde diversos puntos del tiempo actual hasta el mismo momento del pasado. Lo mismo le pasaba a todo aquel que hiciera saltos repetidos a un solo punto de la línea. Es la paradoja de la Acumulación Temporal. Eso es todo.
Cuando no luchaba con paradojas de este tipo dejaba que el tiempo transcurriese agradablemente como de costumbre. Siempre había montones de chicas agradecidas correteando por casa de Sam.
En aquella época yo no buscaba más que el sexo. Incluso con obsesión. La persecución del sexo me ocupaba todo el tiempo libre; me parecía haber perdido la noche si no me metía por lo menos una vez en la rajita deslizante. En ningún momento me pareció interesante buscar con una persona del sexo opuesto una relación que durase más de veinte centímetros. Es lo que llaman “amor”.
Con lo frívolo y novato que era, el “amor” no me interesaba.
Por otra parte quizá no era tan frívolo. Ahora que he saboreado el “amor” no soy mucho más feliz. La verdad es que mi situación es peor que antes.
Naturalmente nadie me ha obligado a enamorarme de alguien que vivió en el pasado.