Capítulo I UNA PROPOSICIÓN INESPERADA

El profesor Kashtánov, famoso por sus viajes a Nueva Zemla y al archipiélago de Spitzberg y por la investigación del Ural polar, catedrático de Geología en la Universidad, acababa de volver de su laboratorio. Concluido el semestre de otoño, terminados los exámenes y las lecciones, el profesor soñaba satisfecho con las tres semanas de las vacaciones de invierno. Pero no para estarse sin hacer nada, ¡quia! De edad mediana, lleno de fuerzas y de salud, sólo pensaba descansar dos o tres días y ponerse luego, despejadas las ideas, a escribir un artículo científico acerca de la correlación geológica del Ural y Nueva Zemla.

Sentado a su mesa de despacho en espera del almuerzo, Kashtánov repasó la correspondencia recibida aquel día, hojeó algunos folletos científicos que le habían enviado sus Fautores, miró por encima un catálogo de las novedades científicas de una editorial alemana. Al fin llamó su atención un sobre grande, amarillo, con la dirección escrita en letra muy clara, aunque menuda.

El profesor conocía a la perfección la letra de las personas que le escribían habitualmente y por eso le interesó aquella carta de un desconocido.

Kashtánov desgarró el sobre y, sorprendido, leyó lo siguiente:

«Munku-Sardik, 1 de diciembre de 1913.

Estimado Piotr lvánovich:

Conociendo su experiencia en exploraciones polares y el interés que siente usted por la geología de la región ártica, le invito a tomar parte en una gran expedición que preparo para la primavera próxima por un plazo de uno o dos años a fin de estudiar la parte inexplorada del Océano Glacial. Si en principio está usted de acuerdo, tenga la bondad de venir a Moscú, para sostener conversaciones personales, el 2 de enero de 1914, al mediodía, al Hotel Metropol donde ese día y a esa hora nos reuniremos los demás participantes probables de la expedición y yo. En caso de que rechace usted rotundamente la propuesta, tenga usted a bien comunicarlo a la misma dirección. En todo caso, los gastos del viaje serán indemnizados.

Siempre suyo, y con todo respeto,

Nikolái Innokéntievich Trujánov».

El profesor dejó la carta y quedó pensativo.

«¿Trujánov? Creo haber escuchado ese nombre, pero no se dónde ni cuándo. Me parece que en algo relacionado con cuestiones de Geofísica o de Astronomía. Tendré que enterarme. Es muy curioso. ¡Un hombre que vive cerca de la frontera de Mongolia y organiza una expedición al Océano Glacial!»

Kashtánov extendió la mano hacia el teléfono y se puso en comunicación con un colega suyo, profesor de Astronomía, que le dió los siguientes datos: al salir de la Universidad, Trujánov se había consagrado a la Geofísica y a la Astronomía. Recientemente había construido un observatorio en la cumbre del Munku-Sardik, en la cordillera de Sayán, junto a la frontera de Mongolia, para aprovechar la pureza y la transparencia del aire de Siberia Oriental durante los largos inviernos, que abundan en días y noches de cielo despejado. Bueno, ¿pero qué tenían que ver aquí las regiones polares? Sobre el Océano Glacial la atmósfera es, desde luego, menos favorable que en Munku-Sardik para las observaciones astronómicas…

El astrónomo no podía contestar nada a esta pregunta y a Kashtánov no le quedó otro remedio que aplazar hasta el 2 de enero la satisfacción de su curiosidad. Porque, desde luego, estaba decidido a hacer el viaje a Moscú.






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