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A la mañana siguiente me encontraba en mi despacho a las ocho y media, y Haig Mardikian telefoneó exactamente a las nueve.

—¿De verdad cobras cincuenta a la hora? —me preguntó.

—Lo intento.

—Tengo un trabajo interesante para ti, pero la otra parte no puede pagar cincuenta.

—¿Quién es? ¿En qué consiste el trabajo?

—Paul Quinn. Necesita un director de muestreo de datos que trace también la estrategia de su campaña.

—¿Quinn se presenta para Alcalde?

—Cree que resultará fácil eliminar a DiLaurenzio en las primarias, y los republicanos no tienen a nadie, así que es el momento adecuado para lanzarse.

—Seguro que sí —dije—. ¿El trabajo es de jornada completa?

—De media jornada la mayor parte del año, y de jornada completa desde el otoño de 1996 hasta el día de la elección en 1997. ¿Nos podrías explicar cuáles son tus planes a largo plazo?

—Este no es un simple trabajo de asesoría, Haig. Significa meterse en política.

—¿Y bien?

—¿Para qué lo necesito?

—Nadie necesita nada salvo un poco de comida y agua de cuando en cuando. Lo demás son preferencias.

—Odio la política, Haig, especialmente la local. La conozco de sobra sólo por mis vaticinios como free lance. Tienes que tragarte muchos sapos. Tienes que comprometerte de mil formas sucias. Tienes que estar dispuesto a arriesgarte mucho…

—No te estamos pidiendo que te presentes como candidato, muchacho. Sólo que ayudes a planificar la campaña.

—¡Sólo! ¡Me pides un año entero de mi vida y…!

—¿Qué te hace pensar que Quinn te va a necesitar sólo un año?

—Lo presentas como algo terriblemente tentador.

Haig dijo al cabo de un rato:

—Hay grandes posibilidades en todo esto.

—Puede ser.

—No puede ser. Seguro.

—Sé lo que quieres decir. Pero el poder no lo es todo.

—¿Estás disponible, Lew?

Le dejé un momento en suspenso; o me dejó él a mí. Finalmente, dije:

—Para ti, el precio es de cuarenta.

—Quinn puede llegar ahora hasta los veinticinco, y hasta los treinta y cinco una vez que empiecen a llegar los donativos.

—¿Y luego los treinta y cinco con efectos retroactivos para mí?

—Veinticinco ahora y treinta y cinco cuando podamos pagarlos —dijo Mardikian—, sin efectos retroactivos.

—¿Por qué debería aceptar una reducción de honorarios? ¿Menos dinero por un trabajo más sucio?

—Por Quinn. Por esta maldita ciudad, Lew. El es el único que puede…

—Seguro. Pero ¿soy yo el único capaz de ayudarle a hacerlo?

—Eres el mejor que se puede encontrar. No, eso no suena bien. Eres el mejor, Lew. Punto. No es broma.

—¿Cómo va a ser el equipo?

—Todo el control se centrará en cinco figuras claves. Tú serías una. Yo otra.

—¿Como manager de la campaña?

—Justo. Missakian es el coordinador de relaciones con los medios de comunicación de masas, y Ephrikian, el enlace con los distritos.

—¿Qué significa eso?

—El enlace con los patrocinadores. Y el coordinador financiero es un tipo llamado Bob Lombroso, muy importante ahora en Wall Street, quien…

—¿Lombroso? ¿Es un nombre italiano? No. Espera. ¡Qué toque de genio! ¡Habéis logrado encontrar un puertorriqueño metido en Wall Street que se encargue del problema económico!

—Es judío —dijo Mardikian con una risita seca—. Dice que Lombroso es un antiguo nombre judío. Tenemos un equipo fenomenal: Lombroso, Ephrikian, Missakian, Mardikian, y Nichols. Tú eres nuestra mascota WASP[3].

—¿Cómo sabes que voy a unirme a vosotros, Haig?

—Nunca lo he dudado?

—Pero ¿cómo lo sabes?

—¿Crees que eres el único capaz de ver el futuro?

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