Clay ha hecho su aparición en el borde del paraíso. El sol tiene la verde aureola de la alegría, el ambiente es benigno y suave, los pájaros cantan, las plantas tienen un fulgor de felicidad. Después de Hielo, después de Fuego, después de Pesado, Clay apenas puede creer en su buena fortuna. Se encuentra tumbado en la amistosa alfombra de blanda y vigorizante hierba, bañado por gozosa calidez. Clay acoge con satisfacción el restablecimiento de su apaleado cuerpo. Se precipita hacia delante. Oye el sonido de un burlón sollozo. Nota un vibrante impacto y es lanzado hacia atrás. ¿Hay una invisible muralla en torno a este Edén? No. No. Clay logra entrar. Pero poco a poco. Muy lentamente. Lentamente. También éste es un paraje de incomodidad. Éste. También. Clay ha llegado a Lento.
El aire es transparente melaza. Clay está prisionero. Aquí será imposible correr, sólo podrá avanzar con solemne, deslizante paso. Rodillas subiendo y bajando, hombros que giran sobre un eje, cabello al aire… Al principio las sensaciones son una delicia. Pero el placer desaparece sutilmente. Clay descubre molestias. El atareado cerebro zumba al emitir impacientes órdenes, y el cuerpo no puede responder. Frustrados mandatos pasan por ciclos y se agrian en las sinapsis de Clay. Él desea agacharse para recoger una engalanada flor y se detiene bruscamente, como si se hubiera golpeado la frente con la hierba. Oye un ruido, y trata de volverse, y debe resistirse al secreto agarrón. Cualquier movimiento es un reto, una frustración. No hay dolor en este lugar, pero tampoco hay libertad.
Así pues, ¿hay que atravesarlo y librarse de él? Sí, naturalmente. Pero ¿cuánto tiempo durará la travesía? Clay trata de adaptarse. Reprime irritación e impaciencia. Se desliza. Se desliza. Se desliza. Sube, baja, con suavidad, con mucha suavidad, se esfuerza en no ofrecer resistencia a su resistivo medio ambiente. Aunque no quiere hacerlo, se enfada. Se irrita. Ansia dar martillazos al líquido y dorado aire. Se propasa e intenta acelerar, y no consigue nada. Está hirviendo. Suda. Está completamente rodeado de gracia y belleza. Los árboles oscilan blandamente, el cielo es miel, la luz es sublime. Pero él está retenido.
Y este lugar, se percata Clay, también posee fuerza acumulativa.
Clay camina cada vez con más lentitud. El dúctil aire le agarra con más fuerza. La viscosidad aumenta. El movimiento a cámara lenta pierde el último fragmento de éxtasis: Clay está asustado. Levantar la pierna es ya un esfuerzo. Mover un codo es una batalla. Dar un paso es una guerra. No se trata de un angustioso estrujamiento como el experimentado en Pesado, pero en cualquier caso representa creciente inmovilidad. Suavemente, sin dolor, el lugar está frenándole poco a poco. Estalla el pánico. Clay trata de acelerar su paso. Con ello sólo consigue multiplicar sus calamidades. Cuanto más se esfuerza, más enredado se encuentra. ¿Cuánto tiempo durará esto? ¿Llegará a detenerse por completo, una estatua viviente en este elíseo campo? Paso. Paso. Paso. Clay pugna por liberar sus pies. El invisible muro le rodea por todas partes, le aplasta la nariz, le embadurna los labios. Clay intenta convertirse en una cuña y atravesar el encolado. Quizá si andará de costado, arremetiendo con el hombro… Tarda varios minutos en girar noventa grados. Por fin se encuentra en la posición deseada. Se apoya en el luminífero éter. Empuja. Aprieta. Cede.
Ahora apenas está moviéndose.
El agotamiento está cercano. Clay está destrozado tras la lucha. Los pulmones le arden. Los músculos tintinean y se ampollan en sus tensas mejillas. Clay se ordena tranquilizarse: avanza flotando, planea, congráciate. Sí. Fácil de decir. De esta forma, al menos, el avance es menos arduo, pero Clay no hace muchos progresos. Otro punto de vista: déjate caer, simplemente eso. Anulación total de la tensión muscular. Después yérguete y cae de nuevo, brinca adelante una y otra vez, sin cesar, hasta salir de este paraje. Clay ensaya esta táctica, se relaja, se inclina hacia delante, deja que su cuerpo caiga hacia el suelo adormecido. Le cuesta varios minutos completar la caída. Siguiente paso: junta las piernas bajo el tronco y… ¡levántate! Pero no es tan fácil. Poco importaría volver a estar en Pesado, porque un invisible escudo le comprime. Clay extiende el cuerpo, poco a poco, lentamente, sin esfuerzos, moviéndose con terca resolución, y finalmente está de pie otra vez. La maniobra ha servido para avanzar un metro y ha precisado unos cuatro minutos. Clay permanece inmóvil unos momentos, haciendo acopio de fuerza. Estar de pie, por lo menos, no representa esfuerzo; no cuando el medio ambiente le sujeta por todos lados. ¿Vuelvo a intentarlo? ¿Caer y subir? El descenso es ahora más lento todavía. Clay es una pluma que cae entre asfalto. Abajo. Abajo. Abajo. Llega al suelo. Junta los pies. Eso le cuesta media eternidad. Ahora, hacia arriba. Como antes, pero con menos rapidez. ¿Cómo le vería un observador destrabado? ¿Un gusanillo borracho? Clay está de pie. Posiblemente su ritmo normal de actividad ha descendido a la centésima parte. A la milésima parte. Quizá pase una eternidad atravesando este campo. Clay cae de nuevo. Se levanta. Cae. Se inicia el crepúsculo; un cobrizo tono tiñe la hierba. Clay intenta levantarse, pero esta vez la batalla es insoportable. Clay piensa que quizá la resistencia de la atmósfera no sea tan enorme cerca del suelo. Intentará arrastrarse, igual que en Pesado. Repta. La resistencia no es menor. Debe introducirse en el espacio vacío que tiene inmediatamente delante. Todos los movimientos están ralentizados: los párpados bajan en monumentales guiños, los pulmones se expanden en marmóreas inhalaciones. Clay repta. Repta. Repta. Es de noche. Quizás el brillo de las estrellas disuelva el estancamiento. No. Plateados rayos danzan en el aire. ¿No debería refractarse la luz de las estrellas en este huraño medio? Oh, qué lentitud, qué infinita lentitud, qué lentitud de caracol… Y dentro de poco Clay no podrá moverse.
—¿Bril? —llama, esperanzado—. ¿Angelon?
También su voz es lenta. Las vibraciones se descomponen en pesadas partículas que caen y pierden toda resonancia.
—¿Ti? ¿Hanmer? ¿Han Mer? ¿Ser I Fice? ¿Ser? ¿I? ¿Fice?
Se han olvidado de él. Clay está sumido en Lento.
Ahora no hay posibilidad de levantarse. Sería preciso un millón de años. Clay se concentra en arrastrarse. Mano derecha adelante, rodilla derecha, mano izquierda, rodilla izquierda. Los pies se arrastran detrás de las rodillas. La cabeza es impulsada por los hombros. Clay completa un paso arrastrándose. La corva luz del alba entra paulatinamente en sus ojos. Mano derecha adelante. Es mediodía, hay fuego en lo alto. Rodilla derecha. El sol se hunde. Mano izquierda con la penumbra crepuscular. La noche y la rodilla izquierda. Bajo las estrellas: descanso, recobrar fuerzas. Mano derecha adelante. Amanecer. La llamarada del mediodía. Rodilla derecha. ¿Cuánto tiempo falta todavía? Clay no tendrá pasaporte que presentar en las aduanas de la eternidad. Las sombras se alargan. Mano izquierda. El alba. Rodilla izquierda. La noche. El amanecer. Mano derecha. El crepúsculo. Rodilla derecha. Oscuridad. El alba. Mano izquierda. Mediodía. Noche. Amanecer. Mediodía. Rodilla izquierda. Noche. Noche. Noche. Noche. Clay se rinde. Su ritmo actual está al límite de la infinita lentitud. En esta región de velocidad la frontera que separa el movimiento del no movimiento se viola con facilidad desde un lado, pero no desde el otro. Día. Noche. Día. Noche. ¿Intento moverme otra vez, quizá? Lentos triunfos. Transcurre un mes entre sístole y diástole. Clay examina sus dedos y, experimentalmente, los levanta. Él ha visto montañas ejecutando una danza más encantadora. Pero logra avanzar una fracción de centímetro, cada vez con más lentitud. Y un día, milagrosamente, Clay se encuentra al otro lado de Lento.
Ha llegado al borde de un pequeño risco. La parte superior de su cabeza sobresale de ese borde, permitiéndole ver la llanura que se extiende debajo. Hay un peligroso descenso hacia esa llanura, pero ¿qué importancia tiene el riesgo de romperse algunos huesos comparado con la posibilidad de llegar a la total detención de los procesos vitales ahí arriba? Clay no tiene elección. Debe caer. Quizá la influencia de Lento se extienda un poco al otro lado del margen, de tal modo que la caída quede frenada. Clay logra retorcerse varios centímetros más. Ahora puede apoyar el mentón en el borde. Con ese punto de apoyo, tira del resto de su cuerpo. Su cabeza pende del abismo. ¿En qué momento pasará su centro de gravedad por encima del saliente, de modo que su masa le libere de Lento? Clay apenas avanza durante un rato. Seguramente el efecto acumulativo ha llegado muy cerca del punto crítico: se producirá la paralización total y Clay quedará colgando ahí para siempre. Pero avanza medio centímetro más. Su pecho termina de pasar sobre el borde. Desliza el brazo derecho hacia delante durante varios días y noches. Y por fin…, por fin… cae al vacío.