Clay cierra los ojos y sus compañeros le cogen las manos. E1 grupo flota en el regazo del lago y todos sueñan sin dormir, y Clay sueña con ellos, y ellos sueñan en su mundo, porque él se siente solo.
Sueñan en Egipto. Sueñan en pirámides cubiertas de blanco y enredadas serpientes, escorpiones en la ardiente arena roja, las columnas de Luxor y Karnak. Sueñan en faraones. Sueñan en Anubis y Set, Osiris, Horus, Re el halcón. Sueñan en Lascaux y Altamira en honor a Clay, las humeantes y olorosas lámparas de grasa de mamut, el artista zurdo que frota sus ocres sobre el muro de la cueva, las manadas de lanudos rinocerontes, el hechicero con pieles y pinturas. Sueñan en honor a Clay en las doradas cúpulas de Bizancio. Sueñan en Colón que se lanza al mar. Sueñan en la Libertad con la espada alzada en su mano. Sueñan en la luna, con pisadas e inmóviles arañas metálicas en su superficie. Un bosque de secoyas. La Torre Eiffel. El Gran Cañón del Colorado. La playa con incrustaciones de coral de St. Croix. El Puente de la Bahía al amanecer. La Riviera. La calle Bowery. Sueñan en viajeras palomas, alcas, drontes y cuagas, bisontes europeos y gallinas silvestres, el dinornis y el mastodonte. Sueñan en leones y tigres, gatos y perros, gacelas, ardillas listadas, arañas, murciélagos. Sueñan en autopistas. Sueñan en túneles. Sueñan en cloacas. Sueñan en ferrocarriles subterráneos. Benedictine y Chartreuse, coñac, bourbon, whisky de centeno y ponche. Lincoln. Washington. Napoleón. Pontoppidan. Clay agarra los fragmentos conforme flotan junto a él, los abraza, los suelta, busca otros. El flujo es fértil. Los Deslizadores sueñan en amigos y familiares de Clay, en su casa, en sus zapatos. Sueñan en el mismo Clay y lo lanzan flotando junto a él. Agitándose, retorciéndose, ronroneando, el grupo prende vagabundas imágenes que brotan del caldero y libera muchas cosas de otra época. Ofrecen a Clay las Cruzadas, las películas, el New York Times, la zona de experimentación de Eniwetok, el Ponte Vecchio, la Novena Sinfonía, el Templo del Santo Sepulcro, el sabor del tabaco y el Albert Memorial. El ritmo se intensifica. Los Deslizadores ahogan a Clay en recuerdos. Atestan el viscoso lago con fragmentos del pasado. Están fascinados, complacidos y aturdidos por todos los descubrimientos y murmuran, ¿qué es esto?, ¿quién fue ése?, ¿cómo se llama eso?, mientras rastrean.
—¿Te alegra volver a ver estas cosas? —musita alguien—. ¿Pensabas que era imposible recobrarlas?
Clay gime. El sueño ha durado demasiado.
El final. Los oníricos regalos se esfuman. Al azar, Clay coge a Ninameen y la aprieta hasta que el espasmo de terrorífico desplazamiento agota su fuerza.
—¿Estás asustado? —pregunta ella—. ¿Preocupado? ¿Triste?