Epílogo

Ponter le dio las gracias al operador del cubo de viaje y desembarcó. Podía sentir los ojos de las hembras en él, sus miradas de reproche. Pero, aunque sólo faltaba un día para el siguiente Dos que se convierten en Uno, aquello no podía esperar.

Después de más de un mes en la versión de Mary de la Tierra, Ponter y ella habían regresado al mundo neanderthal hacía tres días. Según él, tendría ocasión de ver a Adikor y a sus hijas en el mismo viaje, lo cual era desde luego cierto. Pero, como Mary tenía que volver a alojarse con Lurt hasta que Dos se convirtieran en Uno, eso también le permitió ver a un escultor de personalidad, con la esperanza de librarse del insomnio y las pesadillas que lo habían estado acosando.

Pero ahora Ponter se estaba aproximando al laboratorio de Lurt… guiado por Hak; Ponter nunca había estado allí. Al entrar en el edificio de piedra, le preguntó a la primera mujer que vio que le indicara dónde estaba trabajando Mary Vaughan. La asombrada mujer (una 146) señaló, y Ponter recorrió el pasillo. Entró en la sala que le había indicado, y vio a Mary y Lurt inclinadas sobre una mesa de trabajó.

«Ya está», pensó Ponter. Inhaló profundamente y…

—¡Ponter! —dijo Mary, alzando la cabeza.

Estaba encantada de verlo, pero… Pero, no. Éste era el mundo de él… y no era el momento adecuado.

Intentó mantener un tono de calma.

—¿Qué ocurre?

Ponter miró a Lurt.

—Necesito hablar con Mary a solas.

Lurt enarcó la ceja. Le dio un apretón a Mary en el antebrazo y salió de la habitación, cerrando la puerta tras de sí.

—¿Qué pasa? —preguntó Mary. Podía sentir que su corazón redoblaba—. ¿Te encuentras bien? ¿Le ha ocurrido algo a Jasmel o…?

—No. Todo el mundo está bien.

Todavía nerviosa, Mary trató de deducir qué pasaba.

—Sabes que no deberías estar aquí. Ahora Dos no son Uno.

Pero Ponter se mostró irritado.

—Al… al infierno con eso.

—Ponter, ¿qué pasa?

Ponter tomó aire, y luego dijo algunas palabras en su propio idioma. Por primera vez, las palabras no fueron traducidas inmediatamente, y Mary vio que Ponter ladeaba la cabeza de aquel modo que indicaba que estaba escuchando a Hak en su implante.

Ponter habló de nuevo, bruscamente, y Mary oyó la palabra neanderthal ka, que sabía que significaba «sí». Tal vez Hak había preguntado: «¿ Estás seguro de que quieres decir eso?» Si lo había hecho, Ponter debía de haberle respondido que sí, y tal vez había reprendido al Acompañante por interferir. Hubo silencio durante un par de segundos y luego Ponter volvió a abrir la boca, pero al parecer eso fue indicio suficiente para que Hak usara por fin el equivalente inglés al anterior murmullo de Ponter.

—Te quiero —dijo la voz sintetizada por la máquina.

¡Cómo había ansiado Mary oír esas palabras!

—Yo también te quiero —dijo—. Te quiero mucho.

—Deberíamos construir una vida juntos, tú y yo —dijo Ponter.

—Sí… si tú quieres, claro.

—¡Sí, sí, por supuesto! —respondió Mary. Pero entonces su ánimo empezó a venirse abajo—. Pero… pero sería complejo hacer que una relación así funcionara. Quiero decir, tú tienes una vida aquí, y yo tengo una vida allí. Tú tienes a Adikor y Jasmel y Megameg, y yo…

Hizo una pausa. Había estado a punto de decir «a nadie», pero eso no era cierto. Tenía un marido. Cierto, no vivía con él, pero seguía siendo su legítimo esposo. Y, dulce Jesús, pensó, si Dios desaprobaba el divorcio, ¿qué pensaría de las relaciones entre especies?

—Quiero intentarlo —dijo Ponter—. Quiero intentar que esto funcione.

Mary sonrió.

—Yo también.

Pero entonces sintió que su sonrisa se apagaba.

—De todas formas, hay mucho que considerar. ¿Dónde viviríamos? ¿Y Adikor? ¿Y…?

—Sé que será difícil, pero…

—¿Si?

Ponter se le acercó y la miró a los ojos.

—Pero tu pueblo ha viajado hasta la Luna y el mío ha abierto un portal a otro universo. Pueden hacerse cosas que son difíciles.

—Habrá sacrificios —dijo Mary—. Para ambos.

—Tal vez sí. Tal vez no. Tal vez podamos extraer el tuétano y seguir conservando el hueso para hacer herramientas.

Mary frunció el ceño un instante, y luego lo comprendió.

—«Para hacer una tortilla hay que cascar los huevos.» Así es como lo decimos nosotros. Pero supongo que tienes razón: nuestros pueblos no son tan distintos. Quererlo todo, bueno, es sólo…

Mary se calló, incapaz de encontrar una palabra adecuada. Pero Ponter la tenía. Ponter sabía exactamente cuál era.

—Es sólo humano —dijo, tomando a Mary en sus brazos.

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