Jurad Selgan guardó silencio unos instantes. Naturalmente, lo que Ponter le había dicho era absolutamente confidencial. Las conversaciones entre un paciente y su escultor de personalidad estaban codificadas. Selgan nunca soñaría con revelar nada que le hubiera dicho un paciente suyo, y nadie podría abrir su archivo de coartadas ni el de su paciente para ver qué había pasado en las sesiones de terapia. Sin embargo, lo que Ponter había hecho…
—No nos tomamos la ley por nuestra propia mano.
Ponter asintió.
—Como dije al principio, no estoy orgulloso de lo que hice.
El tono de Selgan era suave.
—También dijo que volvería a hacerla, si tuviera ocasión.
—Lo que él había hecho estaba mal —dijo Ponter—. Mucho peor que lo que yo le hice. —Abrió los brazos, como buscando un modo de justificar su conducta—. Había atacado a mujeres, e iba a seguir atacándolas. Pero yo puse fin a eso. No porque ahora supiera que podía identificado por el olor, sino por el mismo motivo que nosotros esterilizamos siempre a los machos violentos de esa forma concreta. No sólo impedimos que sus genes se transmitan. Después de todo, al eliminar sus testículos el nivel de testosterona desciende de forma drástica y la agresividad desaparece.
—¿Y consideró que si usted no actuaba, no lo haría nadie? —preguntó Selgan.
—¡Exactamente! ¡Se hubiese salido con la suya! Mary Vaughan pensó que había ganado, al principio, que el violador no sabía a qué se enfrentaba al atacar a una genetista. Pero se equivocó. Él sabía exactamente lo que estaba haciendo. Sabía cómo asegurarse de que nunca lo castigaran por sus crímenes.
—Igual que usted sabía que nunca sería castigado por castrarlo —dijo Selgan, en voz baja.
Ponter no dijo nada.
—¿Lo sabe Mary? ¿Se lo ha dicho?
Ponter negó con la cabeza.
—¿Por qué no?
—¿Por qué no? —repitió Ponter, asombrado por la pregunta— ¿Por qué no? Cometí un crimen, un ataque horrible… No quería que ella tuviera nada que ver con eso. No quería que se sintiera culpable.
—¿Eso es todo?
Ponter guardó silencio, y examinó la pared de madera pulida circular.
—¿Es todo? —instó Selgan.
—Naturalmente, no quería que pensara mal de mí.
—Podría haber pensado bien de usted —dijo Selgan—. Después de todo, lo hizo por ella, para protegerla a ella y a otras como ella.
Pero Ponter negó con la cabeza.
—No. No, ella se habría enfadado, la hubiese decepcionado.
—¿Porqué?
—Es cristiana. El filósofo cuyas enseñanzas sigue sostenía que el perdón es la mayor de las virtudes.
Selgan enarcó la ceja gris sobre su frente.
—Algunas cosas son muy difíciles de perdonar.
—¿Cree que no lo sé? — replicó Porter.
—No me refiero a lo que hizo usted. Me refiero a lo que ese varón glikson le hizo a Mary.
Ponter tomó aire tratando de calmarse.
—¿Es ese Ruskin, el único glikson al que ha castrado?
Ponter dirigió su mirada hacia Selgan.
—Naturalmente.
—Ah, es que…
—¿Qué?
Selgan ignoró la pregunta por el momento.
—¿Le ha contado a alguien mas lo que hizo?
—No.
—¿Ni siquiera a Adikor?
—Ni siquiera a Adikor.
— Pero sin duda, confía usted en él.
—Si, pero…
—¿Ve? — dijo Selgan, cuando Preston se quedó sin palabras. —En nuestro mundo, no esterilizamos solamente a quienes cometen un crimen violento, ¿no?
—Bueno, no. Nosotros…
—¿Si?
—Nosotros esterilizamos al criminal y a todos los que compartan al menos el cincuenta por ciento de su material genético.
—¿Y esos serían…?
—Sus hermanos. Sus padres.
—Si. ¿Y?…
—Y… bueno, y los gemelos idénticos. Por eso decimos al menos cincuenta por ciento; los gemelos idénticos tienen en común el ciento por cien de su ADN.
—Sí, sí, pero se deja otro grupo.
—Los hermanos. Las hermanas, la madre del criminal. El padre del criminal.
¿Y?
—No sé a qué se… —Ponter guardó silencio—. Oh —dijo, en voz baja. Miró de nuevo a Selgan, entonces bajó la mirada—. Los descendientes. Los hijos. Mis dos hijas, Jasmel Ket y Mega Bek.
—Y por eso si alguien se enterara de su crimen, y de algún modo se le escapara, o el tribunal ordenara acceder a su archivo de coartadas, sólo usted sería castigado. Sus hijas serían esterilizadas también. ¿No es así? —dijo Selgan.
Ponter habló en voz muy baja.
—Sí.
—Le pregunté antes si había esterilizado a alguien más en el otro mundo y me gritó.
Ponter no dijo nada.
—¿Sabe por qué gritó?
Un suspiro largo y entrecortado escapó de la boca de Ponter.
—Sólo esterilicé al culpable, no a sus parientes. ¿Sabe?, nunca había pensado mucho en la… la justicia de esterilizar a inocentes sólo para mejorar el poso genético. Pero… pero Hak y yo hemos estado revisando la Biblia gliksin. En la primera historia, todos los descendientes de los dos humanos originales fueron maldecidos porque aquellos dos humanos originales cometieron un crimen. Y eso me pareció mal, injusto.
— y por mucho que quisiera que el poso gen ético gliksin fuera purgado del mal de Ruskin, no pudo aplicarlo a sus parientes cercanos. —dijo Selgan—. Porque de haberlo hecho, hubiese estado admitiendo que sus parientes cercanos (sus dos hijas) merecían ser castigadas por el crimen que usted había cometido.
—Ellas son inocentes. No importa el mal que yo haya hecho, no se merecen sufrir por ello.
— Y sin embargo sufrirán si usted se presenta y admite su crimen.
Ponter asintió.
—¿Y qué es lo que pretende hacer?
Ponter encogió sus enormes hombros.
—Llevar conmigo este secreto hasta que muera.
—¿Y entonces?
—Yo… ¿cómo dice?
—Cuando haya muerto, ¿entonces qué?
—Entonces… entonces nada.
—¿Está seguro de eso?
—Por supuesto. Quiero decir, sí, he estado estudiando esa Biblia, y sé que Mary es cuerda, inteligente y no tiene delirios, pero…
—¿No le cabe duda de que se equivoca? ¿Está convencido de que no hay nada después de la muerte? —Bueno…
—¿Sí?
—No. Olvídelo.
Selgan frunció el ceño, decidiendo que todavía no era el momento de insistir en este tema.
—¿Se ha preguntado por qué Mary se siente atraída por usted?
Ponter desvió la mirada.
—Le he oído decir antes que ellos también son humanos. Pero, de todas formas, usted se parece menos a ella que a ningún otro humano que haya conocido.
—Físicamente, tal vez —dijo Ponter—. Pero mental y emocionalmente, tenemos mucho en común.
—De todas formas, puesto que Mary fue agredida por un varón de su propia especie, podría…
—¿Cree que no lo he pensado ya? —replicó Ponter.
—Dígalo en voz alta, Ponter. Dígalo a las claras.
Ponter bufó.
—Puede que se sienta atraída por mí porque, a sus ojos, no soy humano… no soy uno de los que la agredieron.
Selgan permaneció en silencio unos cuantos latidos.
—Es un pensamiento sobre el que merece la pena reflexionar.
—No importa —dijo Ponter—. Nada importa. La quiero. Y ella me quiere. Nada aparte de esos dos hechos es importante.
—Muy bien —respondió Selgan—. Muy bien.
Hizo de nuevo una pausa y luego dijo como si nada, como si la idea acabara de ocurrírsele en vez de haber estado esperando el momento adecuado para formularla:
—Y, dígame, ¿se ha puesto a pensar en por qué se siente atraído usted por ella?
Ponter puso los ojos en blanco.
—¡Escultores de personalidad! —dijo—. Ahora va a decirme que me recuerda a Klast en algún aspecto. Pero no podría estar más equivocado. No se parece en absoluto a Klast. Su personalidad es completamente diferente. Mary y Klast no tienen nada en común.
—Estoy seguro de que tiene usted razón —dijo Selgan, gesticulando con las manos como para descartar la idea—. Quiero decir, ¿cómo iban a parecerse? Ni siquiera son miembros de la misma especie.
—Eso es —dijo Ponter, cruzando los brazos sobre el pecho.
—Y proceden de sistemas de creencias completamente distintos.
—Exactamente.
Selgan sacudió la cabeza.
—Es muy extraña, ¿verdad?, esa idea de la vida después de la muerte…
Ponter no dijo nada.
—¿Lo ha pensado alguna vez? ¿Se ha preguntado alguna vez si, tal vez…? —Selgan guardó silencio y esperó pacientemente a que Ponter llenara el vacío.
—Bueno —dijo Ponter por fin—, es una idea atrayente. Desde la primera vez que Mary me lo dijo, he estado pensando en ello. —Ponter alzó las manos—. Quiero decir, claro, sé que no hay otra vida… al menos no para mí. Pero…
—Pero ella vive en un plano físico alternativo —aportó Selgan—.Otro universo. Un universo donde las cosas podrían ser diferentes.
Ponter movió verticalmente la cabeza en un brevísimo gesto de asentimiento.
—Y ella ni siquiera es barast, ¿no? Pertenece a otra especie. Sólo porque no tengamos esas… ¿cómo las llaman? ¿Esas almas inmortales? Que nosotros no tengamos alma inmortal no implica que ellos no la tengan ¿verdad?
—¿Tiene usted una teoría? —replicó Ponter.
—Siempre —dijo Selgan—. Perdió usted a su mujer-compañera hace veintitantos meses. —Hizo una pausa y habló con la mayor suavidad—. Mary no es la única que se está recuperando de un trauma.
Ponter enarcó la ceja.
—Cierto. Pero no veo cómo la muerte de Klast puede haberme arrojado a los brazos de una mujer de otro mundo.
Permanecieron en silencio un buen rato. Finalmente, Hak, que había permanecido en silencio durante toda la sesión de terapia, se dirigió a Selgan a través de su altavoz externo.
—¿Quiere que se lo diga yo?
— Yo lo haré —dijo Selgan—. Ponter, por favor; no se lo tome a mal, pero… bueno, me ha hablado usted de las creencias gliksins.
—¿Qué pasa con ellas? —dijo Ponter, todavía irritado.
—Ellos creen que los muertos no están en realidad muertos. Creen que la conciencia del individuo sigue viviendo después del cuerpo.
—¿Y?
— Y tal vez busca usted protegerse del dolor que le causó la muerte de Klast. Si su mujer-compañera creyera en esta… en esta inmortalidad de la mente, o si usted cree, por irracional que sea, que ella puede alcanzar esa inmortalidad, entonces…
Selgan se calló, invitando a Ponter a terminar la frase por él. Ponter suspiró, y así lo hizo.
—Entonces, si lo impensable sucediera y yo perdiera de nuevo a mi mujer-compañera, podría no sentirme tan destrozado porque ella tal vez no estuviera muerta del todo.
Selgan alzó la ceja y ambos hombros, levemente.
—Exacto.
Ponter se puso en pie.
—Gracias por su tiempo, sabio Selgan. Día sano.
—No estoy seguro de que hayamos terminado todavía. ¿Adónde va?
—A hacer algo que debería haber hecho hace mucho tiempo —dijo Ponter marchándose de la habitación circular.
Louise Benoit entró en el despacho de Jock Krieger en el Grupo Sinergia. Jock no tenía a ningún geólogo entre su personal, pero Louise era física y se había pasado todo aquel tiempo trabajando en el fondo de la mina Creighton, así que le había asignado la tarea.
—Muy bien —dijo ella—. Creo que lo he resuelto.
Desplegó dos grandes gráficas sobre la mesa de trabajo del despacho. Jock se levantó y se unió a Louise ante la mesa.
—Ésta —dijo, indicando con una uña pintada de rojo la gráfica de la izquierda— es la cronología paleomagnética estándar hecha por nuestra gente.
Jock asintió.
—Y ésta —indicó la otra gráfica, que estaba llena de símbolos extraños— es la gráfica equiparable que nos proporcionaron los neanderthales.
Aunque Mary Vaughan no había encontrado ninguna prueba de que el campo magnético neanderthal se hubiera invertido realmente, Jock había aprovechado la oportunidad para convertir el intercambio de información paleomagnética en una prioridad. Si los neanderthales se equivocaban en lo referente a que el campo magnético se colapsaba rápidamente, bueno, entonces Jock sabría que se estaba preocupando por nada. Pero quería estar seguro.
—Muy bien —dijo Louise—. Como puede ver, nosotros hemos localizado muchas más inversiones geomagnéticas que ellos: más de trescientas en los últimos ciento setenta y cinco millones de años. Eso se debe a que hay un registro mucho más completo en las rocas del fondo marino que en los meteoritos encontrados.
—Un punto a nuestro favor —dijo Jock, secamente.
—Así que lo que hemos hecho es cotejar las inversiones que encajan —continuó Louise—, es decir, aquellas de las que ambos tenemos pruebas. Como puede ver, aunque su registro tiene muchos agujeros, hay una correspondencia uno-a-uno casi hasta el presente.
Jock miró las hojas, mientras Louise guiaba sus ojos con el dedo.
—Vale.
—Bueno, eso tiene todo el sentido del mundo, por supuesto —dijo Louise—. Ya conoce mi teoría: que hubo sólo un universo hasta que se produjo un despertar de la conciencia, hace cuarenta mil años.
Jock asintió. Aunque los eventos de mecánica cuántica causaban incontables pequeñas divisiones del universo, y probablemente lo habían hecho desde el principio del tiempo, esas divisiones no creaban ninguna diferencia macroscópica, y por eso los universos resultantes siempre habían vuelto a unirse al cabo de un nanosegundo o dos.
Pero los actos de los seres conscientes causaban divisiones que no podían sanarse, y por eso, cuando el Gran Salto Adelante tuvo lugar, hacía cincuenta mil años (cuando emergió la consciencia), se produjo la primera división permanente. En un universo, el Homo Sapiens adquirió la conciencia inicial; en el otro, lo hizo el Horno neanderthalensis… y habían divergido desde entonces.
—Pero espere un minuto —dijo Jock, mirando la gráfica neanderthal—. Si ésta de aquí es la última inversión magnética registrada que conocemos…
—Lo es —dijo Louise—. La tienen localizada hace unos diez millones de meses, o sea, hace setecientos ochenta mil años.
—Bien. Pero ¿si ésta es la más reciente en nuestra gráfica, qué es ésta de aquí? —Señaló lo que parecía ser otra inversión más reciente en la gráfica neanderthal—. ¿Esta es la que dicen que empezó hace veinticinco años?
—No —respondió Louise.
Era demasiado académica para Jock. Estaba guiándolo claramente para que hiciera su propio descubrimiento, pero ella ya sabía la respuesta. Jock deseó que se la dijera.
—Entonces, ¿cuándo fue?
—Hace medio millón de meses —dijo Louise.
Jock no hizo ningún esfuerzo por ocultar su irritación.
—¿Y eso fue cuándo?
Los carnosos labios de Louise esbozaron una sonrisa.
—Hace cuarenta mil años.
—¡Cuarenta mil! Pero eso fue cuando…
—Exactamente —dijo Louise, satisfecha con su alumno—. Fue cuando se produjo el Gran Salto Adelante, cuando emergió la conciencia, cuando el universo de dividió definitivamente.
—¿Pero… pero cómo es que ellos saben de una inversión de campo magnético y nosotros no?
—¿Recuerda lo que dije la primera vez que hablamos de esto? Cuando el campo magnético varía, las posibilidades de que la nueva polaridad sea distinta son del cincuenta por ciento. La mitad de las veces, seguirá igual, pero…
—¡La mitad de las veces se invertirá! Así que esta inversión tuvo lugar después de que los universos se separaran, y como los universos ya no estaban unidos, la polaridad se invirtió en el mundo neanderthal…
Louise asintió.
—Dejando un registro en los meteoritos.
—Pero nuestro mundo acabó con la misma polaridad que tenía antes del colapso… sin dejar ningún registro.
—Quizá.
—Fascinante —dijo Jock—. Pero espere… espere… Ellos tuvieron una inversión hace cuarenta mil años, ¿no? Pero Mary dice que usó la brújula en el mundo neanderthal y que ahora tiene la misma polaridad que nuestro mundo, así que…
Louise asintió, animándolo. Iba por buen camino.
—Así que —continuó Jock—, hubo un reciente y rápido colapso en el mundo neanderthal, y esta vez, cuando el campo se estableció de nuevo, hace sólo seis años, cambió su polaridad una vez más, volviendo a emparejarlo con el de esta Tierra.
—Exactamente.
—Muy bien, pues —dijo Jock—. Bueno, eso es lo que quería saber.
—Pero hay más que eso. Mucho más.
—¡Pues escúpalo, mujer!
—Vale, vale. Es así. La Tierra (la única Tierra que existía en aquella época) experimentó un colapso de campo magnético hace cuarenta mil años. Mientras el campo magnético faltaba, emergió la conciencia… y no creo que fuese una coincidencia.
—¿Quiere decir que el colapso del campo magnético tiene algo que ver con por qué desarrollamos el arte?
—Y la cultura y el lenguaje. Y la lógica simbólica. Y la religión. Sí.
—¿Pero cómo?
—No lo sé —dijo Louise——. Pero recuerde, el Horno sapiens anatómicamente moderno existe desde hace cien mil años, pero no consiguió ser consciente hasta hace cuarenta mil. Tuvimos el mismo cerebro físico durante sesenta mil años sin crear jamás arte ni mostrar ninguno de los otros signos de una verdadera conciencia. Entonces, click, sucedió algo y fuimos conscientes.
—Sí.
—¿Sabe que algunas aves usan la magnetita de su cerebro para orientarse?
Jock asintió.
—Nosotros… bueno, los Horno sapiens, tenemos magnetita en el cerebro también. Nadie sabe por qué, ya que obviamente no la usamos como una brújula incorporada. Pero cuando el campo magnético se co1apsó hace cuarenta mil años, creo que algo le sucedió a la magnetita que causó el… el «empujón», digamos, de la conciencia.
—Entonces, ¿qué va a ocurrir cuando el campo magnético vuelva a colapsarse?
—Bueno, en el mundo neanderthal no sucedió nada durante su colapso más reciente. Pero…
—¿Pero?
—Pero hay diferencias obvias entre nuestros dos mundos… o de lo contrario nuestros colapsos de campo no estarían ahora desincronizados.
—Eso me estaba preguntando. ¿A qué supone que se debe?
—Tal vez a los cientos de pruebas nucleares que hemos efectuado, ya todos nuestros lanzamientos de cohetes. Los colapsos modernos de campo están sólo separados veinticinco años en los dos mundos, y el último fue hace cuarenta mil años. Es sólo una diferencia de 0,000624; esas explosiones podrían haber perturbado la geodinamo lo suficiente para explicado… tal vez. No estoy segura. Pero el asunto es que las geodinamos de los dos mundos no son iguales ya, así que el colapso aquí no seguirá necesariamente la pauta del de allí. y, naturalmente, hay diferencias obvias entre la manera en que funciona la mente neanderthal y la nuestra.
—Entonces, ¿qué va a suceder aquí?
—Je ne sais pas —dijo Louise—. Tendremos que investigar mucho más antes de estar seguros. Pero…
—¡Otra vez con los peros! ¿Qué? ¿Qué?
—Bueno, la conciencia floreció durante un colapso de campo.
Esta vez la conciencia podría… bueno, no pretendo abusar de la metáfora, pero esta vez la conciencia podría marchitarse.