Mary se sentía en desventaja, y desnuda, en tales circunstancias. Pero ese día soplaba una buena brisa, y mientras estuvieran caminando Lurt tendría que creer las palabras de Mary.
Entraron en el edificio que había señalado Lurt. Era una instalación grande de tres árboles, tan juntos que sus ramas se entrelazaban en un único dosel en lo alto.
Mary se sorprendió por lo que veía. Esperaba una especie de óptica del mundo paralelo, dedicada a las gafas, pero gran parte del negocio de las ópticas se debía a la moda, y los neanderthales, con su naturaleza conservadora, no seguían moda alguna. También, con una población más pequeña, la infinita especialización del trabajo al parecer no era posible. Aquella pulidora de lentes fabricaba todo tipo de aparatos ópticos. Su tienda estaba llena de lo que eran sin duda telescopios, microscopios, cámaras, proyectores, lupas, flashes y demás. Mary intentó captar/o todo, segura de que Lilly, Kevin y Frank la coserían a preguntas cuando regresara al Grupo Sinergia.
Salió una neanderthal mayor. Mary se puso a prueba a sí misma, intentando determinar la generación de la mujer. Parecía tener más de setenta años, lo que la convertiría en… veamos, una 142. La mujer abrió mucho los ojos al ver a Mary, pero se recuperó rápidamente.
—Día sano —dijo.
—Día sano —respondió Lurt—. Ésta es mi amiga Mary.
—Sí, en efecto —dijo la 142—. ¡Del otro universo! Mi exhibicionista favorito ha estado mostrando imágenes suyas desde que llegó.
Mary se estremeció.
—Mary necesita un escudo contra el resplandor de la nieve —dijo Lurt.
La mujer asintió y desapareció un momento en la parte trasera de su tienda. Cuando regresó, traía un par de lentes oscuras (azul oscuro, no grises o ámbar que era a lo que estaba acostumbrada Mary), sujetas a una banda ancha que parecía el elástico sacado de un par de Fruits of the Loom.
—Pruébese esto —dijo.
Mary tomó las lentes, pero no estaba segura de cómo ponérselas.
Lurt se echó a reír.
—Así —dijo, agarrándolas y estirando el elástico hasta que pudo colocárselas fácilmente sobre la cabeza a Mary.
—Normalmente la banda encaja aquí —dijo Lurt, pasándose el dedo por la depresión de su prominente ceño y su frente—. Eso impide que resbale.
Y, en efecto, la banda se le resbalaba. La pulidora de lentes también se dio cuenta.
—Déjeme que le traiga uno de niño —dijo, y desapareció otra vez.
Mary intentó no sentirse avergonzada. Los gliksins tenían el cráneo alto; los neanderthales lo tenían achatado. La mujer regresó con otro par, con una banda elástica menos generosa. Le quedaban mejor.
—Puede subir o bajar las lentes, según necesite —dijo la mujer, haciéndole una demostración a Mary. —Gracias. Mmm, ¿cómo…?
—¿Se paga? —preguntó Lurt, sonriendo—. Sal de la tienda: será cargado a tu cuenta.
Ésa era una buena forma de acabar con los ladrones, pensó Mary.
—Gracias —dijo, y ella y Lurt volvieron a salir al exterior.
Con las lentes Mary se sintió mucho más cómoda, aunque el tono azul que le daban a todo le hacía sentir aún más frío del que ya tenía. Mientras caminaban, Mary abordó el tema del que quería hablar.
—No sé cuáles son los protocolos aquí. No soy política ni diplomática ni nada por el estilo. Y desde luego no quiero ofenderte ni ponerte en una situación comprometida, pero…
Caminaban por otra franja de alta hierba, ésta decorada a intervalos con estatuas de tamaño natural de lo que presumiblemente eran destacadas neanderthales, todas femeninas.
—¿Sí? —instó Lurt.
—Bueno, me preguntaba por la relación de Ponter con Daklar Bolbay.
—Daklar era la mujer-compañera de la mujer-compañera de Ponter. Nuestro término técnico para esa interacción es tulagark. Ponter es el tulagarkap de Daklar, y Daldar es la tulagarlob de Ponter.
—¿Eso implica normalmente una … una relación íntima?
—Puede ser, pero no tiene por qué. Ponter es mi propio tulagarkap, después de todo: el compañero del mismo sexo de mi compañero del sexo opuesto, Adikor. Ponter y yo somos bastante íntimos. Pero a menudo es una relación meramente cordial, y ocasionalmente un poco hostil.
—Ponter y Daklar parecen ser… íntimos.
Lurt dejó escapar una fría risa.
—Daklar presentó cargos contra mi Adikor en ausencia de Ponter. No puede existir afecto alguno entre Ponter y Daklar ahora.
—Eso habría pensado yo. Pero lo hay.
—Estás malinterpretando los signos.
—La propia Daklar me lo dijo.
Lurt dejó de caminar, quizá sorprendida, quizá para tratar de olisquear las feromonas de Mary.
—Oh —dijo por fin.
—Sí. Y, bueno…
—¿Sí?
Mary hizo una pausa, y un gesto para que continuaran caminando. Una nube cubrió el sol.
—No has visto a Adikor desde la última vez que Dos se convirtieron en Uno, ¿verdad?
Lurt asintió.
—¿Has hablado con él?
—Brevemente. Por un asunto referido a Dab.
—¿Pero no sobre … sobre Ponter … y yo?
—No.
—¿Estás … estás obligada a compartirlo todo con Adikor? No me refiero a posesiones: me refiero a conocimiento. Chismes.
—No, por supuesto que no. Tenemos un dicho: «Lo que pasa cuando Dos están separados es mejor que siga separado.»
Mary sonrió.
—Muy bien, pues. No quiero que Ponter se entere de esto, pero… bueno, yo, mm… me gusta.
—Tiene una agradable disposición —dijo Lurt.
Mary contuvo una sonrisa. El propio Ponter había dicho que no era atractivo según los cánones de su gente, cosa que a Mary no le importaba ni podía distinguir. Pero las palabras de Lurt le recordaron lo que normalmente se decía de la gente guapa en su propio mundo.
—Quiero decir… que me gusta mucho —dijo Mary.
Dios, se sentía como si tuviera otra vez catorce años.
—¿Sí?
—Pero a él le gusta Daklar. Pasaron juntos parte, o tal vez todo el último Dos que se convierten en Uno.
—¿De verdad? Sorprendente.
Lurt se hizo a un lado, dejando paso a un par de mujeres más jóvenes que iban de la mano.
—Naturalmente, el último Dos que se convierten en Uno tuvo lugar antes de reestablecer contacto con vuestro mundo. ¿Tuvisteis sexo Ponter y tú cuando estuvo allí la primera vez?
Mary se sintió azorada.
—No.
—¿Y habéis tenido sexo desde entonces? Dos no se han convertido en Uno desde entonces, pero comprendo que Ponter pasó mucho tiempo en vuestro mundo en el último par de diez días.
Mary sabía por Ponter que las conversaciones sobre sexo no eran tabú en su mundo. A pesar de todo notó que las mejillas se le encendían.
—Sí.
—¿Cómo fue? —preguntó Lurt.
Mary lo pensó un segundo, y después, como no tenía ni idea de cómo lo expresaría el traductor, pero sin tener una palabra mejor a mano, dijo simplemente:
—Caliente.
—¿Lo amas?
—Yo… no lo sé. Creo que sí.
—No tiene mujer-compañera, estoy segura de que lo sabes.
Mary asintió.
—Sí.
—No sé cuánto tiempo permanecerá abierto este portal entre nuestros dos mundos —dijo Lurt—. Puede que sea permanente, puede que se cierre mañana… incluso con tantos de nuestros principales ciudadanos al otro lado, el portal podría ser inestable. Pero aunque fuera permanente, ¿pretendes de algún modo vivir una vida con Ponter?
—No lo sé. No sé si es siquiera una posibilidad.
—¿Tienes hijos?
—¿Yo? No.
—¿Y no tienes hombre-compañero?
Mary inspiró profundamente y examinó un puñado de cubos de viaje que pasaban.
—Bueeeeno —dijo—, es complicado. Estuve casada, unida, a un hombre llamado Colm O'Casey. Mi religión…
Un bliip.
—Mi sistema de creencias no permite una fácil disolución de esas uniones. Colm y yo no vivimos juntos desde hace años, pero técnicamente seguimos unidos todavía.
—¿«Vivir juntos»? —repitió Lurt, asombrada.
—En mi mundo, el hombre vive con su mujer-compañera.
—¿y su propio hombre-compañero?
—No existe. Sólo hay dos personas en la relación.
—Increíble —dijo Lurt—. Yo amo enormemente a Adikor, pero desde luego no querría vivir con él.
—Es la costumbre de mi gente.
—Pero no de la mía —dijo Lurt—. Si fueras a continuar esta relación con Ponter, ¿dónde viviríais los dos? ¿En su mundo o en el tuyo? Él tiene hijas aquí, lo sabes, y un hombre-compañero, un trabajo que le gusta.
—Lo sé —dijo Mary; el corazón dolorido—. Lo sé.
—¿Has hablado con Ponter de algo de esto?
—Iba a hacerlo, pero… pero entonces descubrí lo de Daklar.
—Sería muy difícil que funcionara —dijo Lurt—. Sin duda lo comprendes.
Mary resopló ruidosamente.
—Lo comprendo. —Hizo una pausa—. Pero Ponter no es como los otros hombres que conozco.
Se le ocurrió una comparación tonta: Jane Porter y Tarzán de los monos. Jane se había vuelto loca por Tarzán, quien en efecto no se parecía a ningún hombre que había conocido. Y Tarzan, salvaje, criado por simios tras la muerte de sus padres, lord y lady Greystoke, era único, verdaderamente único. Pero Ponter había dicho que había ciento ochenta y cinco millones de habitantes en su mundo, y tal vez todos aquellos hombres eran como Ponter, distintos a los ásperos, rudos, sañudos y débiles hombres del mundo de Mary.
Pero, al cabo de un momento, Lurt asintió.
—Sí, Ponter tampoco se parece a los otros hombres que conozco. Es sorprendentemente inteligente y verdaderamente amable. Y…
—¿Sí? —dijo Mary, ansiosamente.
Pero pasó un rato antes de que Lurt continuara.
—Hubo un hecho, en el pasado de Ponter. Fue… herido.
Mary tocó amablemente el enorme antebrazo de Lurt.
—Sé lo que pasó entre Ponter y Adikor. Lo sé por la mandíbula de Ponter.
Mary vio que la ceja continua de Lurt subía hacia su frente antes de volver su atención hacia el camino que tenían delante.
—¿Ponter te lo dijo?
—Lo de la fractura, sí. Yo la había visto en radiografías. No quién se la hizo. Me enteré por Daklar.
Lurt pronunció una palabra que no fue traducida, y luego dijo:
—Bueno, sabes que Ponter perdonó a Adikor, total y completamente. Es algo que poca gente hubiese hecho. —Hizo de nuevo una pausa—. Y, supongo, dada su admirable trayectoria en estos asuntos, que no es muy sorprendente que al parecer haya perdonado a Daklar también.
—Bueno —dijo Mary—, ¿qué debo hacer?
—Tenía entendido que tu gente cree en una especie de existencia después de ésta.
Mary se sobresaltó ante el aparente non sequitur.
—Mm, sí.
—Nosotros no, como estoy segura de que te habrá dicho Ponter. Tal vez, si creyéramos que hay más en la vida que sólo esta existencia, tendríamos una filosofía diferente. Pero déjame que te cuente cuál es el principio que nos guía.
—Por favor.
—Vivimos nuestras vidas para minimizar los pesares en el lecho de muerte. Eres una 145, ¿no?
—Tengo treinta y nueve… años, quiero decir.
—Sí. Bueno, entonces estás quizás en la mitad de tu vida. Pregúntate a ti misma si… dentro de otros treinta y nueve años, por usar tus palabras, cuando tu vida esté terminando, lamentarás no haber intentado conseguir que tu relación con Ponter funcione.
—Sí, eso creo.
—Escucha con atención mi pregunta, amiga Mary. No te estoy preguntando si lamentarías no intentar esta relación si fuera a tener éxito. Te estoy preguntando si lamentarías no intentarlo aunque fracase.
Mary entornó los ojos a pesar de que se sentía cómoda tras las lentes azules.
—No estoy segura de entender lo que quieres decir.
—Mi contribución es la química —dijo Lurt—. Ahora. Pero no fue mi primera opción. Quise escribir historias, crear ficción.
—¿De verdad?
—Sí. Pero fracasé. No había público para mis relatos, ninguna respuesta positiva a mi trabajo. Y por eso tuve que hacer una contribución diferente; tenía aptitud para las matemáticas y las ciencias, y por eso me hice química. Pero no lamento haber intentado y fracasado escribir ficción. Naturalmente, hubiese preferido tener éxito, pero en mi lecho de muerte sabría que me sentiría más triste si no lo hubiera intentado nunca, si nunca hubiera intentado ver si podría tener éxito con eso, en vez de intentarlo y fracasar. Lo intenté… y fracasé. Pero soy feliz por el conocimiento que obtuve del intento.
Lurt hizo una pausa.
—Obviamente, tú serás más feliz si tu relación con Ponter sale bien. ¿Pero serás mas feliz en tu lecho de muerte, amiga Mary, sabiendo que intentaste una relación a largo plazo con Ponter y fracasaste o que nunca lo intentaste siquiera.
Mary reflexionó sobre esto. Caminaron en silencio varios minutos.
—Tengo que intentarlo —dijo Mary por fin—. Me odiaría a mí misma si al menos no lo intentara.
—Entonces —dijo Lurt—, tu camino está claro.