Apuntes históricos

He intentado describir el panorama de Rhineland de mediados del siglo XIV lo más adecuadamente posible, pero si ya es bastante difícil hacerlo de la América de principios del siglo XXI, no digamos de un lugar y una época en que la visión del mundo era tan distinta de nuestras propias categorías de pensamiento.

Para empezar, se tomaban el cristianismo en serio; en muchos aspectos, más en serio que muchos integristas modernos. Al mismo tiempo, le daban menos importancia. Empezaban a sentirse las primeras sacudidas del nacionalismo que acabaría por destruir la cristiandad. En Crécy y en todas partes había empezado a importar a qué nación o raza pertenecías.

Los filósofos estudiaban la naturaleza virtualmente sin ninguna intrusión de los teólogos, que eran filósofos naturales. La filosofía natural formaba parte del currículo básico del estudiante universitario, junto con la lógica y las «ciencias exactas»: matemáticas, astronomía, óptica y música. No se impartía arte ni humanidades. Los doctores en teología, medicina y leyes tenían primero que dominar este currículo. Nunca, ni antes ni después, ha habido una proporción tan grande de la población educada de manera tan exclusiva en lógica, razón y ciencia.

La clave era el concepto de la causa secundaria: Dios había dotado los cuerpos materiales con la habilidad de actuar unos sobre otros por su propia naturaleza. De ahí las «leyes naturales». Si Dios creó el mundo entero, entonces invocar a Dios para explicar el arco iris o el magnetismo o el movimiento rectilíneo no añadía nada al saber humano. Los filósofos, por tanto, buscaban explicaciones naturales a fenómenos naturales. Que un siglo más tarde se invocara la religión por un asunto trivial como el movimiento de la Tierra posiblemente los hubiera sorprendido.


Con dos notables excepciones, los acontecimientos y personajes mencionados en el texto fueron como se describen. El aspecto físico de Margaret Maultasch, la Duquesa Fea del Tirol, fue utilizado para retratar a la Reina de Corazones de Alicia en el País de las Maravillas. El duque Friedrich mencionado en el texto fue Federico III, que gobernó en Baden, no su primo, Federico IV, que gobernó al mismo tiempo en Pforzheim. Los meses en que la Peste Negra golpeó varias ciudades y regiones fueron recogidos por Peter Ravn Rasmussen en un atlas en www.scholiast.org/history/blackdeath/index.html.

El mariscal Villars en efecto se negó a atravesar Höllenthal con su ejército usando la excusa citada. El derrocamiento del Consejo de la ciudad de Estrasburgo y la masacre de los judíos el Viernes 13 se describen en las Crónicas de Estrasburgo. El duque Albert y el rey Casimiro ofrecieron sus remos como santuario para los judíos, y las milicias de los gremios se reunieron y defendieron el barrio judío de Regensburgo. Como en cualquier época, había hombres buenos y malos. La historia del Demonio de Feldberg pertenece a los Anales de San Blasien. El argumento de los derechos naturales del pueblo contra su príncipe fue propuesto por Guillermo de Ockham en su Opus nonaginta dierum (y antes, por santo Tomás en Sobre los reyes). Ockham determinó e inceptó, pero nunca llegó a doctorarse. Lo último que se supo de él fue que salió de Munich, el 10 de marzo de 1349, para hacer las paces con el Papa. La fecha que consta en su Denkmal en Munich es incorrecta, pues sabemos por algunos documentos que estaba vivo después de ese punto.

Las dos principales alteraciones de los acontecimientos históricos son la procesión de los flagelantes en Estrasburgo y el asalto a la Roca del Halcón. Los flagelantes no llegaron en realidad a Estrasburgo hasta junio de 1349 y la bula papal que condenaba la práctica no se promulgó hasta el 20 de octubre de ese mismo año, después de los hechos de esta historia. Los he trasladado ambos a febrero para que coincidan con la conferencia de Benfeld.

Las milicias de Friburgo asaltaron y tomaron la Roca del Halcón en 1389. Lo he adelantado cuarenta años, a marzo de 1349, y he hecho que participara Manfred. La romántica causus belli fue tal como se describe.

Una alteración menor: Nicolás de Oresme no escribió De Monete, donde enunció la Ley de Gresham, hasta después de la época de esta historia. Hay otros varios pequeños ajustes de este tipo.

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