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PASARON CASI una hora recordando la historia que tenían en común y la fantástica naturaleza de la aparición de Thomas en Bangkok. Aunque habían transcurrido más de diez años desde que él hiciera el último viaje en sueños, la sensación de estar aquí con Kara y Monique era conocida. No fue lo que él hubiera imaginado que podría ser una reunión de décimo aniversario de la clase.

Por otra parte, estas mujeres no eran simples compañeras de clase. Para ellas la aparición de él fue más que asombrosa. En el pasado, saltar de una realidad a otra había ocurrido en la mente de Thomas mientras su cuerpo se quedaba, lo que no hacía la experiencia menos real para él, pero sí para quienes lo veían dormir.

Los cuatro libros perdidos todavía se hallaban en la mesita decorativa cerca de la puerta. Thomas tenía vendada la herida en la palma de la mano. Se preguntó brevemente si los libros lo harían volver al futuro. Pero reflexionó que parecían estar siguiendo un sendero coherente con el corazón del viajero.

– Entonces, básicamente es cierto -dedujo Kara-. ¿Estás afirmando que en esencia la historia de la Tierra se ha vuelto a reproducir allá y que se ha comprimido en veintiséis años?

– Algo así.

Monique se había quedado callada en los últimos diez minutos, sentada con una pierna sobre la otra, vestida aún con la bata de laboratorio.

– Toda nuestra historia -comentó ahora, después de carraspear.

– Así parece. Sin los particulares, por supuesto. Pero las analogías son ineludibles.

– Piensa en las repercusiones para nuestro mundo -susurró ella-. Así que esta batalla entre el bien y el mal es tan real aquí como allá. La religión podría estar desorientada en la mayor parte de frentes, pero por todos lados se percibe la idea correcta.

– Exactamente -asintió él.

Era cómico cómo alguna vez él había estado tan confundido respecto del propósito total de la historia. Su entendimiento de la llegada y del transcurso de la vida había sido muy egocéntrico. Ver más allá de sí mismas hacia un propósito mayor fue siempre muy difícil para el común de las personas, que vivían y morían antes de que ese propósito tuviera total significado.

Ahora, al haber vivido tantas experiencias en tan poco tiempo, le parecía obvio el propósito de la vida. Era casi imposible entender cómo alguien podría ser incrédulo. Y sin embargo, aquí estaba él, dos mil años en el pasado, buscando un camino para el círculo precisamente porque sus integrantes habían comenzado a perder de vista el verdadero camino. Lo que una vez fuera obvio para ellos ya no lo era tanto. ¿Por qué los humanos perdían tan rápidamente de vista la verdad? Eran como un matrimonio que celebró la luna de miel en apasionado éxtasis, pero que solo unos cuantos años más tarde se encontraba distanciado. No sorprendía que el roush cuestionara la sabiduría de Elyon al crear seres tan inconstantes. Esta era la esencia de los libros de historia: Libre albedrío humano, que parecía llevar siempre al desastre.

– …una persona real -estaba diciendo Monique-. No solo una idea.

– Lo siento, ¿de qué hablabas?

– De Elyon. Él es una persona verdadera. Un ser real, no solo un símbolo para una idea.

El puso atención a lo que Monique decía, no muy seguro de por qué había expresado un asunto tan básico.

– Tú estuviste allá, deberías saberlo.

– Créeme, tres décadas lo vuelven todo bastante nebuloso.

Y ese era el quid del asunto, pensó Thomas.

Estaba sentado, con las piernas cruzadas, mirándolas de frente. Lograba ver por la ventana detrás de Monique. Se veía una selva que hormigueaba con vida invisible, pero al dar un paso dentro de los arbustos se volvería muy real esa vida.

– Por tanto -expresó volviendo a enfocar la mirada en Monique-. ¿Qué esperanza hay en este mundo que pudiera cambiar el rumbo del otro mundo?

– Tal vez esa no es la pregunta adecuada -objetó Kara.

– ¿No? ¿Cuál es entonces?

– ¿Por qué todo gira siempre en torno a tu mundo? Comprendo que allí es donde está tu mente, pero míralo desde mi perspectiva. Hasta que nos dejaste, fuiste siempre de este mundo. ¿Quién puede decir que lo que estás viviendo no sea del todo por nosotros, y no por ellos?

– ¿Ellos? ¿Te refieres a Chelise, a Jake, a Samuel, y a todos aquellos a quienes estimo?

– ¿Y quién soy yo? ¿Un producto de tu imaginación?

– No -objetó él y luego pensó: Oh, Elyon, podía ser cabezota cuando quería; entonces se inclinó hacia delante-. Siempre estaré en deuda contigo. Pero has vivido aquí tu vida, y yo he encontrado la mía allí.

– Me lo prometiste -declaró ella.

Kara le estaba pidiendo que la llevara otra vez.

– Tal vez tengas razón -asintió Thomas sentándose-. ¿Qué tienes en mente?

Además de ir conmigo.

– El presente se parece mucho al futuro. Sí, lo sé, lo superficial es muy distinto.

No hay hordas, shataikis, roushes ni círculo… al menos no con esos nombres. Pero lo que tenemos es un mundo en que los fieles han perdido la esperanza. ¿Y si hubieras venido por el bien de ellos, como parte de nuestra historia?

– No estaré aquí suficiente tiempo para brindar esperanza a los necios de vuestro mundo. Ellas solamente lo miraron.

– Está bien, he sido duro, pero por favor, ¡mi propio pueblo está desesperado!

Estoy aquí solo para hallar aquello por lo que vine y regresar. Una o dos horas. Un día a lo mucho. Esto no es como antes. ¡Debo regresar rápidamente!

– ¿Sabes que hay una estatua de ti en la parte oriental del jardín de la Casa Blanca?-inquirió Kara respirando hondo y acomodándose en la silla-. Granito blanco.

¿Puedes imaginar lo que pensaría Washington si te acercaras a ese césped y saludaras a! presidente después de todos estos años?

– Eso es inaceptable -exclamó él levantándose repentinamente.

– Quizás -terció Monique-. Pero créeme, el mundo se desordenaría si fueras allá, Thomas Hunter, habiendo regresado de entre los muertos. Y el mundo podría tener un poco de esperanza ahora.

– Eso no tiene nada que ver conmigo. Mi hijo se acaba de unir a los eramitas, ¡por Dios! No nos desviemos del tema.

– Al dar recibirás.

– Estás manipulando la situación.

– ¿De veras? -objetó Kara-. Piensa en eso, Thomas. Existe un vínculo entre e i presente y el futuro, y no se trata solo de ti. Es tan real para nosotros como para ti.

Tal vez si encuentras la respuesta aquí, la hallarás para tu mundo.

Él no tenía deseos de dar un paso fuera de este salón, pero tal vez había algo de verdad en lo que Kara indicaba.

Lo que sucedía en las historias siempre se había relacionado con lo que pasaba en este mundo. Si él lograra encontrar una manera de alterar esta historia podría encontrar la respuesta para el otro.

Pero aun así no creía que eso fuera correcto.

– No me gusta -replicó, volviéndose a sentar, sudando ahora.

– ¿Desde cuándo no te gusta tener nada que ver con la verdad? -contraatacó Monique-. A mí no me ha gustado desde que te fuiste. Sintió las palabras de ella como una merecida bofetada.

– Y es posible que nos equivocáramos -planteó Kara-. Pero del modo en que lo veo, estás aquí, y mientras estés…

– No estoy aquí por mucho tiempo -insistió él-. Ten eso claro.

– Ayúdanos, Thomas -pidió ella-. Tú cambiaste este mundo una vez; hazlo de nuevo.

– Eso fue hace mucho tiempo.

La puerta se abrió y entró un criado cubierto con una bata.

¿Un criado con una bata?

Thomas tardó solo un instante en ver que se trataba de Billy, y que llevaba en la mano una pistola nueve milímetros.

Luego observó, atónito, cuando Janae, y luego Qurong, avanzaban pesadamente por detrás, examinando el salón.

– ¡Atrás! -ordenó Billy haciendo oscilar la pistola-. ¡Retrocedan!

La mirada de Janae se posó en los libros perdidos.

Las piezas se acomodaron en la mente de Thomas y formaron un cuadro completo. Ellos ya tenían cortadas las manos y sangraban. Habían venido solo por un motivo: Usar los libros perdidos.

– ¡No se muevan! -volvió a ordenar Janae, acercándose a la pila de libros; si llegaban a tocarlos desaparecerían… con los libros.

– Por favor… -pidió Thomas levantando la mano.

Janae fue la primera en abalanzarse hacia los libros, seguida casi en frenesí por Billy y Qurong. La sangrante mano de ella se posó en el primero de los libros, y toda la mesa empezó a perder el equilibrio, haciendo que la lámpara cayera al suelo. Thomas les gritó a sus piernas: ¡Vamos! Hay que seguirlos; ¡vamos! Pero tenía las piernas paralizadas.

La mano de Janae desapareció, seguida por el brazo. ¡Se estaba desvaneciendo delante de los ojos de ellos!

Pero no antes de que Billy y Qurong pusieran las manos sobre la muchacha, y se le subieran encima para unírsele en el pasadizo momentáneamente abierto por medio de los libros.

Todo sucedió en el espacio de tres, no más de cinco, palpitaciones del corazón de Thomas. Janae, luego Billy, y después Qurong fueron tragados como por arte de magia.

Y luego se esfumaron. El espacio que acababan de ocupar estaba vacío. Y los libros…

Los libros habían desaparecido con ellos.

Dejando a Thomas varado en este mundo, mientras Billy, este Ba’al en versión pelirroja; Janae, la vampiresa sedienta de sangre; y Qurong, el enemigo de todos los albinos, regresaban para devastar el mundo de Thomas.

La sangre se le escurrió del rostro.

– Elyon, ayúdanos -logró expresar Thomas con voz muy débil; todo el cuerpo se le estremeció-. Elyon ayúdanos a todos.

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