II

Un nuevo sector, y uno que se había abierto inesperadamente. Keith y Rissa corrieron hacia el puente, entrando por la puerta de babor, lo que quería decir que Keith tenía que pasar junto a Lianne Karendaughter. Inteligente (máster del MIT en ingeniería electrónica), hermosa (sensuales rasgos asiáticos, lustroso pelo color platino sujeto por clips dorados) y joven, Lianne se había unido a Starplex hacía sólo seis semanas, tras un prestigioso empleo como ingeniero jefe a bordo de un hipercrucero de gran tonelaje. Sonrió a Keith al pasar; una sonrisa radiante como una supernova. El estómago de Keith aleteó.

El puente de Starplex no parecía tener paredes, suelo, o techo. En su lugar, estaba rodeado por un holograma esférico del entorno de la nave, con las estaciones de trabajo aparentemente flotando entre estrellas. La habitación en sí era rectangular, con una entrada en cada pared, pero las puertas eran invisibles, disimuladas en el paisaje espacial. Cuando se deslizaban hacia los lados para abrirse, era como si el espacio mismo se abriera, revelando los pasillos más allá. Al parecer suspendidos en el aire (pero en realidad sujetos a los muros invisibles justo sobre las puertas) había tríos de relojes luminiscentes con la hora de cada planeta.

Keith y Rissa corrieron hacia sus puestos, dando la impresión de que corrían por el espacio exterior.

Los puestos del puente estaban dispuestos en dos hileras de tres asientos cada una, con el director ocupando la posición central de la hilera posterior. La hilera anterior estaba siempre ocupada. Los puestos de la hilera posterior se usaban sólo cuando era necesario; Jag, Keith y Rissa tenían todos oficinas separadas en las que llevaban a cabo la mayor parte de su trabajo. Uno de los monitores de Keith mostraba siempre un diagrama de quién estaba autorizado para usar la estación de trabajo en cada momento. Ahora mismo la hilera anterior la ocupaba el equipo del turno alfa estándar:

Operaciones internas

Lianne Karendaughter


Timón

Thorald Magnor


Operaciones externas

Rombo


Ciencias físicas

Jag Kandaro em-Pelsh


Director

Keith Lansing


Ciencias biológicas

Clarissa Cervantes

El encargado de OpIn era responsable de todas las actividades a bordo, incluyendo ingeniería. En el lado opuesto de la estancia estaba su contrapartida, el encargado de OpEx, que supervisaba los muelles de atraque y las misiones efectuadas por las cincuenta y cuatro naves de diferentes tipos que atracaban allí. A la izquierda de Keith estaba el puesto de Jag, jefe del Departamento de Ciencias Físicas. A su derecha, de nuevo una contrapartida: Rissa, jefe del Departamento de Ciencias Biológicas.

Ya que casi toda la investigación en Físicas se llevaba a cabo a bordo de la nave, tenía sentido que OpIn estuviera frente al puesto de Físicas. Lianne podía girar su silla, o mover su estación de trabajo sobre la base giratoria, para consultar cosas cara a cara con Jag. De manera similar, la mayoría del trabajo biológico se llevaba a cabo fuera de la nave nodriza; Rombo en OpEx podía consultar cosas con Rissa (aunque Rombo, un ib, tenía visión de 360 grados y no necesitaba volverse para verla).

Para facilitar todavía más las comunicaciones, hologramas en tiempo real de diez centímetros de altura de las cabezas de Thor y Lianne, más una imagen de cuerpo entero de Rombo, solían flotar sobre el borde de las consolas de Jag, Keith y Rissa. Los ocupantes de la fila anterior tenían hologramas de las cabezas de los de la fila posterior flotando sobre sus puestos.

A cada extremo de la sala había una gran piscina cubierta por un campo de fuerza antisalpicaduras; cualquiera de los puestos podía transferir sus funciones a un delfín en cualquiera de las piscinas. Tras los puestos había una hilera de nueve polisillas para observadores.

Keith miró cómo Jag entraba por la puerta de estribor. El waldahud se movía por el campo estelar a pasos cortos de sus piernecillas patizambas, con los cuatro brazos rígidos a los costados. Jag llevaba un par de funcionales prendas de vestir, incluyendo un cinturón con bolsas colgando, y una banda con bolsillo alrededor de su brazo superior izquierdo. Estaba prácticamente desnudo, el condenado, salvo por su espeso pelaje, mientras que Keith se estaba congelando vivo. Las áreas comunes de la nave se mantenían a quince grados Celsius, el equivalente a un mediodía caluroso de verano en Rehbollo. Keith medio esperaba ver condensarse su aliento cada vez que salía de su apartamento.

Cuando Jag se sentó, los monitores de su puesto se configuraron para ser dos veces más altos que anchos. Jag podía ver dos pantallas simultáneamente, una con el par vertical de ojos izquierdos, otra con el par vertical de ojos derechos. Como los humanos, los waldahudin tenían dos hemisferios cerebrales, pero cada hemisferio podía procesar una imagen estereoscópica por sí solo.

No había expresión alguna en el rostro de Jag (aunque de todos modos Keith no era bueno descifrándolas). Su altercado en el corredor una hora antes no merecía, aparentemente, comentario alguno. Claro que no, pensó Keith. Un día normal para uno de ellos.

Movió la cabeza y se dio la vuelta. Thorald Magnor, al timón, era un gigantesco humano de unos cincuenta años, con una barba de color rojo llama. En OpEx, la polisilla había sido retirada bajo el suelo, y la consola rebajada para acomodar a su usuario actual. Rombo, como todos los ibs, parecía una silla de ruedas de piedra con una sandía en el asiento.

Uno de los monitores de Keith mostraba el informe del THAC, el Telescopio Hiperespacial Astrofísico de la Commonwealth, sobre el recién abierto atajo. La salida estaba en el Brazo de Perseo, a unos novecientos mil años luz de su posición actual. Y eso era todo lo que se sabía, salvo que algo había pasado recientemente por el atajo, activándolo. Lo que fuera ese algo, y dónde había ido a través de la red, nadie lo sabía.

—De acuerdo, gente —dijo Keith— Empezaremos con una sonda clase alfa estándar. Thor, llévanos a veinte kilómetros del atajo.

—Deme dos segundos, jefe —dijo Thor. Keith podía ver la cara de Thor en el holograma en miniatura, y su cogote de verdad en el puesto delante suyo. Su cara era grande y ruda, su barba y cabellos largos y crespos. Keith había visto una vez un casco vikingo en el apartamento de Thor; le hubiera sentado bien—. Tenemos una sonda atracando ahora mismo.

Un instante más tarde, unas luces destellaron en la red de sensores de Rombo.

—Anuncio con placer que la Marc Garneau ha sido asegurada en el hangar ocho —dijo una voz con acento británico en el oído de Keith.

Por convención, las voces de los waldahud se traducían con anticuados acentos neoyorquinos, mientras que a los ibs se les daba acentos británicos; hacía más fácil distinguir quién hablaba, ya que las voces traducidas emanaban todas del mismo sitio, el implante coclear del oyente.

—Vale, jefe —dijo Thor—. Allá vamos.

Keith podía ver las grandes manos de Thor manipulando los controles. El campo estelar que rodeaba el puente empezó a moverse; cosa de cinco minutos después, las estrellas dejaron de moverse.

—Como ha pedido, jefe —dijo Thor—. A veinte mil metros del atajo, en el blanco.

—Gracias —dijo Keith—. Rombo, lance la sonda, por favor.

Los tentáculos como cuerdas de Rombo restallaron en su consola como si la estuviera domando a latigazos. Su red de sensores relucía.

—Será un placer.

Un diagrama de la sonda apareció en uno de los monitores de Keith: un cilindro plateado de cuatro metros de largo por uno de diámetro, con la superficie cuajada de escáneres, sensores, cámaras, y placas CCD. La sonda sólo contaba con propulsores y cuatro racimos de reactores cónicos para corregir el rumbo; un hipermotor era demasiado caro para arriesgarlo, sobre todo teniendo en cuenta que la sonda podía no regresar.

La sonda aceleró a través de un cañón de masa en uno de los módulos habitables superiores de Starplex. En cuanto la sonda salió al espacio, el personal del puente pudo ver el brillo de sus propulsores en la esfera holográfica que los rodeaba. La sonda giró sobre su eje de manera que todos sus instrumentos quedaran expuestos a todo el panorama del firmamento.

No había un objetivo visible para la sonda; al menos todavía no. Pero su curso había sido calculado de manera que entrara en el atajo con el ángulo exacto especificado por el THAC. Cuando lo hizo, la sonda pareció desaparecer, tragada por un pequeño anillo de fuego violeta.

—Amistosamente observo que el pasaje a través del atajo ha sido normal —informó Rombo con su rico acento de Oxford.

Ahora empezaba la espera. Cada uno mostraba la tensión de manera distinta. En OpIn, Lianne tamborileaba con sus uñas pintadas en el borde de la consola. Las luces de la red de Rombo destellaban de vez en cuando, no en un pictograma coherente, sino como signo de agitación mental. Jag se tocaba el pelaje y deslizaba sus placas dentales translúcidas una contra otra, con un leve sonido como el deslizar de una tiza sobre la pizarra. Keith se levantó y paseó arriba y abajo. Rissa se dedicó a organizar archivos en su consola. Sólo el imperturbable Thorald Magnor parecía tranquilo; colocó sus enormes pies sobre la consola y, reclinándose en su asiento, entrelazó los dedos tras su melena anaranjada.

Pero a pesar de la actitud de Thor, había motivos para preocuparse. Hacía diez años, un bumerang lanzado desde Tau Ceti había alcanzado su objetivo, un atajo inactivo cerca de la estrella clase M3 Tejat Posterior, en la constelación de Gemini. Ese bumerang nunca volvió a Tau Ceti. En su lugar, más o menos cuando se suponía que tenía que haber vuelto, una esfera lisa de metal salió disparada desde el atajo de Rehbollo. Los análisis determinaron que la bola era los restos de la sonda, después de que algún tipo de proceso rompiera brevemente todos los enlaces moleculares en su estructura.

La palabra «proceso» había sido elegida deliberadamente para los informes públicos, pero muchos creían que ninguna actividad natural había podido hacer eso, ni siquiera si el atajo de la salida de Tejat Posterior hubiera estado en el núcleo de una estrella. Los hipotéticos seres responsables habían sido llamados «Estampadores», porque aparentemente habían estampado la puerta interestelar en las narices colectivas de la Commonwealth.

Otras sondas hiperespaciales con potentes escudos habían sido enviadas a Tejat Posterior (desde puntos de lanzamiento bien alejados de cualquiera de los mundos de la Commonwealth), pero aún pasarían otros dos años hasta que llegaran. Hasta que lo hicieran, el misterio de los Estampadores seguía sin ser resuelto; pero siempre existía el miedo de que acecharan tras otros atajos.

—Con alivio, informo de un pulso de taquiones —anunció Rombo.

Keith dejó escapar el aliento; no había sido consciente de estar reteniéndolo hasta ahora. El pulso quería decir que algo estaba pasando a través del atajo; la sonda regresaba. Miraron mientras el atajo crecía desde un punto infinitesimal hasta alcanzar un metro de diámetro, con la periferia violeta. El cilindro apareció. Keith asintió ligeramente; la sonda parecía intacta. Maniobró de vuelta a Starplex bajo su propio impulso, lo que quería decir que su electrónica interna también estaba intacta, y se deslizó por el tubo de lanzamiento hasta su atraque. Los umbilicales se conectaron, y descargaron su almacén de datos en PHANTOM, el ordenador central de Starplex.

—Veámoslo —dijo Keith, y Rombo obedeció, reemplazando el holograma esférico del espacio en el exterior de Starplex con lo que la sonda había visto al otro lado del atajo.

Al principio sólo parecía más espacio, con diferentes constelaciones envolviéndolos. Hubo murmullos de decepción. Uno siempre esperaba ver una nave, un vehículo de la raza que hubiera activado el atajo.

Jag se levantó de su asiento y caminó hasta quedar frente a las dos filas de estaciones de trabajo. Giró sobre sus cascos, mirando a distintos puntos del holograma, y luego empezó a interpretar lo que era visible para los demás.

—Bien —dijo el traducido acento de Brooklyn por encima de sus ladridos caninos—, parece espacio interestelar ordinario. Lo que se esperaría para el Brazo de Perseo: muchas estrellas azules, no mucha densidad —se detuvo y señaló—. ¿Ven esa banda de luz? Estamos en el borde interno del Brazo de Perseo, mirando hacia el Brazo de Orión. Ni Galath ni Hotspot serían visibles desde aquí, pero podríamos encontrar Sol con un telescopio.

Empezó a recorrer el perímetro del puente, con los cascos resonando contra el suelo invisible.

—Lo único que parece lo bastante brillante como para ser una estrella cercana de la secuencia principal es esa de ahí —indicó un punto blanco azulado que era en verdad más brillante que los otros—. Aun así, no muestra indicios de un disco visible, así que como mínimo estamos a varios miles de millones de kilómetros de ella. Por supuesto podemos usar un par de sondas para hacer pruebas de paralaje, para ver lo cerca que está en cuanto atravesemos el atajo. Normalmente no considero que las estrellas de clase A tengan planetas habitables, pero parece un lugar tan bueno como otro cualquiera para empezar a buscar a quien haya activado esta salida.

—¿De modo que piensa que es seguro que lo atravesemos? —preguntó Keith.

El waldahud se volvió para mirar a Keith, y su par izquierdo de ojos parpadeó.

—No parece haber riesgo inminente —dijo—. Tendré que revisar el resto de los datos de la sonda, pero parece ser, bueno, espacio.

—Vale. En ese caso, probemos a…

—Un segundo —dijo Jag, al parecer reparando en un área del holograma por detrás del hombro de Keith.

Caminó hacia el director y luego continuó, dejando atrás la galería de observadores que había detrás de su puesto.

—Un segundo —dijo de nuevo—. Rombo, ¿cuánto holograma de tiempo real queda?

—Me mortifica admitir que agotamos la proyección en tiempo real hace dos minutos —dijo el ib desde la consola de OpEx—. He puesto la filmación en bucle.

Jag caminó hacia la pared del puente, lo cual era un poco como dar unos pasos hacia una montaña distante esperando con ello verla mejor. Atisbo la oscuridad.

—Ese área de ahí —dijo, moviendo su brazo superior izquierdo en un círculo para indicar una amplia porción del campo estelar—. Hay algo raro… Rombo, acelere la reproducción. Diez veces la velocidad normal, y en bucle continuo.

—Hecho, sin rencor —dijo Rombo, chasqueando los tentáculos.

—No puede ser —dijo Thor, que se había dado la vuelta para mirar también.

Se medio incorporó de su asiento en la consola del timonel.

—Pero lo es —dijo Jag.

—¿Qué pasa? —preguntó Keith.

—Lo está viendo —dijo Jag—. Mire.

—Todo lo que veo es un puñado de estrellas que parpadean.

Jag alzó los hombros superiores, el equivalente waldahud a un asentimiento de cabeza.

—Exacto. Igual que una clara noche de invierno allá en su magnífica Tierra, sin duda. Salvo que —dijo— las estrellas vistas desde el espacio no parpadean.

Загрузка...