VII

Jag y Rissa tomaron el ascensor al puente, y pronto el waldahud estuvo de pie frente a las dos hileras de puestos, contando a sus colegas el fantástico descubrimiento.

—Hay una metáfora que ha estado circulando durante años —ladró— que dice que la materia visible sólo es la espuma de un océano de materia oscura negro como la tinta. Sabíamos que la materia oscura estaba ahí por sus efectos gravitatorios, pero nunca la habíamos visto, hasta ahora. Las esferas de ahí fuera, y la neblina con gravilla entre ellas, están hechas de materia oscura.

Lianne dejó escapar un lento silbido. Keith alzó una ceja. Sabía un poco sobre materia oscura, por supuesto. El astrónomo de CalTech Fritz Zwicky había deducido su existencia en 1933, observando las galaxias del Cúmulo de Virgo. Las galaxias giraban alrededor de otras tan rápido que, si las estrellas visibles fueran la única fuente de masa presente, el conjunto debería haberse diseminado hacía mucho tiempo. Estudios posteriores mostraron que prácticamente todas las mayores estructuras del universo —incluyendo la Vía Láctea, nuestra propia galaxia— se comportaban como si hubiera mucha más masa presente que la proporcionada por los soles y cualquier número razonable de planetas acompañantes. Algún tipo de materia antes no detectada, a la que se llamó «materia oscura» porque al parecer no era luminosa ni reflejaba la luz, era responsable de más del 90 por ciento de la gravedad del universo.

Como siempre, Thorald Magnor tenía los grandes pies sobre su consola, y había entrelazado los dedos detrás de la cabeza, enterrados en su pelo rojo.

—Creía que ya habíamos descubierto qué era la materia oscura —dijo.

—Sólo parte de ella —dijo Jag, alzando dos de sus cuatro manos—. Sabemos desde hace mucho que la materia bariónica (la materia compuesta de protones y neutrones), forma menos del diez por ciento de la masa del universo. En 2037, descubrimos que el ubicuo neutrino tau tiene una pequeñísima masa, equivalente más o menos a siete electronvoltios. Y descubrimos que el neutrino muón también tiene una masa diminuta, cosa de la tresmilésima parte de un electronvoltio. Como esos dos tipos de neutrino son tan abundantes, en total son tres o cuatro veces la masa del total de los bariones. Pero eso todavía nos deja con dos tercios de la masa del universo sin determinar… hasta ahora.

—¿Qué le hace pensar que lo que hay ahí fuera es materia oscura? —preguntó Keith.

—Bueno —dijo Jag—, no es materia normal; eso está claro.

Aunque intentaba ocultarlo, Jag se apoyaba en el borde biselado de la consola de Thor con una mano para no caer sobre cuatro patas. Starplex funcionaba en ciclos de cuatro turnos como concesión a los waldahudin, que provenían de un mundo de días cortos, pero Jag había estado haciendo horas extras.

—En los primeros estudios de la materia oscura, había dos candidatos para el material que la componía, llamados WIMPs y MACHOs por los astrónomos humanos, a los que habría que hacer nadar en un río de orina, de paso. WIMPs son «partículas masivas de interacción débil», ¿ven las tonterías que se nos impone por buscar un acrónimo imbécil[1]? Sea como sea, los neutrinos tau y muón resultaron ser WIMPs.

—¿Y los MACHOs?

—Objetos masivos compactos de halo —dijo Jag—. El «halo» es la esfera de materia oscura que tiene una galaxia en el centro. Se pensaba que los «objetos masivos compactos» eran miles de millones de cuerpos del tamaño de Júpiter que no estaban asociados a ninguna estrella en particular, una niebla de mundos gaseosos a través de los cuales se mueve el material luminoso de la galaxia.

Lianne se inclinó hacia delante, con la barbilla apoyada en la mano.

—Pero si el universo realmente estuviera repleto de… de MACHOs —preguntó—, ¿no los habríamos detectado a estas alturas?

Jag se volvió hacia ella.

—Incluso los objetos del tamaño de Júpiter son pequeños a escala cósmica. Y como no son luminosos, la única manera en que los veríamos sería si uno pasara por delante de una estrella que estuviéramos observando en ese momento. Aun así, el efecto sería pequeño: apenas un poco de efecto de lente gravitacional sobre la luz de la estrella, causando un aumento temporal de su brillo. Se han visto sucesos así de vez en cuando: el más antiguo del que se tiene constancia fue visto por astrónomos humanos en 1993. Pero incluso si el espacio estuviera repleto de MACHOs, suficientes como para formar dos tercios de toda la masa del universo, sólo una de entre cada cinco millones de las estrellas que se pueden observar en un momento sería candidata a estar sufriendo los efectos de la lente gravitacional de un MACHO pasando por delante —hizo un gesto hacia la parte parpadeante del campo estelar—. Aquí sólo vemos los efectos generales porque estamos muy cerca del campo de materia oscura, y porque la materia oscura en sí es transparente. De hecho sólo estamos viendo polvo estelar normal, distribuido a través de los objetos de materia oscura.

Keith miró a Rissa con las cejas alzadas. Ella no hizo ninguna objeción.

—Bien —dijo el director—, esto parece ser ciertamente un descubrimiento importante, digno de mayor…

—Disculpe la interrupción —dijo Rombo—, pero estoy detectando un pulso de taquiones.

Rombo hizo girar el holograma del campo estelar que rodeaba el puente para centrar el atajo en su campo de visión; el efecto sobre el estómago de Keith fue parecido al que experimentaba en un planetario donde estuvieran intentando demostrar que aprender es divertido. Jag se sentó a toda prisa a la izquierda de Keith. El atajo era un punto verde, el color de lo que estuviera pasando a su través, rodeado por el habitual anillo violeta de radiación Soderstrom.

—¿Es una nave de la Commonwealth? —preguntó Keith.

—No —dijo Rombo—. No hay ningún tipo de señal de transpondedor.

El punto verde continuó aumentando.

—Incrédulo: eso es brillante —la traducción de PHANTOM de las palabras que destellaban sobre el manto de Rombo era forzada. Pero el ib tenía razón. El atajo era el objeto más brillante del cielo, superando incluso la estrella de clase A que Jag había divisado antes.

—Démosle mucho sitio, sea lo que sea —dijo Keith—. Thor, empieza a alejarnos.

—Ejecutando.

Keith miró a su izquierda.

—Jag, análisis espectral.

El waldahud leyó de uno de sus monitores.

—Escaneando. Hidrógeno, helio, carbono, nitrógeno, oxígeno, neón, magnesio, silicio, hierro…

—Parece verde puro —dijo Keith—. ¿Podría ser un láser?

Jag volvió sus dos ojos derechos hacia el director, manteniendo los otros dos ojos enfocados en sus instrumentos.

—No. No hay nada coherente en esa luz.

El ígneo punto verde seguía ensanchándose; se había convertido en un círculo verde brillante de varios metros de diámetro.

—¿Y si es la tobera de un reactor de fusión? —preguntó Lianne—. ¿Podría ser una nave saliendo marcha atrás del atajo, como si estuviera decelerando?

Jag consultó más lecturas.

—Ciertamente es una lectura de fusión —dijo—, pero tendría que ser de un motor muy potente.

Keith dejó su consola y caminó hasta ponerse justo detrás de Rombo.

—¿Alguna posibilidad de contactar con esa nave?

Una de las cuerdas manipuladoras de Rombo restalló para tocar un control.

—Perdóneme, pero no es posible por radio convencional. Esa cosa está emitiendo una enorme cantidad de EMI. Un enlace de radio hiperespacial podría funcionar, pero no hay manera de conocer qué nivel cuantizado usan para comunicarse.

—Empiece por el más bajo y vaya aumentando —dijo Keith—. Secuencias estándar de números primos.

Otra ondulación de una cuerda.

—Transmitiendo. Pero probar cada nivel será literalmente interminable.

Keith se volvió y miró a Rissa.

—Puede que tengas tu oportunidad de primer contacto, después de todo —se volvió para mirar el atajo—. Cristo, es muy brillante.

Cada objeto del puente que no estaba engullido por el holograma estaba ahora bañado en una luz verde brillante. Aunque no caían sombras sobre el invisible suelo, los miembros de la tripulación estaban proyectando duras sombras contra la galería de observadores detrás de las estaciones de trabajo.

—Es más brillante de lo que parece —dijo Jag—. La cámara filtra casi toda la intensidad.

—¿Qué infiernos puede ser? —preguntó Keith, mirando a Jag.

—Sea lo que sea —dijo Jag—, está emitiendo un montón de partículas cargadas. Podría ser un cañón de partículas.

El círculo verde siguió expandiéndose.

—El diámetro es ahora de ciento diez metros —dijo Jag—. Ciento cincuenta —su ladrido se hizo más suave, incrédulo—. Doscientos cincuenta. Quinientos. Un kilómetro. Dos kilómetros.

Keith volvió a mirar la cegadora imagen del holograma.

—Jesús —profirió, levantando un brazo para protegerse los ojos.

Rombo hizo chasquear sus cuerdas, el equivalente a un grito ib.

—Profusas disculpas —dijo un momento después cuando la imagen se hizo algo más oscura—. El objeto es más brillante de lo que los compensadores automáticos están diseñados para contrarrestar. Procederé a partir de ahora a monitorizar la imagen directamente.

El círculo verde siguió expandiéndose a gran velocidad. Sus bordes coruscaban con descargas violeta de radiación Soderstrom, un halo pirotécnico alrededor del vasto centro verde. El área central todavía parecía un círculo plano.

—La temperatura es de unos mil doscientos Kelvin —manifestó Jag.

—Eso es muy alto —dijo Rissa—. ¿Qué es, en nombre de Dios?

Una alarma empezó a sonar, trinando aguda y grave.

—¡Alerta de radiación! —gritó Lianne. Giró en su silla para mirar a Keith—. Acción recomendada: mover Starplex.

—De acuerdo —dijo Kevin, saltando a su puesto de mando—. Thor, acelera. Ponnos a otros cincuenta mil kilómetros del atajo —miró a las lecturas de astronavegación—. Curso doscientos diez grados por cincuenta y cuatro grados. Usa sólo los propulsores; no quiero entrar en el hiperespacio hasta que no sepamos qué es esa cosa.

—Como diga, jefe —dijo Thor, con las manos volando sobre sus instrumentos.

El crecimiento aparente del círculo verde disminuyó, pero aún seguía aumentando; su tasa de expansión estaba superando la velocidad de maniobra de Starplex.

—No sabía que un atajo podía abrirse tanto —dijo Rombo—. Jag, ¿qué es exactamente lo que lo está atravesando?

Ambos juegos de hombros de Jag se alzaron y cayeron.

—Desconocido. El análisis espectral es inusual; hay muchas líneas Fraunhofer de absorción de elementos pesados. No corresponde a nada en nuestra base de datos —hizo una pausa—. Si es una tobera de fusión, la nave debe ser gigantesca.

—Parece totalmente plano —dijo Rissa—. ¿Cómo puede seguir expandiéndose como un círculo?

—La expansión aparente está causada por la abertura del atajo —dijo Jag—. Se abren a velocidad finita y, cuando contacta con una superficie plana, la abertura tomará forma circular hasta alcanzar los bordes del objeto. —Usó sus ojos izquierdos para mirar una lectura—. La velocidad a la que se abre está aumentando, aunque a una tasa desigual.

El halo violeta que representaba los bordes del portal era apenas el más ligero reborde alrededor del vasto círculo, como las líneas mate alrededor de una maqueta de nave espacial en una película antigua de ciencia ficción.

—¿Cómo es de grande ahora? —preguntó Keith.

Jag estaba claramente cansándose de responder esa pregunta. Tocó algunas teclas de su consola y un trío de reglas coloreadas en tres unidades diferentes formó un marco de tres piezas alrededor del círculo verde. Medía ahora 450 kilómetros de diámetro.

—Los niveles de radiación aumentan rápidamente —dijo Lianne.

—Thor, duplica nuestra velocidad de retirada —dijo Keith—. ¿Pueden con esto nuestras pantallas de fuerza?

Lianne estaba consultando un conjunto de lecturas. Movió la cabeza.

—No si crece mucho más.

El trino de la alerta continuaba.

—Apagad esa condenada alarma —dijo Keith. Miró al waldahud—. ¿Jag?

—Es plano —dijo Jag—. Como un muro de llamas. El diámetro supera ya los mil kilómetros. Mil trescientos… Mil setecientos…

La luz esmeralda dominaba el cielo. Los humanos levantaron sus manos de nuevo para protegerse los ojos.

De súbito, una cinta de fuego verde salió del muro, como un látigo de neón en la noche. Siguió alargándose hasta extenderse a más de cincuenta mil kilómetros del atajo.

—Dios mío… —dijo Rissa.

—Díganme que eso no es un arma —dijo Jag, levantándose y plantándose con ambos pares de brazos cruzados a su espalda—. Hubiéramos sido incinerados si no hubiéramos movido la nave.

—¿Podrían… Podrían ser los Estampadores? —preguntó Lianne.

La cinta verde estaba cayendo de nuevo hacia el enorme círculo luminiscente del atajo. Al hacerlo se rompió en segmentos ígneos, cada uno de miles de kilómetros de largo.

—Thor, preparado para activar hiperpropulsión cuando lo ordene —dijo Keith.

—A todos los puestos, preparados para hiperpropulsión —dijo la voz de Lianne por los altavoces.

—¿Es un campo de fuerza de alguna clase? —preguntó Rissa.

—Improbable —dijo Jag.

—Si eso es una tobera de astronave —dijo Keith—, debe tener absolutamente el mayor mascarón de la historia sujeto al otro extremo.

—Diámetro ocho mil kilómetros —dijo Jag, que ya había recalibrado las unidades en las barras de escala dos veces—. Diez mil…

—¡Thor, treinta segundos para hiperpropulsión!

—A todos los puestos, alerta —dijo Lianne—. Hiperpropulsión en veinticinco segundos, marca.

Otra lengua de fuego verde emergió del creciente círculo.

—Hiperpropulsión en quince segundos, marca.

—Dulce Jesús, es enorme —dijo Rissa para sí.

—Hiperpropulsión en quince seg… ¡Inicialización de hiperpropulsión cancelada! ¡Cancelación automática!

—¿Qué? ¿Por qué? —Keith miró al par de ojos del ordenador montados en su estación de trabajo—. PHANTOM, ¿qué está pasando?

—El pozo gravitatorio es demasiado profundo para una inserción hiperespacial segura —replicó el ordenador.

—¿Pozo gravitatorio? ¡Estamos en espacio abierto!

—Oh, Dioses —dijo Jag—. Es tan grande que curva el espaciotiempo. —Salió de su puesto y trotó frente al grupo de estaciones de trabajo—. Reduzca a la mitad el brillo de la imagen.

Las cuerdas de Rombo se agitaron. La vista del enorme círculo verde se oscureció, pero todavía estaba saturada, sobreexpuesta.

—Reduzca de nuevo a la mitad —exclamó Jag.

La imagen se hizo más oscura. Jag estaba intentando mirarla, pero era todavía demasiado brillante para ojos que habían evolucionado bajo la tenue luz de un sol rojo.

—Una vez más —dijo.

La imagen se oscureció más, y de pronto se hicieron visibles detalles sobre la superficie verde; un granulado de sombras más claras y oscuras…

—Eso no es una nave —dijo Jag; su voz, audible bajo la traducción de PHANTOM, era el ladrido en staccato que en un waldahud denotaba asombro—. Es una estrella.

—¿Una estrella verde? —dijo Rissa, asombrada—. No existe tal cosa.

—Thor —saltó Keith—. Impulsores a toda potencia, curso perpendicular alejándose del atajo. ¡Muévete!

La alarma empezó a trinar otra vez.

—¡Alerta de radiación de nivel dos! —gritó Lianne por encima del sonido.

—Pantallas de fuerza al máximo —exclamó Keith.

—No se pueden hacer ambas cosas, jefe —gritó Thor—. Los impulsores a toda potencia no pueden activarse con las pantallas al máximo.

—¡Entonces, prioridad a los impulsores! ¡Sácanos de aquí!

—Si eso es una estrella —dijo Rissa—, estamos demasiado cerca, ¿no? —Miró a Jag, que no dijo nada—. ¿No es verdad? —preguntó de nuevo.

Jag alzó sus hombros superiores.

—Demasiado, excesivamente cerca —dijo suavemente.

—Si la radiación no nos fríe —dijo Rissa—, el calor lo hará.

—Thor, ¿no puedes conseguir más velocidad? —preguntó Keith.

—No se puede, jefe. El pozo gravitatorio local está intensificándose rápidamente.

—¿No haríamos mejor en abandonar la nave nodriza? —preguntó Lianne—. Quizá las naves pequeñas puedan escapar más fácilmente.

—Perdóneme, pero no —dijo Rombo—. Aparte del hecho de que no disponemos de suficientes vehículos auxiliares para evacuar a todo el mundo, sólo unos pocos de ellos poseen los escudos necesarios para aproximaciones a estrellas.

Lianne tenía la cabeza inclinada a un lado, escuchando conversaciones privadas por su implante auricular.

—Director, tenemos mensajes de pánico de toda la nave.

—Precauciones estándar contra la radiación —manifestó Keith, seco.

—Serán inadecuadas —dijo Jag suavemente mientras volvía a su puesto.

Keith miró a Rissa. Uno de los monitores de ella mostraba los planos de Starplex, indicando los dos diamantes perpendiculares intersectando el ancho disco central.

—¿Qué ocurriría —preguntó ella, volviéndose hacia él— si rotamos Starplex de manera que el puente océano esté en ángulo recto respecto a nuestra dirección de viaje?

—¿Qué diferencia supondría eso? —preguntó Keith.

—Podríamos usar el agua marina como escudo contra la radiación. El océano tiene una profundidad de veinticinco metros. Eso supone mucho aislamiento.

Las luces de la red de Rombo se encendían y apagaban.

—Eso ciertamente ayudaría… a todos los que no estén en o por encima del puente océano, por supuesto.

Lianne alzó la voz.

—Todos acabaremos fritos a menos que hagamos algo.

Keith asintió.

—Thor, gira Starplex como se ha descrito.

—Ignición de jets ACS.

—Lianne, establece un plan para evacuar a todo el personal de los puentes treinta y uno al setenta.

Ella asintió.

—¡PHANTOM, intercomunicador!

—Intercomunicador activado —dijo PHANTOM.

—A todo el personal, habla el Director Lansing. Siguiendo las instrucciones de la Directora de Operaciones Internas Karendaughter, evacuen los puentes treinta y uno al setenta. Salgan del toroide de ingeniería, de los muelles de atraque y hangares, de los almacenes, y de todos los módulos habitables inferiores. Que todos vayan a los módulos habitables superiores. A todos los delfines: salgan del puente océano, o naden a la superficie del océano y permanezcan allí. Que todo el mundo se mueva de manera ordenada, ¡pero moveos! PHANTOM, fin, traduce y emite en bucle.

En la imagen holográfica, la superficie de la estrella empezaba a abombarse por la abertura circular del atajo.

—La tasa de apertura del atajo aumenta rápidamente —dijo Jag—. Parece que le costó un poco empezar, probablemente porque la superficie de la estrella era esencialmente plana al principio, pero ahora que la superficie está mostrando curvatura, se está abriendo más rápidamente. El diámetro es ahora de ciento diez mil kilómetros.

—La radiación aumenta rápidamente a medida que aparece más superficie —dijo Lianne—, y si lanza otra prominencia en nuestra dirección, seremos carbonizados.

—Estatus de la evacuación —exclamó Keith.

Lianne pulsó algunos botones, y aparecieron veinticuatro imágenes cuadradas, reemplazando parte de la burbuja del campo estelar. Cada una de ellas mostraba una vista diferente a través de los ojos de PHANTOM, y las escenas cambiaban, pasando por las diferentes cámaras del ordenador central.

Un pasillo. Nivel cincuenta y ocho, según la línea de estatus superpuesta: seis ibs rodando rápidamente.

Una intersección: tres humanas en chándal apresurándose hacia la cámara desde una dirección, dos waldahudin y un humano corriendo desde la dirección opuesta.

La parte a cero g del eje central: gente usando las agarraderas para impulsarse hacia arriba.

Un tubo de agua vertical, con tres delfines subiendo por él.

Un ascensor, con un waldahud manteniendo abierta la puerta con un brazo, y urgiendo a la gente a entrar con los otros tres.

Otro ascensor, con un ib rodeado por una docena de humanos.

—Incluso con todo el mundo por encima del puente océano —dijo Lianne—, no creo que vayamos a tener suficiente escudo contra la radiación.

—¡Esperad! —dijo Thor—. ¿Y si nos ponemos detrás del atajo?

—¿Eh? —dijo Rombo. O al menos, ése fue el sonido que PHANTOM dio a la olita de luces que pasó por su manto.

—El atajo es un agujero circular —dijo Thor, mirando a Keith por encima del hombro—. La estrella está emergiendo por él. La parte trasera del atajo es un círculo plano y vacío, un vacío negro con la forma de lo que esté pasando por él. Si estamos detrás del atajo, estaremos protegidos, al menos por algún tiempo.

Jag golpeó sus cuatro manos contra su consola.

—¡Tiene razón!

Keith asintió.

—Hazlo, Thor. Altera el curso para ponernos a sotavento del atajo, manteniendo el fondo del puente océano enfrentado a la estrella emergente.

—Ejecutando —dijo Thor—. Pero nos tomará algún tiempo llegar allí.

En la imagen holográfica esférica que rodeaba el puente, el brillante perfil circular de la esfera se convirtió lentamente en una cúpula verde a medida que Thor hacía maniobrar la nave.

—¡Dorsal Alta a Lansing! —dijo una aguda voz de delfín por el intercom, con chapoteos de fondo.

—Abre. Aquí Lansing.

—Thor no está moviendo en una línea recta la nave. Estamos sufriendo mareas en el puente océano.

—¿Lianne? —dijo Keith, y las veinticuatro vistas de la evacuación cambiaron todas a diferentes ángulos sobre el océano. El agua marina llegaba hasta el techo holográfico por el lado de babor, con olas reales tocando las falsas nubes, obligando a ir a todos los delfines hacia estribor para poder respirar.

—Maldición —dijo Thor—. No había pensado en eso. Haré girar la nave en torno a su eje mientras nos movemos. Con suerte podré mantener todas las fuerzas en equilibrio. ¡Lo siento!

A medida que Starplex seguía moviéndose, la abultada cúpula de la estrella verde fue siendo progresivamente eclipsada por el plano círculo oscuro de la parte trasera del atajo. Y entonces, al fin, el verde desapareció; Starplex estaba a sotavento del atajo. La única prueba de la estrella emergente era el reflejo esmeralda sobre el campo de materia oscura más allá. Incluso el anillo de radiación Soderstrom era invisible desde aquí atrás; después de todo, estaba causado por taquiones emanando del atajo hacia la dirección opuesta. El círculo oscuro seguía creciendo, sin embargo, tapando más y más estrellas del fondo. Su diámetro era ahora de 800.000 kilómetros.

—¿Puede extrapolar cuánto más va a crecer la estrella, basado en la curvatura que observamos en el otro lado? —preguntó Keith a Jag.

—Aún no ha pasado la mitad replico Jag—, y está ahusada por la alta velocidad de rotación. ¿Mi mejor suposición? Uno coma cinco millones de kilómetros.

—Thor, ¿hay alguna posibilidad de hiperpropulsión?—preguntó Keith.

Thor habló al holograma de Keith que flotaba sobre el borde de su consola.

—Todavía no. Tendríamos que estar al menos a setenta millones de kilómetros del centro de la estrella antes de que el espacio esté lo bastante plano como para activarlo. Estimo que alcanzaremos esa distancia en once horas.

—¡Horas! ¿Cuánto falta para que el ecuador de la estrella pase por el atajo?

—Quizá cinco minutos —dijo Jag.

—¿Estatus de la evacuación?

—Ciento noventa personas están aún bajo el puente océano —dijo Lianne.

—¿Lo conseguiremos? —le preguntó Keith.

—No estoy…

—Luz roja en el propulsor número seis —gritó Thor—. Se está sobrecalentando.

—Genial —dijo Keith—. ¿Necesitas apagarlo?

—Aún no —dijo Thor—. Estoy inyectando nanotecs de reparación en sus refrigeradores internos; quizá puedan arreglar el problema.

—El ecuador de la estrella verde está a punto de pasar a través del atajo —dijo Jag.

Una porción de la imagen holográfica cambió a una representación esquemática de lo que ocurría. Hacia la izquierda estaba el hemisferio de la esfera que sobresalía por el atajo. El atajo se veía desde un lado como una línea vertical. Por detrás, y alejándose de él, estaba el perfil en forma de diamante de Starplex. A medida que el ecuador pasaba por el atajo, el agujero que el atajo creaba en el espacio empezó a encogerse, y los fotones y partículas cargadas de la estrella empezaron a fluir a la inversa. Los bordes del baño de radiación eran como las manecillas de un reloj a mediodía y a las seis, convergiendo hacia las tres en punto.

Thor impulsaba a Starplex tanto como podía. Keith podía ver constelaciones de indicadores amarillos de aviso encendiéndose en el panel del piloto. La nave siguió trepando por el pozo de gravedad, con su túnel de escape estrechándose a medida que el atajo disminuía de tamaño.

—¡Lansing! —gritó Jag—. El campo de materia oscura se mueve… Se aleja de la estrella.

—¿Podría ser por la fuerza repulsiva que mencionó?

Jag movió ambos pares de hombros.

—No es el tipo de efecto que yo anticiparía, pero…

—Evacuación del puente inferior completa —dijo Lianne, girando para mirar al director.

—Aun así —dijo Thor—, nos vamos a comer un montón de radiación cuando el reflujo nos alcance.

Finalmente la estrella terminó de emerger y el atajo desapareció. En ese momento, Thor desplazó toda la potencia de los motores a las pantallas de fuerza, intentando desviar tanta radiación como fuera posible. Starplex siguió moviéndose por inercia. La alarma de radiación ululó de nuevo.

—¿Estamos ya lo bastante lejos? —preguntó Keith. Thor estaba demasiado ocupado con los controles para contestar—. ¿Estamos ya lo bastante lejos? —volvió a preguntar.

Jag hizo algunos cálculos.

—Creo que sí —dijo—, pero sólo porque estamos usando el puente océano como escudo. Si no, todos hubiéramos recibido una dosis letal.

—Muy bien —dijo Keith—. Continuemos hasta que estemos a distancia segura. Lianne, prepara nuevos turnos de trabajo que hagan uso mínimo de los cetáceos, y pon a todos los delfines no esenciales en hibernación médica hasta que podamos reemplazar el agua del puente océano. Al ritmo al que la estrella se está alejando del atajo, pasarán días antes de que nos podamos acercar al portal con seguridad —hizo una pausa, y luego—. Buen trabajo, todo el mundo. Rombo, ¿estatus de nuestros muelles de carga?

—Deberían ser utilizables aún. Sus paredes están fuertemente escudadas contra radiación, en el caso de que una nave se estrelle o explote en ellos.

—Bien —dijo Keith—. Thor, avísame cuando estemos a distancia aceptable de la estrella se volvió hacia el waldahud—. Jag, deberías ir a echarle un vistazo más de cerca. Quiero saber exactamente de dónde vino y por qué está aquí.

Загрузка...