V

—Consígame una muestra del material del que están hechas esas esferas —ladró Jag, de pie en su puesto del puente y mirando al director.

Keith rechinó los dientes y pensó, como hacía a menudo, en pedir a PHANTOM que tradujera las palabras de Jag menos directamente, insertando las cortesías humanas de «por favor» y «gracias».

—¿Enviamos una sonda? —preguntó Keith, mirando la cara de cuatro ojos del waldahud—. ¿O prefiere ir usted?

Si es esto último, pensó Keith, me encantará mostrarle la escotilla.

—Una sonda estándar de análisis atmosférico —dijo Jag—. Las interacciones gravitatorias entre tantos cuerpos tan grandes deben ser complejas. Lo que enviemos podría acabar estrellándose en uno de ellos.

Razón de más para enviar a Jag, pensó Keith. Pero lo que dijo fue:

—Sea una sonda, entonces —se volvió y miró la estación de trabajo situada a las dos en punto respecto a él—. Rombo, ocúpese, por favor.

La red del ib onduló, indicando asentimiento.

—Una sonda clase delta sería la más adecuada —dijo Jag, deslizándose de nuevo en su silla y hablando al pequeño holograma de Rombo que había sobre su consola.

Keith pulsó una tecla y se unió a la conferencia; una cabeza waldahud en miniatura apareció frente a él junto a la vista de cuerpo completo del ib.

—¿Cuántas esferas hay en total? —preguntó Keith.

Rombo operó sus controles.

—Doscientas diecisiete —dijo—. Pero todas parecen más o menos iguales, salvo por variaciones de tamaño.

—Bien; entonces, para un test preliminar, no importa qué esfera elijamos —dijo Jag—. Elija la que presente menos dificultades de navegación. Primero, recoja algo del material que se encuentra entre las esferas. Luego vaya a una de las esferas y tráigame una muestra del gas, o de lo que sea que estén hechas. Tome una muestra de la capa superior de nubes, y otra de unos doscientos metros más abajo, si la sonda soporta la presión. Cuando lo haga, iguale los compartimentos con la presión y temperatura del ambiente en los puntos de recogida; quiero minimizar los posibles cambios químicos en el material.

Se movieron luces por la red de sensores de Rombo, y pocos instantes más tarde lanzaba la sonda. Cambió la vista esférica de la sala de control por una vista de las cámaras de la sonda. Las estrellas que quedaban tras la neblina entre las esferas todavía parecían parpadear; las esferas en sí eran círculos de negrura contra un fondo que consistía en un campo estelar y una ligera niebla azul más allá.

—¿Qué cree usted que son las esferas? —preguntó Rombo mientras la sonda se acercaba a su objetivo.

Jag encogió sus cuatro hombros en un gesto waldahud.

—Podrían ser los restos de una enana marrón que haya explotado recientemente. Por supuesto, cualquier fluido tomaría forma esférica en cero g. El material intermedio acabará presumiblemente siendo absorbido por los cuerpos más grandes.

La sonda se iba acercando al material entre las esferas.

—La niebla parece consistir en gas con partículas intercaladas de una media de siete milímetros de diámetro —dijo Rombo, cuya red sensora había reptado parcialmente sobre la consola frente a él para poder leer mejor los instrumentos.

—¿Qué tipo de gas? —preguntó Keith.

—Su masa molecular aparente sugiere un compuesto razonablemente pesado o complejo —replicó Jag, mirando ahora a uno de sus monitores—. Sin embargo, el espectro de absorción es el del polvo cósmico normal, gránulos de carbono y demás. —Una pausa—. No hay campo magnético detectable alrededor de las esferas. Esto es sorprendente; había supuesto que las partículas de gas estarían retenidas por tales campos.

—¿El impacto con las partículas dañará la sonda? —preguntó Keith.

—Me complace responder negativamente —dijo Rombo—. Estoy disminuyendo la velocidad de la sonda para evitarlo.

Parte del holograma se oscureció cuando la compuerta que cubría el recolector atmosférico se abrió; un mal diseño.

—Recogiendo muestras del material entre las esferas —dijo Rombo. Momentos más tarde la vista se aclaró cuando se cerró la compuerta—. Compartimento de muestras uno lleno —informó el ib—. Cambiando rumbo para barrido atmosférico.

El campo estelar rotó cuando la sonda alteró su trayectoria. Uno de los círculos oscuros quedó en el centro de su visor. La esfera de ébano se hizo más y más grande hasta dominarlo todo. La sonda tenía luces, que Rombo había encendido. Crearon dos turbios haces que penetraron unos metros en el material oscuro y arremolinado. Otra parte de la vista quedó tapada cuando se abrió la compuerta de otro compartimento de muestras.

—Recogiendo muestras de atmósfera superior —informó el ib, y un instante más tarde—. Compartimento de muestras lleno.

—Adecuado —dijo Jag—. Ahora descienda doscientos metros, o cuanto pueda con seguridad, y consiga algo más de material de la esfera.

—Llevándolo a cabo, en armoniosa paz —dijeron los tonos precisos de Rombo.

Todo era negro como la pez, salvo por los charcos gemelos de luz de los faros delanteros. Estaban penetrando cosa de un metro, ahora. Durante un breve instante, algo sólido pareció cruzarse en el camino de la sonda, una forma ovoide del tamaño de un dirigible, pero desapareció de la vista casi de inmediato.

—Profundidad actual noventa y un metros —dijo Rombo—. Sorprendente. La presión externa es muy leve, mucho más baja de lo que había esperado.

—Siga descendiendo, entonces —dijo Jag.

La sonda continuó su descenso. La red de Rombo centelleó con preocupación.

—El sensor de presión debe haber sido dañado, quizá un impacto con un poco de gravilla. Sigo sin percibir apenas presión atmosférica.

Jag alzó sus hombros superiores.

—De acuerdo. Llene un compartimento aquí, y luego tráigalo todo de vuelta.

La tercera compuerta no oscureció la cámara en absoluto, aunque al abrirse sacudió tanto la sonda que si hubieran podido ver algo la vista hubiera temblado un poco.

—El sensor de presión interna del compartimento de muestras indica la misma presión casi nula que el sensor externo —dijo Rombo—. Por supuesto, ambos corren sobre el mismo microprocesador. De todos modos, el compartimento debería haberse llenado instantáneamente, dado que había vacío antes de abrir la compuerta.

Rombo dejó abierta la compuerta unos segundos más, sólo para asegurarse; luego la cerró y dio la vuelta a la sonda, llevándola de vuelta a Starplex.

Una vez la sonda estuvo de nuevo en su tubo de lanzamiento, sus compartimentos de muestras fueron desacoplados y llevados por brazos robóticos a cintas transportadoras, que las trasladaron al laboratorio de Jag. Jag, mientras tanto, fue hasta allí en ascensor.

Los compartimentos se enchufaron a conectores en las paredes del laboratorio. No tenían que abrirse; sensores y cámaras podían mirar dentro a través de los conectores.

Jag se sentó en su silla (no una polisilla, sino una auténtica silla waldahud hecha a mano), y activó los altos y estrechos monitores frente a él. Luego introdujo una secuencia de comandos que seleccionaron una batería estándar de pruebas, y miró con creciente asombro a medida que los resultados aparecían en las pantallas.

Espectroscopia: negativo.

Barrido electromagnético: negativo.

Descomposición Beta: ninguna.

Emisiones de rayos gamma: ninguna.

Pantalla tras pantalla se iluminaba: negativo; ninguno; negativo; ninguno.

Pulsó una tecla, y la báscula bajo el banco de pruebas leyó la masa del compartimento de muestras 12,782 kilogramos.

—Ordenador Central —dijo Jag al aire—. Comprueba las especificaciones de este compartimento de muestras. ¿Cuál es su masa cuando está vacío?

—La masa del contenedor es de 12,782 kilogramos —ladró PHANTOM en waldahudar.

Jag soltó un taco.

—Esta fardint cosa está vacía.

—Correcto —dijo PHANTOM.

Jag pulsó una tecla, y un holograma de Rombo apareció.

—Teklarg —dijo Jag, dirigiéndose al ib por su nombre en waldahudar—, la sonda que ha enviado es defectuosa. Todo el material de muestra de su compartimento número dos ha escapado en el trayecto de vuelta.

—Sinceras disculpas, buen Jag —dijo Rombo—. Me someto a castigo por hacerle perder el tiempo, y enviaré un reemplazo de inmediato.

—Hágalo —dijo Jag, y golpeó el botón que cortaba las comunicaciones.

Volvió su atención al compartimento número uno… y se sobresaltó al descubrir que éste, también, había perdido su contenido durante el regreso.

—Condenada ingeniería humana —gruñó para sí.

Pero gruñó aún más cuando los compartimentos de la segunda sonda llegaron a su laboratorio. Las lecturas eran las mismas, incluyendo los datos de presión atmosférica anormalmente baja tras internarse en la gran esfera.

De nuevo Jag activó un holograma de Rombo.

—Digo con todos mis buenos y pacíficos deseos, querido Jag, que no parece haber nada mal con ninguna de las sondas. Los sellos de los compartimentos son perfectos. Nada debería haber podido escapar.

—Sea como sea, las muestras que estamos tomando están escapando —dijo Jag—. Lo que significa… Lo que significa que las muestras están compuestas de algo ciertamente inusual.

Bailaron luces en la red de Rombo.

—Una suposición razonable.

Jag hizo deslizar sus placas dentales.

—Debe haber algún modo de traer ese material a bordo para su estudio.

—Sin duda ya habrá usted pensado en esto —dijo Rombo—, y estoy malgastando nuestro tiempo con la sola mención de la idea, pero podríamos usar una caja de fuerza. Ya sabe, del tipo de la que se usa en los laboratorios para el manejo de antimateria.

Jag levantó sus hombros superiores.

—Aceptable. Pero no use un campo de fuerza electromagnético; en su lugar use campos de gravedad artificial para mantener los contenidos alejados de las paredes de la caja, sin importar la aceleración que usemos.

—Se hará, con obediencia —dijo Rombo.

La caja de fuerza se manipulaba con rayos tractores. Consistía en ocho generadores antigrav dispuestos en las esquinas de un cubo perfecto, con anchas asas como palas adheridas al centro de cada cara para dar a los rayos tractores algo que agarrar. Empujaron la caja dentro de una de las esferas y la abrieron allí. Hicieron maniobrar una segunda caja hasta el enjambre de partículas entre dos de las esferas y la activaron. Luego llevaron las dos cajas rápidamente de vuelta a Starplex.

Finalmente, los compartimentos de muestras fueron dirigidos a cámaras de aislamiento separadas en el laboratorio de Jag. El truco de la antigravedad había sido un éxito: una caja contenía muestras del gas que formaba la esfera, y la otra albergaba varios gránulos de gravilla traslúcida y una roca parcialmente transparente del tamaño de un huevo de gallina. Ahora, por fin, Jag podría averiguar con qué se las estaban viendo.

Загрузка...