Zeta Draconis

Cristal se levantó del suelo cubierto de trébol.

—Quizá necesites un descanso —dijo—. Volveré dentro de un rato.

—Espera —dijo Keith—. Quiero saber quién eres. Quién eres de verdad.

Cristal inclinó la cabeza hacia un lado y no respondió.

Keith se levantó también.

—Tengo derecho a saberlo. He contestado a todas tus preguntas. Ahora, por favor, contéstame a ésta.

—Muy bien, Keith —Cristal abrió los brazos—. Soy tú, Gilbert Keith Lansing, pero tú en el futuro. No tienes idea de cuánto tiempo he estado rompiéndome la cabeza intentando recordar qué significaba la condenada G.

Keith había quedado boquiabierto.

—No puede… no puede ser. No puedes ser yo.

—Oh, si que lo soy —dijo Cristal—. Claro que yo soy algo más viejo —se tocó el lado de su lisa y transparente cabeza, y luego emitió la risa como de campanillas de viento—. ¿Ves? Me he quedado calvo del todo.

Keith entrecerró los ojos.

—¿De cuándo en el futuro eres?

—Bien —dijo Cristal, amablemente—, en realidad, lo has entendido al revés. Estamos en mi presente. La pregunta adecuada es ¿de cuándo en el pasado eres tú?

Keith notó que perdía el equilibrio.

—Quieres decir… ¿Quieres decir que no estamos en 2094?

—¿Dos mil noventa y cuatro qué?

—El año de la Tierra 2094… 2094 d.C. Dos mil noventa y cuatro años después del nacimiento de Cristo.

—¿Quién? Oh, espera… Mi analizador me lo acaba de recordar. Deja que lo piense; sé qué año es en cronología absoluta, desde la creación del universo, pero… Ah, vale. En tu sistema, éste es el año diez mil millones seiscientos cuarenta y seis millones trescientos noventa y siete mil doscientos ochenta y uno.

Keith retrocedió medio paso, tambaleándose.

—Tú enviaste nuestra cápsula del tiempo.

—Así es.

—¿Cómo… cómo llegué aquí?

—Cuando tu cápsula pasó a través del atajo, te puse en estasis. El tiempo pasó para el universo, pero no para ti. Cuando llegó este año, te desperté. Pero no te preocupes. Tengo la intención de llevarte de vuelta —una pausa—. ¿Recuerdas la nebulosa rosada que viste al atravesar el portal? Eso es lo que queda de lo que solía ser Sol.

Keith abrió mucho los ojos.

—No te preocupes —dijo Cristal—. Nadie resultó herido cuando el Sol se volvió nova. Todo fue cuidadosamente planeado. Verás, ese tipo de estrella no se convierte espontáneamente en nova; sólo decae a una enana blanca. Pero nos gusta reciclar. La hicimos estallar para que sus metales enriquecieran el medio interestelar.

Keith se sentía mareado.

—¿Y cómo… cómo vas a devolverme a mi tiempo?

—Por el atajo, claro. El viaje en el tiempo hacia el pasado funciona bien; pero no podemos hacerlo hacia el futuro, por eso tuvimos que hacerte venir en estasis a través de diez mil millones de años. Irónicamente, resulta que es el viaje en el tiempo hacia delante, no hacia atrás, lo que da lugar a paradojas irresolubles, haciéndolo imposible. Te enviaremos de vuelta al instante en que te fuiste. No tienes que preocuparte de que tus amigos te echen de menos; no importa cuántas horas tengas la generosidad de quedarte, te enviaremos a Tau Ceti al momento en el que se te espera.

—Esto es increíble.

Cristal se encogió de hombros.

—Es ciencia.

—Es magia —dijo Keith.

Cristal se encogió de hombros nuevamente.

—No hay diferencia.

—Pero… Pero… Si realmente eres yo, si realmente eres de la Tierra, entonces, ¿por qué has fallado en la simulación?

—¿Perdón?

—La simulación de la Tierra. Tiene errores. Prados llenos de tréboles de cuatro hojas, que sólo se encuentran raramente porque son mutantes, y pájaros que no he visto nunca.

—Oh —sonaron las campanillas de viento—. Error mío. Saqué la simulación de algunos antiguos registros que teníamos, pero quizá fui algo descuidado. Déjame comprobar con mi analizador… Sí, culpa mía. Es una simulación perfecta de la Tierra, pero de la Tierra uno coma dos millones de años después de tu nacimiento. Las cosas que estaban fuera de lugar eran especies que todavía no habían evolucionado en tu época. Ahora que lo pienso, tampoco habrías reconocido las constelaciones, si hubiera dejado que se hiciera de noche.

—Dios mío —dijo Keith—. Ni siquiera se me había ocurrido pensar en la evolución. Si eres diez mil millones de años más viejo que yo, entonces… Entonces eres más viejo que cualquier otra forma de vida en la Tierra en mi época.

Cristal asintió.

—En tu época, la vida había estado evolucionando en la Tierra cuatro mil millones de años. Pero hay formas de vida en esta época que descienden de la Tierra, que son producto de catorce mil millones de años de evolución. Nunca creerías en qué evolucionaron las margaritas… O las anémonas marinas, o las bacterias causantes de la difteria. De hecho, hace unos días comí con alguien que evolucionó a partir de bacterias de la difteria.

—Estás de broma.

—No, no lo estoy.

—Pero es increíble…

—No, sólo es tiempo. Mucho, mucho tiempo.

—¿Y qué hay de los humanos? ¿Los humanos siguieron procreando, teniendo hijos?¿O eso se detuvo cuando… cuando se descubrió la prolongación de la vida?

—No, la humanidad sigue evolucionando y cambiando. Los nuevos humanos, los que han estado evolucionando durante los últimos diez mil millones de años, no se tratan mucho con viejos humanos como yo. Son… muy diferentes.

—Pero si eres yo, ¿cómo cambiaste? Quiero decir, eres transparente.

Cristal se encogió de hombros.

—Tecnología. La carne y el hueso se desgastan; esto es mejor. De hecho, puedo reconfigurarme como desee. Ser transparente está de moda ahora, pero me parece que el toque de aguamarina le da mucha clase, ¿no crees?

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