VI

Keith se pasó una mano por la zona calva, y se arrellanó en su silla, mirando al holograma del espacio que rodeaba el puente. No había mucho más que hacer hasta que Jag volviera para informar. Rissa estaba todavía fuera, trabajando con Vagón, y el turno alfa estaba a punto de acabar. Keith exhaló, quizá demasiado ruidosamente. Rombo había rodado hasta el puesto del director para hablar de algo. Las luces destellaban a través del manto del ib.

—¿Irritado? —dijo la voz traducida.

Keith asintió.

—¿Jag? —preguntó el ib.

Keith asintió de nuevo.

—Con amabilidad, observo que no es tan malo —dijo Rombo—. Para un waldahudin, es prácticamente un caballero.

Keith hizo un gesto hacia la parte del campo estelar que ocultaba la puerta por la que había desaparecido Jag.

—Es tan… competitivo. Combativo.

—Son todos así —dijo Rombo—. Los machos, en todo caso. ¿Ha pasado usted mucho tiempo en Rehbollo?

—No. Aunque estuve presente en el primer contacto entre humanos y waldahudin. Siempre pensé que sería mejor para mí mantenerme lejos de Rehbollo. Todavía… Todavía guardo mucha rabia por la muerte de Saul Ben-Abraham, supongo.

Rombo se quedó quieto durante unos momentos, quizá digiriendo la información. Luego las luces de su red ondularon de nuevo.

—Nuestro turno ha terminado, amigo Keith. ¿Querrá dedicarme nueve minutos de su tiempo?

Keith se encogió de hombros y se levantó. Se dirigió al resto de la habitación:

—Buen trabajo, todo el mundo. Gracias.

Lianne se dio la vuelta, con su pelo platino flotando al hacerlo, y sonrió a Keith. Rombo y Keith salieron al helado pasillo, con el ib rodando al lado del humano.

Había también una pareja de delgados robots en el pasillo. Uno llevaba una bandeja de comida para alguien. El otro pasaba una aspiradora por el piso. En privado, Keith todavía pensaba en ellos como PHARTs (esclavos remotos ambulantes de PHANTOM), pero los waldahudin montaron en cólera cuando se sugirió que la terminología en Starplex contuviera acrónimos dentro de acrónimos.

A través de una ventana en la pared del pasillo, Keith podía ver uno de los tubos verticales de acceso para delfines, que consistía en discos de agua de un metro de espesor separados por diez centímetros de aire contenido en campos de fuerza. Los huecos de aire impedían que la presión del agua aumentara con la altura del tubo. Mientras miraba, un delfín lo atravesó, nadando hacia arriba.

Keith miró a Rombo. Las luces parpadeaban al unísono en su red.

—¿Qué le hace tanta gracia? —preguntó Keith.

—Nada —dijo el ib.

—No, vamos. ¿Qué pasa?

—Pensaba en un chiste que Thor ha contado hoy. ¿Cuántos waldahudin hacen falta para cambiar una bombilla? Respuesta: cinco, y todos quieren llevarse el mérito.

Keith frunció el ceño.

—Lianne le contó ese mismo chiste hace semanas —dijo.

—Lo sé —dijo Rombo—. Entonces también reí.

Keith movió la cabeza.

—Nunca entenderé cómo es que ustedes los ibs pueden encontrar divertida la misma cosa una y otra vez.

—Si pudiera, me encogería de hombros —dijo Rombo—. La misma pintura es bella cada vez que la miras. El mismo plato es sabroso cada vez que lo pruebas. ¿Por qué no puede ser el mismo chiste gracioso cada vez que lo oyes?

—No lo sé —dijo Keith—. Al menos me alegro de haber conseguido que deje de contarme ese chiste estúpido de «No es un eje, es mi tubo alimenticio» cada vez que nos vemos. Era de lo más irritante.

—Lo lamento.

Siguieron pasillo abajo en silencio durante un rato, hasta:

—Sabe, buen Keith, es mucho más fácil entender a los waldahudin si ha pasado algún tiempo en su mundo. —¿Oh?

—Usted y Clarissa siempre han sido felices juntos, si me permite decirlo. Los ibs no alcanzamos tal intimidad con otros individuos; mezclamos nuestro material genético entre nuestros componentes, en vez de crear lazos con una pareja. Oh, yo obtengo consuelo de mis otros componentes; mis ruedas, por ejemplo, no son sentientes, pero poseen una inteligencia comparable a la de un perro terrestre. Mi relación con ellas me proporciona gran alegría. Pero percibo que la relación de que disfruta usted con Clarissa es algo mucho, mucho mayor. Yo apenas lo entiendo, pero estoy seguro de que Jag lo aprecia. Los waldahudin, como los humanos, tienen dos sexos, después de todo.

Keith no podía ver adónde iba todo esto, y en conjunto pensaba que Rombo estaba dando demasiado por sentada su amistad.

—¿Sí?

—Los waldahudin tienen dos sexos, pero no igual número en cada sexo —dijo el ib—. Hay, de hecho, cinco machos por cada hembra. Pero a pesar de esto son una especie monógama, y forman emparejamientos de por vida.

—Eso he oído.

—¿Pero ha considerado las ramificaciones? —preguntó el ib—. Significa que cuatro de cada cinco machos acaban sin pareja, acaban excluidos del pool genético. Quizá tuviera usted que espantar a otros pretendientes en su galanteo a Clarissa, o quizá ella tuviera que espantar a otras que le perseguían a usted; perdóneme, no tengo ni idea de cómo funcionan esas cosas. Pero imagino que en todas esas competiciones era un consuelo para todos los implicados saber que por cada macho había una hembra, o viceversa. Oh, los emparejamientos podrían no acabar como uno desearía, pero habría buenas posibilidades de que cada hombre encontrara una mujer, y viceversa; o una pareja de su mismo sexo, si tal era su preferencia.

Keith movió los hombros.

—Supongo.

—Pero para la especie de Jag, ése no es el caso. Las hembras tienen poder absoluto dentro de su sociedad. Cada una de ellas es… cortejada, creo que es la palabra, por cinco machos, y la hembra, cuando alcanza el estro a los treinta años de edad, elegirá a su pareja de entre los cinco que han pasado los últimos veinticinco años luchando por sus atenciones. ¿Sabe el nombre completo de Jag?

Keith pensó un momento.

—Jag Kandaro em-Pelsh, ¿no?

—Así es. ¿Conoce su derivación?

Negó con la cabeza.

—Kandaro es una designación regional —dijo Rombo—. Indica la provincia de la que viene el linaje de Jag. Y Pelsh es el nombre de la hembra de cuyo entorno es miembro. Es una gran influencia en Rehbollo, de hecho. No sólo es una famosa matemática, también es la sobrina de la Reina Trath. Estuve con Pelsh una vez, durante una conferencia. Es encantadora, inteligente, y el doble de grande que Jag, como todas las waldahud adultas.

Keith visualizó la imagen mentalmente, pero no dijo nada.

—¿Lo ve? —preguntó Rombo—. Jag tiene que dejar su marca. Tiene que distinguirse de los otros cuatro machos de su entorno si quiere ser elegido. Todo lo que hace un macho waldahud antes de aparearse está encaminado a hacerle destacar. Jag vino a bordo de Starplex buscando ganarse la gloria que le permitiera ganar el afecto de Pelsh… Y va a encontrar tal gloria, sin importar cuánto tenga que luchar.

Esa noche, en la cama, Keith se movió hasta quedar boca arriba.

Toda su vida Keith había tenido problemas para dormir, a pesar de todos los consejos que le habían dado a lo largo de los años. Nunca bebía nada con cafeína después de las 18.00 horas. Hacía que PHANTOM emitiera ruido blanco por los altavoces del dormitorio, ahogando los ocasionales ronquidos de Clarissa. Y aunque había un reloj digital en su mesilla de noche, había cubierto su pantalla con una tarjeta de plástico insertada en la juntura entre dos de las tablas de madera de la mesa. Mirar el reloj, preocupándose de lo tarde que era y de lo poco que iba a conseguir dormir antes de la mañana, era contraproducente. Oh, podía ver el reloj si estaba de pie en la habitación, y siempre podía alargar el brazo y doblar la tarjeta de plástico para mirarlo desde la cama si tenía curiosidad, pero ayudaba.

A veces, claro.

Pero no esta noche.

Esta noche daba vueltas y vueltas.

Esta noche, revivía el encuentro en el pasillo con Jag.

Jag. Un nombre perfecto para el cabrón.

Keith se dio la vuelta sobre el lado izquierdo.

Jag estaba organizando una serie de seminarios de desarrollo profesional para los miembros del personal de Starplex que querían saber más física; Rissa organizaba una serie similar para quienes querían aprender algo más de biología.

A Keith siempre le había fascinado la física. De hecho, cuando eligió una serie de cursos de ciencias en su primer año de universidad, había pensado seriamente en hacerse físico. Había tantas cosas interesantes, como el principio antrópico, que decía que el universo tenía que dar origen a vida inteligente. Y el gato de Schrödinger, un experimento mental que demostraba que el acto de observar era lo que realmente daba forma a la realidad. Y todos los maravillosos entresijos de las teorías especial y general de la relatividad de Einstein.

A Keith le encantaba Einstein; le gustaba por su fusión de intelecto y humanidad, por su pelo encrespado, por su misión de caballero errante para devolver a la lámpara el genio atómico que había creado. Incluso después de elegir sociología como especialidad principal, Keith había conservado un póster del gran abuelo de la física en su habitación de la residencia. Hubiera disfrutado asistiendo a algunos seminarios de física… pero no con Jag. La vida era demasiado corta para eso.

Pensó en lo que Rombo había dicho sobre la vida familiar de los waldahud, y eso le hizo pensar en su hermana mayor Rosalind y su hermano pequeño Brian.

En cierto modo, Roz y Brian le habían dado forma tanto como su herencia genética. Su existencia hacía de él el hijo mediano. Los hijos medianos eran los constructores de puentes, siempre intentando crear conexiones que reunieran grupos entre sí. A Keith siempre le había tocado organizar las celebraciones familiares, como los aniversarios y cumpleaños de sus padres, o las reuniones navideñas de todo el clan. También había organizado la vigésima reunión de sus compañeros de instituto, y recepciones en su casa para colegas de visita, había apoyado grupos multiculturales y ecuménicos. Demonios, había pasado la mayor parte de su vida profesional trabajando para poner en marcha la Commonwealth, el ejercicio definitivo en construcción de puentes.

A Roz y Brian no les preocupaba a quién le gustaban y a quién no, ni si había paz entre todos los grupos, ni el entramado social, ni si la gente se llevaba bien.

Roz y Brian probablemente dormían bien por las noches.

Keith volvió a ponerse boca arriba, con un brazo bajo la cabeza.

Quizá era imposible. Quizá humanos y waldahudin nunca podrían llevarse bien. Quizá eran demasiado diferentes. O demasiado parecidos. O…

Cristo, pensó Keith. Déjalo estar. Déjalo.

Alargó el brazo, dobló la tarjeta de plástico, y miró los rojos y burlones dígitos.

Maldita sea.

Ahora que tenían muestras del extraño material, correspondía a Jag y Rissa, como los dos directores de la división de ciencias, adoptar un plan de investigación. Por supuesto, el paso siguiente dependía de la naturaleza de las muestras. Si resultaba no ser nada especial, Starplex continuaría con su búsqueda de quienquiera que hubiera activado este atajo, una misión prioridad de ciencias biológicas. Pero si el extraño material era algo fuera de lo normal, Jag argüiría que Starplex debería quedarse aquí para estudiarlo, y el equipo de Rissa debería tomar una de las dos naves diplomáticas de Starplex (la Nelson Mandela o la Kof Dagrelo em-Stalsh) para seguir con la búsqueda.

A la mañana siguiente Jag usó el intercomunicador para contactar con Rissa, que estaba en su laboratorio, diciendo que quería verla. Eso sólo quería decir una cosa: Jag pretendía un ataque preventivo para establecer las prioridades de la misión. Rissa respiró hondo, preparándose para una pelea, y fue hacia el ascensor.

La oficina de Jag tenía la misma distribución que la de Rissa, pero la había decorado (si ésa era la palabra) con arte de barro waldahud. Tenía tres modelos diferentes de polisilla frente a su escritorio. A los waldahudin les desagradaba todo lo fabricado en serie; tener diferentes modelos al menos podía dar la impresión de que cada uno era único. Rissa se sentó en la polisilla del centro y miró a Jag a través del amplio y meticulosamente limpio escritorio.

—Bien —dijo—, supongo que habrá analizado ya las muestras que recogimos ayer. ¿De qué están hechas las esferas?

El waldahud encogió los cuatro hombros.

—No lo sé. Un pequeño porcentaje del material de la muestra es sólo los desechos normales del espacio: gránulos de carbono, átomos de hidrógeno, y demás. Pero el material mayoritario elude todas las pruebas estándar. No es inflamable en oxígeno ni en ningún otro gas, por ejemplo, y hasta donde puedo decir no tiene carga eléctrica en absoluto. No importa qué intente, no puedo arrancarle electrones para conseguir núcleos cargados positivamente. Delacorte está estudiando ahora una muestra en el laboratorio de química.

—¿Y qué hay de la gravilla entre las esferas? —preguntó Rissa.

El ladrido de Jag tenía un matiz extraño.

—Se lo mostraré —dijo.

Salieron de su oficina, bajaron por un pasillo, y entraron en una sala aislada.

—Esas son las muestras —dijo, señalando con un brazo medio hacia una cámara cúbica de un metro de lado, cerrada por un cristal en la parte delantera.

Rissa miró a través de la ventana y frunció el ceño.

—El trozo grande… ¿tiene la base plana?

Jag se asomó a la ventana.

—Dioses…

El trozo de material en forma de huevo se había hundido hasta la mitad en el piso de la cámara, de manera que sólo asomaba una parte en forma de cúpula. Fijándose más, Jag vio que algunas de las piezas de gravilla más pequeñas se estaban hundiendo también. Señaló los fragmentos con su índice superior izquierdo, contándolos. Seis de ellos habían desaparecido, probablemente hundidos por debajo de la superficie del fondo de la cámara. Pero no habían dejado atrás agujero alguno.

—Están atravesando el suelo —dijo Jag.

Miró al techo.

—¡Ordenador Central!

—¿Sí? —dijo PHANTOM.

—¡Quiero cero g dentro de esta cámara de muestras, ya!

—Ejecutando.

—Bien… No, espera. ¡Cambia eso! Quiero cinco ges estándar dentro, pero quiero que procedan del techo de la cámara, no de su piso. ¿Está claro? Quiero que la gravedad del interior tire de los objetos hacia el techo.

—Ejecutando —dijo PHANTOM.

Rissa y Jag miraron, fascinados, cómo el trozo en forma de huevo empezaba a elevarse desde el piso de la cámara. Antes de que saliera del todo, trozos de gravilla asomaron de bajo la superficie del suelo y cayeron hacia el techo, golpeándolo no con el rebote que uno esperaría, sino más bien como piedrecitas cayendo sobre alquitrán y empezando a hundirse.

—Ordenador, haz oscilar la gravedad hasta que todos los objetos queden fuera del piso y del techo, y luego cambia a cero g, con los objetos flotando en la cámara.

—Ejecutando.

—Por Dios, esto es increíble —dijo Rissa—. Esa sustancia puede pasar a través de la materia.

Jag gruñó.

—Las muestras originales que intentamos recolectar debieron escapar a través de las paredes de la sonda, empujadas por la fuerza de la aceleración hacia Starplex.

Haciendo rebotar la fuente aparente de gravedad dentro de la cámara entre el suelo y el techo, PHANTOM consiguió colocar todos los trozos de material en caída libre. Pero el pelaje de Jag se agitó cuando vio qué pasaba cuando dos trozos se acercaron. Había esperado verlos golpear y rebotar. En lugar de eso, cuando quedaron a unos milímetros de distancia se desviaron el uno del otro.

—Magnético —dijo Rissa.

Jag movió sus hombros inferiores.

—No, no hay magnetismo aquí. No hay cargas presentes.

Había cuatro brazos articulados terminados en emisores de rayos tractores dentro de la cámara, y Jag los manipuló todos al unísono, controlando uno con cada mano. Usó un rayo para sujetar una pieza de gravilla translúcida de un centímetro de diámetro, y un segundo rayo para coger otra pieza de igual tamaño. Luego operó los controles para juntar las dos piezas. Todo fue bien hasta que los guijarros estuvieron muy cerca el uno del otro, pero luego fue incapaz de juntarlos más, sin importar cuánta energía transmitiera a los rayos tractores.

—Asombroso —dijo Jag—. Hay algún tipo de fuerza que los repele, una fuerza repulsiva no magnética. Nunca he visto nada igual.

—Debe ser lo que evita que la neblina de grava se amalgame —dijo Rissa.

Jag alzó sus hombros superiores.

—Supongo. El efecto neto es que el material de la neblina entre las esferas se mantiene unido gravitacionalmente, pero nunca se amalgamará más de lo que ya lo está.

—¿Pero entonces qué es lo que mantienen enteros los guijarros? ¿Por qué esa fuerza repulsiva no los hace explotar?

—Deben estar unidos químicamente. Supongo que fueron formados originalmente a una gran presión, una presión tal que superó la repulsión que estamos viendo. Ahora que sus átomos constituyentes están unidos, se mantienen íntegros, pero costaría un gran esfuerzo combinar los guijarros en agrupamientos mayores.

—Oh, infiernos —dijo Rissa—. Ya sabrás en qué estoy pensando…

Los cuatro ojos de Jag se ensancharon.

—¡Los Estampadores! Sólo hemos visto lo que su arma hizo con una de las sondas. Quizá si la apuntaran a un mundo, éste sería el resultado. Realmente un arma apocalíptica: no sólo destruye el planeta, sino que también imparte una fuerza a los escombros que impide que vuelvan a juntarse para formar un nuevo mundo.

—Y ahora hay un atajo abierto desde aquí a los mundos de la Commonwealth. Si lo cruzaran…

En ese momento la pared de Jag emitió un pitido, y el anciano rostro de Cynthia Delacorte apareció en ella.

—Jag, es… Oh, hola, Rissa. Oye, gracias por enviar esas muestras. ¿Sabías que esta sustancia se hunde en materia normal?

Jag levantó los hombros superiores.

—Increíble, ¿verdad?

Delacorte asintió.

—Y tanto. No es materia bariónica normal. No es antimateria, por supuesto. Hubiéramos estallado si lo fuera. Pero si los protones normales están compuestos de quarks arriba y abajo, esta cosa está hecha de quarks mate y brillo.

El pelaje de Jag onduló con excitación.

—¿De verdad?

—Nunca he oído hablar de esos quarks —dijo Rissa.

Jag hizo un ruido que indicaba que la consideraba una tonta, pero Delacorte asintió.

—Desde el siglo XX los humanos hemos sabido de seis sabores de quarks: arriba, abajo, cima, fondo, extraño, y encanto. De hecho, seis era el número máximo admitido en el viejo Modelo Estándar de física, de modo que prácticamente habíamos dejado de buscar más, lo que resultó ser un gran error —miró significativamente a Jag—. Los waldahudin también habían encontrado sólo seis sabores. Pero cuando encontramos a los ibs, resultó que ellos sabían de dos más, a los que nos referimos con los nombres de dos efectos opuestos, mate y brillo. No hay manera de obtenerlos rompiendo materia normal, pero los ibs habían conseguido extraer materia de fluctuaciones cuánticas. En sus experimentos, los quarks brillo aparecían algunas veces, pero sólo a temperaturas muy, muy altas. Lo que aquí tenemos son los primeros quark brillo que se dan de manera natural.

—Increíble —dijo Jag—. ¿Se ha dado cuenta de que esas fardint cosas no tienen carga? ¿Cómo se explica eso?

Delacorte asintió, y luego miró a Rissa.

—Los electrones tienen carga de menos uno, los quarks arriba tienen carga de más dos tercios, y los quarks abajo tienen carga de menos un tercio. Cada neutrón está formado por dos quarks abajo y un quark arriba, lo que significa que la carga total es cero. A la vez, cada protón consiste en un abajo y dos arribas, lo que le da una carga de más uno. Como los átomos tienen el mismo número de electrones que de protones, tienen una carga total neutra.

Rissa entendió que la explicación había sido para su beneficio. Asintió hacia el monitor de la pared para que Delacorte continuara.

—Bien, esta materia de quarks-efecto consiste en lo que yo llamo paraneutrones y paraprotones. Los paraneutrones están formados por dos quarks brillo y uno mate, y los paraprotones por un par de mates y un brillo. Pero ni los brillo ni los mate llevan carga alguna, de modo que, independientemente de cómo se combinen, no hay carga en el núcleo. Y sin un núcleo cargado positivamente, no hay nada que atraiga a electrones cargados negativamente, de modo que un átomo de quarks-efecto es sólo un núcleo; no tiene un cascarón de orbitales de electrones. Al final todo queda en que la materia-efecto no es sólo neutra eléctricamente. Más bien es no-eléctrica: es inmune a las interacciones electromagnéticas.

—Dioses —dijo Jag—. Eso explica por qué puede hundirse en objetos sólidos. Probablemente pasaría sin problema alguno si no fuera por la fricción causada por los gránulos de materia normal de carbono e hidrógeno contaminándola y… ¡Claro! Eso explica también por qué podemos verla. Si estuviera hecha sólo de quarks-efecto, sería invisible, porque la reflexión y absorción de luz depende de la vibración de cargas. Estamos viendo sólo el polvo interestelar atrapado por la gravedad dentro de la materia-efecto, como arena en gelatina —miró a la pantalla—. De acuerdo; no interacciona electromagnéticamente. ¿Qué pasa con las fuerzas nucleares?

—Las atracciones nucleares fuerte y débil que la afectan —dijo Delacorte—. Pero esas fuerzas actúan a tan corta distancia que dudo de que obtengamos interacción con materia normal a través de ellas, excepto a presiones y temperaturas increíblemente altas.

Jag quedó inmóvil un momento, pensando. Cuando volvió a hablar, su ladrido sonaba apagado.

—Es increíble —dijo—. Sabíamos que el arma de los Estampadores podía romper enlaces químicos, pero convertir materia normal en materia-efecto es…

—¿El arma de los Estampadores? —dijo Delacorte, arqueando las cejas grises—. ¿Eso es lo que cree que ha creado esta sustancia? No, lo dudo. Todo ese polvo tardaría miles de años en ser recogido por las esferas. Mi suposición es que estamos viendo un fenómeno natural.

—Natural —dijo Jag, repitiendo el ladrido que su implante traductor le había proporcionado—. Fascinante. ¿Qué hay de los efectos gravitatorios?

—Bueno, cada uno de los quarks-efecto tiene una masa unas setecientas dieciséis veces mayor que la del electrón; eso es más o menos un dieciocho por cien más que un quark arriba o abajo. De modo que un átomo-efecto tiene un poco más de masa, y por tanto produce algo más de gravedad que un átomo normal con un número comparable de nucleones. Eso sí, que me cuelguen si sé cómo hacen esos quarks-efecto para interactuar químicamente.

Jag paseaba arriba y abajo.

—De acuerdo —dijo—. De acuerdo. A ver qué tal esto. Propongamos dos fuerzas fundamentales más aparte de las cuatro tradicionales. De todos modos desde que el Modelo Estándar dejó de ser válido hemos estado buscando otras fuerzas. Digamos que una fuerza es a larga distancia y repulsiva… Cervantes y yo ya la hemos observado actuando al intentar juntar dos piezas de gravilla con rayos tractores. La otra fuerza actuaría a distancias intermedias y sería atractiva.

—¿Y eso en qué nos ayuda? —preguntó Delacorte.

—Bueno —dijo Jag—, la química normal es el resultado del solapamiento de orbitales de electrones rodeando núcleos cargados; aquí no ocurre nada de eso. Pero si la fuerza atractiva a media distancia fuera más fuerte que la fuerza nuclear débil, entonces podría actuar casi como una «meta-carga», haciendo posible un tipo de «meta-química Podría unir átomos sin tener que depender del electromagnetismo. Mientras tanto, la fuerza repulsiva a larga distancia actuaría repeliendo los quarks-efecto entre sí. Sólo sería superada por la propia gravedad del quark cuando hubiera suficiente densidad de masa para forzar la unión. Es parecido a la gravedad juntando protones y electrones para hacer una estrella de neutrones a pesar de la presión de degeneración intentando mantener a un electrón fuera de los orbitales de los demás —miró a Rissa—. Esto significa que tenemos una «meta-química» que puede generar reacciones posiblemente complejas a nivel molecular, pero a nivel macromolecular la materia-efecto sólo puede juntarse en masas del tamaño de mundos, cuya propia gravedad sea suficiente para superar la fuerza repulsiva.

Delacorte pareció impresionada.

—Si puede desentrañar la mecánica de todo eso, ganará el Nobel de Kayf-Dukt seguro. Es ciertamente increíble… un tipo completamente diferente de materia que sólo interactúa levemente con materia bariónica…

—¡Pastark! —ladró Jag—. Por todos los dioses, ¿saben lo que es esto? —su pelaje ondulaba como el trigo en un vendaval.

—Díganos —dijo Rissa, irritada.

—No deberíamos llamarlo «materia-efecto» —dijo Jag—. Esta cosa ya tiene un nombre común perfectamente válido. —Sus dos ojos derechos miraron la imagen de Delacorte, y los izquierdos a Rissa—. ¡Materia oscura!

—¡Dios mío! —dijo Delacorte—. Dios mío, creo que tiene razón. —Sacudió la cabeza, maravillada—. Materia oscura.

—Lo es —aulló Jag—. Forma la mayoría de nuestro universo, y hasta ahora no hemos sabido qué era. ¡Este es el descubrimiento del siglo! —Sus cuatro ojos se cerraron, imaginando la gloria.

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