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Esa noche, Keith cenó solo. Le encantaba cocinar, pero también le encantaba cocinar para alguien, y Rissa estaba trabajando hasta tarde. Vagón y ella habían averiguado algo importante en sus estudios del límite de Hayflick, o al menos eso parecía. Pero estaban teniendo problemas para replicar los resultados, así que ella se hizo enviar unos sándwiches al laboratorio.

Keith se preguntaba a veces cómo había conseguido el trabajo de jefazo de Starplex. Oh, tenía sentido, claro. Se asumía que un sociólogo tenía que ser bueno dirigiendo la sociedad en miniatura a bordo de la nave y también tratando con cualquier nueva civilización que encontraran.

Pero ahora, a pesar de todo lo que estaba pasando, él tenía poco que hacer salvo administrativamente. Jag continuaría sus estudios de materia oscura, y trataría de encontrar algún sentido a la avalancha de estrellas; Hek intentaría terminar la decodificación de las señales de radio alienígenas; Rissa seguiría con su proyecto de prolongación de vida. ¿Y Keith? Keith seguía esperando que en algún lado un molino de viento hiciera algún gesto amenazante, seguía esperando tener algo importante que hacer.

Había decidido cenar en uno de los restaurantes ib. No por la atmósfera, claro. Los paisajes de Flatland mostrados en las ventanas holográficas del restaurante, con su superficie casi tan lisa como una mesa de billar, eran incluso menos interesantes visualmente que los de Rehbollo; no había duda de que en lo que a geografía interesante se refería, la Tierra era el más hermoso de los mundos. Pero la comida ibesa se basaba en aminoácidos dextrógiros; era completamente indigerible para las otras tres especies. Sin embargo, el restaurante ofrecía una amplia gama de comida humana, incluyendo un pollo sofrito que era exactamente lo que a Keith le apetecía.

El restaurante estaba desacostumbradamente repleto; los cuatro establecimientos de los hábitats inferiores eran todavía inhabitables. Pero otro de los privilegios de su rango era poder conseguir mesa sin tener que esperar. Un aerodinámico robot plateado guió a Keith hasta un reservado en la parte de atrás. Una gran planta gestalt se arqueaba sobre él, con hojas octagonales naranjas recorriendo libremente su superficie.

Keith le dijo al camarero lo que quería y luego habló al visor de la mesa, pidiendo que mostrara el último número de New Yorker. El camarero volvió con una copa de vino blanco y desapareció. Keith estaba leyendo la historia de ficción de la revista cuando…

Bliip.

—Karendaughter a Lansing.

—Abre. ¿Sí, Lianne?

—He terminado el estudio de ingeniería sobre qué hacer con los puentes inferiores irradiados. ¿Podemos reunimos para que te pueda dar el informe?

Keith tragó saliva. Por supuesto tenía que ocuparse del informe enseguida; tenían que resolver rápidamente el problema de la masificación. ¿Pero dónde verse con Lianne? El turno Gamma estaba ahora en el puente; no había necesidad de molestarles. La oficina de Keith sería el lugar lógico, pero… pero… ¿realmente confiaba en sí mismo como para estar a solas con ella?

Cristo, esto es estúpido.

—Estoy en el Drive-Through, cenando. ¿Puedes traer aquí el informe?

—Claro. Voy hacia allí. Cierra.

Keith tomó un sorbo de vino. Quizá fuese un error. Quizá la gente lo malinterpretaría, le dirían a Rissa que había tenido una cita en un reservado con Lianne. Quizá…

Lianne entró, guiada hasta su mesa por un robot. Se sentó frente a él y sonrió. Caray, sí que había llegado rápido, casi como si hubiera sabido dónde estaba él antes de llamar, casi como si hubiera planeado pillarlo solo durante la cena…

Keith sacudió la cabeza. Céntrate.

—Hola, Lianne —dijo—. ¿Tienes un informe para mí?

—Así es. —Iba vestida con un traje azul, pulcro y profesional.

Pero en la cabeza, sobre su lustroso cabello platino, llevaba una airosa réplica de una antigua gorra de ingeniero ferroviario. Keith se la había visto antes, original y elegante y sexy, todo a la vez.

—Hay técnicas —dijo ella— para limpiar el daño por radiación. Pero todas llevan mucho tiempo, y…

El camarero llegó, con la cena de Keith.

—Sofrito —dijo Lianne, sonriendo—. A mí me sale riquísimo. Deberías dejarme prepararte uno alguna vez.

Keith alargó la mano hacia su vino, se lo pensó mejor, cogió su servilleta, y al hacerlo tiró su tenedor al suelo recauchutado. Se inclinó para recogerlo, y vio las torneadas piernas de Lianne bajo la mesa.

—Hum, gracias —dijo, enderezándose—. Estaría bien —indicó el humeante plato entre los dos—. ¿Quieres… quieres un poco?

—Oh, no —dijo ella, palmeándose el liso estómago, y haciendo que la tela de su traje se tensara sobre sus pechos—. Luego me tomaré una ensalada. Tengo que vigilar mi figura.

No hace falta, pensó Keith. Me encantará vigilarla por ti.

—¿Qué pasa con la radiación? —preguntó.

Ella asintió.

—Sí. Bueno, como decía, podemos limpiarla, pero no rápidamente, y no sin poner la nave en dique seco durante varias semanas.

—¡Semanas! —dijo Keith—. No podemos permitirnos ese tiempo.

—Exacto. Lo que me lleva a mi propuesta de solución.

Keith esperó a que siguiera.

—¿Cuál es?

—Starplex 2.

Keith frunció el ceño. Starplex había sido construida en los astilleros orbitales de Rehbollo, y su nave hermana (que de momento se llamaba prosaicamente Starplex 2, aunque seguramente acabaría teniendo otro nombre oficial) estaba siendo construida desde hacía casi un año. La estaban construyendo en Flatland; dos contratos tan jugosos no iban a ir al mismo mundo, como era natural.

—¿Qué pasa con ella?

—Bueno, no está lista para botarla, porque si no diría simplemente que la requisáramos. Pero la están construyendo a partir de planos idénticos a los de Starplex 1, y cinco de sus ocho módulos habitables ya están completos, según el último informe que recibí. Podríamos ir por el atajo a los astilleros de Flatland, soltar ahí nuestros cuatro módulos habitables inferiores, y reemplazarlos con cuatro de los de Starplex 2. Los módulos que dejamos podrían ser descontaminados con toda tranquilidad. El disco central de Starplex 2 no estará listo hasta dentro de otros cinco meses; los cuatro generadores de hiperpropulsión tienen que ser cuidadosamente probados antes de poder construir el toroide de ingeniería a su alrededor. Eso debería darles mucho tiempo para la limpieza. Cuando llegue el momento, nuestros cuatro viejos módulos pueden ser incorporados a la nueva nave. Por supuesto, todo el mobiliario y equipo que teníamos en nuestros módulos inferiores tendría que ser descontaminado también, pero al menos tendríamos alojamientos y espacio de laboratorio para todo el mundo de inmediato.

Keith asintió, impresionado.

—Brillante. ¿Cuánto se tardaría?

—Los protocolos para la desconexión y reconexión de la red energética de un módulo habitable requieren tres días, pero he puesto a punto un método mejorado que no requiere apagar las conexiones. Podría hacerlo en quince horas si no necesitáramos llevar trajes de radiación en los módulos inferiores. En este caso, con dieciocho horas debería estar hecho.

—Excelente. ¿Qué hay de la parte inferior del eje principal y de nuestro disco central?

—Bueno, el eje ya está listo en sus tres cuartas partes. No podemos descontaminarlo con facilidad, pero he puesto nanotecs que han ido instalando escudos extra en la superficie interna. En cuanto al disco central, tendremos que sustituir por completo el agua del puente océano, por supuesto. Y no simplemente con agua. Tiene que ser una fórmula de agua marina completa, con sal disuelta y otros minerales, añadiendo, si es posible, plancton y poblaciones de peces. También me gustaría reemplazar todo el aire a bordo de la nave, sólo para estar seguros. Los muelles de carga no son ningún problema, tienen protección suficiente. Lo mismo pasa con el toroide de ingeniería; sus escudos impidieron también que recibiera demasiada radiación.

Keith asintió.

—¿Cuándo podremos maniobrar con seguridad por el atajo?

—Mañana por la tarde, quizá antes. La distancia entre el atajo y la estrella verde se ensancha rápidamente. Y si estás dispuesto a perder media docena de watsons en el intento, deberíamos poder enviar noticia de nuestros propósitos a los astilleros de Flatland enseguida, para lo que ibs puedan prepararse para nuestra llegada.

—Buen trabajo, Lianne —la miró, y ella sonrió de nuevo, una sonrisa hermosa, cálida, inteligente.

Keith se dio una patada mental por olvidar a veces que había una razón por la que estaba a bordo de Starplex. Lianne Karendaughter era la mejor ingeniero de nave que había.

Thor pilotó a Starplex a través del atajo, y apareció en la periferia del sistema Flatland. Desde aquí, la Nube de Magallanes dominaba el cielo. El sol de Flatland, Hotspot, era una estrella blanca de clase F, y Flatland en sí era una bola lisa envuelta en nubes blancas.

Los ibs eran incapaces de trabajar en cero g. Keith miró por una ventana cómo miles de ellos formaban un enjambre alrededor de Starplex en unidades individuales de viaje con forma de puck de hockey, transparentes salvo por las placas opacas de gravedad artificial que formaban la parte inferior. Como los ibs estaban haciendo el trabajo, no se desperdiciaba un solo segundo. Los nuevos módulos habitables se acoplaron en su sitio, dando a Starplex nuevos puentes del cuarenta y uno al setenta. Keith podía apenas distinguir la cápsula de viaje en forma de burbuja desde la que Lianne orquestaba toda la operación. El único problema durante toda la reparación ocurrió cuando la manguera que estaba vaciando el puente océano se reventó, y el agua salada salió a presión al espacio, congelándose en pequeñas partículas de hielo que brillaban como diamantes a la luz blanca de Hotspot.

Cuando todo estuvo listo, Starplex (ahora un híbrido de Starplex 1 y 2) volvió por el atajo.

Keith estaba encantado con las reparaciones, y aún más encantado de que la gente no tuviera que apiñarse en la mitad superior de la nave. Había habido peleas entre miembros de todas las especies. Ahora que tenían de nuevo suficiente espacio, la paz reinaría de nuevo a bordo de Starplex.

Mientras tanto, en los muelles de Rehbollo, cinco nuevos investigadores subieron a bordo: un ib y dos waldahud especialistas en materia oscura, y un humano y un delfín expertos en evolución estelar. Todos ellos lo habían dejado todo al recibir los informes de Starplex, e inmediatamente habían ido a través de la red de atajos para reunirse con la nave en Flatland.

Como había prometido, Lianne terminó las reparaciones en menos de dieciocho horas. Thor pilotó la nave de vuelta a través del atajo, y reaparecieron en las cercanías del campo de materia oscura y de la enigmática estrella verde.

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