—¡Lianne, informe de daños! —exclamó Keith.
—Aún estoy tabulando los datos de la batalla, pero no hubo más problemas causados por el tránsito a alta velocidad a través del atajo.
—¿Y las bajas?
Lianne inclinó la cabeza, escuchando informes a través de su implante auditivo.
—No hay muertes. Muchas fracturas, eso sí. Un par de contusiones. Nada demasiado grave. Y Jessica Fong pudo salir del hangar dieciséis, aunque tiene la cadera y un brazo rotos, y un montón de hematomas.
Keith asintió y respiró con alivio. Miró por la holoburbuja, intentando distinguir detalles en las tenues manchas blanquecinas contra el infinito negro.
—Dios —dijo para sí.
—Todos los dioses —dijo Jag, suavemente— están muy, muy lejos de aquí.
Thor dio la vuelta y miró a Jag.
—Es espacio intergaláctico, ¿verdad?
Jag se mostró de acuerdo alzando sus hombros superiores.
—Pero… pero nunca he oído hablar de ninguna salida de atajo tan lejana —dijo Lianne.
—Los atajos han existido un tiempo finito —dijo Jag—. Puede que incluso las señales hiperespaciales de un atajo en el espacio intergaláctico no hayan llegado aún a ningún mundo de la Commonwealth.
—¿Pero cómo puede haber un atajo en el espacio intergaláctico? —preguntó Thor—. ¿A qué está anclado?
—Ésa es una muy buena pregunta —dijo Jag, inclinando la cabeza para mirar sus instrumentos—. Ah, aquí está. Compruebe su escáner hiperespacial, Magnor. Hay un gran agujero negro a cosa de seis horas-luz de aquí.
Thor dejó escapar un grave silbido.
—Ajustando rumbo. Vamos a dejarle sitio.
—¿Nos supone un peligro?
—No mucho, jefe… A menos que me duerma al volante.
Jag tocó algunos controles, y apareció un área enmarcada en la holoburbuja. Pero el espacio en el interior del marco estaba tan negro y vacío como el espacio fuera de él.
—Normalmente se puede ver el disco de acreción alrededor de un agujero negro —dijo Jag—, pero aquí no hay nada que lo forme —hizo una pausa—. Supongo que es un agujero negro viejo; ha debido necesitar miles de millones de años para llegar aquí. Sospecho que son los restos de un antiguo sistema binario. Cuando el componente mayor entró en supernova, pudo haber causado un impulso asimétrico que envió al agujero negro resultante fuera de su galaxia natal.
—¿Pero qué podría haber activado este atajo? —preguntó Lianne.
Jag alzó los cuatro hombros.
—El agujero atrae cualquier materia que pase cerca. Algo que estuviera siendo atraído hacia él probablemente cayó por el atajo en lugar de por el agujero —Jag intentaba sonar despreocupado, pero estaba claro que incluso él estaba impresionado por todo lo que estaba pasando—. De hecho, tenemos mucha suerte; los atajos en el espacio intergaláctico son probablemente tan raros como barro sin pisadas.
Keith se volvió hacia Thor. Hizo un esfuerzo para mantener su voz calmada, bajo control. Era el director; por mucho que Starplex se comportara normalmente como un laboratorio de investigación antes que como una nave de exploración, sabía que todos los ojos le mirarían, buscando apoyo.
—¿Cuánto tardaremos en poder volver por el atajo? —preguntó—. ¿Cuándo podremos volver a por la Rum Runner?
—Todavía tenemos graves problemas eléctricos —dijo Lianne—. No me gustaría mover la nave hasta que estén al menos estabilizados, y necesitaré al menos tres horas para ello.
—¡Tres horas! —dijo Keith—. Pero…
—Intentaré que sea menos —dijo Lianne.
—¿Y qué hay de enviar una nave-sonda para ayudar a Rissa y Morrolargo? —preguntó Keith.
La habitación quedó en silencio un momento. Rombo rodó hasta la estación de mando y tocó levemente el antebrazo de Keith con una de sus cuerdas manipuladoras.
—Amigo mío —dijo, y PHANTOM tradujo la baja intensidad de sus luces como un susurro—, no puede hacerlo. No puede poner otra nave en peligro.
Soy el director, pensó Keith. Puedo hacer lo que me dé la gana. Movió la cabeza, tratando de controlarse. Si le había pasado algo a Rissa…
—Sí, tiene razón —dijo al fin—. Gracias —se volvió hacia Jag y sintió que su corazón se aceleraba—. Debería ponerle de nuevo bajo arresto domiciliario, especie de…
—«Cerdo» —dijo Jag, su ladrido una imitación excelente de la palabra humana—. Adelante, dígalo.
—Mi mujer está ahí fuera, en algún lugar, quizá muriendo. Morrolargo también. ¿Qué mierda estaba intentando conseguir?
—No admito nada.
—El daño a esta nave costará miles de millones en reparaciones. La Commonwealth presentará cargos contra usted, puede estar seguro…
—Nunca podrá probar que mi petición de mover Starplex tuvo algo que ver con los acontecimientos subsiguientes. Puede insultarme todo lo que desee, humano, pero incluso sus bárbaros tribunales requieren pruebas para apoyar una acusación. El ser de materia oscura que yo quería examinar realmente tenía una extraña huella hiperespacial; cualquier astrónomo lo verificará. Y era en verdad invisible desde la posición de Starplex antes de que se moviera…
—Dijo que el darmat estaba a punto de reproducirse. No hizo nada.
—Está usted malcriado por la sociología, Lansing. En la ciencia de verdad, a veces tenemos que enfrentarnos a la posibilidad real de que algunas de nuestras teorías se vean falsadas.
—Fue una artimaña…
—Fue un experimento. Sugerir cualquier otra cosa es una conjetura; persista públicamente en ella, y le acusaré de difamación.
—Hijo de puta. Si Rissa muere…
—Si la doctora Cervantes muere, lo lamentaré. No le deseo ningún mal. Pero por lo que sabemos, ella y Morrolargo podrían haberse puesto a salvo pasando a través del atajo. Son mis compatriotas los que han muerto hoy, no los suyos.
Lianne habló en voz baja desde su consola.
—Tiene razón, Keith. Hemos perdido equipo, y tenemos heridos. Pero nadie de Starplex ha muerto.
—Excepto quizá Rissa y Morrolargo —saltó Keith. Respiró hondo, tratando de calmarse—. Todo es por el dinero, ¿verdad, Jag? De todos los mundos de la Commonwealth, la economía de Rehbollo fue la que más sufrió cuando se abrió el comercio interestelar. Ustedes nunca construyen dos cosas iguales…
—Hacerlo es una afrenta al Dios de los Artesanos…
—Hacerlo es eficiente, y sus fábricas y trabajadores no lo eran. De modo que intentaron ordeñar las arcas del gobierno. Incluso en pedazos, Starplex valdría billones; hay mucha gloria ahí. Y si estalla la guerra al apoderarse de ella, bueno, nada como una pequeña guerra para sanear la economía, ¿eh?
—Ningún ser cuerdo desea la guerra —dijo Jag.
—PHANTOM —dijo Keith secamente—, Jag está de nuevo bajo arresto domiciliario.
—Recibido.
—Hacer esto puede satisfacer su instinto punitivo —ladró Jag—, pero ésta aún es una nave científica, y somos los primeros seres de la Commonwealth en el espacio intergaláctico. Debemos determinar nuestra posición exacta, y soy la persona más indicada para esa tarea. Rescinda la orden de arresto, cállese y déjeme en paz, e intentaré averiguar dónde estamos.
—Jefe —dijo Thor, suavemente—, tiene razón, sabe. Déjele ayudar.
Keith rabió en silencio unos momentos más, y luego asintió bruscamente. Pero cuando no hizo nada más, Thor habló al aire.
—PHANTOM —dijo—, cancela el arresto domiciliario de Jag.
—La cancelación requiere la autorización del director Lansing.
Keith resopló.
—Hazlo. Pero PHANTOM, vigila cada orden que emita. Si alguna de ellas no parece relacionada con la tarea de determinar nuestra posición, avísame de inmediato.
—Recibido. Arresto domiciliario terminado.
Keith miró a Thor.
—¿Cuál es nuestro rumbo actual?
Thor consultó sus instrumentos.
—Todavía estamos en una versión modificada de la trayectoria parabólica que usamos para catapultarnos alrededor de la estrella verde. Obviamente el rumbo cambió cuando dejamos de estar bajo la influencia gravitacional de la estrella, de modo que…
—Magnor —interrumpió Jag—, necesito que lleve la nave por un giro Gaf Wayfarer; nos falta un hiperescopio, pero necesito un barrido hiperespacial del paralaje de todo el cielo.
Thor pulsó algunas teclas. La burbuja holográfica alrededor del puente empezó una compleja serie de rotaciones, pero como la burbuja estaba vacía salvo por el puñado de indistintas manchas blancas, los giros y movimientos no causaban vértigo. El piloto miró de nuevo a Keith.
—En cuanto a lo de volver a casa, la salida del atajo que tenemos detrás muestra el mismo aspecto en el hiperespacio que todas las que llevo vistas, completa con el meridiano cero. Asumiendo que estas cosas funcionan igual a través de millones de años luz, una vez Lianne tenga el sistema eléctrico operativo de nuevo, yo debería poder llevarnos de vuelta a cualquier atajo activo que especifique.
—Bien —dijo Keith—. ¿Lianne, cuáles fueron nuestros daños en la batalla?
—Los puentes cincuenta y cuatro al setenta están inundados —dijo al holograma de la cabeza de Keith—. Y el agua ha causado daños desde el puente cuarenta y uno hacia abajo. Además, todos los puentes bajo el disco central absorbieron mucha radiación cuando pasamos cerca de la estrella verde; recomiendo declarar toda la mitad inferior inhabitable —hizo una pausa—. El equipo de Starplex 2 se va a cabrear con nosotros, ya nos hemos cargado los dos juegos de módulos habitables inferiores.
—¿Qué hay de nuestros escudos?
—Todos nuestros emisores de campo de fuerza quedaron sobrecargados, pero ya tengo a mis ingenieros reparándolos; deberíamos tener pantallas mínimas en una hora. En cierto modo es una buena cosa que viniéramos a parar al espacio intergaláctico. Aquí las probabilidades de chocar con un micrometeoroide son pequeñas.
—¿Qué pasa con los daños causados cuando Gawst arrancó nuestro generador número dos?
—Mis equipos han puesto barreras provisionales alrededor del agujero que ha dejado —dijo Lianne—. Deberían aguantar hasta que podamos llegar a algún astillero espacial.
—¿Y los otros generadores?
—Todas las conexiones eléctricas del número tres han sido cortadas. Tengo un equipo reconectándolo, pero no sé si tenemos en el almacén todo el cable óptico ancho que necesitaremos; quizá tengamos que fabricarlo. De todos modos, hasta que no lo conectemos, no podremos usar los motores principales. Además, una de las otras naves waldahud también había empezado a disparar contra el generador número uno. Ese es el que falló, causando el corte de energía. Deberíamos poder reparar el daño.
—¿Y los hangares?
—El hangar dieciséis está lleno de agua congelada —dijo Lianne—. Y además, tres de las cinco naves-sonda que entablaron batalla necesitan reparación.
—¿Pero todavía podemos funcionar? —preguntó Keith.
—Quiero reservar tres semanas en dique seco para reparaciones, pero no, no estamos en peligro inminente.
Keith asintió.
—En ese caso, Thor, en cuanto Lianne diga que estamos listos para usar los motores, quiero que traces un rumbo por el atajo que nos saque donde empezamos, cerca de la estrella verde.
Las cejas naranja de Thor se alzaron.
—Sé que quiere rescatar a la Rum Runner, Keith, pero si han sobrevivido, Morrolargo ya los habrá sacado de allí por el atajo.
—Probablemente, pero no quiero volver por eso —miró a Rombo—. Tenía usted razón hace unos minutos, mi rodante amigo. Tengo que mantener mis prioridades en orden. Starplex fue construida inicialmente para contactar con otras formas de vida. No voy a permitir que la Commonwealth se convierta en los Estampadores, cortando toda comunicación por un malentendido. Quiero hablar con los darmats otra vez.
—Intentaron matarnos —dijo Thor.
Keith alzó una mano.
—No soy tan idiota como para darles otra oportunidad de que nos tiren a la estrella verde. ¿Puede trazar un rumbo que al salir del atajo nos lleve alrededor de la estrella y luego de vuelta al atajo, entrando con un vector que nos saque por la salida 368A de Flatland?
Thor lo pensó un momento.
—Puedo hacerlo, sí. Pero, ¿F368A? ¿New Beijing no?
—Por lo que sabemos, el ataque a Starplex no fue un hecho aislado. New Beijing podría estar sitiada. Quiero ir a un lugar neutral —una pausa—. Ahora, con el rumbo que he descrito, ¿podrían los darmats atraparnos de nuevo?
Thor negó con la cabeza.
—No a la velocidad a la que iremos, a menos que estén esperándonos justo a la salida.
—Rombo —dijo Keith—, en cuanto Lianne active los sistemas correspondientes, envíe una sonda por la salida de la estrella verde. Incluya un escáner hiperespacial para poder localizar a los darmats por las huellas que crean en el espaciotiempo. Que también haga un barrido de radio de amplio espectro, en el caso de que hayan llegado refuerzos waldahud. —Keith intentó mantener la voz tranquila—. Y haga que busque el código de transpondedor de la Rum Runner.
—Tardaremos al menos treinta minutos en poder hacer eso —dijo Lianne.
Keith frunció los labios y pensó en Rissa. Si la había perdido, recuperarse le costaría todos los miles de millones de años de vida que le quedaban. Miró las manchas de luz galáctica en el abismo. Ni siquiera sabía en qué dirección mirar, dónde concentrar sus pensamientos. Se sintió increíblemente pequeño, insignificante, y solo. No había nada que mirar en la holoburbuja, nada claro, nada bien definido. Sólo el abismo, un vacío que aplastaba el ego.
De pronto hubo un sonido como una tos de perro a su izquierda; PHANTOM lo tradujo como una expresión de «asombro absoluto». Keith se volvió a mirar a Jag, y se quedó boquiabierto al mirar al waldahud. Nunca había visto el pelaje de Jag hacer eso antes.
—¿Qué pasa?
—Sé… Sé dónde estamos —dijo Jag.
Keith lo miró.
—¿Sí?
—Sabe que la Vía Láctea y Andrómeda tienen cosa de unas cuarenta galaxias más pequeñas unidas gravitacionalmente a ellas, ¿verdad? —dijo Jag.
—El Grupo Local —dijo Keith, irritado.
—Exactamente —dijo Jag—. Bien, empecé intentando encontrar algunas de las características distintivas del Grupo Local, como la superbrillante S Doradus en la Gran Nube de Magallanes. Pero no dio resultado. De modo que ordené el catálogo de púlsares extragalácticos conocidos según distancia, que se corresponde con la edad, por supuesto, y usé su firma de pulsos de radio para orientarme.
—Sí, sí —dijo Keith—. ¿Y?
—Y la galaxia más cercana a nosotros ahora mismo es esa de ahí. —Jag señaló bajo sus pies a un punto borroso del holograma—. Está a unos quinientos mil años luz de aquí. La he identificado como CGC 1008; tiene varios atributos únicos.
—Muy bien —dijo Keith, cortante—. Estamos a medio millón de años luz de CGC 1008. Ahora, para nosotros los no astrofísicos, ¿a qué distancia está CGC 1008 de la Vía Láctea?
El ladrido de Jag sonaba atenuado, casi suave.
—Estamos —dijo la voz traducida— a seis mil millones de años luz de casa.
—¿Seis mil… millones? —preguntó Thor, volviéndose para mirar a Jag.
Jag alzó sus hombros superiores.
—Correcto —dijo, todavía en voz baja.
—Es… abrumador —dijo Keith.
Jag alzó sus hombros superiores.
—Seis mil millones de años luz. Sesenta mil veces el diámetro de la Vía Láctea. Dos mil setecientas veces la distancia entre la Vía Láctea y Andrómeda —miró a Keith—. En términos que usarían ustedes los no astrofísicos, la leche de lejos.
—¿Podemos ver la Vía Láctea desde aquí? —preguntó Keith.
Jag hizo un gesto con los brazos.
—Oh, sí —dijo, con su ladrido aún atenuado—. Sí, desde luego. Ordenador Central, amplía sector 112.
Apareció un marco alrededor de una sección de la burbuja holográfica. Jag dejó su puesto y caminó hacia él. Entrecerró los ojos un momento, orientándose.
—Ahí —dijo, señalando—. Esa de ahí. Y ésa de al lado es Andrómeda. Y ésta es M33, el tercer miembro más grande del Grupo Local.
Las luces de Rombo parpadearon confusas.
—Interminables disculpas, buen Jag, pero eso no puede estar bien. Esas no son galaxias espirales. Parecen más bien discos.
—No estoy equivocado —dijo Jag—. Esa es la Vía Láctea. Como ahora estamos a seis mil millones de años luz de ella, la vemos con el aspecto que tenía hace seis mil millones de años.
—¿Está seguro? —preguntó Keith.
—Totalmente. En cuanto los púlsares me dijeron aproximadamente hacia dónde mirar, fue fácil identificar qué galaxia era la Vía Láctea, cuál era Andrómeda, y demás. Las Nubes de Magallanes son demasiado jóvenes como para que su luz haya llegado aquí, pero los cúmulos globulares contienen casi exclusivamente viejas estrellas de primera generación, y he identificado varios cúmulos específicos asociados a la Vía Láctea y Andrómeda. Estoy seguro; ese sencillo disco de estrellas es nuestra galaxia.
—Pero la Vía Láctea tiene brazos espirales —dijo Lianne.
Jag se volvió hacia ella.
—Sí, sin duda, la Vía Láctea hoy tiene brazos espirales. Y con la misma certeza, puedo decir ahora que cuando era seis mil millones de años más joven, no tenía brazos espirales.
—¿Cómo puede ser? —preguntó Thor.
—Ésa —dijo Jag— es una pregunta molesta. Confieso que había esperado que una Vía Láctea incluso la mitad de joven que ahora tuviera brazos espirales.
—Vale —dijo Keith—, de modo que la Vía Láctea consigue brazos espirales en algún momento del intervalo.
—No, no vale —dijo Jag, con su ladrido volviendo a su dureza normal—. De hecho, nunca ha tenido ningún sentido. Nunca hemos tenido ningún buen modelo para la formación de brazos espirales galácticos. La mayoría de los modelos están basados en rotación diferencial, en el hecho de que las estrellas cercanas al núcleo galáctico completan varias órbitas en el tiempo que tardan las estrellas más alejadas en completar una. Pero esos brazos deberían ser fenómenos temporales, quizá de mil millones de años de duración como mucho. Oh, deberíamos ver algunas galaxias espirales, pero no hay manera de que tres de cada cuatro galaxias mayores sean espirales, que es la proporción que observamos actualmente. Las elípticas deberían superar en número a las espirales, pero no lo hacen.
—Entonces, obviamente, hay un fallo en la teoría —dijo Keith.
Jag levantó los hombros superiores.
—Desde luego. Nosotros los astrofísicos hemos ido cojeando mal que bien durante siglos con algo llamado el «modelo de densidad de onda» para explicar la abundancia de galaxias espirales. Propone una onda en forma espiral moviéndose a través de un disco galáctico, con estrellas quedando atrapadas en ella, o incluso siendo creadas por ella, a medida que la onda gira. Pero nunca ha sido una teoría satisfactoria. En primer lugar, no explica todos los tipos diferentes de formas espirales, y en segundo lugar, no da respuesta a lo que podría causar esas imaginarias ondas de densidad en primer lugar. A veces se citan explosiones de supernova, pero es igual de fácil imaginar esas explosiones cancelándose entre sí que creando ondas de larga duración —hizo una pausa—. También hemos tenido otros problemas con nuestros modelos de formación de galaxias. En 1995, los astrónomos humanos descubrieron que las galaxias lejanas, observadas cuando eran sólo el veinte por ciento de la edad del universo, tenían tasas de rotación comparables a la que tiene la Vía Láctea hoy; eso es dos veces más rápido de lo que corresponde a esas edades, según la teoría.
Keith pensó un segundo.
—Pero si lo que estamos viendo ahora es correcto, entonces las galaxias espirales como la nuestra deben formarse de algún modo a partir de discos, ¿no?
Otro alzamiento de hombros waldahud.
—Quizá. Su Edwin Hubble propuso que cada galaxia empieza como una esfera de estrellas, girando y aplanándose gradualmente hasta formar un disco plano, y luego desarrolla brazos que se van abriendo más y más con el tiempo. Pero aunque ahora tenemos prueba visual de que ese tipo de evolución tiene lugar en verdad —hizo un gesto al disco de estrellas en el marco brillante—, aún no sabemos por qué esa evolución tiene lugar, o las estructuras espirales persisten.
—¿Pero ha dicho que tres cuartos de todas las galaxias grandes son espirales? —preguntó Lianne.
—Bueeeeno —dijo Jag, con PHANTOM traduciendo un ladrido siseante como una palabra alargada—, de hecho, no tenemos mucho conocimiento directo de la proporción de galaxias elípticas respecto a las no elípticas en el universo en general. Es difícil distinguir la estructura de objetos tenues que están a miles de millones de años luz. Localmente, podemos ver que hay muchas más galaxias espirales que elípticas, y que las espirales contienen mayoría de estrellas azules jóvenes, mientras que las elípticas locales contienen sobre todo viejas estrellas rojas. Hemos asumido, por tanto, que cualquier galaxia muy lejana que muestre mucha luz azul (tras corregir el corrimiento al rojo, por supuesto) es espiral, y que cualquiera que mostrara mucha luz roja sería elíptica, pero en realidad no lo sabemos seguro.
—Es increíble —dijo Lianne, mirando la imagen—. Entonces… Entonces si era así hace seis mil millones de años, ninguno de los mundos de la Commonwealth existe todavía, ¿no es cierto? ¿Hay… Cree que hay alguna vida en la galaxia ahora?
—Bueno, «ahora» es todavía «ahora», por supuesto —dijo Jag—, pero si está preguntando si había vida en la Vía Láctea cuando esa luz empezó su viaje hacia nosotros, yo diría que no. Los núcleos galácticos son muy radiactivos, más incluso de lo que suponíamos. En una galaxia elíptica grande, como la que estamos viendo ahora, el núcleo es esencialmente toda la galaxia. Con estrellas tan cercanas entre sí, habría tanta radiación por todas partes que no se podrían formar moléculas genéticas estables —hizo una pausa—. Supongo que eso quiere decir que sólo las galaxias de mediana edad pueden dar lugar a vida; las galaxias jóvenes, sin brazos, serían estériles.
El silencio reinó en el puente durante un momento, roto sólo por el suave siseo del equipo de circulación de aire y el pitido ocasional de algún panel de control. Cada persona contempló la borrosa manchita de luz que algún día sería el origen de todos ellos, consideró el hecho de que estaban más lejos en el espacio de lo que nadie había llegado jamás, consideró la vasta y vacía oscuridad a su alrededor.
Seis mil millones de años luz.
Keith recordaba haber leído sobre Borman, Lovell y Anders, los astronautas del Apolo 8 que habían orbitado la luna las navidades de 1968, leyendo pasajes del Génesis a la gente de la Tierra. Habían sido los primeros humanos en alejarse tanto de su mundo natal como para abarcarlo en la palma de la mano. Quizá más que cualquier otro hecho, esa visión, esa perspectiva, esa imagen, había marcado el fin de la infancia para la humanidad, la comprensión de que todo su mundo era una pequeña bola flotando en la noche.
Y ahora, pensó Keith, quizá, sólo quizá, esta imagen era la que marcaba el inicio de la madurez: una foto fija que se convertiría en la portada del volumen dos de la biografía de la humanidad. No era sólo la Tierra la que era pequeña, insignificante, frágil. Keith levantó la mano y la alzó hacia el holograma, recogiendo en sus dedos la islita de estrellas. Quedó sentado en silencio durante un largo momento, y luego bajó la mano y dejó vagar los ojos por el estremecedor vacío oscuro que se extendía en todas direcciones. Su mirada encontró a Jag, que estaba haciendo exactamente lo que Keith había hecho un momento atrás, usando una de sus manos para recoger la Vía Láctea.
—Perdona, Keith —dijo Lianne, las primeras palabras que nadie había pronunciado en el puente durante varios minutos. Su voz era baja, contenida, el tono que uno emplearía en una catedral—. El sistema eléctrico está reparado. Podemos lanzar la sonda cuando quieras.
Keith asintió despacio.
—Gracias —dijo, con tono melancólico. Miró de nuevo la joven Vía Láctea flotando en la oscuridad, y luego dijo suavemente—. Rombo, echemos un vistazo a lo que está pasando en casa.