CAPÍTULO 19

RHYS ME TUMBÓ BOCA ABAJO Y COMENZÓ A RESPIRAR SU camino descendiendo por mi espalda. Yo habría dicho besado, pero era demasiado suave para eso. Acariciaba mi piel con el más ligero roce de sus labios y aliento. Cuando llegó bastante abajo, comenzó a rozar y a respirar sobre ese delicado vello, casi invisible, de la parte más baja de mi espalda, de forma que se me puso la piel de gallina y comencé a temblar involuntariamente.

Levanté un poco las caderas de la cama en una invitación silenciosa para que hiciera algo más.

Él se rió, con esa risa que era en parte placer masculino y diversión. Pero por una vez no había nada de burla hacia sí mismo en ella. Dejó un beso más fuerte contra mi espalda. Me retorcí para él, haciéndole saber sin palabras lo maravilloso que era.

Hizo descender su peso sobre mí, descansando su longitud dura y larga entre mis nalgas. Esa sensación me hizo lanzar un grito.

Me rodeó con sus brazos separándome de la cama, hasta poder acunar mis pechos en sus manos. Me sostenía firmemente con la fuerza de su cuerpo.

– Si yo realmente te amara -susurró él- haría lo que Kitto ha hecho. Rechazaría tener sexo contigo. Me apartaría de la carrera para ser rey. Kitto lo hizo porque sabe que ninguna corte dejaría nunca a un medio trasgo sentarse en el trono como su rey. Antes lo matarían.

Él se presionó más fuerte contra mí, empujando sus caderas sólo un poco. Me hizo retorcerme tanto como su peso me lo permitía, pero la seriedad de su voz no se correspondía con lo que su cuerpo hacía.

Rhys siguió susurrando contra mi pelo…

– Sé que amas a Doyle y a Frost. Infiernos, incluso amas a Galen más que a mí, incluso ahora que los dos habéis comprendido la inutilidad política que sería él como rey.

– A veces tenemos sólo sexo oral cuando estamos juntos.

Rhys se tensó encima de mí, y no de un modo sexual, fue como si pensara.

– ¿Se ha apartado de la carrera para ser rey?

– No completamente, pero a veces no hacemos nada para hacer bebés. Sólo nos damos placer el uno al otro.

– Interesante -dijo, y esta vez eso no fue un susurro seductor.

Traté de elevarme, pero él me mantuvo presionada contra la cama sólo haciendo fuerza con sus brazos y empujando con sus caderas. Hablé, atrapada debajo de él.

– ¿Por qué es interesante?

– Galen se ha apartado a sí mismo de la carrera para ser rey porque sabe que no es lo bastante fuerte para ayudar a mantenerte viva. Pero él te ama, completamente. Te ama lo suficiente como para dejarte si eso es lo mejor para ti. Galante Galen.

Yo no había pensado en ello de esa forma, pero Rhys tenía razón. Era galante y horriblemente valiente. Galen todavía tenía una posibilidad de ser el padre de mi hijo, porque en las pocas veces pasadas que habíamos hecho el amor, sólo me había penetrado una vez. El resto había sido extraordinariamente divertido, pero nada que pudiera producir un bebé.

Rhys me rodeó con sus brazos, fuerte, tan fuerte que era casi difícil respirar. Susurró contra mi oído, su aliento caliente…

– Si yo realmente te amara, me quedaría fuera de la carrera para ser rey. Te ayudaría a conseguir tu deseo más ferviente, que es a Doyle y a Frost. Pero soy demasiado egoísta, Merry. No puedo dejarte sin luchar.

Hablé con la poca y entrecortada voz que su fuerza me permitía…

– Esto no es una lucha.

– Sí -susurró ferozmente-. Sí, lo es. No de la fuerza de los brazos, tal vez, pero es una batalla. Para algunos de nosotros, el premio es ser el rey. Pero la mayor parte de nosotros, Merry, te querríamos como nuestro premio aún si no hubiera ningún trono que ganar.

Empujó su cuerpo contra el mío, dura y ferozmente hasta que lloré por él. Entonces me apretó aún más hasta que pensé que tendría que pedirle que se detuviese para poder respirar. Su voz sonaba en mi oído, en algún punto entre un susurro y un silbido, tan feroz, tan llena de emoción.

– Quiero ganar, Merry. Te quiero aún si eso rompe tu corazón. Soy un bastardo egoísta, Merry. No te dejaré, ni siquiera para verte feliz.

Yo estaba debajo de él y no sabía qué decir.

Él me apretó con más fuerza, y finalmente tuve que protestar…

– Rhys, por favor…

Él alivió la fuerza de sus brazos sólo un poco para que yo pudiera inspirar, pero sus dedos apretaron mis pechos con fuerza y firmeza. La dureza de ese gesto extrajo pequeños ruidos de mí.

– Te gusta el sexo rudo más que a mí. Las cosas que son simplemente dolor para mí te hacen temblar de placer. -Su apretón en mis pechos se alivió-. Los trasgos lo harán más fuerte esta noche, y disfrutarás de ello, ¿verdad?

– He negociado por el placer de esta noche, Rhys.

Él frotó su cara contra mi pelo.

– Yo podría entregarte a Doyle, o a Frost, o a Galen, si tuviera que hacerlo. Mataría algo en mí, pero podría hacerlo. Pero no me puedo exponer a perderte frente a Ash y Holly. Yo no podría sobrellevar ver a mi Merry casada con unos trasgos, follando con trasgos cada noche.

Un sonido que era casi un sollozo escapó de él.

– Rhys -dije-, yo…

– No, no lo digas, sea lo que sea. Déjame terminar. Tal vez nunca vuelva a tener el coraje para decir todo esto otra vez.

Todavía estaba debajo de él. Yacía allí, con su cuerpo abrigando el mío, y yo le dejaría hablar, si eso era lo que él necesitaba.

– Odio pensar en ellos contigo esta noche, Merry. Odio más que te excite el pensar en ellos amarrándote y follándote. Dios, odio todo esto. -Sus brazos se apretaron alrededor de mí una vez más-. Ves, no te amo, no realmente. Si te amara, si realmente te amara, querría que fueras feliz. Yo querría que tuvieras sexo del que disfrutas, no sólo el sexo que pienso que deberías tener. Pero eso no es lo que quiero para ti. Quiero que seas más suave de lo que eres. Quiero que quieras el sexo de la manera en que yo lo hago. De la forma en que a mí me gusta. Odio que quieras cosas que creo que son dolorosas y no placenteras. Lamento saber que aunque disfrutas del sexo conmigo, no es todo lo que necesitas, o quieres. -Él hundió sus dedos en mis pechos otra vez hasta que lancé un grito otra vez, y mi cuerpo se retorció bajo el de él.

Me dejó ir repentinamente, empujándose encima de mi cuerpo de modo que sus brazos se apoyaban a mis lados, pero haciendo más fuerza con sus caderas contra las mías.

– Porque odio pensar en los trasgos contigo esta noche, porque te quiero conmigo más de lo que te quiero feliz, porque soy un bastardo egoísta, voy a llenar tu cuerpo con mi semilla, y voy a rezar mientras lo hago. Voy a llamar al poder mientras lo hago. Te quiero embarazada con mi hijo, el Consorte me ayude, pero lo deseo. La Diosa me ayude, pero lo deseo. No es que lo desee porque todos vivamos. No, porque Cel no se siente el trono, y nos divida en una guerra civil. No, nada tan noble, Merry. Lo deseo, porque te deseo a ti, incluso sabiendo que tú no me quieres.

– Te quiero realmente -dije, y me giré para poder mirarlo por encima de mi hombro.

La mirada en su cara era algo que nunca olvidaría. Tan feroz, tan desesperada, tan salvaje, pero no debida al sexo, ni siquiera a la lujuria o al amor. La mirada en su rostro estaba plena de una pérdida horrible. Si yo hubiera estado enviándolo a librar una batalla con espada y escudo no lo habría dejado ir, porque la mirada en su rostro era la mirada de un hombre que sabía que no iba a volver. El rostro de un hombre que sabía que ese día perdería, que moriría ese día. Yo lo habría sacado de la batalla. Lo habría hecho quedarse a mi lado, y lo habría mantenido vivo un día más. Pero éste no era un campo de batalla del que yo pudiera protegerlo. Éste era mi cuerpo y mi corazón, y ellos habían elegido ya.

Él sacudió la cabeza.

– Nada de compasión, Merry, al menos sálvame de eso.

Aparté la mirada entonces, para que él no pudiera ver las lágrimas que brillaban en mis ojos. Era el único modo del que podía salvarlo de mi compasión. Lo amaba, pero no del modo que él necesitaba que lo amara. Tenía razón, ni siquiera nuestros apetitos sexuales hacían juego.

Él separó mis caderas de la cama. Traté de ponerme a gatas para él, pero él forzó mi cabeza hacia abajo, de modo que la parte inferior de mi cuerpo quedó levantado como una ofrenda.

Sentí su miembro empujando contra mí, pero yo estaba todavía demasiado cerrada para que pudiera penetrarme desde ese ángulo.

– Tendrás que usar un dedo para comenzar. Sin una estimulación previa estoy demasiado cerrada para esta posición -le dije.

Él siguió empujando en mi cuerpo, más fuerte, más ferozmente.

– Te harás daño a ti mismo, Rhys -dije desde donde mi cara estaba casi sepultada contra las almohadas.

– Quiero que duela -me dijo. Entonces lo sentí hundirse en mí, encontrar la parte más desnuda de él dentro de mí, y dejé de protestar. Se forzó dentro de mí, luchando contra la estrechez y la falta de humedad de mi cuerpo. Si yo hubiera estado hecha de otra manera, me habría dolido. No era que no pudiesen hacerme daño, podían. Incluso la cópula podía hacerlo, y era sólo dolor, pero tenías que trabajar en ello, tenías que ser realmente malvado. Malvado de una forma que Rhys no era.

Comencé a gritar para él. Mi cuerpo tuvo un orgasmo simplemente por sentirlo forzar su camino dentro de mí. No fue sólo un orgasmo, sino olas sucesivas de ellos rodando repetidas veces por mi cuerpo, haciéndome retorcer y empujar contra la fuerza y fiereza de él. El placer sacó un grito desigual de mi boca tras otro. Grité, “Sí” y “Dios” y “Diosa” y finalmente grité su nombre, una y otra vez.

– ¡Rhys, oh, Dios, Rhys!

El cuarto se llenó de la luz de nuestros cuerpos, brillando como lunas gemelas con el poder creciente. Él hizo que mi piel fuera recorrida por la luz. Hundió su mano en el granate brillante de mi pelo y arqueó mi garganta hacia atrás cuando me montó. La brusquedad del gesto me hizo gritar otra vez, pero él soltó mi pelo cuando su cuerpo comenzó a luchar casi a punto de perder el control. Su respiración cambió y supe que estaba cerca, cerca, y luchando por durar un poco más, de modo que yo gritara debajo de él un poco más.

Yo estaba a gatas allí donde su empuje me había movido. Mis pechos colgaban, y se movían, chocando entre sí por la furia de su sexo. Grité mi placer, llené la habitación con su nombre como un rezo a algún Dios enojado. Entonces su cuerpo empujó por última vez tan profundamente dentro de mí que supe que debió dolerle, pero había demasiado placer para que fuera verdadero dolor.

Su cuerpo temblaba encima del mío, empujando otra vez profundamente dentro de mí. Lo sentí derramarse en mi interior en una cálida corriente de semilla y poder.

Él había dicho que rezaría mientras me follaba. Había dicho que usaría su poder para hacerme suya. Yo debería haber tenido miedo, pero no lo tenía, no podía temer a Rhys.

Sufrí un colapso bajo él, con su cuerpo todavía sepultado dentro del mío. Rhys estaba encima, ambos demasiado agotados para movernos, nuestra respiración era un sonido desigual, nuestros corazones todavía estaban en nuestras gargantas. El brillo de nuestros cuerpos comenzaba a declinar al tiempo que nuestros pulsos reducían la marcha.

Él finalmente rodó lejos, despacio. Me quedé donde estaba, demasiado floja para moverme aún. Rhys se quedó acostado boca arriba, todavía respirando pesadamente. Habló, con una voz todavía áspera por el esfuerzo.

– El modo en que reaccionas a la brusquedad anima a un hombre, Merry, aún cuando no pensabas que te gustaría así.

– Estuviste asombroso -susurré, mi propia voz un poco áspera debido a los gritos.

Él me sonrió.

– Realmente no tienes ninguna idea de lo buena que eres en esto, ¿verdad?

– Soy buena, o eso me dicen.

Él sacudió la cabeza.

– No, Merry, nada de bromas, eres asombrosa en la cama, y en el suelo, y en una mesa de madera.

Me reí.

Él me sonrió, y casi volvió a parecer el viejo Rhys antes de que se volviera serio respecto a mí. Entonces esa seriedad apareció otra vez.

– Sé que los trasgos te tendrán esta noche, y no hay nada que pueda hacer sobre ello. -Su rostro pasó de serio a enojado-. Pero cuando ellos empujen dentro de ti esta noche, empujarán mi semilla más lejos dentro de ti.

– Rhys…

– No, está bien. Sé que cumples tu deber como reina. Necesitamos a los trasgos como nuestros aliados, y éste es el modo de alargar el tratado. Sé que políticamente es una buena idea, una gran idea. -Él me contempló, y había tal intensidad en su mirada que tuve que luchar para sostenérsela-. Pero la idea de dos de ellos teniéndote esta noche, del modo que ha sido planeado, te excita, ¿verdad?

Vacilé, luego dije la verdad.

– Sí.

– Eso no proviene de la Corte de la Luz. Es definitivamente de la Corte de la Oscuridad. Es la parte de ti que no entiendo. Es la parte que Doyle entiende mejor, mejor incluso que Frost. Él puede ser tu Oscuridad, pero también guarda tu oscuridad como algo precioso para él. No quiero tu oscuridad, Merry. Quiero la luz que hay en ti.

– No puedes separar la luz de la oscuridad, Rhys. Ambas forman parte de mí.

Él asintió con la cabeza.

– Lo sé, lo sé. -Se sentó y se movió hacia el borde de la cama-. Voy a lavarme.

– Eres magnífico -le dije.

– Realmente me hice una herida.

– Te lo advertí, las caricias no son sólo para la comodidad de mi cuerpo.

– Realmente me lo advertiste. -Rhys recogió su ropa del suelo, pero no hizo movimiento alguno para ponérsela.

– Disfruta de tu ducha -dije.

– ¿Quieres unirte a mí?

Sonreí.

– No, creo que necesito algo de sueño antes de esta noche.

– ¿Te agoté?

– Sí, pero de un modo maravilloso. -Me acurruqué de lado, tirando de la sábana.

Rhys fue hacia la puerta. Le oí hablando con alguien fuera. Oí que decía…

– Pregúntale tú mismo.

La voz de Kitto llegó desde la puerta.

– ¿Puedo entrar?

– Sí -contesté.

Entró, la puerta cerrándose detrás de él. Debía de haber estado sentado en el vestíbulo todo el rato.

– ¿Quieres abrazarme mientras duermes? -me preguntó.

Miré su rostro serio, tan serio. Siempre estaba serio, nuestro Kitto.

– Sí -dije.

Él sonrió entonces, y fue una buena sonrisa. Una sonrisa que sólo habíamos descubierto que tenía recientemente. Avanzó lentamente bajo la sábana y deslizó su cuerpo contra mi espalda. Presionó su desnudez contra mi cuerpo, y fue simplemente consolador. Yo habría rechazado casi a cualquier otro hombre en la puerta en ese momento.

Kitto sabía que no sería rey, por lo que el sexo no era una presión para él. Pero más que eso, valoraba abrazarme suavemente más que el tener sexo. Después de todo, él había tenido sexo antes, pero yo no estaba segura de si lo habían amado realmente alguna vez. Yo lo amaba realmente. Los amaba a todos, pero Rhys tenía razón, no los amaba a todos de la misma forma.

La constitución de nuestro país dice que todos los hombres son creados iguales, pero es una mentira. Nunca seré capaz de hacer un tiro como Magic Johnson, o conducir un coche como Mario Andretti, o pintar como Picasso. No somos creados iguales en talento. Pero el lugar donde somos aún menos iguales es en el corazón. Puedes trabajar un talento, tomar lecciones, pero amar…, el amor funciona o no. Amas a alguien o no. No puedes cambiarlo. No puedes deshacerlo.

Me quedé allí, a la deriva en el borde tibio del sueño con el maravilloso recuerdo del buen sexo cubriendo mi cuerpo. La calidez del cuerpo de Kitto, firmemente pegado al mío me sostuvo cuando me dejé ir lejos a la deriva. Me sentí segura, amada, y resguardada. Deseé que Rhys se sintiera tan bien sobre esta tarde como yo, pero sabía que era un deseo que no se realizaría.

Yo era una princesa de las hadas, pero las hadas madrinas de los cuentos no existían. Había sólo madres y abuelas, y no había ninguna varita mágica para agitar sobre el corazón de una persona y hacer que todo se volviera mejor. Los cuentos de hadas mentían. Rhys lo sabía. Yo lo sabía. El hombre que respiraba sobre mi espalda mientras comenzaba a dormirse profundamente también lo sabía.

Malditos hermanos Grimm.

Загрузка...