31 EN LOS GALLIMAUFRIES

La transición empezaba repentinamente en el nivel ciento veinte de los Gallimaufries. Sobre este punto, había los signos del éxito: apartamentos de moda, luces brillantes, grandes rentas y fácil acceso a la superficie. Por debajo de este nivel, el viajero sólo encontraba guaridas oscuras como el infierno, fugitivos y fracasados.

Chan se acercó al apartamento con cautela, empujando un carro de mano delante de él. Permaneció pensativo un momento en el corredor lleno de basuras y después dejó su carga —¡la única cosa que nadie robaría, ni siquiera allí!— junto a la pared en sombras y se aproximó a la puerta del apartamento. Colocó la mano sobre la unidad de identificación y presionó con fuerza. La luz titiló, y pudo acceder al recibidor interior. Se quedó allí, esperando pacientemente.

Pasó un largo rato. La mujer que por fin abrió la puerta era alta y caída de hombros, y tenía el pelo largo. Se asomó al recibidor. Después de otra pausa, descorrió un grasiento cerrojo con una mano esqueléticamente delgada. Ojos cansados y legañosos le miraron. La mujer suspiró.

—¿Chan? —preguntó, dudosa.

—Soy yo, Tatty —asintió él—. ¿Puedo pasar?

Ella no respondió, pero dio media vuelta y volvió a entrar lentamente al apartamento. Al seguirla, Chan vio los vividos pinchazos púrpura de las dosis de Paradox en sus brazos. Entraron en un pequeño salón. Sin que le dijeran nada, Chan se sentó en uno de los sillones y echó una ojeada a su alrededor. El lugar era un revoltijo de papeles, platos y ropas, el resultado de muchas semanas de no prestar atención a la limpieza.

Tatty se sentó frente a él en una banqueta resquebrajada y le miró fijamente a la cara. Por fin, asintió lentamente.

—Eres tú, Chan. Eres realmente tú. Has cambiado, como decían.

—Todos hemos cambiado —dijo él, con las manos sobre las rodillas—. ¿Qué esperabas, Tatty?

—Oí los rumores. Los Gallimaufries están llenos de historias. Se habla de cómo tú y Leah fuisteis a las estrellas, con Esro Mondrian y Luther Brachis y los alienígenas. Cómo cambiasteis y capturasteis un superser. Dicen que eso lo cambiará todo, ahí afuera y también aquí abajo. Un superser... —Tatty se frotó los ojos.

—Tal vez nos capturó a nosotros. No creas todos los rumores, Tatty. No capturamos nada. Pero tuvimos terribles bajas. ¿Oíste también... hablar de eso?

—Te refieres a Esro —sus ojos tenían un aspecto vidrioso. Salía de un viaje de Paradox—. Sí, lo oí. Y sobre Luther, y la pobre Godiva.

—¿Oíste... las otras cosas sobre ella?

—Ah, sí —por primera vez, Tatty mostró signos de emoción auténtica. Se inclinó hacia adelante— ¿sabes?, si hubiera hecho funcionar mi cerebro, en los días en que tenía cerebro, lo habría adivinado. Vino de ninguna parte y era demasiado buena para ser real. La mujer perfecta, la compañera ideal. Pobre, condenada Godiva. Dios, ¡qué genio era Fujitsu! ¿Cómo descubristeis que era un Artefacto?

—No pudo formar parte de la mente grupal. Pudo ser controlada, sí.., pero no mezclarse con ella. Eso fue una de las pocas cosas buenas que salieron de todo el condenado asunto..., acabó con algunas de mis preocupaciones. ¿Sabes que durante mucho tiempo pensé que yo también era un Artefacto? Era un retrasado de veinte años, con el cerebro intacto. Eso nunca tuvo sentido. Me preguntaba si era humano.

Ella le miró sorprendida.

—¿Quieres decir... que Esro Mondrian no te lo dijo?

—¿Decirme qué?

—Quiso saber de dónde venías. Cuando regresé a la Tierra por primera vez, me pidió que averiguara todo lo que pudiera sobre tu pasado. Y pensé que te había contado lo que aprendí sobre ti —dudó—. Supongo que no te lo dijo. ¿Realmente quieres saberlo?

—Claro que quiero. Incluso un retrasado mental quiere saber por qué lo es.

—No eras retrasado, Chan, y nunca lo serás. Eras un experimento, un experimento que fracasó. Uno de los laboratorios Aguja —no el margrave, él nunca habría tolerado tanta incompetencia—, intentaba crear un superhombre, un espécimen perfecto, física y mentalmente. Fracasaron. No se dieron cuenta de que necesitabas una dosis final de estímulos mentales. Y arrojaron el resultado a los niveles del subsuelo. —Tatty sonrió con tristeza—. ¡Bienvenido al club de los marginados! Pero eres completamente humano. ¿Verdad que es un grupo asqueroso?

Tatty se recostó en el asiento y cerró los ojos. Su cara era gris y huesuda. Chan no veía en ella más que el espectro envejecido de la mujer que había conocido en Horus.

—¿Quieres saber lo que le sucedió a Mondrian? —preguntó por fin.

Los ojos se abrieron lentamente.

—¿Debería querer saberlo? ¿Esro Mondrian, el hombre que me utilizó y me dejó a un lado, cuando ya no quedó nada que pudiera hacer por él? No creo que haya nada que contarme.

—Estuve en el interior de la mente de Esro en los últimos momentos. No te apartó. Creía que eras tú quien le había rechazado. Le dejaste solo para que se enfrentase a lo que no se podía enfrentar. Nunca estuvo en paz. Era un hombre obsesionado.

—Sé eso mejor de lo que tú podrás saberlo nunca. —Tatty había cerrado otra vez los ojos y las lágrimas resbalaban bajo sus párpados ensombrecidos—. Nunca pudo decirme lo que era... ni a nadie.

—No podía. Pero no necesitaba hacerlo. Yo...

Chan se detuvo. No podía expresar con palabras lo que había visto en la mente de Mondrian. Incluso ahora, el terror estaba demasiado cercano. Sintió el impacto de aquel recuerdo escondido apoderándose de él otra vez, como lo había hecho todos los días desde...

La hierba es tres veces más alta que él. Crece alrededor, como las paredes de una gran habitación circular. El cielo azul es un techo que contiene el calor. Hace demasiado calor, y él está sudando. Se inclina, mirando curiosamente los insectos que corren y se filtran entre los tallos de las plantas verdigrises.

—Vamos, levántate. No tenemos tiempo que perder mientras holgazaneas.

Se endereza ante el grito y corre detrás de los otros. Mami sigue caminando junto al tío Darren, agarrándole de la mano sin mirar atrás.

Él camina detrás de ellos e impulsivamente extiende la mano para agarrarla por las rodillas. Puede oler su sudor, y verlo brillando en sus piernas.

¿Lo quiere todavía?

—Mami, cógeme en brazos. —Mira hacia arriba inseguro, esperando un arrullo y temiendo un golpe. Hace mucho tiempo que ella no le abraza sin que se lo pida—. Cógeme.

Ella no le mira.

—Ahora no tenemos tiempo para eso. ¿No ves que tenemos prisa? —otra vez la voz airada.

El hombre ríe, pero no es una risa auténtica.

—Cierto, tenemos prisa. Pero este sitio puede ser tan bueno como cualquier otro. Vamos, hagámoslo.

Mami mira ahora hacia él, y él puede ver su cara fría.

—Tío Darren y yo vamos a estar muy ocupados durante un rato. Quiero que te sientes aquí y esperes hasta que volvamos.

—Quiero ir contigo, mami —él se abraza con fuerza a sus piernas—. No quiero quedarme aquí.

—No podemos hacer eso, ChicoMayor. —Tío Darren se agacha hasta que su cara está a su mismo nivel. Sonríe—. Mira, esperamos aquí a tu mami y a mí, sólo un minuto. Y si eres bueno, te dejaré esto para que juegues mientras volvemos. ¿Ves?

Tío Darren tiene en la mano la pequeña linterna eléctrica, esa con la que habían estado jugando en el campamento anoche. Lo habían pasado bien, los tres a salvo y cómodos en la tienda, y mami había estado riéndose mucho. No le había dejado acercarse a ellos, pero parecía feliz, y el tío Darren le había contado una historia para dormir.

Alargó la mano, atraído por la linterna.

—Mira como lo hago yo. —Tío Darren maneja el control—. Encendido... apagado. ¿Crees que podrás hacerlo solo?

El asiente, coge la linterna y se sienta para colocarla en la dura tierra.

—Ése es mi ChicoMayor. —Tío Darren se levanta y se aleja—. Vamos, Lucy. Ahora está tranquilo.

Él los mira, contemplando cómo se internan en la alta hierba. Tienen las cabezas juntas y hablan como lo hicieron anoche en la tienda. Él se inclina hacia la linterna, con el deseo de complacer a mami y hacer todo lo que ella desee para que le quiera. Estoicamente empieza a encender y apagar la linterna. Parece más brillante que cuando tío Darren la encendió por primera vez. El cielo es más oscuro, y cuando mira hacia lo alto puede ver las estrellas que aparecen una a una y que también parecen las luces de una linterna.

Siente una repentina urgencia de correr detrás de mami, pero sabe lo que conseguirá con eso. Mami se enfadará mucho y él se ganará otra tunda de tío Darren o de ella misma. Mira a su alrededor, deseando que estuviera aquí la tienda para meterse dentro. Anoche, en la tienda fue maravilloso. La luz era muy débil, pero pudo oírlos susurrando juntos en la oscuridad. Eso le hizo sentirse cálido y protegido.


—¿Estás absolutamente seguro? —Ésa era mami—. Su voz era divertida, con las palabras cálidas y en susurros—. Tenemos que estar seguros.

—Claro que lo estoy. Mira, lo he comprobado con las autoridades del parque..., hice como que estaba asustado. Los faros de control de animales hacen que sea perfectamente seguro. Nada se nos acercará. Pero si no los tuviéramos, o si los desconectáramos, tendríamos problemas. ¿Sabes lo que hay afuera, Lucy? Leones, leopardos, rinocerontes... —él escuchó con más atención, pues había visto dibujos de esos animales—, y chacales, y hienas, y buitres. Haz ruido cuando oscurezca, o sal corriendo por la noche, y no quedará nada que recoger por la mañana. ¿A qué vienen ahora esas preguntas? Creí que ya lo habíamos decidido.

—Quiero asegurarme de que funcionará. Si no, nos saldría bastante mejor con una venta directa. Dan buen dinero por uno sano en Delmarva.

—Ni la centésima parte de lo que conseguiremos aquí. Pagarán para que nos callemos. —Se rió, y el oyó otra vez el sonido que hacía al beber de una botella—. Pagarán. ¿Qué clase de publicidad conseguirían para la reserva si quisiéramos hacerlo público? Lo dejan solo un instante... se aleja caminando por su cuenta... un niñito perdido, madre histérica a punto de colapso. Será toda una noticia.

—Shhh. Cuidado con lo que dices. Podría estar despierto todavía.

—¿Y qué? Por el amor de Dios, ni siquiera tiene tres años.

—Es muy listo. Podría estar escuchando, y recuerda todo lo que oye.

—No, está dormido. —Otra risa—. ¿Dices que es muy listo? ¿Y cómo es que te tiene a ti por madre?

—Un error por mi parte —la voz de mami cambió de la risa a la amargura—. El mayor error de mi vida. Nunca más. Y no te hagas el listo tú tampoco. ¿Cómo es que te echaron el anzuelo en un contrato matrimonial con esa perra? Contesta eso, ya que estamos jugando a las preguntas.

—¡Oh, vamos, Lucy! Eso se acabó, así que no empieces otra vez. Ni siquiera pienso en ella. Mira, en cuanto tengamos dinero, seremos sólo tú y yo. Podemos olvidar el pasado. ¿De acuerdo? Solos tú y yo.

Hubo un sonido de roce, y mami hizo algo parecido a un gruñido suave. Entonces la luz de la lámpara se apagó y todo quedó oscuro.

Ahora la luz también desaparece. Por encima de la hierba puede ver la gran colina, tan lejos como siempre. Parece que está siempre a la misma distancia, y cuando oscurece puede ver la columna de humo que sale de su cima. Allí está ahora, con el sol rojo detrás. Da un pasito en su dirección, entonces retrocede. La hierba es demasiado alta, demasiado intimidante.

El sol parece zambullirse en el terreno, fundiéndose con él. De repente ya no puede ver la hierba. El cielo está negro, lleno de estrellas.

—¡Mami! —grita con todas sus fuerzas hacia la oscuridad que todo lo envuelve, y echa a correr hacia la dirección por donde se fueron.

Entonces piensa en la linterna que ha dejado en el suelo. Vuelve corriendo a por ella y la enciende. Arroja un círculo brillante a su alrededor, excepto a su espalda. Cuando vuelve la cabeza, ve una cuña de oscuridad, la sombra de su cuerpo. Se mueve hacia atrás y la sombra sigue.

El círculo de luz se ha convertido en el mundo completo. Más allá empieza a oír los sonidos de la noche. Hay murmullos y rugidos en la oscuridad. Observa, intentando diferenciar detalles en el perímetro de las sombras («... leones, leopardos, rinocerontes... chacales, y hienas, y buitres». Las palabras de tío Darren suenan en su interior, y ahora le dan miedo. «Haz ruido cuando oscurezca... no quedará nada que recoger por la mañana...»).

No debería haber gritado. No tiene que gritar. ¿Dónde está mami?

Ha empezado a llorar; lentas, silenciosas lágrimas corren por sus mejillas. Quiere gritar llamando a mami, pero sabe que no puede hacerlo. Tras él oye un sonido susurrante, y el suave murmullo de la hierba al moverse («...leones, leopardos, rinocerontes... chacales, y hienas, y buitres»). Aguanta la lámpara con fuerza y enfoca el claro. El filo de oscuridad le sigue. Nuevos ruidos delante.

Se detiene y se apretuja contra el suelo. La linterna está empezando a debilitarse, la frontera del círculo seguro se encoge. Se muerde los dedos con fuerza y mira la noche. Le parece que ve ojos, luces verdes y amarillas. La linterna casi se ha apagado. Mira a su alrededor. Alza las manos a la oscuridad, intentando refrenarla.

El miedo le corroe. No puede soportarlo más. Cae al suelo, aplasta su cuerpo contra él, escarba la tierra. Muy lejos en el horizonte, la cima de la colina brilla con su luz roja. Fija los ojos en ella, demasiado asustado para volver a mirar el círculo que se estrecha.

—Mami, mami, mami, mami —repite el nombre una y otra vez, en voz baja—. Mami, mami, mami... —es la única cosa que tiene a la que agarrarse, pero no se atreve a llamarla en voz alta, no se atreve ni a llorar.

Tiembla en el suelo. No puede llorar. No llorará. Mami volverá pronto... volverá... volverá...


Esro Mondrian no lo sabe, pero el amanecer y su rescate están aún a diez horas de distancia. La venta en los niveles inferiores de los Gallimaufries tendrá lugar unos pocos días después.

Chan temblaba también. Sabía que Tatty le hablaba, pero no podía entender sus palabras. Ella se acercó a él y lo sacudió.

—¡Chan! ¿Qué te pasa? Estás llorando.

—Puedo llorar. Puedo —inspiró profundamente y sacudió la cabeza—. Me pondré bien.

—¿Qué te ha pasado?

—Recuerdos. Ahora comprendo por qué a Esro Mondrian le era imposible poder confiar en nadie en todo el Universo. Sé por qué necesitaba a las Criaturas con tanta ansia.

Ella le soltó y volvió al asiento.

—Hace mucho tiempo que lo sé. Iban a protegerle... de todo lo que exista más allá del Perímetro. Por eso las mandó construir.

—Y en vez de eso, le llevaron a la destrucción.

—Eso es justo —la voz de Tatty era amarga—. Él estaba dispuesto a destruir a todo el mundo en el universo para conservarlas. Es justo que también se destruyera él. Maldito sea.

—¿Tanto le odias? Lo siento.

Ella se frotó los ojos con una mano esquelética.

—Tengo derecho a odiarle..., todo el derecho. Si alguien se ha ganado el derecho a odiar a Esro Mondrian, soy yo.

Chan se levantó.

—No puedo discutir contigo, Tatty. Y supongo que con esto se acaba todo. Me voy.

Ella le miró, sus ojos marrones brillaban.

—¿Quieres decir que no quieres nada de mí? —se rió con amargura—. ¡Dios mío, eso sí que es un principio! Nadie viene a verme aquí abajo a menos que quieran algo. Nadie, excepto el pobre Kubo. Es el único amigo que me queda. Viene y los dos tomamos nuestras dosis de Paradox y nos sentamos aquí, sonriéndonos mutuamente —su voz se rompió—. Pienso en nosotros, y en lo que era. Una princesa. Y cuando pienso en lo que me he convertido... en lo que Esro Mondrian ha hecho de mí...

—Sí, quería algo de ti. Pero veo que no voy a conseguirlo. Lo siento, Tatty —Chan acarició con suavidad el cabello despeinado de Tatty—. Volveré, sólo para verte —dio un paso atrás—. Supongo que Kubo te mencionó que el cuerpo de Mondrian aún está vivo.

Ella dio un salto como si le hubieran puesto alambres ardiendo alrededor del pecho.

—¿Vivo? ¿De qué hablas? ¡Está muerto!

—Sí... pero no. Espera aquí, Tatty. Voy a enseñarte algo.

Antes de que ella pudiera protestar, Chan se encaminó al corredor y volvió pocos minutos después, empujando la camilla. La acercó al lugar donde Tatty continuaba sentada con los ojos completamente abiertos, y después volvió a salir y cerró las puertas. Finalmente, regresó para agarrar a Tatty por los hombros y ayudarla a ponerse en pie.

—Mira —dijo suavemente.

Ella lo observó largo rato.

—Ése no es Esro Mondrian —dijo por fin.

El cuerpo parecía pequeño y arrugado. Yacía con los ojos cerrados, y su cara era tranquila y sin rasgos, como de una pieza. Todas las arrugas, los signos de su constante concentración y su determinación habían desaparecido.

—Mira otra vez, Tatty. Es Mondrian. Ahora duerme.

Ella obedeció, y al hacerlo empezó a tiritar. Sus dientes castañetearon.

—Por favor —gimió, apartándose de la carretilla—. Por favor, llévatelo. No puedo soportar...

Corrió hacia el cuarto de baño y cerró la puerta de golpe. Chan oyó ruido de vómito, y correr el agua. Se sentó y contempló el cuerpo inmóvil de Mondrian. Unos minutos más tarde, Tatty apareció en la puerta.

—¿Qué le hicieron..., qué le hiciste? Fuiste tú, ¿verdad?

—Supongo que sí. Tuve que hacerlo. Habría destruido la nave, o nos habría dejado allí hasta que todos muriéramos. Teníamos que encontrar los datos necesarios para evitarlo. No nos lo permitió. Tuve que entrar en él y borrar todo lo que bloqueaba el acceso de la mente colectiva. Retrocedí mucho tiempo, a la época en que era un niño pequeño. Desde ese momento en adelante, todo ha desaparecido. Se ha borrado. No sé si éste es Esro Mondrian o no. Es un niño de tres años, con el cerebro y los recuerdos de un niño de tres años. Pero tal vez el intelec...

—¡No! —gritó Tatty, y alzó las manos como si fueran dos garras—. Sé por qué viniste aquí. Sé lo que estás intentando hacer.

—Sólo quería...

—No me mientas. Eres un monstruo..., peor que Esro Mondrian. ¡Crees que podría soportarlo de nuevo! Fue tan malo para mí como para ti, piénsalo, Chan Dalton. Piénsalo y sácalo de aquí. ¡Llévatelo!

—Espera un momento. Déjame que abra las puertas y nos iremos. —Así lo hizo. Cuando volvió al salón, vio que Tatty continuaba de pie, encorvada sobre el cuerpo dormido. No levantó la vista.

—¿Qué vas a hacer ahora? —preguntó—, ¿Volverás a Ceres?

—A Ceres, y luego más allá. Leah y yo tenemos que regresar a Travancore. Tenemos allí una Criatura de Morgan todavía inmovilizada. Tenemos que ir con Nimrod y Barham, e intentar curarla.

—Nimrod y Barham... ¿son los superseres?

—No los llames así. Son sorprendentemente normales cuando hay que llegar a acciones difíciles.

—¿Y... esto? —señaló con la cabeza el cuerpo en la camilla.

—No lo sé. Me lo llevaré conmigo, supongo.

—¿Puedes esperarme unos minutos? Tengo que ir a la superficie. Te ayudaré a transportarlo.

Volvió a entrar en el cuarto de baño. Chan se quedó solo, preguntándose qué estarían haciendo Leah y los otros. Deseaba regresar con ellos.

Tatty tardó mucho tiempo en regresar. Cuando lo hizo, se había lavado y cepillado el pelo, que ahora brillaba, y llevaba un limpio vestido blanco. Maquillaje cuidadosamente aplicado ocultaba los estigmas del Paradox y las ojeras.

Estaba patéticamente enflaquecida, pero mantenía la espalda recta.

Chan intentó dirigirle un piropo, pero las palabras se quedaron atascadas en su garganta.

—Vamos, Tatty —dijo por fin—. Te hace falta ganar algo de peso. Te compraré algo para comer en los niveles superiores.

Ella negó con la cabeza.

—He cambiado de opinión. No voy. ¿Cuándo te marcharás de la Tierra?

—Cuanto antes mejor. Pero no será hasta dentro de un par de días. Tengo que visitar a Skrynol. Me prometió que iba a enseñarme los «planes de expansión humana» de Mondrian, y tengo que decirle exactamente lo que le sucedió. Tienen un fuerte lazo mental, y sé que estará muy trastornada. Me llevará un rato.

—¿Podrías hacerlo hoy, antes de subir a la superficie? —Tatty se sentó junto a la camilla—. Me gustaría que lo dejaras aquí conmigo esta noche, y volvieras por la mañana.

Chan empezó a hablar, cambió de opinión, asintió y dio media vuelta para marcharse. Al llegar a la puerta, se detuvo.

—Tatty, no quiero engañarte. No podría ser aquí, lo sabes. Tendría que ser en Horus, con el Estimulador. No habría Paradox, y sería...

—Lo sé.

Ella le miró con aquellos brillantes ojos marrones que él recordaba del tiempo en que no era más que un pequeño y atormentado niñomental que temía el horror diario del Estimulador.

—No será más fácil que la última vez —tenía que decirlo todo—. Kubo dice que puede ser peor para la persona que maneje el Estimulador.

—Kubo no entiende de tortura, pero nosotros sí, ¿verdad Chan? Tú y yo la conocemos bien. Podemos contar las formas —la cara de Tatty era como una máscara de muerte—. No hablemos más. Vuelve mañana. Te diré mi decisión.

Chan asintió. Empujó suavemente la puerta tras él y, antes de que ésta se cerrara por completo volvió a mirar la habitación. Tatty había ignorado su marcha. Continuaba junto a la camilla, donde Mondrian rebullía en su sueño. Tal vez soñaba, porque en su cara había el atisbo de una sonrisa.

Y tal vez Tatty sonreía también. Observaba cuidadosamente a Esro Mondrian, esperando el nuevo despertar.

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