22 ENCUENTRO EN BARJÁN

Los simulacros utilizados en el entrenamiento de los grupos perseguidores estaban modelados siguiendo las Criaturas fabricadas por Livia Morgan; pero habían sido diseñados y construidos por el margrave de Fujistu y éste, inevitablemente, había introducido en sus procesos mentales algunos de sus propios gustos estéticos.

Ciertamente, el hábitat y modo de vida del Simulacro de Barján sugerían algo de la sensibilidad y la apreciación de la belleza del margrave. El Simulacro había escogido una posición relativamente expuesta en las costas de Sueñomar, una donde podían obtenerse las mejores vistas de las largas puestas de sol de Barján. Cada atardecer, Cassay brillaba rojo y dorado a través de la atmósfera polvorienta, y la puesta de Cassby poco después iluminaba con ámbar, granate y azabache las oscuras arenas basálticas.

Según las subcomposiciones del Remiendo que habían explorado la costa de Sueñomar, el Simulacro se movía poco a partir de su escondite preferido. Descansaba, pero oculto por un arrecife que sobresalía de las amargas aguas de Sueñomar, y contemplaba el cielo desde la costa sin mareas.

El plan de ataque final sería de Chan. Tenía que serlo. El humano se sentía escéptico con respecto a sus habilidades, pero los otros no le habían dejado otra opción. Admitían la capacidad superior de los humanos en un solo campo: la lucha.

En cualquier otra materia, estaban más que dispuestos a dar consejos.

—Vigila y sospecha, sin duda —dijo el Ángel, mientras los otros se reunían y le escuchaban con atención. El Ángel había estado experimentando con los procesos de pensamiento del Simulacro y estaba por fin seguro de que su limitación era la mejor que podía obtenerse sin contacto directo—. Pero su tendencia a la destrucción es indeterminada. El Simulacro no destruye todas las formas de vida que ve. Mató unos cuantos caparazones cuando llegó a Barján y se estableció aquí, pero parece como si se tratara de accidentes. Ha mostrado poca curiosidad o miedo hacia las cosas vivas pequeñas. Los vuelos de Shikari a su cubil no han despertado ningún interés ni ninguna acción aparente. No se moverá de su posición para atacar sin provocación.

—¿Y para alimentarse? —preguntó S'greela.

La Tubo-Rilla había plegado y replegado su cuerpo multicompuesto en una masa compacta. Ahora parecía una sola cabeza que asomara desde el interior de un montículo de componentes de Shikari.

—No se moverá en busca de comida. Hay amplio sustento cerca de donde vive.

—¿Son importantes todas estas cosas? —dijo Shikari.

Estaba casi dormido, sin mover apenas un solo componente.

—No lo sabemos —dijo Chan—. Ignoramos todavía lo que es importante. Todo lo que sé es que no podemos atacarlo donde está. Así que tenemos que encontrar algún método para hacerlo salir de Sueñomar. Ángel, hasta ahora no nos has dado más que negativas. ¿Qué es lo que le interesa o le alarma?

—No lo sé. Si sugieres alternativas, puedo confrontarlas con sus pautas de pensamiento. Pero no he podido encontrar nada que proporcione un fuerte estímulo.

El Remiendo estiró lentamente su masa y se soltó parcialmente de S'greela. Los otros esperaron. Shikari estaba casi en su tamaño máximo, y ahora ya se habían acostumbrado al largo tiempo de integración del Remiendo en esas condiciones. Apenas notaban ya la lentitud de la respuesta.

—Nos sentimos idiotas por sugerir esto —dijo Shikari por fin—. Pero quizás un estímulo sea la astronomía. El Simulacro observa los soles, la luna y algunas estrellas. ¿No querrá moverse para observarlas mejor?

Chan se volvió hacia la figura inmóvil del Ángel.

—¿Puedes confrontar esto?

—Un momento.

Hubo un nuevo silencio. Éste duró al menos veinte segundos y sólo se vio interrumpido por los sonidos chirriantes del comunicador del Ángel. Chan había aprendido a asociar esos crujidos y chasquidos con los procesos que operaban en el interior de la matriz cristalina del Cantante.

—La sugerencia de Shikari es correcta —dijo el Ángel—. A un nivel de probabilidad de 0,98 el Simulacro se mueve para responder a los sucesos celestes. Ningún otro estímulo tiene una correlación superior al 0,35 con los movimientos observados. —Hubo un silencio más breve, un culebreo de las hojas inferiores del Ángel, y una especie de suspiro muy humano surgió del comunicador—. Desgraciadamente, esta información no parece tener ningún valor. He comprobado las efemérides de Barján y no se espera ningún suceso celeste de importancia en los próximos treinta días.

—Entonces, ¿que hacemos ahora? —dijo S'greela alegremente—. ¿Rezar para que se produzca una supernova?

—No tenemos que llegar a tanto —dijo Chan—. Los sucesos celestiales no ocurren cuando los necesitas... a menos que los hagas por ti mismo —se volvió hacia S'greela—. Conoces la mecánica de la nave mejor que nosotros. ¿Podrías hacer que gravitara sin nadie a bordo, bajo control automático y a una altura predeterminada?

—Ciertamente.

—¿Y sería posible que se moviera con las estrellas para que parezca que está lejos, más allá de la atmósfera de Barján?

—Probablemente —hubo un zumbido especulativo por parte de la Tubo-Rilla—. Haría falta una programación meticulosa para simular un marco de referencia sideral, pero creo que puede hacerse.

—¿Y podría estar escudada o iluminada desde dentro, de forma que les parezca un fenómeno estelar o planetario natural a los sensores de la Criatura de Morgan?

—Posiblemente —los otros tres miembros del grupo esperaron en un silencio cortés pero desconcertante—. Pero ¿con qué motivo? —dijo S'greela por fin.

—Como señuelo. Ya conocernos al detalle el terreno alrededor del Simulacro. Conocemos la topografía, lo que sería visible por una ruta particular. Si planeamos el movimiento de la nave, durante varias noches, de manera que pretender una observación continuada haga necesario que se siga un rastro para seguir viéndola, lejos de la costa de Sueñomar...

—Un problema inverso difícil de computar —dijo el Ángel—. Dado el terreno, definir los movimientos plausibles de la nave que creen un sendero que sea seguido desde el suelo sin que se quiera asegurar la visibilidad...

—Pero justamente el tipo de cosa que sabes hacer, Ángel. Le tendemos un cebo al Simulacro para que salga del territorio de los Caparazones y entonces lo... —Chan miró a los otros dos. Estaban esperando sus palabras—. Entonces... bueno, entonces lo neutralizamos.

Chan descubrió de pronto que no podía pronunciar la palabra destruir delante de los otros tres.

El «plan» era tan sencillo y podría fracasar tan fácilmente que Chan había dudado en proponerlo. Su aceptación instantánea por parte de los otros le dio una nueva perspectiva para comprender a todo el Grupo Estelar. Incluso los Ángeles, con su gran intelecto y su supuesta habilidad para «pensar como los humanos» encontraban bastante incomprensibles algunas pautas de pensamiento humanas. Si los peores temores de Esro Mondrian se hacían verdad y aparecía una raza agresiva en el Perímetro, los planes defensivos del Grupo Estelar tendrían que depender de los humanos solos. Inteligentes como eran, los otros sólo serían carne de cañón. Simplemente, no podrían pensar en los términos necesarios.

Sin embargo, con una dirección humana adecuada, podía funcionar muy bien. Shikari y S'greela habían hecho un trabajo sorprendente con la nave. Flotando bajo control automático en las alturas, parecía un brillante visitante celestial que surcaba el cielo nocturno de Barján dejando una cola como la de un cometa (¿cómo habían conseguido eso?). Cada noche, la aparición se hacía más brillante y más colorida. Cada noche, moviéndose consistentemente dentro de una posible órbita cometaria, parecía retirarse hacia el norte. Era imposible verlo bien desde la costa de Sueñomar.

El Ángel había calculado el rumbo más probable del Simulacro. Chan lo había examinado junto con el terreno adyacente, y decidió el mejor punto para tender una emboscada y el papel que tendría que desempeñar cada miembro del equipo perseguidor. El Ángel, demasiado lento en su respuesta física para ser útil durante los últimos momentos de la confrontación, había sido confirmado en el trabajo de observador. Ocuparía una posición de vigía, para advertir a los otros tres cuando el Simulacro abandonara su escondite bajo el escudo de roca.

La forma de llevar a cabo esa advertencia había sido el tema de una acalorada discusión. Preocupado por la inteligencia del Simulacro y la sofisticación de sus aparatos sensores, Chan había vetado todo tipo de señal que pudiera ser interceptada y decodificada. Cuando el Simulacro saliera de su escondite, el Ángel transmitiría un único destello de luz a los otros, y nada más. Chan había temido no poder advertirlo, pero Shikari lo sacó de dudas. Con los miles de ojos disponibles del Compuesto Remiendo, algunos siempre estarían enfocando la posición del Ángel.

Y ahora, cuatro días después del inicio del plan, había llegado el momento de la acción. Shikan silbó suavemente a los otros dos. El Ángel había dado la señal y el Simulacro venía de camino. Pronto sería visible, cuando se asomara al otro lado de un grueso borde de roca. Las posiciones de los miembros del grupo perseguidor habían sido escogidas cuidadosamente. Si el Simulacro seguía el rumbo prefijado por el Ángel, cada uno de los miembros tendría un blanco claro sin poner en peligro a los otros, y cualquiera que fuese la variación adoptada por el Simulacro, al menos dos de los miembros del equipo seguirían teniéndolo.

Chan, S'greela y Shikan estaban sentados inmóviles y completamente en silencio. Abarcaban noventa grados del perímetro de un círculo, con el punto de llegada más probable del Simulacro en el centro. Cuando el Simulacro saliera al descubierto, estarían a menos de treinta metros de él.

Veinte segundos más. Chan se congeló. Los paneles en forma de ala del Simulacro sobresalían ya por el borde de la roca. Otros diez segundos más y verían el cuerpo azul y plata. A esta distancia, sería imposible fallar.

Chan ya tenía su arma preparada en la posición correcta.

De pronto, le asaltó un pensamiento terrible. ¿Habían tenido S'greela y Shikari el sentido común de preparar sus armas a tiempo? Cualquier ruido de advertencia provocaría el desastre.

El Simulacro se movió y quedó a la vista.

El equipo de persecución había acordado que no haría señal alguna para abrir fuego. Cada uno de los miembros dispararía en cuanto tuvieran un blanco al alcance.

Chan apuntó con el arma. Al hacerlo, la gigantesca figura de S'greela atravesó volando el campo de visión a su izquierda. En el mismo instante, a la derecha, hubo un intenso batir de alas y una frenética nube de componentes del Remiendo llenó la escena. Antes de que Chan pudiera apretar el gatillo, S'greela se había arrojado sobre el Simulacro y sus dos formas fueron enterradas de inmediato por el Remiendo. Todo lo que Chan pudo ver entonces fue un montículo azul y negro retorciéndose.

Chan gruñó en voz alta —no tenía ya sentido guardar silencio—, y corrió hacia ellos, todavía con el arma lista. No sirvió de nada. Apenas pudo ver al Simulacro. Un disparo podría matar igualmente a Shikari y a S'greela. Se detuvo junto a la masa retorcida. Al hacerlo el violento movimiento empezó a amainar. Los componentes del Remiendo comenzaron a separarse, una capa tras otra. Por fin apareció S'greela. Ocho de sus miembros se apretaban alrededor del cuerpo del Simulacro. Cuando los últimos componentes del Remiendo se soltaron, S'greela se levantó. Apresaba la forma inmovilizada del Simulacro.

La Tubo-Rilla miró a Chan y le pidió disculpas.

—Lo siento. No fue una acción planeada. Pero cuando me di cuenta de que no podría descargar mi arma, también advertí que sería mi responsabilidad incapacitar al Simulacro. Afortunadamente, Ángel y yo habíamos discutido el procedimiento por si se daba esa eventualidad... pero no esperaba tener que emplearlo.

—Ni nosotros —dijo Shikari roncamente. Estaba aún en proceso de reagruparse y no se hallaba aún en disposición de hablar—. Pero también vimos que éramos incapaces de disparar. Pensamos que podríamos derrotar al Simulacro cubriéndolo. Probablemente estábamos equivocados, pero por fortuna S'greela ya había realizado la labor por nosotros.

—¡No! —La Tubo-Rilla sacudió la cabeza, en un gesto humano que había aprendido de Chan—. Yo no tuve éxito. Sin la ayuda del enjambre de Shikari no habría conseguido controlarlo. Pero ahora... —con gran horror de Chan, depositó suavemente al Simulacro en el suelo, donde permaneció mientras los miraba con sus luminosos ojos compuestos—, ahora no hay peligro. Le he quitado las armas. Aquí están. —Mostró un conjunto de armas, cada una de ellas capaz de atomizar al grupo entero—. El Simulacro está desarmado. Chan, ¿qué hacemos ahora?

Chan alzó su arma y apuntó con ella al Simulacro. Un momento después, la bajó. Lo que debería haberle hecho a un enemigo peligroso no podía hacerlo a una criatura desarmada e indefensa. Sintió ganas de reír histéricamente. Shikari y S'greela habían hecho justo lo contrario de lo que les había dicho que hicieran... ¡Y ahora le preguntaban con toda calma qué tendrían que hacer a continuación!

¿Qué hacían ahora? Ésa era una pregunta perfecta. Se volvió hacia el Simulacro, estudiándolo de cerca. Sin el formidable arsenal, parecía delicado, casi frágil. Una de las alaspaneles había sido herida en la refriega, y permanecía en el suelo. Los ojos brillantes lo miraron con firmeza, con inteligencia, esperando dócilmente que Chan decidiera su destino.

—¿Puedes entenderme? —preguntó bruscamente.

El Simulacro no contestó.

—Se supone que tiene circuitos vocales, ¿no? —Chan se volvió, impotente, hacia S'greela y Shikari—. ¿Tenéis idea de cómo comunicarnos con un Simulacro?

S'greela negó con la cabeza.

—Ésa es una situación que no estudiamos en ningún informe.

—Bien, tú lo capturaste. Así que dime, ¿qué hacemos con él?

—Espera nuestra llegada —dijo la voz del Ángel, rompiendo inesperadamente el silencio impuesto a la radio—. Estoy en camino. Y confío en que podré entablar algún tipo de comunicación.

Sin consultar con Chan, S'greela emprendió la marcha. Incluso a su mejor velocidad, tendrían que esperar otra media hora para que el Ángel apareciera, pues aunque ahora aceptaba que le transportasen, nunca pedía que lo hicieran. Un segundo después, Shikari se dispersó y voló tras S'greela.

Chan se quedó de repente completamente solo. Miró al Simulacro, sombrío. Sin S'greela ni Shikari, el Artefacto parecía bastante menos inofensivo. Si decidía que la batalla no había terminado aún, Chan no estaba muy seguro de qué hacer.

En realidad, no estaba seguro de lo que hacer en ninguna circunstancia.

¿Qué demonios iban a hacer con este Simulacro? Si lo llevaban de nuevo al Cuartel General, simplemente lo reciclarían y lo pondrían como señuelo para un grupo tras otro, hasta que uno fuera lo bastante decidido o insensible para matarlo. Ese pensamiento era inquietante. Estudiar la tranquila vida del Simulacro en la orilla de Sueñomar le había dado a Chan una perspectiva diferente. El Simulacro no era más que un Artefacto, pero incluso un Artefacto había de tener sus propias penas y alegrías. Tal vez tuviera sentimientos, sueños y deseos propios. Y si él, un humano «loco y sediento de sangre», pensaba así, ¿cómo se sentirían Shikari, S'greela y Ángel?

No había duda de que los otros dos no podrían matar al Simulacro, y tampoco había duda de que habían discutido formas de incapacitarlo sin causarle daño.

Chan pensó en el Equipo Alfa. Según los entrenadores, habían destruido al Simulacro. ¿Era verdad... o habían encontrado alguna forma de dejarle continuar su existencia de manera que nadie lo supiera nunca?

Mientras continuaba absorto con estos preocupantes pensamientos, S'greela regresó seguido por la nube móvil de Shikari. Llevaba en sus miembros medios al Ángel. La alta Tubo-Rilla se detuvo y colocó su carga suavemente en el suelo, junto al Simulacro. Para sorpresa de Chan, todas las hojas del cuerpo del Ángel empezaron a moverse agitadamente. La unidad comunicativa del Ángel se volvió hacia él.

—Antes de que intentemos conversar con el Simulacro —dijo—, queremos felicitarle... y a los otros. S'greela, Shikari y yo estamos completamente de acuerdo. ¡Este es un día maravilloso! Chan, somos un equipo.

—¡Y qué equipo! —dijo S'greela—. ¿No estás de acuerdo, Chan? Juntos, nos hemos comportado mejor de lo que ninguno de nosotros se habría atrevido a esperar.

—¡Y aún estamos aprendiendo! —añadió Shikari—. Podremos hacerlo aún mejor.

—¡Mejor! —exclamó Chan—. ¿Os dais cuenta de que tendremos que explicar todo esto? ¿Y os dais cuenta...?

Se detuvo. Los otros no le estaban escuchando.

—Sí, mejor —dijo el Ángel alegremente—. ¡De la práctica nace la perfección!

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