21 DESASTRE EN TRAVANCORE

Los primeros en experimentar con el sistema de transmisión del Enlace Mattin habían aprendido muy rápidamente los tres hechos siguientes:

* Conoce tu punto de salida. Habían aparecido viajeros descuidados sin traje en el interior de una sonda extrasolar carente de aire o en la superficie de Mercurio y Ganímedes.

* Cerca no es suficiente. Los viajeros que equivocaban la larga secuencia codificada en un simple dígito tendían a llegar convertidos en montoncitos de masa rosa o largas trenzas de protoplasma.

* Alguien paga siempre.

La transmisión instantánea de mensajes y materiales a través del Enlace Mattin había abierto el camino a las estrellas, pero nunca era barato. Un simple viaje interestelar entre puntos de campo potencial diferente consumiría los ahorros de toda una vida. Enviar material desde la Nube Oort hasta el Sistema Interior requería la energía completa de tres núcleos en el Cosechador Oort.

Esro Mondrian había añadido a estas tres reglas una cuarta de su invención: El acceso es poder. Ciertas coordenadas y secuencias de transmisión se mantenían en estricto secreto, y su conocimiento no se permitía sin una verificación completa de las credenciales. Las coordenadas de la nave que orbitaba Travancore no las conocían ni siquiera en el banco de datos de Dominus. Sólo las sabían tres personas en el sistema: Mondrian, Flammarion y Luther Brachis. Los dos últimos sólo esperaban usar la información si Mondrian moría o quedaba incapacitado.

El punto receptor de la información de Travancore se guardaba con el mismo celo. El punto de salida del Enlace se encontraba en los Cuarteles Generales de la Anabasis, y en ningún otro sitio. Dougal Macdougal, el embajador solar, había accedido a esto con reticencia, después de recibir presiones directas por parte de los otros miembros del Grupo Estelar.

Lo que el Grupo no había aprobado —lo que nadie fuera de la Anabasis conocía— era la otra decisión de Mondrian con respecto al Equipo Alfa. El miembro humano del grupo había sido equipado con un comunicador personal para enviar sonido e imagen a través de su casco durante el periodo completo que pasara en Travancore. Mondrian tenía la intención de registrar esas señales personalmente, con la única ayuda de Flammarion y Brachis. Juntos, cubrirían por completo las operaciones en Travancore. Leah Rainbow sabía que los datos se enviaban a la nave en órbita del Equipo Alfa, pero no tenía idea de que éstos serían recibidos en directo en los Cuarteles Generales de la Anabasis.

Amanecer en Travancore, noche en Ceres. Esro Mondrian tocó a Kubo Flammarion en el hombro para indicarle su llegada, y se sentó al otro lado de la mesa. Flammarion asintió, desconectó y se quitó el receptor. Lo colocó en su regazo, se frotó las sienes y bostezó.

—Hace una noche tranquila allí. Oí unos cuantos sonidos peculiares fuera de la tienda, y estuvo lloviendo copiosamente durante media hora, nada más. Todos los miembros del equipo están ahora despiertos.

Mondrian, asintiendo, recogió su propio receptor.

—Voy a pasar todo el día con ellos. No me interrumpa a menos que tengamos una emergencia.

Se colocó el casco con mucho cuidado y lo sintonizó. Después de los primeros momentos desagradables de doble flujo de sensaciones, obtuvo el enlace a través de cincuenta y seis años luz. La conexión era excelente. De repente, veía a través de los ojos de Leah y escuchaba con sus oídos. Todo lo que ella viera e hiciera sería experimentado también por Mondrian mientras llevara puesto el receptor.

Ella estaba de pie ahora, en el borde reforzado de su tienda globo, mirando el vivido color esmeralda de la interminable jungla de Travancore. La vegetación bajo la tienda formaba un apretujado entretejido de troncos y enredaderas, con amplio espacio entre ellos para permitir que penetrase la luz del día. El resplandor de Talitha quedaba esparcido y difuso por su disposición irregular, así que Leah podía ver lo que había debajo durante unos cientos de metros. A esa profundidad, una continua capa de anchas hojas ocultaba todo lo demás. Se volvió para mirar de soslayo el sol. Incluso con el brillo de Talitha, la barrera de hojas debía de ser muy efectiva. Habría poca fotosíntesis más allá de los primeros cientos de metros, lo que implicaba un misterio: ¿cómo obtenían los niveles inferiores su suministro de energía?

El Remiendo del grupo, Ismael, y S'glya, la Tubo-Rilla, salieron de la tienda y se acercaron a ella. Después de unos instantes, Ismael revoloteó hasta el borde de la tienda para formar una manta viva en torno a las piernas de Leah.

—Hace frío —dijo S'glya como saludo, e hizo vibrar sus alas, vestigios de otra época.

Leah se volvió hacia ella y señaló:

—¿Es eso una capa sólida de hojas? No puedo ver nada debajo.

—Correcto. Como dije anoche, la vegetación de este planeta está estructurada en capas densas y continuas. Estamos contemplando una de ellas.

—Pero eso significa que las capas inferiores deben estar en la más completa oscuridad.

—Ciertamente. Incluso nuestras señales de microondas se atascaron en el primer par de kilómetros. Estará oscuro.

—Entonces, ¿de dónde piensas que obtiene su suministro de energía?

S'glya alzó un fino miembro delantero y señaló a su alrededor.

—De aquí. ¿De dónde si no? —Se asomó, aparentemente ajena al abismo bajo ella, y tocó un pozo de medio metro de brillante desarrollo amarillo—. Sospecho que podríamos seguir esta estructura hacia abajo otros cinco kilómetros y descubrir que sus raíces están plantadas en el suelo de Travancore. Y con esta anchura en la base... —la Tubo-Rilla agitó sus miembros superiores—. ¿Quién sabe? Muchos, muchos metros.

El Ángel salió arrastrándose lentamente. Cuando por fin fue alcanzado de pleno por la luz del sol, el Chasselrosa extendió todo su follaje y lo enfocó hacia los rayos matinales de Talitha.

—Hemos realizado... los análisis de confirmación —dijo la unidad traductora después de un par de minutos de baño solar—. A través de los datos de la exploración orbital sabemos ahora la localización de la Criatura fabricada por Morgan.

Ismael sacudió todos y cada uno de sus componentes mientras los otros dos se volvían rápidamente hacia el Ángel.

—¿Dónde está? —preguntó Leah.

—Aproximadamente a tres mil kilómetros de aquí, al noreste. Está en lo más profundo de la vegetación... tal vez en la misma superficie.

—Bien. Entonces de momento estamos a salvo.

—A menos que la Criatura de Morgan haya decidido moverse desde que se llevó a cabo la exploración —dijo el Ángel—. Lo consideramos improbable. ¿Qué propones que hagamos ahora?

—¿Vamos a buscar a la Criatura? —preguntó Ismael.

Leah descubrió que los otros tres la miraban y esperaban expectantes. Cada vez que había una pregunta referida a la persecución o la captura, la pasaban a ella sin dilación.

—No. Definitivamente no. Necesitamos saber más cosas de este planeta. La Criatura lleva aquí meses. No ha tenido nada más que hacer sino explorar Travancore, y es muy inteligente. Llevamos aquí menos de un día. No tiene sentido que empecemos a buscarla hasta que sepamos movernos.

—Más vale prevenir que curar —dijo el Ángel—. Miren antes de saltar.

Los otros tres guardaron silencio, hasta que S'glya, frotándose los lados con los miembros medios, dijo por fin:

—Pero si no buscamos a la Criatura, ¿qué hacemos?

Leah se volvió de nuevo hacia el Ángel.

—¿Puedes determinar a partir de los datos de la exploración orbital a qué distancia estamos del pozo en espiral más cercano?

—Por supuesto —hubo una segunda pausa, seguida por una serie de sonidos rechinantes de la unidad traductora—. Estamos a menos de dos kilómetros.

—Excelente. Es ahí adonde vamos a ir a continuación. Debemos recorrer ese pozo y descubrir cuáles son las condiciones en los niveles inferiores de Travancore. Pensamos que es un bosque vertical, pero eso es pura especulación.

—¿Tenemos que ir todos? —preguntó S'glya, insegura.

Leah dudó. ¿Sería mejor dejar uno de los miembros del grupo en los niveles superiores para un posible rescate? Pero si era así, ¿quién? S'glya tendría que llevar al Ángel, e Ismael era el que podía moverse mejor para explorar las áreas dificultosas.

—Los números son seguros —dijo el Ángel lentamente, mientras ella todavía pensaba.

—De acuerdo. Vamos todos —Leah se calló, todavía sin gustarle la decisión.

—¿Cuándo? —preguntó Ismael.

—No veo ninguna ventaja en esperar. En cuanto estemos listos, cojamos el material y empecemos. ¿De acuerdo?

Sí.

Sí.

—No dejes para mañana lo que puedas hacer hoy —dijo el Ángel.

Los profundos pozos advertidos durante la primera exploración orbital eran mucho más que simples resquicios en la densa capa de vegetación de Travancore. Examinados de cerca, demostraron ser túneles auténticos con paredes continuas y bien definidas de hojas lisas plegadas en una masa compacta.

—Artificial —dijo S'glya, deslizando una antena táctil sobre las hojas—. ¿Un signo de inteligencia?

—No necesariamente. En la Tierra tenemos insectos que construyen sistemas más complejos que éste y no pensamos que lo sean.

Colocaron tubos protectores en las paredes del túnel cada veinte metros, para guarecerse de la densa lluvia. Eran muy necesarios. Leah había esperado estructuras casi verticales que descendieran hacia la auténtica superficie de Travancore, pero los pozos eran más parecidos a túneles en espiral que se curvaran en un ángulo constante y moderado. Era fácil caminar por el empinado gradiente sin puntos de apoyo... y la lluvia impondría una carga substancial en el nivel inferior del túnel.

Leah miró por última vez la capa de vegetación de la superficie. Les quedaban diez horas más de luz, pues en Travancore el día tenía treinta y siete horas. Iba en cabeza, seguida de cerca por Ismael, que rehacía su forma constantemente. El Remiendo estaba muy nervioso. Leah había renunciado hacía tiempo a preguntarse cómo conservaba Ismael cualquier continuidad de pensamiento cuando cambiaba constantemente, pero si eso no preocupaba a Ismael, no iba a dejar que la preocupara a ella.

La Tubo-Rilla era la última. Llevaba al Ángel con facilidad bajo los apéndices medios. Cantaba suavemente hasta que Leah le pidió que se callara. No querían llamar la atención, aunque en Travancore tan sólo podían atraer la de la Criatura.

La luz se desvanecía lentamente. A doscientos metros de profundidad se movían en un crepúsculo verde y flotaban en la baja gravedad como si estuvieran bajo el agua. Un vericueto en el túnel, seguida por un tramo empinado, les hizo zambullirse hasta un lugar cubierto por gruesa capa de hojas. El nivel de luz descendió bruscamente y la temperatura se hizo notablemente más alta. Cuando descendieron a cuatrocientos metros, estaban envueltos en una intensa penumbra esmeralda.

Leah se detuvo y se volvió a los otros.

—No puedo ver gran cosa ahora, y no quiero emplear ninguna luz. S'glya, ¿quieres ir tú en cabeza? Ángel puede usar una banda termal para decirme lo que hay delante.

Aún no habían acabado de intercambiar su posición cuando Ismael silbó de repente.

—¡Algo se mueve ahí delante! —dijo el Remiendo.

Todos se volvieron a tiempo de ver un brillo blanquecino en el túnel bajo ellos, que se movió más allá de la pared en espiral. Una docena de componentes se desconectaron del Remiendo y echaron a volar. Pocos minutos más tarde, regresaron, uno a uno, y se unieron al cuerpo principal.

—Forma de vida nativa —dijo Ismael después de unos segundos—. Y grande. De unos diez metros de largo, con forma de serpiente... sin brazos ni piernas. Bioluminiscente. Ese brillo que vimos procedía de una hilera de luces que tiene a los lados. Parece temernos, porque se escapó a toda velocidad. Lo seguimos hasta llegar a una intersección, a unos trescientos metros por debajo.

—¿Es seguro continuar? —preguntó S'glya y todos miraron otra vez a Leah.

—No lo sé —miró el resplandor ante ella—. Pero pienso que debemos seguir. Si damos media vuelta cada vez que encontremos evidencia de una forma de vida nativa, no llegaremos a ningún sitio. Digo que continuemos. S'glya, ¿quieres guiarnos en el descenso?

Continuaron con mayor cautela. Pronto se vieron en la más completa oscuridad. El último vestigio de la luz de Talitha había desaparecido. Siguiendo las sugerencias de Leah, S'glya conectó un finísimo rayo de luz para permitirles ver el túnel unos pocos pasos por delante. Los sensores termales del Ángel podían ver más allá, e informaban de la curvatura del túnel todo lo que la visión le permitía.

La temperatura se había estabilizado a un nivel que Leah encontró sólo soportable y que S'glya agradeció. El equipo continuó en silencio durante más de dos horas, adentrándose más y más en la profunda sima. El aire se hacía más denso y también más húmedo, y Leah podía oler un aroma leve pero agradable, parecido al de la hierba recién cortada. El túnel, a estas profundidades, estaba peor conservado, con grietas aquí y allá en los lados y el techo. Cuando se acercaron a una de las hendiduras mayores, pudieron oír un sonido suave y susurrante, como hojas secas movidas por el viento.

S'glya adoptó su altura máxima y enfocó la luz más potente a través de una abertura sobre ellos. El haz de la linterna iluminó los alrededores con la misma intensidad y tan brevemente como un rayo. A menos de cinco metros del pozo vieron una criatura pequeña de cuatro patas colgada de una gruesa rama. Cuando la luz incidió en ella hubo un breve sonido de alarma. S'glya enfocó el rayo de nuevo. La criatura se volvió para mirarlos. Apenas pudieron ver la cabeza parda sin ojos y la ancha boca. Una segunda ranura más estrecha se abrió de lado a lado. Hubo otro sonido, un chirrido nervioso y agudo, y entonces el animal se escurrió ágilmente por el lado del pozo.

—¿Inteligente? —dijo Leah.

Los otros no respondieron. S'glya cambió la intensidad de la luz y movió el rayo lentamente por la región exterior del túnel.

Vieron los grandes troncos de los árboles, cada uno de muchos metros de grosor. Los troncos tenían aquí un color oscuro y no el brillante tono amarillo de las capas superiores. En ellos crecían miles de excrecencias parecidas a dedos, negras y escarlata y anaranjado encendido. Las criaturas sin patas se alejaron lentamente de la luz. Al moverse, dejaban una huella brillante en los dedos del árbol.

En esta profundidad, el verde había desaparecido por completo de las formas vivas de Travancore. La fotosíntesis era imposible. Su existencia dependía en todo de la lenta caída de materiales de los niveles superiores, o de la transmisión de los jugos nutritivos que recorrían el interior de los grandes troncos.

El grupo siguió avanzando, siempre más abajo. Una hora después, el olor agradable fue reemplazado por el nauseabundo olor de la carne podrida. Todo estaba cubierto con una capa brumosa de condensación, y gotitas oscuras colgaban del techo del túnel. Leah tenía la impresión de que habían estado días descendiendo. Finalmente, el Ángel movió sus hojas superiores e hizo un gesto a S'glya.

—Para aquí. Este túnel termina a treinta pasos.

Leah aumentó el nivel de luz y se acercó a la Tubo-Rilla.

—¿Cómo termina?

—Se acaba, simplemente. Estamos a menos de cuarenta metros de la auténtica superficie de Travancore. Hay materia sólida bajo nosotros, pero descender más allá de este punto será difícil para todos nosotros, menos para los componentes del Remiendo.

—¿Puedes decir si podremos movernos sobre la superficie cuando la alcancemos?

—No debería haber ninguna dificultad. —El Ángel hizo una pausa—. El descenso sería bastante fácil, con la ayuda de una simple cuerda. Pero el retorno sería más complicado sin más equipo.

—No estoy sugiriendo que bajemos hoy —Leah se volvió para mirar el túnel por donde habían descendido—. Tenemos que escalar mucho, aun en esta baja gravedad. Propongo que regresemos y planeemos otro viaje con más equipo mañana. Ahora que sabemos lo que hay aquí, el siguiente descenso debería ser más fácil. Pero tenemos que estar preparados para...

Se detuvo bruscamente. Al mirar hacia arriba había visto moverse algo bajo la débil luz de la linterna de S'glya. Estaba muy por encima de ellos y no podía distinguirlo.

—Ángel —empezó a decir—, ¿puedes ver si...?

La pregunta se hizo innecesaria. El objeto se aproximaba rápidamente por el pozo y tenía una forma que estaba enraizada profundamente en su memoria. Leah estaba mirando a un diamante azul plateado, de cuatro metros de altura y dos de anchura. En la parte superior había una cabeza roma sin cuello, con ojos compuestos bien definidos y una pequeña apertura bucal. La parte central del cuerpo estaba envuelta en paneles en forma de alas. En su posición replegada, éstos eran compactos e inobtrusivos, tan sólo haces de materia brillante. Extendidos, podían ser modulados para formar paneles solares, antenas comunicadoras o escudos protectores. La base del cuerpo terminaba en un trípode de piernas, cada una capaz de replegarse por completo en la cavidad interior. En la sección media había una docena de oscuras aperturas. Contenían las armas: los artefactos de fusión, los láseres, los cortadores.

Leah reconoció todos estos rasgos en una décima de segundo. Jadeó, y dio un paso atrás. A su alrededor hubo una tormenta de componentes del Remiendo, pues Ismael había dispersado instantáneamente su forma compuesta. S'glya emitió un agudo chirrido.


A cincuenta y seis años luz de distancia, Esro Mondrian contemplaba y escuchaba todavía a través del casco de Leah. Había seguido al grupo durante todo el descenso. Ahora sintió un escalofrío de excitación y temor en la espina dorsal.

El cuidadoso estudio de probabilidades del Ángel cuando el Equipo Alfa estaba aún en su tienda había sido completamente apropiado. La Criatura de Morgan, en efecto, había variado su posición desde la exploración orbital.


La llamada se produjo en la mitad del periodo de sueño en Ceres. Una pequeña unidad de comunicación implantada tras la oreja derecha de Luther Brachis emitió una llamada suave pero insistente. Brachis gruñó en signo de protesta, levantó la cabeza y miró la hora. Entonces juró, se llevó las manos a los ojos y se levantó de la cama.

Godiva emitió un murmullo. Dormía como una niña, profunda, segura, pacíficamente, apretándose contra Brachis y rodeando con un brazo su cuerpo. Solía quedarse dormida de inmediato y decía que nunca tenía pesadillas, o ningún sueño desagradable que pudiera recordar luego. La ausencia de Luther a su lado era una de las pocas cosas que produciría reacción cuando estuviera completamente despierta.

Brachis la miró mientras se colocaba el uniforme. Como siempre, Godiva dormía desnuda. La piel de su cuerpo era tan suave y hermosa que parecía brillar como perlas esmeraldas a la débil luz de los paneles situados en el techo. Juró de nuevo y se apresuró hacia el salón. Una vez allí, conectó su unidad para recibir el mensaje.

—¿Luther? —dijo una voz de inmediato. Era Mondrian.

—Aquí. Maldita sea, Esro, ésta es una hora infernal para hacer una llamada —todavía se estaba colocando el uniforme y buscaba las botas.

—Te necesito... de inmediato —la seca voz tenía un tono que Brachis nunca había oído antes—. Ven a la Sede de Comunicaciones de la Anabasis. Solo.

La comunicación se cortó. Brachis maldijo de nuevo. ¡Solo! Naturalmente que iría solo. ¿Qué esperaba Mondrian, que acudiera con una brigada de gaiteros? (Pero se precipitó hacia la puerta con las botas todavía sin poner y el uniforme sin abrochar del todo. Mondrian nunca daba instrucciones de esta índole a alguien a quien conociera bien.)

La puerta de la Sala de Comunicaciones de la Anabasis estaba cerrada cuando llegó. Eso también era significativo. Brachis levantó su puño sano y golpeó fuertemente la puerta, desquitando en los paneles de metal algo de su propia irritación. Tras un largo retraso, hubo un descorrer de seguros y la puerta se abrió.

Esro Mondrian apareció en el umbral. Brachis le dirigió una mirada larga e incrédula. Nunca había visto una expresión tan rígida y horrorizada en la cara de un ser humano. Mondrian parecía gris y tan muerto como un cadáver congelado. Parecía una de esas cosas que se sacan para identificar después de haberse producido fallos de compuertas importantes. Hizo un gesto a Brachis para que entrara y cerró la puerta tras ellos.

—¿Travancore? —preguntó Brachis.

Mondrian asintió.

—¿Hemos perdido el Equipo Alfa?

—Eso, y peor.

—¡Peor! Por el amor de Shannon, ¿qué ha pasado? ¿Se ha escapado la Criatura?

—Y peor que eso —Mondrian tomó al otro hombre por el brazo y le condujo a la unidad receptora. Sus dedos se clavaron con fuerza en los gruesos bíceps de Brachis—. Quiero que veas esto conmigo un par de veces. Luego lo borraremos. Ésta es la única copia. Y entonces tenemos que charlar, los dos solos.

—Esro, te dije que el Equipo no conseguiría eliminar a la Criatura. Se echaron atrás, ¿no? Conoces a los Rillas y los Remiendos. Te dije que ese puñado de alienígenas no tendrían las agallas necesarias para hacer el trabajo. ¿Por qué no me creíste?

Mondrian se detuvo en mitad de la preparación de la secuencia del monitor.

—¿Quién dice que no te creí, Luther? Pero eso ahora no tiene importancia. Tenemos que establecer un bloqueo.

—¿Bloquear Travancore?

—No, sólo el planeta... Todo el sistema estelar de Talitha. Que nada pueda entrar ni salir. —La pantalla empezó a fluctuar con los preliminares de una transmisión grabada de Enlace Mattin—. Y eso es sólo el principio. Podemos discutir qué más tendremos que hacer. Brachis golpeó la mesa con la palma de la mano.

—¡Maldición! Esro, ¿te has vuelto loco? ¿Te das cuenta de lo que cuesta bloquear un sistema estelar?

—Sé lo que cuesta. Y sé que no será fácil. —Mondrian sonrió, sin ningún rastro de humor—. Siéntate, Luther. No quiero discutir contigo ahora. Estarás completamente de acuerdo conmigo... en cuanto hayas visto esta transmisión de Travancore.

Загрузка...