El ascenso a la Nave fue cualquier cosa menos confortable. Chan contempló la enorme masa elipsoide que llenaba el cielo ante él, y después se volvió para mirar su propia cápsula.
Contraste preocupante.
Una Nave estaba diseñada para aislar a los habitantes de las colonias espaciales, incluso a planetas enteros... poblaciones con sus propias armas que podían o no querer cooperar. Cada nave de cuarentena estaba escudada, acorazada y repleta de armas ofensivas y defensivas. Incluso ignorando la masa de sus núcleos de energía, eran millones de toneladas de potencia. En caso extremo, una Nave podía ser enviada para depurar o bloquear permanentemente un planeta entero. Esto nunca había sido necesario... pero habían estado cerca. El descubrimiento de que era un gnatostómido nativo, un parásito cerebral, el que afectaba a todos los habitantes de Pentecostés y les causaba una terrible ansia de sangre se había hecho cuando apenas les separaba una hora del instante final. Una Nave ya estaba en posición, dispuesta para esterilizar el planeta.
¿Y la cápsula? Chan hizo una mueca. No era más que una cáscara, vulnerable incluso a fuego medio. La Nave podría desintegrarla con un soplo accidental de su escotilla secundaria.
Se acercaron más, continuando su trayectoria. La tripulación de la Nave no corría riesgos. La compuerta de entrada que les habían asignado estaba protegida por toda una serie de proyectiles y armas de radiación. Después de posarse en la cubierta, los miembros del Equipo Rubí tendrían que entrar en la Nave uno a uno. Chan iría el primero. Los otros no dejarían la cápsula hasta que tuvieran permiso para hacerlo. E incluso dentro del área de los muelles de atraque, Mondrian podría ordenar la destrucción instantánea de la cápsula y de sus componentes..., incluyendo a Nimrod, que estaba escondido en el primitivo compartimiento de carga de la cápsula.
(El viaje a la Nave era sólo de ida por más de una razón. Con Nimrod a bordo, todos los suministros y combustibles habían sido dejados en Travancore para evitar una anomalía en su masa. La Nave detectaría cualquier discrepancia cuando atrajera a la cápsula para guiarla al amarre y emprendería una acción violenta.)
Al acercarse a la nave, Chan oyó un susurro en su oído. El análisis de Nimrod pasaba del compartimento de carga a través de una cadena de componentes Remiendo, y entonces el Ángel convertía en algo que él pudiera reconocer.
—... mil doscientos metros para posarnos —dijo el Ángel—. Excelente. Si la Nave tiene intención de destruirnos antes de que lo hagamos, ya ha pasado el momento idóneo. La probabilidad actual estimada para que la misión resulte un éxito es de 0,255... ha aumentado desde la última estimación de 0,23... Nimrod cree ahora que Tatty Snipes no está en la Nave. Si es así, la probabilidad de encontrar un contacto afín con el que trabajar se reduce a 0,13. Y en ese caso, la probabilidad total se reducirá desgraciadamente a 0,04...
Chan gruñó para sí. El Ángel se sentía perfectamente feliz manejando los datos e informando acerca de las probabilidades, pero Chan no veía consuelo alguno en las interminables estadísticas. Deseó poder disfrutar del contacto y la cercanía de Bahram. Desgraciadamente, la cabina de la cápsula estaba siendo vigilada por la Nave. Fusionarse ahora sería un suicidio.
—Preparados para posarnos —dijo a la pantalla de comunicaciones.
Hasta ahora, no habían recibido señales visuales de la Nave. La compuerta estaba ya a menos de doscientos metros.
—Procedan —dijo una voz metálica.
—... seguimos controlados por ordenador —susurró el Ángel. La masa del Chasselrosa colgaba boca abajo por encima de Chan en la caída libre de su aproximación balística—. Si intentaran dispararnos ahora, habría algunos daños menores en la Nave. ¡Adelante a toda marcha! Nimrod está seguro de que nos permitirán entrar en la dársena.
—Baja de ahí —dijo Chan—. Nos succionarán dentro de un par de segundos y todos sentiremos la aceleración. Quédate junto a Shikari. No te quiero en mi cuello cuando nos posemos.
Mientras hablaba, hubo una sacudida en el casco. El Ángel retrocedió y se asió a la pared, detrás de Chan. Hubo unos pocos segundos de vibración y un sonido metálico.
—Maniobra completa —dijo el comunicador. Chan se movió lentamente hacia la puerta de la cápsula, mientras los otros miembros del equipo permanecían en la cabina.
Con cuidado ahora. Este es el momento de máximo peligro. ¿Había escuchado esas palabras o se las decía él mismo? Se detuvo en la puerta y esperó.
La cápsula se había posado en una dársena en el cuarto dique. Chan oyó cerrarse las compuertas y el chasquido del casco de la nave cuando la presión del aire se incrementó para nivelarse con el exterior. Entonces abrió la cápsula.
Un estrecho espigón a lo largo del casco llevaba a un conducto de aire en la pared interior. Chan se encaminó hacia él, notando que, incluso después de pasarlo, no estaría en el interior de la nave. Según la reconstrucción que el Ángel había hecho de la geometría de la Nave, habría otra compuerta por la que tendría que pasar, con su propio sistema de control para los intrusos. Si alguien fallaba alguno de los tests, toda la compuerta podía ser lanzada al espacio. La Nave, sin embargo, continuaría operando con casi todo su potencial.
La compuerta se abrió y Chari dio un paso adelante. Sprays descontaminantes lo rociaron de la cabeza a los pies. El sistema de contacto con el personal le encaminó suavemente a un corredor blanco donde había otra compuerta. Chan lo observaba todo con atención, y deseó que hubiera algún medio de poder enviar información a Nimrod. La mentalidad necesitaba más datos para entrar sin ser vista en la Nave.
La puerta siguiente se abrió y le condujo a una zona donde la gravedad no era cero. Debían de estar a unos pocos metros del núcleo donde se producía la energía de la Nave. Chan pensó en lo que allí había e imaginó que podía sentir las fuerzas gravitatorias. Se tambaleó un momento hasta asegurar su equilibrio, y entonces siguió andando por el suelo curvo hasta la otra puerta de la cámara. Después de un segundo de duda, la atravesó.
Estaba en una zona de cuarentena primaria: una habitación larga y hexagonal de treinta metros, dividida en siete partes. La parte central, donde había entrado Chan, estaba rodeada por seis criptas individuales, cada una con sus paredes transparentes y su puerta metálica. Toda la sala era visible desde cada cámara... pero podía tener lugar una explosión de fusión de un kilotón en cualquier lugar de ellas y quedar confinada allí totalmente.
Dos hombres esperaban a Chan al otro lado de la zona central.
Mondrian y Brachis. Chan recordó la predicción de las mentalidades. Eran los dos individuos cuya presencia era más probable en la Nave... ¡y los dos más difíciles de controlar!
Esro Mondrian estaba desarmado. Luther Brachis llevaba un arma de rayos Clase uno, y con ella apuntaba al pecho de Chan.
Solamente Mondrian hizo un gesto con la cabeza, a modo de saludo.
Estaba pálido y macilento, ojeroso.
—Bienvenido, Chan. Según nuestros registros, eres el primer humano que regresa de Travancore. Las primeras exploraciones se hicieron todas con inorgánicos. Perdona que no tengamos una alfombra roja esperándote —consiguió sonreír con estas últimas palabras, pese a la obvia tensión que llenaba la sala—. Nos alegramos de verte, pero tenemos muchas cosas de que tratar. Siéntate.
Tres sillas de respaldo recto formaban todo el mobiliario, y estaban colocadas en diagonal para que cada una pudiera ver la pantalla que cubría la pared. Chan se sentó en una y Mondrian en otra. Luther Brachis permaneció de pie, sin bajar aún el arma.
Chan la miró y se volvió hacia Mondrian.
—No hemos pedido nunca una alfombra roja. Pero en realidad esperaba un recibimiento mejor que éste. Nos enviaron a hacer un trabajo. Lo realizamos por ustedes. Y ahora nos apuntan con sus armas.
Intencionadamente, el tono de Chan era amargo y confuso. Las mentalidades le habían advertido cómo tenía que empezar la reunión en la Nave. Pero también le habían advertido que no podían predecir más allá de los primeros momentos. Chan tendría que utilizar su propia inteligencia a medida que el encuentro se desarrollase.
—No habéis completado vuestra misión —dijo Mondrian tranquilamente—. Fuisteis enviados para destruir una Criatura de Morgan. Según vuestro mensaje, todavía está viva.
—Hicimos más de lo que nos pedían. Gracias al Equipo Rubí, tendrán ustedes una Criatura de Morgan viva y funcionando en un entorno seguro.
Viva, funcionando, seguro. Chan acentuó cuidadosamente estas tres palabras. Le pareció ver una reacción positiva por parte de Mondrian. Brachis no mostró ningún signo de emoción. (¿Otro problema? Brachis parecía ahora más blando, menos dinámico. ¿Le había pasado algo desde que Chan se marchó de Ceres?) Chan deseó que S'glya o S'greela estuvieran presentes. Las Tubo-Rillas eran bastante mejores que los humanos, leyendo los estados emocionales.
—Pueden estudiar los motivos por los que la Criatura se volvió loca —continuó Chan—. Tal vez puedan incluso curarla. Y, pase lo que pase, tendrán información que transmitir a los equipos perseguidores que cacen a otras criaturas.
—Tal vez —los ojos de Mondrian brillaban, cautelosos y calculadores—. Sin embargo, no nos has explicado por qué no cumplisteis las órdenes. ¿Por qué no destruisteis a la Criatura, como se os había dicho?
Chan había de tener cuidado con la respuesta. Estaba en un momento crucial en el análisis que la mente colectiva había hecho de la situación.
—No fue necesario —replicó—. Pudimos neutralizar todas sus armas ofensivas. Ahora se encuentra en animación suspendida, inmovilizada en la jungla de Travancore.
—¿Sin daños? —en la voz de Mondrian había un ligero matiz de temor.
—Ninguno. Pero la cápsula no es lo bastante grande para nosotros y la criatura. ¿Quiere bajar y recogerla?
Un momento decisivo. Si Mondrian accedía, la probabilidad de que Chan sobreviviera aumentaría enormemente.
Mondrian sacudía la cabeza y jugueteaba con el ópalo colgado en su cuello.
—Todavía no. Dime, Chan, ¿cómo ves el futuro del Equipo Rubí?
—No creo que el equipo tenga futuro. Vinimos juntos a hacer un trabajo, y lo hicimos. Supongo que espero que nos recompensen, y todos nos iremos a casa. Me gustaría volver a la Tierra, al menos por una temporada. ¿Es eso un problema?
—No lo creo. —Mondrian apartó los dedos del ópalo y Luther Brachis bajó el arma—. ¿Hay alguna necesidad de que tu equipo esté ahí abajo cuando recojamos a la Criatura fabricada por Morgan?
—No veo por qué. Ahora es perfectamente segura, y podría hacerlo solo.
—Bien —Mondrian se levantó—. Haremos que entren en la nave. Me gustaría darles las gracias... individualmente. Luego pueden ser enviados de nuevo a sus planetas natales.
—¿Inmediatamente?
—¿Por qué no?
Sospecha, pensó Chan. No puede saber que nos fundimos en una mente colectiva, pero no quiere correr riesgos.
—Pensé que todos estaríamos juntos aquí..., que tal vez incluso celebraríamos una fiesta. Esperábamos seguir caminos separados, pero no tan pronto.
—Cuando tengamos a la Criatura, el trabajo en Travancore habrá terminado. —Ahora había un claro brillo de triunfo en los ojos de Mondrian—. Y tenemos que volver a Ceres. Pero primero hay otras cosas a las que atender aquí.
Brachis caminó hacia la puerta que conducía a uno de los compartimientos situados a la izquierda y la abrió. Apuntó a Chan con su arma.
—Entra aquí.
—Sólo durante unos minutos —dijo Mondrian.
La protesta de Chan fue ignorada. Brachis le guió al interior y luego cerró la pesada puerta.
Mondrian se dirigió al panel de comunicaciones y pulsó una secuencia.
—Ya es hora de que tus compañeros salgan de la cápsula.
El equipo de comunicaciones aún permitía a Chan ver y oír lo que sucedía en la cámara central. Pocos segundos después, la imagen en la pantalla reveló la figura del Ángel que dejaba la cápsula y flotaba lentamente hacia la compuerta. Unos minutos más tarde, el Ángel apareció delante de Luther Brachis. Esta vez no hubo discusión. El Ángel fue confinado de inmediato en una segunda cámara.
Nadie habló cuando S'greela y finalmente Shikari salieron de la cápsula. El Remiendo fue manejado con cuidado especial. Luther Brachis preparó su arma para que fuera capaz de emitir un amplio rayo que crease un abanico de energía destructora del suelo al techo. Si era necesario, podía matar a un enjambre completo de componentes en pleno aire.
No fue necesario. S'greela y Shikari se dejaron llevar tranquilamente a las cámaras separadas. Cuando todos los miembros del equipo perseguidor estuvieron presentes, Mondrian se dirigió de nuevo al panel de control y presionó una nueva secuencia.
—Destruyó la cápsula —dijo indiferente. Miró duramente a Chan—. No queremos correr el riesgo de que una forma de vida peligrosa pueda salir de Travancore, ¿verdad?
Chan asintió y permaneció impasible. Contempló cómo la cápsula cubría la pantalla con una llama azul incandescente. La posibilidad de que eso sucediera había sido considerada por Nimrod y Bahram cuando aún estaban en Travancore, pero no habían llegado a avistar ninguna acción para evitarlo. O bien Nimrod había encontrado la manera de salir de la cápsula o Leah y los otros habían muerto. Chan deseó tener la habilidad innata de un Ángel para comprobar las probabilidades.
—Hay una pregunta importante —continuó Mondrian—. Después podrás guiarnos para recoger a la Criatura de Morgan, y luego podremos hablar de fiestas —se detuvo—. Siento curiosidad por saber una cosa. ¿Tuviste algún otro tipo de ilusión en Travancore, alguna percepción deformada de la realidad?
Chan dudó. Mondrian probablemente sabía algo acerca del primer encuentro con Nimrod... Chan había informado que había visto a Leah, y eso debía estar aún en los bancos de datos. Pero ¿cuál era la respuesta adecuada ahora? ¿Era mejor decir que había tenido lugar un encuentro subsiguiente... o debía decir que había disparado inmediatamente al siguiente contacto, antes de que pudieran hablar?
Mientras intentaba decidir qué responder, Brachis alzó el arma y dio un paso hacia la puerta de la cámara donde se encontraba Chan.
—Maldición, Esro, está tardando mucho. ¿No ves que está intentando ganar tiempo?
Mondrian le hizo un gesto para que guardara silencio.
—Tranquilízate, Luther. Chan, los dos estamos nerviosos. Necesito esa criatura de Morgan. Pero hay otros riesgos que ni nosotros ni la raza humana nos podemos permitir. Tengo que saber qué sucedió en Travancore. ¿Visteis signos del Equipo Alfa?
Mientras Mondrian seguía hablando, la puerta de la cámara central se abrió lentamente. Chan contuvo la respiración mientras una figura entraba despacio en la cámara de cuarentena, y entonces soltó un gruñido de desagrado. Era Godiva Lomberd, vestida con un ancho traje blanco. Tenía una expresión de sorpresa en la cara.
—Luther —dijo—, tengo que hablar contigo. Es terriblemente importante.
Brachis se había vuelto, con el arma levantada y el dedo tenso sobre el gatillo cuando la voz sonó a sus espaldas. Suspiró y bajó el arma.
—Goddy, no se te ocurra volver a hacer eso otra vez —su voz era suave y apremiante—. ¿Te das cuenta de que he estado a punto de disparar contra ti? Tenemos trabajo. Vuelve a nuestras habitaciones. No puedo hablar contigo ahora.
—Tiene que ser ahora. —Godiva dio dos pasos hacia adelante y habló con una intensidad extraña y remota—. Ahora, Luther. Por favor. Por tu propio bien.
—Vaya con ella. —Chan se sorprendió al oír su propia voz. A pesar de los análisis de probabilidad de las mentalidades, realmente no había esperado encontrar a Godiva a bordo. Pero ella había sido identificada como una de las ayudas más probables—. Godiva tiene razón, Brachis. Vaya con ella... ahora.
—¿Qué demonios es todo esto?
Brachis se volvió hacia Chan, pero Mondrian se acercó rápidamente a la consola de control.
—Está a bordo —dijo—. Dios sabe cómo y dónde. Pero está aquí... y se ha apoderado de Godiva. Mírale la cara.
—¡Goddy! —Brachis dio un grito de horror.
—Esro se equivoca, Luther —ella se plantó ante él—. Estoy bien. Hay alguien nuevo a bordo y hablamos, efectivamente. Pero no se han apoderado de mí..., eso no puede hacerse —le sonrió—. Luther, Nimrod puede ayudarte. Nimrod puede quitarte toda la violencia, todo el odio. ¿No comprendes que nunca habría venido aquí si pensara que podría hacerte daño? Luther, por favor, ven conmigo.
Ella le tocó el brazo y le miró a la cara. Brachis le devolvió la mirada, hipnotizado.
—Ir contigo significa ser cambiado... convenirme en una cosa, parte de una forma de vida extraña. Goddy, ¿cómo te han atrapado?
Ella le agarró por los hombros.
—Nimrod no me ha capturado, ni me ha cambiado. Nimrod sólo me habló. No podrá cambiarme nunca. Pero puede ayudarte... si le dejas.
Mientras hablaba, la puerta tras ella se abrió más. Mondrian y Brachis vieron el corredor al otro lado. Involuntariamente, los dos hombres dieron un súbito paso atrás.
Nimrod estaba allí. Por primera vez, Chan vio una mentalidad sin formar parte de ella. Era una visión terrible. Las formas de Leah, S'glya y Ángel se vislumbraban débilmente dentro de una masa vibrante de componentes de Ismael. Largos tentáculos negropurpúreos, cadenas de elementos Remiendo, surgían del cuerpo principal. Se extendieron hacia el interior de la habitación, dirigiéndose hacia las compuertas de las criptas cerradas. Mientras Chan observaba, la masa completa dio un salto convulsivo y se acercó lentamente. La puerta entre él y la sala central se abrió del todo.
—Godiva tiene razón, Luther —la voz de Leah surgió de repente de las profundidades de la masa vibrante—. Podemos ayudarles... si nos dejan cooperar con ustedes y leer en sus mentes. Mondrian y usted necesitan ayuda. Vimos en la mente de Godiva..., pero no entramos en ella. No pudimos. Nos dio permiso para decirle por qué. Luther, debe aceptar esta nueva impresión, Godiva Lamberá no es humana.
—¿Qué demonios...? —Brachis levantó el arma, apuntando a la masa central de Nimrod.
Godiva se colocó delante de él, obligándole a bajar el arma.
—Tienen razón, Luther —dijo suavemente—. No soy humana. Mi código no me permitía decírtelo, y me preguntaba si alguna vez lo sabrías. Pero ahora me alegro, Luther, amor mío, ¿no ves todavía lo que soy, de dónde vengo? —Se acercó a él para besarle—. Deja que te ayuden, y entonces realmente podremos pertenecemos el uno al otro.
—¡Luther, atrás! —Mondrian miraba a Godiva, comprendiendo de repente—. No la toques más. Godiva, ¿qué eres?
—¿Por qué lo preguntas? Conoces la respuesta, Esro. Soy un Artefacto.
Brachis había ignorado la advertencia de Mondrian. Permanecía inmóvil, con los brazos de Godiva alrededor del cuello. Ahora le dirigió una sonrisa de incertidumbre, negando sus palabras.
—Godiva, no vuelvas a decir eso, nunca...
—Pero es la verdad. Soy un Artefacto... y el margrave de Fujitsu me fabricó —su cuerpo increíble se acercó más a él.
—No puede ser verdad. Estabas conmigo cuando los otros Artefactos de Fujitsu intentaron matarme. —Su cara estaba blanca, y la mano que sostenía la pistola temblaba—. Goddy, ayudaste a salvarme una y otra vez, cuando los Artefactos me atacaban. No intentaste matarme. No puedes ser... no puedes ser uno de sus...
Ella lo atrajo hacia sí y le besó apasionadamente en la boca.
—Te amo, Luther. Nunca te haría daño, deberías saber eso. Fujitsu me fabricó en los tanques de su propio Laboratorio Aguja. Pero me hizo para el amor, no para la muerte.
La hermosa cara de Godiva reflejaba su tormento. En vez de devolverle el beso, Brachis se apartó de ella.
—¿No comprende todavía, Luther? —Era de nuevo la voz de Leah que surgía del centro del enjambre del Remiendo—. Debería sentir pena por Godiva, no ira ni repulsión. Era el arma de Fujitsu, pero no por propia elección. Cuando el margrave vivía, su único programa era amarle, vigilarle y quedarse con usted. Cuando murió, el programa no fue cancelado. Siguió más fuerte que nunca. Pero ella también se convirtió en una herramienta para su destrucción, la principal fuente de información para todos los Artefactos del margrave. ¿Cómo cree que pudieron seguirle y conocer todas sus acciones? Sienta su desesperación, Luther Brachis, como nosotros la sentimos. Toda su naturaleza le dice que le ame, pero no pudo evitar dar información que podía destruirle. Cuando vino aquí a Travancore, ella se alegró, pues sabía que los otros Artefactos no podrían seguirle aquí para intentar matarle.
Las lágrimas surcaban la piel sin mácula de las mejillas de Godiva. Asentía lentamente, aún abrazada a Brachis.
—Escúchalos, Luther. Te amo, Luther.
Brachis se apartó de ella cuando se empinó para volver a besarle.
—¿Amor? ¿Conseguir dinero para Fujitsu, ésa es tu idea del amor?
Ella apoyó la cabeza en su pecho.
—Amor comercial, si quieres llamarlo así. Fui creada para eso..., pero sigue siendo amor para mí, todo el amor que he conocido. Incluso después de que Fujitsu muriera, nunca podría hacerle daño a nadie. Mis instrucciones eran quedarme contigo, y sin él esa parte de mi programación no puede cambiarse. Y no quería un cambio... sólo hacerte más feliz. Te amo. Quiero quedarme contigo para siempre. Su cara mostraba emociones mezcladas: amor, desesperación, contricción, compulsión. Volvió a atraerle hacia sí—. Ven, Luther. Deja que te ayudemos a superar el odio.
Brachis permaneció quieto, rígido, mirando más allá de su rubia cabeza, más allá del tiempo y del espacio. Entonces volvió a intentar apartarse del contacto de Godiva.
—¡Maldito seas, Fujitsu! —su voz se convirtió en un grito—. Maldito seas, dondequiera que estés. Tú ganas. Requeriste tu precio, pero nunca dijiste que incluía esto. Tú ganas, Fujitsu.
Miró a Godiva.
—No me toques. Aléjate de mí.
Ella negó con la cabeza, pero le soltó lentamente. Se llevó las manos a la garganta y se abrió el vestido por completo.
—No puedo usar palabras, Luther. Todo lo que puedo darte es a mí misma. Soy todo lo que tengo. Esto te pertenece. Te pertenecerá siempre.
Luther Brachis miró el cuerpo opulento. Godiva se acercó, mirándole a la cara amorosamente.
—Detenedle —avisó S'greela de repente, desde el interior de su cámara cerrada—. Detenedle o...
Antes de que ninguna pudiera moverse, Brachis había levantado el arma y apuntaba a la cabeza de Godiva. Ella la miró y sonrió, una sonrisa ensoñadora y amorosa, y alargó la mano para tocarle la mejilla. Él hizo fuego. Hubo la explosión enfermiza y absurda de la carne humana supercalentada a veinte mil grados. La cabeza desapareció en una niebla sanguinolenta y vaporizada. El cuerpo perfecto permaneció en pie un instante, los brazos aún extendidos en ademán de súplica. Después cayó hacia atrás. Incluso en la muerte, hubo una extraña gracia en su caída. Luther Brachis dejó escapar un largo sollozo.
Mondrian fue el único que advirtió lo que iba a hacer a continuación.
—¡Luther! ¡Por el amor de Dios, no!
Dio un salto hacia adelante y agarró a Brachis por el brazo. El otro hombre le miró, y entonces, casi con indiferencia, empezó a doblar la muñeca. Mondrian intentó retenerle con todas sus fuerzas, pero el movimiento del brazo no se detuvo. Volvió el arma para que apuntara su propia cabeza y luego miró el cuerpo de Godiva.
—Te amaba, Godiva —dijo suavemente—. Aún te amo.
Disparó el arma dentro de su boca abierta. Su cadáver sin cabeza cayó hacia atrás, arrastrando a Mondrian con él.
El cuerpo aún se retorcía cuando Mondrian se puso en pie y corrió hacia el panel de control.
—¡Detenedle! —exclamó la voz de Leah—. ¡Ahora es el único que conoce la secuencia de Enlace para volver a Sol!
Chan corrió hacia la sala principal y S'greela trató de unírsele. Fueron demasiado lentos. Mondrian ya había alcanzado el panel y conectaba los interruptores. Chan lo agarró por la mano, apartándole.
—¡S'greela, ayúdame! ¡Ésa es la secuencia de autodestrucción de la nave!
Mientras Chan hablaba, una repentina tormenta de Componentes Remiendos revoloteó sobre su cabeza, rodeándolos a los tres. Antes de que S'greela pudiera replicar, la mente colectiva despertó. Chan se fundió con Bahram hacia el hombre que sostenía, y sintió el shock del conflicto volver a él.
¿PODÉIS ALCANZARLE?
Era Nimrod, conectando a través del enlace Ismael/Shikan.
Sentir a través de una mente que se resistía era una nueva experiencia. Bahram requirió un largo momento de introspección.
NO, NO PODEMOS.
Sorpresa y alarma por parte de Bahram. Chan sintió la mente de Mondrian alzarse poderosamente contra ellos. Tenía más fuerza de lo que había creído posible. Bahram retrocedía ante la intensidad de la emoción que encontraba.
—NO PODEMOS ENTRAR EN CONTACTO CON ÉL... HAY UN BLOQUEO... INAMOVIBLE... PERMANENTE... PROFUNDAMENTE ENRAIZADO.
¿PODÉIS SOBREPASARLO? Nimrod añadía todos sus recursos mentales al esfuerzo.
NO. LE DESTRUIRÍA TOTALMENTE. ESTÁ ENTERRADO BAJO TODOS LOS NIVELES ACCESIBLES.
S'greela y Chan agarraban a Mondrian con fuerza. No se resistía físicamente, pero su mente bullía y quemaba, rehusando todo contacto con las mentes colectivas. Bahram lo intentó de nuevo, sintiendo un nuevo camino. Chan sintió repugnancia al alcanzar el bullicio de las intenciones ocultas en la mente de Mondrian.
BUSCAD LA ORDEN PARA ABORTAR LA DESTRUCCIÓN DE LA NAVE dijo Nimrod.
NO PUEDE SER ALCANZADA contestó Bahram. LA DESTRUCCIÓN DE LA NAVE ES INMINENTE.
—¿Debemos destruir a Mondrian? —La mente de Chan se había desconectado parcialmente y añadía ese pensamiento, espontáneo, como un refuerzo individual a las dos mentes colectivas. Tal vez anule la orden de autodestrucción.
—NO... NO... NO... —la sugerencia de Chan produjo una algazara mental de desaprobación.
Sintió la reacción de los Tubo-Rillas al mismo tiempo que la mente grupal lo arrastraba de vuelta. Canalizando la fuerza de la mentalidad, Chan la usó para profundizar más, abriéndose camino en una matriz de pensamientos que se esforzaban y luchaban furiosamente contra él. Le pareció que no conseguía nada. Mondrian no se rendiría.
Chan se obligó a continuar, y por fin alcanzó el bloque de memorias. Era una presencia oscura, confinada, aislada de todo lo demás a su alrededor. Usando todo el poder de Nimrod y Bahram, Chan profundizó más, obligando a un negro bloque de recuerdos ocultos a traspasar la desnuda, delicada fibra de la mente consciente de Mondrian. La oscuridad resistió otro largo instante, y después, bajo la masiva precisión, cedió.
El bloqueo desapareció. Mientras Bahram pasaba a través de él para recoger la orden de anulación y la secuencia del Enlace Mattin, Chan fue capturado por la explosión mental que Mondrian experimentó al encararse al horror de su distante pasado. Hubo un grito de pánico y pura angustia mental que expulsó a Chan del cerebro moribundo hasta su propio mar de consciencia que se desvanecía. La inteligencia de Mondrian fluctuó y se desvaneció, un rescoldo que se apagaba y se hundía rápidamente en la nada.
Las mentes colectivas recogieron a Chan, le arrullaron.
—¿A salvo? ¿Estamos a salvo? —preguntó.
Pero no oyó ninguna respuesta.
—Muerte, muerte —dijo el eco.
Entonces se precipitó en un terror sin límite, sabiendo que aquello era sólo una pálida sombra de lo que había encontrado en el interior de Esro Mondrian.
Por fin, se dejó arrastrar y se hundió en el maelstrón.