1 LAS CRIATURAS DE MORGAN

ENLACE EN CADENA COMPLETO. PERMANEZCAN A LA ESPERA DE LA CONEXIÓN PARA LA CONFERENCIA.

La voz, incorpórea y tintineante, sonaba en todas partes. En los pocos segundos previos a la conexión final del Enlace, el embajador ante el Grupo Estelar se volvió hacia los dos hombres que permanecían ante él en la cúpula.

—Quiero que comprendan muy claramente la situación —dijo—. Aunque la audiencia tiene lugar en la Cámara Estelar, no hay de momento ningún cargo criminal en curso. Esto es, estrictamente, un encuentro entre embajadores. Su testimonio debe ser tan adecuado y completo como sea posible. ¿Comprendido?

El embajador Dougal Macdougal era un individuo alto e impresionante, a quien las antiguas y tradicionales togas de su oficio, pasadas de un embajador al siguiente, le sentaban como si le hubieran sido hechas a medida. Su frente era noble; su mandíbula casi demasiado firme.

Los otros dos hombres intercambiaron una brevísima mirada y luego asintieron.

—¡No se queden ahí moviendo la cabeza sin más! —exclamó Dougal Macdougal—. ¡Díganlo! Necesitamos grabar su compromiso explícito. Ya tenemos demasiados problemas. No quiero añadir ningún otro.

—Comprendo perfectamente —dijo Luther Brachis.

Rivalizaba con Macdougal en altura, aunque era mucho más ancho. Incluso en la baja gravedad de Ceres sus pisadas sacudían el suelo blanco y dorado de la Cámara Estelar. En el pectoral izquierdo de su uniforme de combate llevaba una brillante falange de condecoraciones militares; el resplandeciente cúmulo de estrellas de la Seguridad Solar blasonaba su manga derecha. Sus ojos, de color gris azulado, miraron firmemente a Dougal Macdougal. Su ancha boca se estiró apenas un milímetro hacia la mandíbula. Para Luther Brachis, aquello era el equivalente a un estallido de furia.

—Lo describiré todo y no ocultaré nada —dijo por fin.

El embajador se volvió hacia el otro hombre.

—¿Y usted, Mondrian? Venga, dígalo. El Enlace se completará dentro de un par de segundos.

Esro Mondrian alzó la mirada. Su altura era ligeramente inferior a la media. El embajador y Luther Brachis le pasaban una cabeza y, en contraste con los otros dos hombres, la constitución de Mondrian era frágil y angular. Contrariamente a ellos, iba vestido de manera sencilla: El severo uniforme negro de la Investigación de Fronteras, precisamente ajustado y meticulosamente limpio, sin medallas o insignias que revelaran su rango. Un simple ópalo de fuego en el cuello izquierdo de su indumentaria servía como identificación y escondía sus múltiples funciones de comunicador, computadora y arma.

Finalmente, Mondrian se encogió de hombros.

—Tranquilo, Dougal. Sabe que no suelo ocultar datos a nadie que tenga acceso legítimo a ellos. En cuanto dispongamos de identificación completa de las partes involucradas en este Enlace, les proporcionaré toda la información que poseo.

Su voz era grave y agradable, pero Macdougal no respondió a su tono conciliador. Estaba a punto de replicar cuando las luces que anunciaban la operación de Enlace Mattin empezaron a parpadear. Miró molesto a Esro Mondrian y se volvió hacia el pozo instalado en medio de la sala. Delante de ellos, en el hemisferio del atrio central de la Cámara Estelar, centellearon tres óvalos de luz. En su interior se formaron las imágenes tridimensionales de los embajadores.

En el de la izquierda apareció una masa pulsante y sombría de un color púrpura oscuro. Cuando la imagen se estabilizó, Brachis y Mondrian reconocieron la figura cimbreante de un Compuesto Remiendo, emitida desde un sistema Mercantor en sistema Formalhaut. El Remiendo se había agrupado para formar un ovoide simétrico con apéndices de proporciones toscamente humanas. Junto a él (pero a cincuenta y ocho años luz de distancia en el espacio real, casi al otro extremo del Grupo Estelar), se veía el armazón verde oscuro de un Ángel. Y a la derecha, todavía emitiendo un abanico de arco iris mientras se recibía la señal, revoloteaba el gran conjunto tubular de un Tubo-Rilla que se unía al enlace desde su planeta natal en torno a Eta Casiopea, a dieciocho años luz de distancia.

ENLACE MATTIN COMPLETO dijo la voz tintineante. LA CONFERENCIA PUEDE TENER LUGAR.

Era un momento histórico. Los cuatro representantes del Grupo Estelar contactaban de forma simultánea audiovisual por primera vez en veintidós años terrestres. Dougal Macdougal, consciente de que el hecho formaría parte de la historia del Grupo Estelar, se dirigió a ellos, ignorando a Luther Brachis y Esro Mondrian.

—Saludos. Soy Dougal Macdougal, embajador solar ante el Grupo Estelar. ¿Pueden oírme y verme correctamente y hacerlo entre ustedes?

La pregunta era una formalidad diplomática. El ordenador encargado del Enlace no habría permitido el contacto completo audiovisual sin confirmar antes que ninguno de los participantes tenía problemas para establecerlo.

—Sí —dijo el Tubo-Rilla, aproximándose bastante a la pronunciación humana.

—Sí —repitieron el Remiendo y la respuesta del embajador Ángel, generada por ordenador.

—Hemos reunido este Congreso espacial para discutir... una situación difícil —continuó Macdougal—. Un suceso reciente, aquí, en el sistema Sol, podría convertirse en un problema importante que afectara al Grupo Estelar entero. Puede que tengamos que tomar medidas de control inusitadas y tal vez sin precedentes. Naturalmente cualquier decisión sobre tales medidas debe tomarla el Grupo Estelar al completo. Para describir el trasfondo del problema, he dispuesto dos informes especiales de dos de las principales personas que han estado implicadas desde el principio...

Mondrian y Brachis intercambiaron una mirada de desagrado.

—Está jugando sucio —murmuró Mondrian.

—Por supuesto —Brachis miró al embajador solar—. No pondrá el problema sobre la mesa. Nos lo dejará a nosotros, el muy granuja. Y apuesto que ya ha decidido a quién hay que echarle la culpa.

Dio un paso adelante y se colocó junto al Tubo-Rilla, y con ello todos los embajadores parecieron estar en línea, observando a los testigos. Lámparas ocultas envolvieron a Brachis en un óvalo de luces.

—Puede empezar —dijo Macdougal.

Brachis asintió ante las cuatro formas en sus crisálidas de luz. Su cara de león parecía hosca y furiosa.

—El embajador ha citado correctamente mis obligaciones. La Seguridad es mi oficio, desde la Estación Apolo y el Nexo de Vulcano hasta las Tortugas Áridas, pasando en el borde de la Nube Oort —hubo un bufido de orgullo en su voz profunda—. Llevo cinco años estándar en este cargo. Hace dos, recibí una propuesta para crear un proyecto de seguridad en la Estación Tela de Araña. Ésa es una instalación dedicada a la investigación, a doce mil millones de kilómetros del Sol, a medio camino entre las órbitas de Neptuno y Perséfona. Ha servido como centro de investigación para actividades de Seguridad durante más de setenta años estándar. El proyecto que empezó hace dos años era secreto. Se le dio el nombre en clave de «Operación Morgan». Aprobé la solicitud. Con su permiso, dejaré la descripción de los objetivos de este proyecto para el posterior testimonio del comandante Mondrian.

Brachis sonrió, sombrío.

—Déjenme decir solamente esto: la Operación Morgan fue llevada a cabo con toda clase de medidas de seguridad. Cuarenta de los guardias más experimentados de mi departamento, gente en la que se podía confiar plenamente, fueron asignados al proyecto, y se instalaron en la Estación Tela de Araña. La energía se les suministraba desde el circuito general del Sistema Solar, controlada desde el Nexo de Vulcano y desde el centro principal, aquí en Ceres. En dos años, no se notó anomalía de ninguna clase. Los informes sobre el progreso de la Operación Morgan sugirieron resultados excelentes y ninguna dificultad, hasta hace veinte días. Entonces una demanda de energía anómala hizo saltar la alarma en nuestro sistema de rastreo.

Luther Brachis se detuvo.

—Esta es la primera parte de mi testimonio. ¿Alguna pregunta?

Las cuatro figuras frente a él permanecieron en silencio. Se oía el usual siseo típico del Enlace Mattin. El Ángel movía sin descanso sus hojas superiores, mientras Dougal Macdougal miraba de un lado a otro. Brachis no iba a recibir ningún apoyo por parte del embajador solar.

—Continúe —dijo por fin.

—Muy bien. La demanda de energía a la que me refiero provino de la Estación Tela de Araña. Llegó en un momento de calma, cerca de un cambio de turno. Me temo que el aumento de la carga no fue advertido al principio por mi personal —masticó las palabras como si su boca estuviera llena de arena—. A pesar de que el sistema de Enlace estaba preparado para la acción, no reaccionamos inmediatamente. Acepto plena responsabilidad sobre eso. Cuando respondimos y una sonda investigadora alcanzó la Estación Tela de Araña, era demasiado tarde. La estación estaba desierta. El Enlace Mattin había sido utilizado... diecisiete veces. Todos mis hombres estaban muertos —se volvió para mirar acusadoramente a Esro Mondrian—. Y aprendí algo que debía haber sabido hace mucho tiempo: la auténtica naturaleza de la Operación Morgan.

Se detuvo. Su actitud anunciaba claramente que su testimonio había concluido, pero ahora hubo un murmullo en las filas de los embajadores.

—Usted... dice... que el Enlace fue... activado —era el embajador Tubo-Rilla y las placas de su tórax vibraban suavemente—. ¿Hacia qué destinos?

—No lo sabemos aún. Pero la cantidad de energía empleada indica que a muchos años luz.

Mientras Brachis había estado haciendo su declaración, nuevos componentes individuales habían volado silenciosamente para sumarse al Compuesto Remiendo. Ahora era mucho más grande que un ser humano. Un puñado de alitas negropúrpuras flameó, y un silbante facsímil de pronunciación humana surgió del Enlace.

—Los registros, por favor. Nos gustaría analizar sus posibles destinos. Y, para hacerlo, debemos saber algo mas sobre la naturaleza del proyecto.

Brachis volvió la cabeza.

—Para eso, debo remitirles al comandante Mondrian. Mis registros les serán enviados de inmediato. Estaré disponible para contestar cualquier pregunta posterior.

Dio un paso atrás. La mirada que dirigió a Esro Mondrian era una extraña mezcla de antiguo antagonismo y nuevos problemas compartidos.

Mondrian había estado observando detenidamente a los embajadores. Sabía que no tenía esperanza de reconocer ninguna estructura especial de un Compuesto Remiendo, pero los Ángeles y los Tubo-Rillas tenían ambos una estructura estable, y era posible que hubiera conocido a alguno de ellos anteriormente en sus planetas natales. En cualquier caso, tenía que olvidar a Dougal Macdougal e intentar conseguir apoyo de los otros embajadores.

—Soy Esro Mondrian —empezó a decir—, jefe de las fuerzas de seguridad de Investigación de Fronteras. He trabajado en el pasado con cada uno de sus grupos locales de investigación, y he visitado sus planetas natales, en los que vivimos en regiones estables y civilizadas, donde hay pocos peligros desconocidos. Pero la mayor parte de mi trabajo tiene lugar cerca del Perímetro, en la región del Límite, a cincuenta años luz del Sol.

Mondrian oyó algo procedente del atrio ante él: Dougal Macdougal se aclaraba la garganta. El embajador estaba impacientándose. Mondrian se maldijo. El hecho de que necesitara tiempo para explicar la razón de sus recientes acciones no significaba nada para el embajador.

—En el Perímetro —se apresuró a continuar—, las distancias son enormes y nuestros recursos limitados, y las incertidumbres son muchas. Hace pocos años, decidimos que necesitábamos un nuevo tipo de instrumento de seguridad allí. Uno que pudiera funcionar con apoyo mínimo de las bases, y en su operación fuera más duro y más flexible que los cerebros paninorgánicos. Mientras sopesábamos las alternativas, la científica Livia Morgan se puso en contacto conmigo. Tenía una proposición intrigante. Decía que podía crear formas simbióticas que combinaran componentes orgánicos e inorgánicos, perfectos para nuestras necesidades. —Sonrió, sombrío, y movió la cabeza ante las figuras colocadas frente a él—. Conocía al menos un ejemplo natural que probaba que tal cosa era posible.

El Ángel en la conexión se inclinó lentamente adelante y atrás agitando su follaje verdiazulado. Era a su vez una criatura simbiótica, descubierta un siglo y medio antes de que el frente expansor del Perímetro alcanzara Capella. La pane visible del Ángel era el Chasselrosa, una forma vegetal sin mente y de lento movimiento. Escudado en su pulposa sección central, vivía el Cantante cristalino sensible, confiado en el Chasselrosa, en el que encontraba hábitat, transporte y comunicación con el mundo externo.

—La imitación es... la forma más sincera de adulación —dijo la voz computerizada del Ángel.

—Las Criaturas construidas por Morgan iban a ser diseñadas para patrullar el Perímetro —continuó Mondrian, después de dirigir una dura mirada al Ángel. (Los Ángeles tenían el desconcertante hábito de emplear clichés y proverbios humanos. Nadie estaba nunca seguro de si eso representaba una perversa modalidad de cortesía racial por parte del simbionte o algún extraño sentido del humor)—. Teníamos especificaciones bastante precisas sobre las Criaturas. Las unidades individuales serían móviles, resistentes y altamente inteligentes. Livia Morgan dijo que serían «indestructibles». Ahora tenemos razones para creer que estaba exagerando. Surcarían las áreas inexploradas del Perímetro e investigarían formas de vida hostiles a las inteligencias del Grupo Estelar. Sin embargo, no importaba lo que descubrieran, tendrían solamente una función informativa. Bajo ninguna circunstancia podrían dañar a ninguna forma de vida inteligente, ni forma alguna de vida que pudiera tener inteligencia.

»Estuve presente durante las demostraciones iniciales de las Criaturas de Livia Morgan. Fueron expuestas a cada una de nuestras cuatro especies, a los otros siete organismos posiblemente inteligentes conocidos en el Perímetro, y a una variedad de simulacros de diferentes grados de inteligencia aparente. Las Criaturas de Morgan reconocieron cada una de las formas y respondieron ante cada una amistosamente y sin causarle daño. Trataron a los simulacros con apropiada cautela y respeto. Autoricé el desarrollo del proyecto, permitiendo el pase de las Criaturas al siguiente nivel de sofisticación. Livia Morgan empezó a trabajar. Pero en algún lugar de la Estación Tela de Araña algo debe de haberse torcido —se volvió hacia Dougal Macdougal—. ¿Puedo mostrar las imágenes obtenidas por nuestra sonda?

—Adelante —asintió el embajador—. Y espero que sea breve. No podemos mantener el Enlace todo el día.

Mondrian no replicó. A sus espaldas empezó a formarse una esfera de oscuridad. En su interior titiló el áspero ovoide de la Estación Tela de Araña mostrado desde el punto de vista de una sonda de rastreo. Al principio, toda la estación fue visible. Entonces el campo de visión se redujo, aumentando su resolución. Al poco rato, los objetos retorcidos y aplastados más allá de las compuertas de aire fueron reconocibles: eran los restos de seres humanos vestidos con trajes espaciales. Las cámaras se acercaron a ellos, inmisericordes. Si estos cuerpos hubieran estado vivos cuando fueron expulsados por las compuertas, no habrían sobrevivido mucho tiempo. Las imágenes mostraron miembros arrancados, troncos y cuerpos sin cabeza. Las cámaras se acercaron a una figura, un cadáver que giraba sin manos y sin pies.

—Éstos son los restos mortales de la doctora Livia Morgan —dijo Mondrian sin expresión—. Aunque ni ella ni los guardias pudieron enviar ninguna señal de aviso desde la Estación Tela de Araña, los monitores hicieron un registro completo de sus últimas horas de vida. Sucedió sin previo aviso. Las Criaturas se volvieron locas de repente. Acosaron a los guardias sin piedad, en el interior de la estación. Livia Morgan intentó negociar con dos de ellas. Fue capturada y desmembrada sistemáticamente. A menos que insistan, espero no tener que dar detalles de las escenas. Acepten mi palabra: las Criaturas de Morgan son astutas, y mortíferas, y parecen completamente hostiles respecto a la vida humana. Todo nos hace suponer que no se mostrarán más amistosas con respecto a cualquier otra raza del Grupo Estelar.

Detrás de Mondrian, las imágenes se desvanecieron.

—Pero esto no es lo peor —continuó—. Las Criaturas fabricadas por Morgan han desaparecido. Después de los sucesos que han visto, consiguieron de alguna manera poner en funcionamiento el Enlace Mattin, algo que debiera haber sido completamente imposible para ellas. Esto prueba su extraordinaria inteligencia. Las diecisiete se transmitieron a través del Enlace con destinos desconocidos. Estamos poniendo todo nuestro empeño en localizarlas, pero por el momento, nuestra hipótesis de trabajo es la siguiente: Se encuentran en algún lugar en el radio de cincuenta y ocho años luz de la Esfera Conocida. Esperamos que estén en los alrededores del Perímetro y no cerca de ninguno de nuestros mundos natales. Sabemos que tenemos diecisiete amenazas formidables, de magnitud desconocida. Añadiría que no creo que estemos, ninguno de nosotros, en peligro inmediato. Puesto que las Criaturas fueron diseñadas y entrenadas para trabajar cerca del Perímetro, es altamente probable que decidieran huir a ese lugar, pero no tenemos idea de cuánto tiempo permanecerán en esa región. El propósito de la reunión de hoy es informarles de los hechos, y considerar las formas de afrontar esta situación.

Alzó la cabeza y miró intensamente a los cuatro seres ante él. Le devolvieron la mirada sin expresión. El Remiendo, el Ángel y el Tubo-Rilla eran demasiado alienígenas para que Mondrian pudiera leer sus emociones, y Dougal Macdougal parecía simplemente irritado y ligeramente aburrido.

Esro Mondrian inspiró profundamente. Era improbable que resultara de su agrado lo que fuera a decirse en las próximas horas. Dio un paso atrás para alinearse con Luther Brachis.

—Honorables embajadores —dijo—, esto es el final de mi informe oficial.

Y también el final de la parte fácil, pensó. Ya había un zumbido premonitorio en el circuito del Tubo-Rilla.

La alta figura se alzaba sobre sus piernas tubulares, con los miembros delanteros agarrando el tronco cónico y las largas antenas ondeantes.

—¿Preguntas? —dijo—. Preguntas, si me permite.

—Por supuesto.

—Díganos algo más sobre la capacidad de las Criaturas de Morgan. Diecisiete criaturas fuera de control parece algo realmente molesto, pero no un... asunto cósmico. Diseñaron esas criaturas sin ningún síntoma de agresión. ¿Correcto?

—Me temo que no. —Esro Mondrian se volvió para ofrecer su lugar a Luther Brachis, pero éste parecía más que dispuesto a dejarlo hablar—. Diseñamos esas criaturas para que tuvieran considerables poderes de autodefensa. Recuerde que tenían que operar solas, lejos de ningún apoyo, contra peligros desconocidos. Desafortunadamente, estas mismas capacidades pueden ser utilizadas también de modo ofensivo, ya que su generador de energía puede producir pequeñas armas de fusión; y contienen suficientes láseres y cortadores para destruir cualquier nave. Por su diseño, contienen los últimos equipos de detección que pudimos producir, ya que queríamos que fueran capaces de detectar otras formas de vida desde la mayor distancia posible. Podría proporcionar detalles completos, pero quizás un ejemplo sea más útil: cualquier Criatura fabricada por Morgan puede destruir una ciudad o arrasar un planetoide de tamaño medio. En combinación —algo que esperemos que nunca suceda—, podrían poner fuera de combate a toda una flota de seguridad.

Mientras Mondrian respondía, hubo una leve sacudida en el interior del Compuesto Remiendo. Al terminar de hacerlo, emitió un estallido de comunicación, casi demasiado rápido para que pudieran descifrarlo.

—¿Por qué? —farfulló el Remiendo—. ¿Por qué, por qué, por qué? En nombre de la Seguridad, ustedes los humanos han creado un peligro para ustedes y para todas las otras especies del Grupo Estelar. ¿Qué falta hacía una Criatura de Morgan? Mírense. Han estado explorando la región alrededor de su Sol durante más de seiscientos de sus años. Hemos observado esa exploración durante más de tres siglos, desde que los humanos descubrieron nuestro mundo. Ahora, el Perímetro cubre una esfera de más de ciento dieciséis años luz de diámetro, más de dos mil sistemas solares, con ciento cuarenta y tres planetas que pueden albergar vida. Y en ningún lugar en el interior de esa esfera se han encontrado especies que sean peligrosas o agresivas... excepto la suya. Están alzando un espejo ante el Universo y solamente ven sus propias caras. Nosotros, los Remiendos, decimos dos cosas: primero, que hasta que ustedes crearon ese peligro, no existía ningún peligro. Y segundo, dígannos por qué continúan esta loca carrera para ampliar el Perímetro. Ahora se encuentra a cincuenta y ocho años luz de la estrella Sol. ¿Se darán los humanos por satisfechos cuando alcance ochenta años luz? ¿O cien? ¿O mil? ¿Cuándo se detendrán?

Mondrian miró a Macdougal.

—Embajador, si quiere puedo intentar dar una respuesta a esa pregunta. Pero debo señalar que vengo sugiriendo hace tiempo que el Perímetro se congele, o que se frene la expansión. El avance humano debería suspenderse hasta que sepamos lo que hay a lo largo del Perímetro, ya que la región fuera de nuestra área conocida puede contener innumerables peligros. Para nosotros y para todo el Grupo Estelar. Así que, con todo respeto, estoy completamente de acuerdo con el embajador Remiendo, en este punto. También sé que una decisión como ésta se toma a niveles muy superiores al mío. Pero mientras la expansión siga adelante, algo como las Criaturas es esencial. Debemos tomar medidas para protegernos contra lo que podamos encontrar...

—¡Ya basta! —Dougal Macdougal había alzado las manos en signo de protesta—. Comandante, ha sobrepasado su área de autoridad y competencia. Ha venido aquí para presentar un informe de situación, no para ofrecer su propia visión sobre la evolución humana. —Se volvió para mirar a los otros tres embajadores—. Estoy de acuerdo con ustedes: estos dos hombres —señaló hacia Mondrian y Brachis— han cometido una falta al permitir que se creara este problema. Han creado un peligro para el Grupo Estelar. Y cuando esta reunión termine, les privaré inmediatamente de su empleo y les despojaré de todos sus poderes. No se les permitirá...

—Nooo —La palabra surgió del Ángel, lentamente, a través de su enlace computerizado—. No permitiremos eso.

Macdougal se sintió desorientado.

—¿Quiere usted decir... que no despedirán a Mondrian y Brachis?

—Exactamente —la parte superior del Ángel empezó a oscilar muy despacio—. No puede ser. El castigo debe estar en consonancia con el crimen. Nosotros, los Ángeles de Sellora, pedimos ahora una Audiencia Cerrada..., cerrada completamente para todo el mundo, excepto los cuatro embajadores presentes.

—Pero tiene que haber un registro...

—Sin registro. Es necesario discutir un tema tan serio y de tanta importancia en una Audiencia Cerrada. Invocamos para esto el privilegio de los embajadores.

Mientras el Ángel hablaba, una campana opaca se colocó en posición alrededor del atrio. Las zonas iluminadas en torno a los cuatro embajadores se vieron durante un momento, y después sólo quedó, en el centro de la Cámara Estelar, una bola de oscuridad centelleante.

Luther Brachis miró a Esro Mondrian y sacudió la cabeza. Los dos hombres se habían quedado solos fuera de la esfera oscura. Era el primer encuentro audiovisual de los cuatro embajadores del Grupo Estelar en veintidós años. Y la primera Audiencia Cerrada en más de un siglo.

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