Edward tenía el hombro dislocado y dos fracturas en el brazo, además de la mordedura de vampiro. A mí me pusieron catorce puntos. Los dos nos recuperamos. Trasladaron el cadáver de Phillip a un cementerio. Cada vez que voy a trabajar allí me acerco a saludarlo, aunque sé que está muerto y que le da igual. Las tumbas son para los vivos, no para los muertos. Nos dan algo en lo que concentrarnos, para que no tengamos que pensar en que un ser querido se está pudriendo bajo tierra. A los muertos no les importan las flores bonitas ni las estatuas de mármol.
Jean-Claude me envió una docena de rosas blancas inmaculadas de tallo largo. En la nota ponía: «Si has contestado a la pregunta sinceramente, ven a bailar conmigo».
Escribí «No» en el dorso de la tarjeta y la pasé por debajo de la puerta del Placeres Prohibidos durante el día. Me había sentido atraída por Jean-Claude. Puede que todavía me sintiera atraída. ¿Y qué? A él le parecía que aquello cambiaba las cosas; a mí, no. Me bastaba con visitar la tumba de Phillip para saberlo. Joder, tampoco me hacía falta. Sé quién y qué soy.
Soy la Ejecutora y no salgo con vampiros; los mato.